domingo, 31 de octubre de 2021

¿Nos encaminamos hacia un mundo distópico? Nota 3

 

Bien, en esta recorrida por los Profetas del Moderno Testamento que nos han adelantado el peligro de la distopía, no puede faltar el nacido inglés, pero americano por adopción, Aldous Leonard Huxley.

Huxley nació en Surrey, Inglaterra, en 1894 y, como dato de color, digamos que murió en Los Ángeles, EE.UU. el 22 de noviembre de 1963, el mismo día en que fue asesinado el presidente John F. Kennedy, a los sesenta y nueve años.

Fue escritor y filósofo y provenía de una reconocida familia de intelectuales. Publicó novelas y ensayos, pero también relatos cortos, poesías, libros de viajes y guiones. También escribió sobre parapsicología y misticismo, temas que lo acompañaron la mayor parte de su vida e, inclusive, en su muerte, ya que, llegado el fin, le fue leído al oído, según su propio deseo, el Libro tibetano de los muertos. También, según su deseo, se le administraron dos dosis de LSD, tras lo cual murió plácidamente. ​

Su cuerpo fue incinerado y sus cenizas fueron trasladadas a Inglaterra, donde descansan junto a las de su familia.

Huxley era un hombre de un saber enciclopédico. Poseía un ingenio incisivo y una mente abierta que, además de interesarse profundamente por el misticismo, lo hizo también por el mundo cotidiano y sus exigencias: La paz, la ciencia, la conservación de los recursos naturales, etcétera.
Aldous Huxley
Ahora bien, veamos un poco de qué trata la obra por la cual Huxley está en esta lista de profetas. Estamos hablando de Un mundo feliz, libro que Huxley escribiera en 1931 y publicara en 1932.

Un mundo feliz es una de las distopías más famosas del siglo XX. En ella, Huxley presenta un mundo futuro deshumanizado en el que la sociedad está dividida en un sistema de castas en el que los individuos son creados y alterados genéticamente.

Veamos, brevemente, su argumento.


La novela comienza con un grupo de estudiantes que visitan el Centro de Incubación y Condicionamiento de Londres, donde el Director les muestra la técnica de la reproducción artificial con que se fabrican los miembros de la sociedad. Los estudiantes comprenden, entonces, que la organización de la misma es determinada desde el nacimiento y que, el Estado mundial manipula la reproducción para generar personas que estén adaptadas a su posición social y, en consecuencia, a las funciones que habrán de desempeñar.

Así pues, se enteran de que existe un Sistema Científico de Castas producto de una ciencia, altamente avanzada, que ha estudiado las diferencias humanas y que permite a los dirigentes del gobierno destinar a cada individuo al lugar adecuado (según las necesidades del Estado) en una jerarquía social y económica dividida en 5 clases:

· Los Alfa: Constituyen la élite de la sociedad. Son los más inteligentes y están destinados a la dirigencia y, por lo tanto, son los que tienen la capacidad de tomar decisiones.

· Los Beta: A esta casta pertenecen los ejecutivos, son menos inteligentes que los anteriores y su función principal se reduce a tareas administrativas.

· Los Gamma: Son los empleados subalternos, cuyas tareas requieren de habilidad. Artesanos.

· Los Delta: A este grupo pertenecen los empleados de los anteriores.

· Los Épsilon: Es la casta inferior, pertenecen a ella los empleados para trabajos peligrosos y repetitivos.

Esta planificación de tipo genética incluye el condicionamiento por medio de la hipnopedia, la enseñanza durante el sueño, mediante la cual inculcan a la población ideas y aprendizajes durante las diferentes fases del sueño. Desde luego, la hipnopedia se aplica ya a los niños.

Ahora bien, en este “mundo feliz” hay que evitar que el individuo sufra sentimientos tales como la melancolía, o cualquier otro sentimiento negativo. Esto es así porque los tales sentimientos o frustraciones podrían llevar a que la persona discuta el sistema y busque soluciones fuera de él. De modo que el “Estado Mundial” provee a los ciudadanos el Soma que es una sustancia que se utiliza en con el fin de mitigar sentimientos melancólicos, sin efectos secundarios.

El lema del mundo feliz, acuñado por el 'Estado mundial', es: “Comunidad, identidad, estabilidad”. Para hacerlo realidad, el ‘Estado mundial’ se esfuerza para estandarizar el producto humano. Hay que impedir la diversidad, pues podría dar origen a la aparición de líderes indeseables. Los únicos líderes permitidos son los que el Estado “fabrique” para la casta de los alfa. Se debe lograr una masa amorfa en la que la gente llegue a amar su servidumbre.

Este tema de no dejar aparecer al líder, por temor a que pueda arrastrar gente fuera del sistema dominante, fue muy bien planteado en la película de 1975, Rollerball (con una remake en el 2002). Se trató de una película de ciencia ficción distópica en la que el mundo, en el 2018, es un estado corporativo global, que contiene entidades tales como Energy Corporation, un monopolio global de energía que hace transacciones con corporaciones que controlan el acceso al transporte, lujo, vivienda, comunicación y alimentos a escala global.

El estado provee diversión a la gente por medio del deporte del rollerball que, sin entrar en el detalle de su mecánica, baste decir que exhibe una brutalidad tal que cuesta las vidas de muchos jugadores durante el partido. Con ello, el sistema se asegura que no surjan estrellas del juego pues la vida promedio del jugador de rollerball es escasa.

