domingo, 31 de octubre de 2021

¿Nos encaminamos hacia un mundo distópico? Nota 3

 

Bien, en esta recorrida por los Profetas del Moderno Testamento que nos han adelantado el peligro de la distopía, no puede faltar el nacido inglés, pero americano por adopción, Aldous Leonard Huxley.

Huxley nació en Surrey, Inglaterra, en 1894 y, como dato de color, digamos que murió en Los Ángeles, EE.UU. el 22 de noviembre de 1963, el mismo día en que fue asesinado el presidente John F. Kennedy, a los sesenta y nueve años.

Fue escritor y filósofo y provenía de una reconocida familia de intelectuales. Publicó novelas y ensayos, pero también relatos cortos, poesías, libros de viajes y guiones. También escribió sobre parapsicología y misticismo, temas que lo acompañaron la mayor parte de su vida e, inclusive, en su muerte, ya que, llegado el fin, le fue leído al oído, según su propio deseo, el Libro tibetano de los muertos. También, según su deseo, se le administraron dos dosis de LSD, tras lo cual murió plácidamente. ​

Su cuerpo fue incinerado y sus cenizas fueron trasladadas a Inglaterra, donde descansan junto a las de su familia.

Huxley era un hombre de un saber enciclopédico. Poseía un ingenio incisivo y una mente abierta que, además de interesarse profundamente por el misticismo, lo hizo también por el mundo cotidiano y sus exigencias: La paz, la ciencia, la conservación de los recursos naturales, etcétera.
Aldous Huxley
Ahora bien, veamos un poco de qué trata la obra por la cual Huxley está en esta lista de profetas. Estamos hablando de Un mundo feliz, libro que Huxley escribiera en 1931 y publicara en 1932.

Un mundo feliz es una de las distopías más famosas del siglo XX. En ella, Huxley presenta un mundo futuro deshumanizado en el que la sociedad está dividida en un sistema de castas en el que los individuos son creados y alterados genéticamente.

Veamos, brevemente, su argumento.


La novela comienza con un grupo de estudiantes que visitan el Centro de Incubación y Condicionamiento de Londres, donde el Director les muestra la técnica de la reproducción artificial con que se fabrican los miembros de la sociedad. Los estudiantes comprenden, entonces, que la organización de la misma es determinada desde el nacimiento y que, el Estado mundial manipula la reproducción para generar personas que estén adaptadas a su posición social y, en consecuencia, a las funciones que habrán de desempeñar.

Así pues, se enteran de que existe un Sistema Científico de Castas producto de una ciencia, altamente avanzada, que ha estudiado las diferencias humanas y que permite a los dirigentes del gobierno destinar a cada individuo al lugar adecuado (según las necesidades del Estado) en una jerarquía social y económica dividida en 5 clases:

· Los Alfa: Constituyen la élite de la sociedad. Son los más inteligentes y están destinados a la dirigencia y, por lo tanto, son los que tienen la capacidad de tomar decisiones.

· Los Beta: A esta casta pertenecen los ejecutivos, son menos inteligentes que los anteriores y su función principal se reduce a tareas administrativas.

· Los Gamma: Son los empleados subalternos, cuyas tareas requieren de habilidad. Artesanos.

· Los Delta: A este grupo pertenecen los empleados de los anteriores.

· Los Épsilon: Es la casta inferior, pertenecen a ella los empleados para trabajos peligrosos y repetitivos.

Esta planificación de tipo genética incluye el condicionamiento por medio de la hipnopedia, la enseñanza durante el sueño, mediante la cual inculcan a la población ideas y aprendizajes durante las diferentes fases del sueño. Desde luego, la hipnopedia se aplica ya a los niños.

Ahora bien, en este “mundo feliz” hay que evitar que el individuo sufra sentimientos tales como la melancolía, o cualquier otro sentimiento negativo. Esto es así porque los tales sentimientos o frustraciones podrían llevar a que la persona discuta el sistema y busque soluciones fuera de él. De modo que el “Estado Mundial” provee a los ciudadanos el Soma que es una sustancia que se utiliza en con el fin de mitigar sentimientos melancólicos, sin efectos secundarios.

El lema del mundo feliz, acuñado por el 'Estado mundial', es: “Comunidad, identidad, estabilidad”. Para hacerlo realidad, el ‘Estado mundial’ se esfuerza para estandarizar el producto humano. Hay que impedir la diversidad, pues podría dar origen a la aparición de líderes indeseables. Los únicos líderes permitidos son los que el Estado “fabrique” para la casta de los alfa. Se debe lograr una masa amorfa en la que la gente llegue a amar su servidumbre.

Este tema de no dejar aparecer al líder, por temor a que pueda arrastrar gente fuera del sistema dominante, fue muy bien planteado en la película de 1975, Rollerball (con una remake en el 2002). Se trató de una película de ciencia ficción distópica en la que el mundo, en el 2018, es un estado corporativo global, que contiene entidades tales como Energy Corporation, un monopolio global de energía que hace transacciones con corporaciones que controlan el acceso al transporte, lujo, vivienda, comunicación y alimentos a escala global.

El estado provee diversión a la gente por medio del deporte del rollerball que, sin entrar en el detalle de su mecánica, baste decir que exhibe una brutalidad tal que cuesta las vidas de muchos jugadores durante el partido. Con ello, el sistema se asegura que no surjan estrellas del juego pues la vida promedio del jugador de rollerball es escasa.

La película relata la historia de Jonathan E., el astro deportivo veterano del equipo de Houston de Energy Corporation (interpretado por James Caan). Debido a su rendimiento excepcional a lo largo del tiempo, Jonathan se ha convertido en el más reconocido jugador de Rollerball en la historia; la gente de todo el mundo lo reconoce al instante. Este reconocimiento es problemático para las corporaciones hegemónicas porque, precisamente, supone la aparición de una estrella que puede llegar a conducir a la gente fuera del sistema.

A partir de allí, la película discurre por la lucha entre la corporación y Jonathan.

La moraleja, para nosotros, es que los sistemas totalitarios no buscan la diversidad, no buscan estimular el crecimiento individual. Buscan el gris, la uniformidad, donde el individuo pierda su personalidad y solo le quede adoptar la que le inculca el Estado.

Hablábamos la nota anterior del ejemplo del “traje Mao” como símbolo de la uniformidad que desea el Estado. Bueno, China nos ofrece hoy otro ejemplo de lo mismo, ilustrado en la siguiente nota:

https://www.infobae.com/america/mundo/2021/10/25/el-regimen-de-xi-jinping-obliga-a-los-musulmanes-a-quitar-cupulas-y-minaretes-de-las-mezquitas-y-hacerlas-mas-chinas/

Como vemos, ¡Nada debe perturbar el orden impuesto por el sistema!

Tanto así es que, volviendo al libro de Huxley, el Estado, como hemos visto, monopoliza la creación de humanos a partir de tubos de ensayo para “evitar errores”, eliminando genes indeseados con el fin de “perfeccionar” la especie humana, es decir, busca la uniformización del producto humano. El objetivo de este sistema es el de conseguir individuos satisfechos continuamente, para ello son diseñados genéticamente, para vivir en “un mundo feliz”.

A continuación, tenemos las direcciones electrónicas para ver las películas que se han filmado con estos dos libros:

1984: https://www.youtube.com/watch?v=GL65gHQsvgI

Un mundo feliz: https://www.youtube.com/watch?v=wxkkM2jFR2g

Y aquí tenemos una entrevista que Mike Wallace le realizara a Huxley: https://www.youtube.com/watch?v=vqTiSXnWD90&t=17s

Y, por último, (¡Al menos por el momento!), dos breves menciones a dos profetas más, de los varios que aguardan su reconocimiento:

1.- Ray Bradbury, ¡Como no!, que escribiera esa magnífica obra de ficción distópica titulada Fahrenheit 451 que cuenta la historia de un sombrío y ominoso futuro en el que Montag, el protagonista, pertenece a una extraña brigada de bomberos cuya misión, paradójicamente, no es la de sofocar incendios, sino la de provocarlos… ¡Para quemar libros! ... ¡Porque leer obliga a pensar, y en el país de Montag está prohibido pensar! Precisamente, la temperatura de 451 grados Fahrenheit (233 ºC) es la temperatura de ignición del papel.

Ya nos empieza a sonar conocido esto de que el 85% de Orwell, o los épsilon de Huxley no deben pensar, no están para eso…

2.- Y no puede quedar fuera de esta lista quien fuera el iniciador del camino que tan bien recorrieron Huxley, Orwell, Bradbury y otros. Me refiero al ruso Yevgueñi Zamiátin y su novela Nosotros que, escrita en 1924, inaugura de forma brillante el género de la novela distópica moderna. Sin embargo es, de las grandes creaciones distópicas de la primera mitad del siglo XX (junto a Un mundo feliz y 1984), la menos leída y difundida, y ello por dos razones principales: Por la realidad sociopolítica que la tocó vivir en su país de origen, hecho que provocó su difícil acceso en Europa (la primera traducción española data de 1970, por ejemplo); y también por el estilo que emplea Zamiatin, muy influido por las vanguardias literarias del momento y que provoca que su lectura sea más exigente que una novela de estructura convencional.

El argumento es el siguiente: En la ciudad de cristal y acero del Estado Unido, separada por un muro del mundo salvaje, la vida transcurre sometida a la inflexible autoridad del Bienhechor: Los hombres-número trabajan con horarios fijos, siempre a la vista de todos, sin vida privada: El yo ha dejado lugar al nosotros. Está prohibido ser diferente; incluso tener pensamientos distintos del colectivo. Cada persona no es más que una pieza del gran organismo colectivo al que están supeditados los individuos. Sin embargo, ni siquiera el control absoluto por parte del sistema consigue eliminar por completo las ansias de individualidad del ser humano. El narrador de este diario íntimo, D-503, es el constructor de una nave interestelar que deberá llevar al universo «el bienaventurado yugo de la razón». Pero se enamora de la enigmática I-303: el amor equivale a la rebelión y al deseo de libertad. Aunque, tras extirparle a D-503 el «ganglio de la fantasía», el Estado sedentario, entrópico, salga victorioso de la conspiración, tras sus muros siguen los hombres nómadas, llenos de energía, que generarán nuevos insurrectos: no existe, ni jamás existirá, la última revolución. Muchos lectores, al leer Nosotros, escrita entre 1919 y 1921, prohibida oficialmente hasta 1988 en la URSS, comprobarán cómo se anticipa magistralmente a todas las novelas posteriores sobre distopías totalitarias, sobre todo 1984 de Orwell, que es deudora evidente en mucha de su ambientación general.

CONCLUSIONES

Para cerrar esta serie de notas sobre un futuro distópico, vamos a extraer las conclusiones que correspondan al material que hemos ido viendo. Sin embargo, para no hacer exageradamente larga esta nota, las dejaremos para la próxima, en la que, siempre por ahora, cerraremos el tema.

domingo, 24 de octubre de 2021

¿Nos encaminamos hacia un mundo distópico? Nota 2

 

La nota anterior dijimos que conoceríamos a los profetas que nos han advertido de los futuros distópicos y las obras en que lo hicieron. Sin duda, uno de los más conocidos de todos ellos es:

George Orwell


Orwell, cuyo verdadero nombre era Eric Blair, fue un ciudadano británico nacido en la India, en 1903, época en que esta pertenecía al Imperio Británico, y fallecido en Londres, en 1950. Estudió en el conocido Eton College y formó parte de la Policía Imperial Inglesa en Asia, lo que lo motivó a escribir Días en Birmania, en 1934. También vivió varios años en París y en Londres, donde tuvo una vida difícil por la escasez de recursos que sufrió.
George Orwell

En general, toda su obra refleja sus posiciones políticas y morales, subrayando la lucha del hombre contra las reglas sociales establecidas por el poder político. Sus títulos más populares son Rebelión en la granja (1945) y 1984 (1949), ficciones en las cuales describió un nuevo tipo de sociedad controlada totalitariamente por métodos burocráticos y políticos. Ambas son excelentes ejemplos en el género de la ciencia ficción distópica del siglo XX.

Justamente, 1984 es la obra que nos lleva a catalogar a Orwell en la categoría de profeta. Como queda dicho, se trata de una novela de distopía cuya trama ocurre en Oceanía, que es un país regido por un gobierno totalitario que mantiene una vigilancia permanente sobre sus ciudadanos llegando, inclusive, a espiar sus pensamientos con el supuesto fin de mantener el orden.

Más allá de teorizar sobre la distopía, la novela es también una denuncia de las prácticas ejercidas por gobiernos como los de Franco y Stalin, las cuales han sido adoptadas por muchos dictadores a lo largo de la historia, antes de estos dos y después de ellos.

Resumen de 1984

En el mundo futurista de 1984 tres superpotencias se encuentran en guerra: Oceanía, Eurasia y Asia Oriental. La anglófila Oceanía está regida por el Partido. Este, a su vez, se divide en el Partido Interior, encargado de gobernar y constituido por el 2% de la población, y el Partido Exterior, conformado por el 13% de la población y encargado de ejecutar las órdenes. El 85% restante de la población es el proletariado, el cual no es tenido en cuenta porque el Partido considera que no tienen la capacidad intelectual necesaria para organizar una rebelión.

Los ciudadanos se encuentran permanentemente vigilados por el Partido y los que se manifiestan disconformes son arrestados y desaparecidos. El líder del Partido es el Gran Hermano, cuyo rostro aparece por todos lados, en carteles y monedas, junto con la frase: "El Gran Hermano te vigila". Los ciudadanos, por su parte, están obligados a amar al Gran Hermano y a serle totalmente fieles y leales.