La película relata la historia de Jonathan E., el astro deportivo veterano del equipo de Houston de Energy Corporation (interpretado por James Caan). Debido a su rendimiento excepcional a lo largo del tiempo, Jonathan se ha convertido en el más reconocido jugador de Rollerball en la historia; la gente de todo el mundo lo reconoce al instante. Este reconocimiento es problemático para las corporaciones hegemónicas porque, precisamente, supone la aparición de una estrella que puede llegar a conducir a la gente fuera del sistema.

A partir de allí, la película discurre por la lucha entre la corporación y Jonathan.

La moraleja, para nosotros, es que los sistemas totalitarios no buscan la diversidad, no buscan estimular el crecimiento individual. Buscan el gris, la uniformidad, donde el individuo pierda su personalidad y solo le quede adoptar la que le inculca el Estado.

Hablábamos la nota anterior del ejemplo del “traje Mao” como símbolo de la uniformidad que desea el Estado. Bueno, China nos ofrece hoy otro ejemplo de lo mismo, ilustrado en la siguiente nota:

https://www.infobae.com/america/mundo/2021/10/25/el-regimen-de-xi-jinping-obliga-a-los-musulmanes-a-quitar-cupulas-y-minaretes-de-las-mezquitas-y-hacerlas-mas-chinas/

Como vemos, ¡Nada debe perturbar el orden impuesto por el sistema!

Tanto así es que, volviendo al libro de Huxley, el Estado, como hemos visto, monopoliza la creación de humanos a partir de tubos de ensayo para “evitar errores”, eliminando genes indeseados con el fin de “perfeccionar” la especie humana, es decir, busca la uniformización del producto humano. El objetivo de este sistema es el de conseguir individuos satisfechos continuamente, para ello son diseñados genéticamente, para vivir en “un mundo feliz”.

A continuación, tenemos las direcciones electrónicas para ver las películas que se han filmado con estos dos libros:

1984: https://www.youtube.com/watch?v=GL65gHQsvgI

Un mundo feliz: https://www.youtube.com/watch?v=wxkkM2jFR2g

Y aquí tenemos una entrevista que Mike Wallace le realizara a Huxley: https://www.youtube.com/watch?v=vqTiSXnWD90&t=17s

Y, por último, (¡Al menos por el momento!), dos breves menciones a dos profetas más, de los varios que aguardan su reconocimiento:

1.- Ray Bradbury, ¡Como no!, que escribiera esa magnífica obra de ficción distópica titulada Fahrenheit 451 que cuenta la historia de un sombrío y ominoso futuro en el que Montag, el protagonista, pertenece a una extraña brigada de bomberos cuya misión, paradójicamente, no es la de sofocar incendios, sino la de provocarlos… ¡Para quemar libros! ... ¡Porque leer obliga a pensar, y en el país de Montag está prohibido pensar! Precisamente, la temperatura de 451 grados Fahrenheit (233 ºC) es la temperatura de ignición del papel.

Ya nos empieza a sonar conocido esto de que el 85% de Orwell, o los épsilon de Huxley no deben pensar, no están para eso…

2.- Y no puede quedar fuera de esta lista quien fuera el iniciador del camino que tan bien recorrieron Huxley, Orwell, Bradbury y otros. Me refiero al ruso Yevgueñi Zamiátin y su novela Nosotros que, escrita en 1924, inaugura de forma brillante el género de la novela distópica moderna. Sin embargo es, de las grandes creaciones distópicas de la primera mitad del siglo XX (junto a Un mundo feliz y 1984), la menos leída y difundida, y ello por dos razones principales: Por la realidad sociopolítica que la tocó vivir en su país de origen, hecho que provocó su difícil acceso en Europa (la primera traducción española data de 1970, por ejemplo); y también por el estilo que emplea Zamiatin, muy influido por las vanguardias literarias del momento y que provoca que su lectura sea más exigente que una novela de estructura convencional.

El argumento es el siguiente: En la ciudad de cristal y acero del Estado Unido, separada por un muro del mundo salvaje, la vida transcurre sometida a la inflexible autoridad del Bienhechor: Los hombres-número trabajan con horarios fijos, siempre a la vista de todos, sin vida privada: El yo ha dejado lugar al nosotros. Está prohibido ser diferente; incluso tener pensamientos distintos del colectivo. Cada persona no es más que una pieza del gran organismo colectivo al que están supeditados los individuos. Sin embargo, ni siquiera el control absoluto por parte del sistema consigue eliminar por completo las ansias de individualidad del ser humano. El narrador de este diario íntimo, D-503, es el constructor de una nave interestelar que deberá llevar al universo «el bienaventurado yugo de la razón». Pero se enamora de la enigmática I-303: el amor equivale a la rebelión y al deseo de libertad. Aunque, tras extirparle a D-503 el «ganglio de la fantasía», el Estado sedentario, entrópico, salga victorioso de la conspiración, tras sus muros siguen los hombres nómadas, llenos de energía, que generarán nuevos insurrectos: no existe, ni jamás existirá, la última revolución. Muchos lectores, al leer Nosotros, escrita entre 1919 y 1921, prohibida oficialmente hasta 1988 en la URSS, comprobarán cómo se anticipa magistralmente a todas las novelas posteriores sobre distopías totalitarias, sobre todo 1984 de Orwell, que es deudora evidente en mucha de su ambientación general.

CONCLUSIONES

Para cerrar esta serie de notas sobre un futuro distópico, vamos a extraer las conclusiones que correspondan al material que hemos ido viendo. Sin embargo, para no hacer exageradamente larga esta nota, las dejaremos para la próxima, en la que, siempre por ahora, cerraremos el tema.

1 comentario:

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