El protagonista de la novela es un miembro del Partido Exterior, Winston Smith, que trabaja para el Ministerio de la Verdad reescribiendo artículos de modo que se adapten a la ideología y a la imagen que le conviene al Partido. Dado que alberga resquemores y dudas, Winston escribe un diario dirigido a O´Brien, uno de los miembros del Partido Interior, creyendo que pertenece a una organización secreta de rebeldes conocida como la Hermandad.

Y un día Winston conoce a Julia, quien le envía una nota que dice: "Te quiero". En Oceanía las relaciones y el deseo sexual están prohibidos, incluso para parejas casadas. A pesar de esto, Winston decide iniciar una aventura clandestina con Julia. La pareja se encuentra en el segundo piso de la tienda del señor Charrington, el propietario de una tienda de objetos usados, quien parece ser un aliado de la Hermandad.

Un día la pareja es arrestada en la tienda del señor Charrington en posesión del libro escrito por Emmanuel Goldstein, un líder traidor al Partido. Winston y Julia son torturados por O'Brien en el Ministerio del Amor. Se les realiza un lavado de cerebro en el que pierden su individualidad, respeto y deseo sexual. Al final, Winston aprende a ser leal al Partido y a amar al Gran Hermano.

Ahora bien, hablamos de “ministerios”.

¿Qué son los ministerios?

Se trata de las herramientas usadas por el partido para tener totalmente bajo control a la población. Ya hemos mencionado algunos, veamos su totalidad:

El Ministerio del Amor (Miniluv en neolengua (neolengua es la lengua oficial del partido), la versión castellana lo traduce como Minimor) se ocupa de administrar los castigos, la tortura y de reeducar a los miembros rebeldes del Partido, inculcando un amor férreo por el Gran Hermano y por las ideologías del Partido.

El Ministerio de la Paz (Minipax) se encarga de asuntos relacionados con la guerra y se esfuerza para lograr que la contienda sea permanente. Si hay guerra con otros países se logra distraer a la población de los problemas propios y, entonces, el país está en paz consigo mismo. (Hay menos revueltas sociales cuando el odio y el miedo se pueden enfocar hacia fuera, como señala la psicología social). Así pues, el objetivo de este ministerio es mantener el estado de guerra.

El Ministerio de la Abundancia (Miniplenty o Minidancia) encargado de la economía planificada y de conseguir que la gente viva siempre al borde de la subsistencia mediante un duro racionamiento.

El Ministerio de la Verdad (Minitrue o Miniver) se dedica a manipular o destruir los documentos históricos de todo tipo (incluyendo fotografías, libros y periódicos), para conseguir que las evidencias del pasado coincidan con la versión oficial de la historia, mantenida por el Estado.

Por último, tenemos Ingsoc:

¿Qué es Ingsoc?

Ingsoc es el nombre del Partido en neolengua. Significa socialismo inglés y representa la ideología oficial del Partido.

Contexto histórico:

1984 se publicó en 1949 en una época marcada por regímenes totalitarios. Entre ellos, se encontraban:

· La Alemania Nazi bajo la dictadura de Hitler de 1933 a 1945.

· La dictadura fascista de Francisco Franco en España de 1936 a 1975.

· La dictadura comunista de Stalin en Rusia de 1922 a 1952.

· La dictadura fascista de Benito Mussolini en Italia de 1922 a 1943.

· La dictadura de Salazar en Portugal de 1932 a 1968.

· La dictadura fascista de Perón en Argentina de 1946 a 1955.

La obra de Orwell pretende advertir sobre los peligros de este tipo de gobiernos. Y, detalle no menor, 1984 está centrada en Londres, con lo cual, Orwell quería demostrar que los gobiernos totalitarios son una mala hierba que puede crecer en cualquier lugar toda vez que el pueblo no luche desde el comienzo contra de ellos.

Características de los regímenes totalitarios

El totalitarismo es una forma de gobierno en la que el régimen busca controlar todos los aspectos de la sociedad, incluyendo la vida pública y privada de sus ciudadanos. Sus características más importantes son:

· El poder se rige por un solo partido político.

· Tienen el control absoluto de las fuerzas militares.

· Tienen el control total de todos los medios de comunicación (periódicos, propagandas, etc.).

· Aterrorizan la sociedad por medio de la fuerza policiaca.

· Tienen el control de la economía.

CONCLUSIONES

Hasta aquí pues, el profeta George Orwell y su obra 1984. Ahora bien, es interesante plantearse cuán cerca está de la realidad lo vaticinado por él en dicha obra. Y, al hacerlo, vemos que hay una serie de factores que coinciden en favorecer la aparición de los tales regímenes totalitarios. Veamos:

1.- Una demografía explosiva que ha llevado la población mundial a cerca de 8.000.000.000 de humanos. Y lo peor es que la mayoría de ellos (recordemos el 85% que dice Orwell) se desentiende de sus obligaciones políticas, es decir de la participación en la acción de gobierno, ya sea desde puestos jerárquicos o desde el llano, y solo se dedica a su bienestar personal, en detrimento del bien común. Esto genera mucho “ruido” y torna muy difícil poder gobernar. Es así que surge la natural tendencia a establecer regímenes totalitarios que obliguen, por la fuerza, a cumplir los objetivos fijados por el sistema y encaminen a la población a un ordenado transitar por la vida. Y esto hasta en los más mínimos detalles como, por ejemplo, a que todos los habitantes usen la misma vestimenta, como ocurrió en China con el “traje Mao”.

Orwell nos advierte, también, que a los sistemas totalitarios no les interesa favorecer una educación de excelencia para toda la población porque sería formar futuros críticos del sistema. Por el contrario, se favorece que el mentado 85% tenga una educación mediocre que solo le sirva para desenvolverse en la vida diaria y que no represente ningún riesgo para la continuidad del gobierno. No se favorece el mérito, sino la mediocridad. La educación de excelencia solo se brindará a los destinados a alimentar la clase dirigente.

Otra cosa que se debe elaborar es el “relato”, es decir, el ingsoc que debe creer el 85%.

2.- Un segundo factor que favorece los sistemas totalitarios es la cada vez mayor facilidad de controlar a las personas. Como vimos en el cuento de Casciari de la nota anterior, el acabado conocimiento de lo que una persona piensa, desea, odia, etc. es un importante paso para poder dominarla. Y como para muestra basta un botón, veamos esta reciente noticia que permitirá el conocimiento de marras:

Facebook desarrolla un sistema de inteligencia artificial que puede ver, escuchar y recordar todo lo que hace el usuario.

A partir de aplicaciones como esta, cualquier persona se transforma en una Mirella o en una rubia del departamento de ventas (Ver nota anterior). Para quien quiera leer el artículo, aquí va la dirección electrónica del mismo: https://actualidad.rt.com/actualidad/407539-facebook-desarrollar-sistema-ver-escuchar-recordar-usuario

3.- Y un tercer factor contribuye, hoy en día, a la aparición de sistemas totalitarios: La robótica. ¿Por qué? Porque la robótica alimentará el 13% encargado de ejecutar órdenes con una fidelidad ciega, impropia de los humanos. A modo de ejemplo, veamos lo que ocurre hoy en Singapur:
https://www.xataka.com/robotica-e-ia/singapur-utiliza-robots-patrulla-vision-nocturna-camaras-360o-para-vigilar-que-no-se-formen-grupos-cinco-personas

Interesante, ¿Verdad? Y preocupante, al mismo tiempo.

La conclusión es que, si los pueblos no participan activamente en la acción política de los gobiernos, se favorece la aparición de sistemas totalitarios que, para peor, serán cada vez más poderosos.

Ahondaremos el tema en las próximas notas.

domingo, 17 de octubre de 2021

¿Nos encaminamos hacia un mundo distópico? Nota 1



Para comenzar a responder esta pregunta, me parece oportuno definir qué es una distopía. Según la RAE, distopía es una representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana. Es decir, una sociedad que, aunque aparentemente perfecta, oprime al individuo causando su alienación, o sea, la pérdida de la personalidad o de la identidad de la persona o del colectivo.

Son varios los escritores que nos han advertido sobre la amenaza de la distopía. Los iremos conociendo, así como a sus obras, a lo largo de estas notas. Ahora bien, como punto de partida, me interesa presentarles el siguiente cuento de un autor argentino que conoceremos a su término.

Se titula:

El uno para el otro

Salir de casa para cenar con gente implica una serie de actividades molestas: Bañarse, vestirse, perderse un partido de la Eurocopa, comprar un vino caro, sonreír dos horas sin ganas, a veces tres. Que te acompañen por las habitaciones para que veas una casa que no te importa. Dejar a tu hija con los abuelos, extrañarla. Cenar sin tele, sin Coca Cola, comer ensalada de primer plato, no desentonar, no fumar si no hay ceniceros a la vista. Muchísimo menos sacar la bolsita feliz. Son demasiadas cosas para la edad que tengo.

El viernes padecí una de estas cenas absurdas que ocurren cuando estás en pareja: Cristina tiene una amiga íntima que se fue a vivir con un señor. Hasta ahí todo bien. El problema empezó cuando entre las dos organizaron una cena. Corrijo: El problema empezó cuando me incluyeron en la cena.

Porque hasta entonces Cristina tenía una amiga soltera con la que almorzaba o cenaba cada tanto, pero ellas solas: Yo no participaba en la relación. Pero ahora, que la amiga vive en pareja con alguien, me invitan. Supongo que por una cuestión de simetría.

-Quieren que conozcamos la casa -me dice Cristina-. Además, él parece majo.

-Ningún hombre que acepta cenar a la misma hora que se juega la Eurocopa es majo-sentencié-. Es gay.

Llegamos a las nueve en punto, con un vino en la mano. Mirella, la amiga de Cristina, estaba radiante, colgada del brazo de este buen hombre, al que no conocíamos. La casa era la de él. Una casa moderna, en las afueras de Barcelona.

-Él es Pol -dijo Mirella.

-El famoso Pol -dijo Cristina, y le dio dos besos. Yo le di la mano y sonreí.

Pol era de esos tipos más jóvenes que yo, tres o cuatro años menos, pero que me generan el mismo respeto abismal que si tuviera veinte años más. La ropa le quedaba bien, estaba afeitado y se movía como si fuera grande. Esa clase de gente pulcra por convicción, no por mandato de la mujer o la madre. A Pol, con toda seguridad, nadie le dijo aquella tarde que se bañara y se pusiera perfume a los costados del cuello. Lo hizo solo, lo hizo por gusto. Era esa clase de gente incomprensible.

La cena, como es lógico, transcurrió por el andarivel de los lugares comunes. Una charla lánguida en la que se escuchaban los ruiditos de los tenedores contra los platos. Se notaba que ellas -Cristina y Mirella- tenían muchas ganas de hablar a calzón quitado sobre temas propios de mujeres; se notaba también que no lo hacían por culpa de nuestras presencias masculinas. ¿Por qué entonces habían organizado una cena de cuatro?

Más tarde entendí que ésa era la única manera de que Cristina pudiera conocer a Pol sin apuros -conocerlo de un modo social, quiero decir -para así después, a solas con su amiga, sacar conclusiones. Nosotros éramos muebles en la reunión, elementos anecdóticos. Y yo más que nadie.

Tuve una breve presencia discursiva durante la cena. Fue cuando el tema fue nuestra hija. No me cuesta hablar sobre esa cuestión y además los anfitriones parecían estar muy interesados en ella, aunque no tanto como para haberla invitado. Todo hubiera sido diferente con Nina en la mesa: Yo habría podido hablar con alguien de mi edad.

En general la charla la llevaban las mujeres. Pol y yo nos sonreímos, en silencio, un par de veces. Al principio de la noche intenté sacar el tema futbolístico, pero no encontré respuesta por su parte. Él después me tanteó en cuestiones de negocios, pero yo bajé la vista y mordí una aceituna. No tardamos más de un minuto en sabernos incompatibles, y desistimos con hidalguía.

Sin embargo, ocurrió algo que me reconcilió un poco con él. En cierto momento, a los postres creo, me hizo una mueca leve: Entornó los párpados, levantó las cejas y movió la cabeza de arriba a abajo. Era el gesto masculino universal, el que dice: Hermano, aguantemos que falta poco. Me hizo bien saber que no era yo el único que llevaba el peso del aburrimiento en la mesa.

Cuando llegaron los cafés Mirella nos contó cómo se conocieron, ella y Pol. No podía faltar la minucia romanticona. Por lo que oí, ambos trabajan en la misma multinacional, ella de secretaria ejecutiva y él como responsable de recursos humanos. Aburridísima anécdota. El amor empezó a cuajar, por lo visto, en los pasillos de la empresa.

-De a poco -nos contaba Mirella, con una sonrisa gigante de mujer enamorada-, Pol empezó a hacerme obsequios imprevistos. Primero una flor, después un libro. Más tarde unas sandalias.

Pol sonreía, incómodo. Yo intentaba no mirarlo.

-Qué galán -dijo Cristina.

-Pero lo increíble de sus regalos -siguió Mirella-, es que nunca falló con mis gustos. La flor, una orquídea; el libro, de Coelho; las sandalias, de Koh-Tao.

-Como si te conociera de toda la vida -dijo Cristina, emocionada, y me miró con asco, posiblemente recordando el long play de Pappo's Blues que le regalé para nuestro aniversario.

-Sí -aceptó Mirella, tomando la mano de su media naranja, y mirándolo a los ojos-, como si fuésemos almas gemelas.

Pol parecía intranquilo. No porque Cristina conociese esas intimidades rococó, sino por mi presencia observadora. A ningún hombre le gusta que otro escuche los detalles melosos de sus galanterías.

Hice un esfuerzo inhumano en favor de la raza:

-Pol -le dije, levantándome-, ¿Me indicás dónde hay una terracita o algo, para fumar un cigarro?

Nos fuimos escaleras arriba, con dos cervezas. Todavía no habían desaparecido nuestros talones del comedor cuando las voces de Cristina y Mirella se convirtieron en murmullo cómplice y en risa ahogada: Ya estaban hablando, por fin sin testigos, en el tono con que ellas solían hablar a solas.

-Disculpa lo del cigarro -me dijo Pol, ya acomodados en un balcón inmenso-, pero prefiero que los invitados fumen fuera.

-No quería fumar -mentí a medias-, quería salvarte de la charla cursi. Y salvarme yo también de tener que escucharla. Las intimidades me ponen nervioso.

-A veces conocer los secretos de los demás puede ser muy útil -me dijo con misterio, y bebió su cerveza.

Había cambiado la voz. De repente, al aire libre y con la luz de la luna, era otra clase de hombre, distinto al que había sido durante la cena. O eso me pareció.

-¿Quieres que te cuente, de verdad, cómo conocí a Mirella? -me preguntó, y aquí viene el motivo por el que estoy escribiendo esto.

-Contame, claro -y prendí un cigarro.

-Yo trabajo en tecnología, y aparte de que mis tareas incluyen controlar lo que hacen en Internet los cuatro mil empleados de la compañía, hace un año activé un sistema que me permite ver qué buscan los empleados en Google.

-¿Eso no es ilegal?

-Es útil, lo útil nunca es ilegal -me dijo-. Google es una herramienta increíble. Las personas acuden a él como hace mil años acudían a los brujos, o al oráculo. La gente hace las preguntas más inverosímiles, pero son también preguntas decisivas. El buscador es una especie de Dios personal que no juzga, que solamente ofrece respuestas aleatorias, en general muy malas respuestas. Pero qué importa.

-Lo importante en tu trabajo no son las respuestas -intuí.

-Exacto -dijo Pol-. Lo que importa son las preguntas, las búsquedas en sí mismas. Un empleado con acceso a Internet busca cosas veinte o treinta veces por día, diferentes cosas, siempre según su estado de ánimo y su necesidad vital. Si tú pones en papel las búsquedas que hace una persona en un año, tendrás el verdadero diario íntimo de quien quieras. El diario íntimo que nadie se atrevería a escribir.

Pensé en mis búsquedas privadas de Google. Me avergoncé tímidamente y le di la razón en silencio.

-La gente tiene inquietudes muy curiosas -me dijo Pol-. Ciertos gerentes de mi empresa, en apariencia muy seguros de sí mismos, buscan perfumes con feromonas para atraer mujeres, por ejemplo. Algunas administrativas veteranas, con hijos ya adolescentes, ésas que se desviven hablando de su familia y tal, buscan todas las tardes videos de mujeres besándose. Hay un cadete al que le gusta ver fotos de viejas desnudas, ancianas de noventa años con las tetas por las rodillas, como uvas pasas, cosas por el estilo. Y así te podría contar la historia secreta de la Humanidad, a escala. Lo que hacen cuatro mil personas en una empresa no es muy diferente a los que hacen seis mil millones en el mundo entero.

Me vino a la cabeza, inmediatamente, aquel cuento de Borges en donde un cartógrafo decide componer un mapa que lo incluya todo y que, después de muchos años de trabajo, descubre que el mapa tiene la forma de su propio rostro. Estuve a punto de comentar esto, pero me interesaba mucho más que Pol siguiera con su monólogo.

-Desde hace un año, las búsquedas de todos mis empleados quedan guardadas en inmensos data warehouses -lo dijo en perfecto inglés-. Con esa información yo saco conclusiones a nivel management, claro. Pero también puedo saber, por ejemplo, qué tipo de flor le gusta a la nueva secretaria.

-O qué libro de Coelho.

Él rio.

-O qué marca de sandalia -me dijo entonces, con su verdadera sonrisa, que era una muy diferente a sus sonrisas de la mesa-. Mirella primero me entró por los ojos, desde el primer día que la vi aparecer por la puerta. Pero desde entonces mi trabajo fue minucioso: Empecé a saber qué quería, qué temía, qué cosas la motivaban, qué compraba y qué vendía. En qué creía y, sobre todo, qué estaba dispuesta a creer. Con la mitad de esos datos, te follas a cualquier mujer en hora y media de charla. Imagina entonces lo que puede hacer un gobierno con las búsquedas de un pueblo entero.

Me lo imaginé y me dio asco. No el mundo, sino el nuevo Pol, el Pol de la terraza. Preferí mil veces al otro, al tímido que tomaba de la mano a su novia y la miraba a los ojos en la sobremesa. Pero ya no vería más a aquél, porque había conocido a éste. Y éste mataba al anterior. El otro, el Pol galante y primerizo, seguramente era ahora mismo el tema de conversación en la charla femenina del comedor. Mirella le estaría confesando a Cristina que su novio nuevo era perfecto y sensible, que conocía mágicamente sus preferencias en la cocina y en la cama. Que le gustaban las mismas canciones, los mismos libros, que hacían el mismo zapping, que planeaban sus viajes con certeza telepática.

-Ahora estoy investigando a una tetona que entró hace dos meses al departamento de prensa -me decía Pol, pero yo casi no lo escuchaba-. Una rubia hermosa: Le gusta ver fotos de gente atropellada. La semana pasada me le aparecí fingiendo una muñeca fracturada y me comió con los ojos. La tengo ahí, pidiéndome por favor.

Pero yo no estaba más en el balcón. Seguía pensando en la conversación de abajo. En la pobre Cris, escuchando y quizás envidiando todas aquellas maravillas sobre las parejas ideales y los varones perfectos. La idealización del amor, los hombres que usan la camisa adentro, los hogares libres de humo, la íntima sensación de haber dado con la persona correcta. El uno para el otro, siempre. ¿Por qué le regalé a Cristina ese long play para nuestro aniversario? ¿Qué buscará ella en Google? ¿Cómo se me ocurre pensar que a una catalana le puede gustar Pappo's Blues? No. No hay respuestas para todo. No es bueno que las haya.



Bien, digamos que el autor de este cuento se llama Hernán Casciari y es un escritor y periodista argentino nacido en Mercedes, provincia de Buenos Aires en 1971. Es conocido por la publicación online de su novela por entregas (blogonovela) Weblog de una mujer gorda. Trabajó como columnista para el diario El País de España y para el periódico argentino La Nación. Desde el año 2000 está radicado en Barcelona, desde donde dirige la revista trimestral Orsai, de distribución mundial y carente de publicidad. Su trabajo ha recibido el Primer Premio de Novela de la Bienal de Arte de Buenos Aires 1991 y el premio Juan Rulfo 1998.

Su Weblog de una mujer gorda (ganador del concurso de weblogs de la cadena alemana Deutsche Welle), ha sido editada en papel, con el título Más respeto, que soy tu madre (2005). A esta publicación le siguieron Diario de una mujer gorda (2006), España perdiste (2007), España, decí alpiste (2008), El pibe que arruinaba las fotos (2009), El nuevo paraíso de los tontos (2010) y Charlas con mi hemisferio derecho (2011). El uno para el otro pertenece a El nuevo paraíso de los tontos, editado por Plaza y Janes.



Ahora bien, llegados a este punto, cabe preguntarse por qué he seleccionado este cuento para iniciar el estudio del tema de la distopía, habiendo tantos y tan conspicuos profetas que ya la han adelantado desde hace mucho tiempo. La respuesta es la siguiente: Casciari nos muestra, en pocas líneas, el núcleo de la distopía y, además, representa un soplo de aire nuevo respecto de los ya mencionados profetas. Por otra parte, de los profetas de marras nos ocuparemos más adelante.

¿Y cuál es, entonces, el mencionado núcleo de la distopía?

Pues, la intervención opresiva del Estado, o de cualquier otra institución de poder, en la vida del ciudadano o del empleado, de modo tal que este va perdiendo sus libertades y termina manejado como una marioneta llegando, incluso, a perder su identidad de persona.

Una imagen posible es la siguiente: Deseamos encerrar un grupo de gallinas salvajes en un corral y, para ello, vamos esparciendo granos de maíz por el camino hacia el mismo. Sin darse cuenta, las gallinas siguen la provisión de maíz hasta que, sin darse cuenta, están encerradas en el gallinero.

Esto se consigue por medio de un conocimiento exhaustivo de las personas (o de las gallinas). Como pinta Casciari, hay que saber qué quieren, qué gustan, qué odian, etc. y luego esparcir el maíz camino del gallinero. Esto es, precisamente, lo que hizo Pol con Mirella y con la rubia del departamento de prensa y queda claro que ambas van rumbo de hacer lo que él desee con ellas.

Ahondaremos este tema en artículos por venir.

domingo, 10 de octubre de 2021

El dragón en el garaje.

Bien, para redondear esta breve semblanza del filósofo Carl Sagan, veamos cuál era su punto de vista respecto de uno de los interrogantes capitales del ser humano, es decir: ¿Existe Dios?, ¿Hay vida después de la muerte?

Y digamos, así, de entrada, que Sagan era un ateo convencido. No creía ni en Dios, ni en la vida después de la muerte. Eso no le impidió ser muy respetuoso de las opiniones de los demás, aunque difirieran radicalmente de la suya. Lo que sí, siempre combatió el uso, en religión o en ciencia, del argumento ad ignorantiam. Y, detengámonos un poco en este concepto para ver de qué estamos hablando:

En Lógica, un argumento ad ignorantiam o argumentum ad ignorantiam, también conocido como llamada a la ignorancia, es una falacia informal que consiste en defender una proposición, argumentando que no existe prueba de lo contrario, o sea, ante la incapacidad de presentar pruebas convincentes de lo contrario. Quienes argumentan de esta manera no basan su argumento en el conocimiento, sino en la falta del mismo, es decir, en la ignorancia. ​Esta impaciencia con la ambigüedad suele criticarse con la frase: «la ausencia de prueba, no es prueba de ausencia»;​ es decir, se comete esta falacia cuando se infiere la verdad o falsedad de una proposición basándose en la ignorancia existente sobre ella.

Ejemplo:

· No se ha demostrado (hasta ahora) que A es falso,

· Por lo tanto, A es verdadero.

Y, para visualizar la crítica que Sagan hace de este procedimiento, veamos otra de sus parábolas que vamos a llamar: El dragón en el garaje. Se trata de una analogía utilizada por Sagan en su libro "El mundo y sus demonios".

Dice Sagan:

Supongamos que yo le hago a usted una aseveración como esta: «En mi garaje vive un dragón que escupe fuego por la boca». A lo mejor le gustaría comprobarlo, verlo usted mismo. A lo largo de los siglos ha habido innumerables historias de dragones, pero ninguna prueba real.

¡Qué oportunidad! —Enséñemelo —me dice usted.
Yo le llevo a mi garaje. Usted mira y ve una escalera, latas de pintura vacías y un triciclo viejo, pero el dragón no está.

—¿Dónde está el dragón? —me pregunta.

—Oh, está aquí —contesto yo moviendo la mano vagamente—. Me olvidé de decir que es un dragón invisible.

Usted me propone que cubra de harina el suelo del garaje para que queden marcadas las huellas del dragón.

—Buena idea —replico—, pero este dragón flota en el aire.

Entonces usted propone usar un sensor infrarrojo para detectar el fuego invisible.

—Buena idea, pero el fuego invisible tampoco da calor.

Sugiere, entonces pintar con spray el dragón para hacerlo visible.

—Buena idea, solo que es un dragón incorpóreo y la pintura no se le pegaría.

Y así sucesivamente. Yo contrarresto cualquier prueba física que usted me propone con una explicación especial de por qué no funcionará. Ahora bien, ¿Cuál es la diferencia entre un dragón invisible, incorpóreo y flotante que escupe un fuego que no quema y un dragón inexistente? Si no hay manera de refutar mi opinión, si no hay ningún experimento concebible válido contra ella, ¿Qué significa decir que mi dragón existe? Su incapacidad de invalidar mi hipótesis no equivale en absoluto a demostrar que es cierta. Las afirmaciones que no pueden probarse, las aseveraciones inmunes a la refutación son verdaderamente inútiles, por mucho valor que puedan tener para inspirarnos o excitar nuestro sentido de maravilla. Lo que yo le he pedido que haga es acabar aceptando, en ausencia de pruebas, lo que yo digo.

Hasta aquí la parábola donde, de nuevo, Sagan hace gala de su claridad. La analogía es similar a la tetera de Russell y al unicornio rosa invisible, que los invito a explorar.

Sagan murió el 20 de diciembre de 1996, a la edad de 62 años. En 1981 se casó, en segundas nupcias, con Ann Druyan, con quien lo vemos en la siguiente foto. Y no quisiera terminar sin traer a colación el testimonio de Druyan que esclarece el pensamiento de Sagan sobre los temas planteados al comienzo de este artículo:

«Cuando mi esposo murió, era tan famoso y conocido por no ser creyente, que muchas personas me preguntaron –y todavía me pasa a veces– si Carl había cambiado y se había convertido al final en un creyente en la vida después de la muerte. También me preguntaron con frecuencia si creo que lo volveré a ver. Carl se enfrentó a su muerte con coraje y tenacidad y nunca buscó refugio en ilusiones. La tragedia fue que los dos sabíamos que nunca nos volveríamos a ver.

 


No espero volver a reunirme con Carl. Pero lo más grandioso es que mientras estuvimos juntos, por casi 20 años, vivimos con una apreciación real de lo breve que es la vida y lo preciosa que es. Nunca trivializamos el significado de la muerte fingiendo que era algo más que una separación definitiva. Cada momento que estuvimos vivos y estuvimos juntos fue milagroso, pero no en el sentido de inexplicable o sobrenatural.

Sabíamos que habíamos sido beneficiados por el azar... Que el azar puro haya sido tan generoso y tan amable que nos pudimos encontrar, como Carl escribió tan bellamente en "Cosmos", ya sabes, en la inmensidad del espacio y la inmensidad del tiempo... que hayamos podido estar juntos durante veinte años. Eso es algo que me sostiene y que es mucho más significativo... la forma en que me trató y en que lo traté, la forma en la que nos cuidábamos el uno al otro y a nuestra familia mientras vivió. Esto es mucho más importante que la idea de que lo volveré a ver algún día.

No creo que vuelva a ver a Carl nunca más. Pero lo vi. Nos vimos el uno al otro. Nos encontramos el uno al otro en el cosmos, y eso fue maravilloso».

domingo, 3 de octubre de 2021

El Doctor Carl Sagan

En la nota anterior, me referí al astrónomo Carl Sagan como el filósofo Carl Sagan. Habrá quien piense, ¿Es un astrónomo o es un filósofo? Pues, de profesión era un astrónomo, pero en su accionar era un filósofo. Para convencernos de ello, veamos dos cosas:

1. ¿A qué se dedica un filósofo? En esencia, un filósofo se dedica a dudar sobre el mundo que nos rodea y se pregunta sobre el sentido de la vida. Desde la antigüedad, las preguntas fundamentales son: ¿Por qué estamos vivos?, ¿Cómo se mide el tiempo?, ¿Qué son las cosas?, ¿Hay vida después de la muerte?, ¿Qué es la realidad?

2. Y ahora veamos qué cosas preocupaban a Sagan, en sus propias palabras: Durante toda mi vida me he preguntado sobre la posibilidad de que exista la vida en otras partes. ¿Qué forma tendría? ¿O de qué estaría hecha? Todos los seres vivos de nuestro planeta están constituidos por moléculas orgánicas: Arquitecturas microscópi­cas complejas en las que el átomo de carbono juega un papel cen­tral. Hubo una época, anterior a la vida, en la que la Tierra era es­téril y estaba absolutamente desolada. Nuestro mundo rebosa ahora de vida. ¿Como llegó a producirse? ¿Cómo se constituye­ron, en ausencia de vida, moléculas orgánicas basadas en el carbo­no? ¿Cómo nacieron los primeros seres vivos? ¿Evolucionó la vida hasta producir seres tan elaborados y complejos como nosotros, capaces de explorar el misterio de nuestros orígenes?


¿Hay vida también sobre los incontables planetas que puedan girar alrededor de otros soles? De existir la vida extraterrestre, ¿Se basa en las mismas moléculas orgánicas que la vida de la Tie­rra? ¿Se parecen bastante los seres de otros mundos a la vida de la Tierra? ¿O presentan diferencias aturdidoras, con otras adapta­ciones a otros ambientes? ¿Qué otras cosas son posibles? La na­turaleza de la vida en la Tierra y la búsqueda de vida en otras par­tes son dos aspectos de la misma cuestión: La búsqueda de lo que nosotros somos.


Y Sagan comparte con nosotros el curso de sus pensamientos en la búsqueda de las respuestas a estas cuestiones que lo preocupan: En las grandes tinieblas entre las estrellas hay nubes de gas, de polvo y de materia orgánica. Los radiotelescopios han descubier­to docenas de tipos diferentes de moléculas orgánicas. La abun­dancia de estas moléculas sugiere que la sustancia de la vida se encuentra en todas partes. Quizás el origen y la evolución de la vida sea una inevitabilidad cósmica, si se dispone de tiempo sufi­ciente. En algunos de los miles de millones de planetas de la gala­xia Vía Láctea es posible que la vida no nazca nunca. En otros la vida puede nacer y morir más tarde, o bien no superar en su evolu­ción las formas más sencillas. Y en alguna pequeña fracción de mundos pueden desarrollarse inteligencias y civilizaciones más avanzadas que la nuestra.

En ocasiones alguien señala hasta que punto es afortunada la coincidencia de que la Tierra este perfectamente adaptada a la vi­da: Temperaturas moderadas, agua líquida, atmósfera de oxíge­no, etc. Pero esto supone confundir, por lo menos en parte, causa y efecto. Nosotros, habitantes de la Tierra, estamos supremamen­te adaptados al medio ambiente de la Tierra porque crecimos aquí. Las formas anteriores de vida que no estaban perfectamen­te adaptadas murieron. Nosotros descendemos de organismos que prosperaron. No hay duda de que los organismos que evo­lucionan en un mundo muy diferente también cantarán sus ala­banzas.


Toda la vida en la Tierra se encuentra estrechamente relacionada. Te­nemos una química orgánica común y una herencia evolutiva co­mún. Como consecuencia de esto los biólogos humanos se ven pro­fundamente limitados. Estudian solamente un único tipo de bio­logía, un tema solitario en la música de la vida. ¿Es, acaso, este tono agu­do y débil la única voz en miles de años luz? ¿O es más bien una especie de fuga cósmica, con temas y contrapuntos, disonancias y armonías, con mil millones de voces distintas tocando la música de la vida a lo largo de la galaxia?

Y para mostrarnos cómo es que estamos hoy aquí, tan bien adaptados al mundo en el que vivimos, Sagan nos cuenta lo que yo llamaría “la parábola de los cangrejos samuráis”. Dejémosle la palabra al Dr. Sagan: Permitid que cuente una historia sobre una pequeña frase en la música de la vida sobre la Tierra. En el año 1185 el emperador del Japón era un niño de siete años llamado Antoku. Era el jefe nominal de un clan de samuráis llamados los Heike, que estaban empeñados en una guerra larga y sangrienta con otro clan de sa­muráis, los Genji. Cada clan afirmaba poseer derechos ancestrales superiores al trono imperial. El encuentro naval decisivo, con el emperador a bordo, ocurrió en Danno-ura en el mar Interior del Japón el 24 de abril de 1185. Los Heike fueron superados en número y en táctica. Muchos murieron a manos del enemigo. Los supervivientes se lanzaron en gran número al mar y se ahogaron. La Dama Nii, abuela del emperador, decidió que ni ella ni Antoku tenían que caer en manos del enemigo. La Historia de los Heike cuenta lo que sucedió después:

“El emperador había cumplido aquel año los siete de edad, pero parecía mucho mayor. Era tan hermoso que parecía emitir un resplandor brillante y su pelo negro y largo le col­gaba suelto sobre la espalda. Con una mirada de sorpresa y de ansiedad en su rostro preguntó a la Dama Nii:”

—"¿Dónde vas a llevarme?”

“Ella miró al joven soberano mientras las lágrimas roda­ban por sus mejillas y... lo consoló, atando su largo pelo en su vestido de color de paloma. Cegado por las lágrimas el niño soberano juntó sus bellas manitas. Se puso primero cara al Este para despedirse del dios de Ise y luego de cara al Oeste para repetir el Nembutsu [una oración al Buda Amida]. La Dama Nii lo agarró fuertemente en sus brazos y mientras decía "en las profundidades del océano esta nuestro capitolio", se hundió finalmente con el debajo de las olas.”

Toda la flota Heike quedó destruida. Solo sobrevivieron cuarenta y tres mujeres. Estas damas de honor de la corte imperial fueron obligadas a vender flores y otros favores a los pescadores cercanos al escenario de la batalla. Los Heike desaparecieron casi totalmente de la historia. Pero un grupo formado por las antiguas damas de honor y su descendencia con los pescadores fundó un festival para conmemorar la batalla. Se celebra hasta hoy el 24 de abril de cada año.

Los pescadores descendientes de los Heike visten de cáñamo con tocado negro y desfilan hasta el santuario de Akama que contiene el mausoleo del emperador ahogado. Allí asisten a una representación de los acontecimientos que siguieron a la batalla de Danno-ura. Durante siglos la gente imaginó que podía distinguir ejércitos fantasmales de samuráis esforzándose vanamente en achicar el mar para lavarlo de sangre y eliminar su humillación.

Los pescadores dicen que los samuráis Heike se pasean todavía por el fondo del mar Interior, en forma de cangrejos. Y sucede que, hoy en día, se puede encontrar en este mar cangrejos con curiosas señales en sus lomos, formas y señales que se parecen asombro­samente al rostro de un samurái. Cuando se pesca un cangrejo de estos, no se lo come, sino que se le devuelve al mar para conmemorar los tristes acontecimientos de Danno-ura.


Este proceso plantea un hermoso problema. ¿Cómo se con­sigue que el rostro de un guerrero aparezca grabado en el caparazón de un cangrejo? La sorprendente respuesta es que fueron los propios pescadores quienes esculpieron la cara.

Veamos: Las formas en los caparazones de los cangrejos son heredadas. Pero entre los cangrejos, como entre las personas, hay muchas líneas hereditarias diferentes. Suponga­mos que entre los antepasados lejanos de los cangrejos surgiera casualmente uno con una forma que semejara, aunque fuera ligeramente, un rostro humano. Incluso antes de la batalla de Danno-ura los pescadores pueden haber sentido escrúpulos para comer un cangrejo así. Y, entonces, al devolverlo al mar pusieron en marcha un proceso evolutivo: Si eres un cangrejo y tu caparaz6n es corriente, los hombres te comerán y tu linaje dejará pocos descendientes. Si tu caparazón se parece un poco a una cara, te echaran de nuevo al mar. Podrás dejar más descendientes. Los cangrejos tenían un valor considerable invertido en las formas grabadas en sus caparazones. A medida que pasaban las generaciones, tanto de cangrejos como de pescadores, los cangrejos cuyas formas se parecían más a una cara de samurái sobrevivían preferentemente, hasta que al final se obtuvo no ya una cara humana, no solo una cara japonesa, sino el rostro de un samurái feroz y enfadado. Todo esto no tiene nada que ver con lo que los cangrejos desean. La selección viene impuesta desde el exterior. Cuanto más uno se parece a un samurái mejores son sus probabilidades de sobrevivir. Al final se obtiene una gran abundancia de cangrejos samurái.

Este proceso se denomina selección artificial. En el caso del cangrejo de Heike, lo efectuaron de modo más o menos cons­ciente los pescadores y, desde luego, sin que los cangrejos se lo propusieran seriamente. Pero los hombres han seleccionado deliberadamente durante miles de arios, las plantas y animales que han de vivir y las que merecen morir. Desde nuestra infancia nos rodean animales, frutos, árboles y verduras familiares, cultivados y domesticados. ¿De dónde proceden? ¿Vivían antes libremente en el mundo silvestre y se les indujo luego a seguir una forma de vida menos dura en el campo? No, la realidad es muy distinta. La mayoría de ellos los hicimos nosotros.

Hace diez mil arios no había vacas lecheras, ni perdigueros ni espigas grandes de trigo. Cuando domesticamos a los ante­pasados de estas plantas y animales —a veces seres que pre­sentaban un aspecto muy distinto— controlamos su crianza. Procuramos que algunas variedades cuyas propiedades con­siderábamos deseables se reprodujeran con preferencia a las demás. Cuando deseamos un perro que nos ayudara a controlar un rebano de ovejas, seleccionamos razas que eran inteligentes, obedientes y que mostraban un cierto talento previo con el rebaño, talento que es útil para los animales que cazan en jaurías. Las ubres enormemente dilatadas del ganado lechero son el resultado del interés del hombre por la leche y el queso. Nuestro trigo o nuestro maíz se ha criado durante diez mil generaciones para que sea más gustoso y nutritivo que sus escuálidos antepasados; ha cambiado tanto que sin la intervención humana no pueden ni reproducirse.

La esencia de la selección artificial —tanto de un cangrejo de Heike, como de un perro, una vaca o una espiga de trigo— es esta: Muchos rasgos físicos y de comportamiento de las plantas y de los animales se heredan. Se reproducen enteros. Los hombres, por el motivo que sea, apoyan la reproducción de algunas variedades y reprimen la reproducción de otras. La variedad que se ha seleccionado se reproduce de modo preferente; llega a ser abundante; la variedad desechada se hace rara y quizás llega a extinguirse.


Con esta bella parábola, Sagan nos explica que, lo mismo que los pescadores descendientes de los Heike hicieron con los cangrejos, la Madre Naturaleza hizo con nosotros los hombres (y con todo lo que puebla la faz de la Tierra). A eso lo llamamos selección natural y es el motor que moviliza la Teoría de la Evolución de Darwin. La única diferencia es que la selección natural es ciega, mientras que la artificial es orientada. Si estamos aquí hoy, no es porque fuéramos el objetivo de la evolución, sino que somos el resultado de las condiciones reinantes a lo largo de nuestra historia y de los accidentes que pudieron ocurrir (por ejemplo, el asteroide que extinguió los dinosaurios permitiendo que prosperaran nuestros antepasados mamíferos).
¿Verdad que se entiende claramente? Ese era un mérito del Dr. Sagan: La claridad de exposición. Por eso es recomendable, para quien no ha tenido contacto con su obra, leerla o ver los videos hechos con ella.

¿Y qué pensaba Sagan acerca de Dios y de la vida después de la muerte? Eso, queridos amigos, eso... será motivo de otra nota.

Conjeturas, hipótesis, teorías.

La especulación o conjetura, es una forma filosófica de pensar para ganar conocimiento yendo más allá de la experiencia o práctica tradicion...