domingo, 25 de agosto de 2024

La actualización de la democracia

Bien, mis estimados amigos, está claro que, con el paso del tiempo, cambian las costumbres, los hábitos, los procedimientos, los sistemas. Es así, entonces, que lo que otrora funcionó bien, o muy bien, deba ser aggiornado o, incluso, reemplazado.

En esa situación se encuentra, a mi modo de ver, el sistema de gobierno bautizado como democracia. Sistema que, en otros tiempos, funcionó razonablemente bien, pero en la actualidad adolece de fallas que hacen necesaria su actualización. Esto lo he venido discutiendo en este foro en varias notas anteriores que los invito a repasar, ellas con:

Acerca del derecho del más fuerte – Parte 1 de 2 – 13/9/2021

Acerca del derecho del más fuerte – Parte 2 de 2 – 20/9/2021

De conductores y conducidos – 31/1/2022

Del fracaso de la democracia – 25/4/2022

Ciencias Políticas – 22/5/2022

¿Liberté, égalité, fraternité? – 8/8/2022

Anatomía del populismo – 12/9/2022 – Parte 1 de 2

Anatomía del populismo – 19/9/2022 – Parte 2 de 2

Del fracaso de la democracia – 2 – 30/1/2023

Del fracaso de la democracia – 3 – 20/3/2023

Del fracaso de la democracia – 4 – 27/3/2023

Socialismo y populismo, ¿primos? – 17/4/2023

Panem et circenses – 10/7/2023

De la incompatibilidad hombre-democracia – 22/4/2024

Voy a resumir en esta nota estas catorce anteriores sin que esto excluya la conveniencia de releerlas, ya que aportan citas, detalles, historias que no incluiré en este resumen.

Comencemos from the very begining.

En el alba de la Historia se consolidó un sistema de ordenamiento político-social que constaba, básicamente, con dos estamentos: Uno superior, constituido por el rey, emperador o faraón, una casta militar, los grandes generales, una casta religiosa, constituida por los sacerdotes del culto en boga y una reducida aristocracia formada por los miembros familiares de los arriba mencionados.

Y el otro estamento, el inferior, constituido por el pueblo, que no tenía ni voz ni voto y que se dedicaba a la producción de alimentos y enseres domésticos. El comercio estaba poco desarrollada a este nivel y no constituía una actividad primordial.

Obviamente, era un sistema rígido, donde el movimiento entre clases sociales era escaso o nulo. Esto tenía el lado negativo en que se perdían recursos. Por ejemplo, supongamos que nacía en el pueblo un individuo que, bien educado, podría haber sido un Arquímedes, por ejemplo. Y dado que no recibiría esa educación, se perdía como recurso de la población.

Por el otro lado, al saber cada uno el lugar que le corresponde dentro de esas sociedades, se obtenía una relativa calma social sin movimientos de protesta o rebeliones.

Es importante notar aquí que, este primer sistema de ordenamiento socio-político responde a la lógica de que el grupo debe seguir lo que ordena el macho alfa. Es decir, como manera de ordenar las sociedades, debía haber un conductor que marcara el rumbo y seguidores que obedecieran lo que este ordenaba.

Y este sistema no había surgido de la nada, sino de la necesidad. Piénsese que, en el Paleolítico, un individuo solo tenía muy pocas posibilidades de sobrevivir, rodeado como estaba de peligrosos depredadores como el tigre diente de sable, por ejemplo. Esto hizo que, al igual que las demás especies animales, el humano se agrupara en los denominados clanes. El vivir en un grupo le otorgaba muchas más posibilidades de sobrevivir. Pero, como costo de dicha mejora de posibilidades, aparecía ahora la necesidad de ordenar el funcionamiento del clan. Y, como hicieron la mayoría de las especies animales, esto se logró con la figura del macho alfa como conductor del grupo.

Habida cuenta de que las facultades mentales del homo sapiens aun no estaban demasiado desarrolladas, la elección del conductor se basó en su fuerza física y capacidad de mando que, obviamente, eran cualidades de nacimiento.

Y quiero hacer un alto, por un momento, para analizar el impacto que tiene hoy en día este ordenamiento socio-político inicial. Impacto, desde luego, que nos ha llegado vía selección natural:

1.- Hay una tendencia natural a seguir al macho alfa. Por eso los grandes líderes de la historia han conquistado a las masas con personalidades fuertes, fuertes y decididas.

2.- El hecho de que sobrevivir en el Paleolítico era difícil hizo que se avivara la competencia entre los clanes. Competencia por los recursos. Y esta competencia llevó a la lucha entre ellos. Hoy se ve lo mismo, por ejemplo, los de este lado del rio Grande somos mejores que los del otro lado y no los dejaremos pasar. Y noten, queridos amigos que esta competencia entre clanes se ve reflejada hoy en las hinchadas de fútbol, por ejemplo. Se dice yo soy de River y los de Boca son una porquería y viceversa. A tanto llega la rivalidad que frecuentemente se pelean las hinchadas.

Pero, la competencia entre clanes tiene su descendiente más dramático en el racismo. No hace falta ir muy lejos para encontrarnos con el nazismo del siglo XX que propugnaba la predominancia de la raza aria sobre las demás. Algo no respaldado por la ciencia que ni siquiera reconoce que el humano esté dividido en razas.

3.- El famoso bulling también hunde sus raíces en el amanecer de la humanidad. La competencia por los recursos era tan importante que no había lugar en un clan para albergar débiles. El nacido con alguna patología inhabilitante seguramente era abandonado a su suerte. No se podía gastar comida en él. Hoy, herencia de ese comportamiento, no se lo abandona, pero se hace burla de él.

Pero, ¿vos decís Martín que esos comportamientos son genéticos?

Sí. Prueba de ello es que siempre han acompañado al hombre y no hay sociedad que esté libre de ellos.

Bien, continuemos.

Como es dable esperar, este sistema del macho alfa tiene sus puntos a favor y sus puntos en contra. Está claro que, si toca un macho alfa capacitado, honesto y visionario, se podrá tener un siglo de oro, como sucedió en la Grecia antigua con Pericles. En el extremo opuesto tenemos, por ejemplo, a Nerón que fue el imperceptible origen de la decadencia del Imperio Romano.

Pero, la gran virtud de este sistema es que cada cual sabe que lugar ocupa en la sociedad y no hay mayores discusiones al respecto; es decir, se goza de paz social.

Y así llegamos al siglo VI antes de la era común en que el propio Pericles, en gran medida, acompañado por Solón y Clístenes dan origen a un sistema revolucionario para la época: La democracia griega. Y, si bien la tal democracia es considerada la base de las modernas democracias, especialmente las que están vigentes en los países occidentales, tenía diferencias muy marcadas en comparación con nuestra moderna idea de lo que es democrático.

Similar a como sucede en la actualidad, la democracia griega estaba conformada por tres órganos de gobierno: la Ekklesía, la Boule y la Dikasteria.

1. La Ekklesia

La Ekklesía, también conocida como la Asamblea, fue el órgano principal y soberano del gobierno ateniense. Esta institución sería comparable a la de los parlamentos actuales en las democracias modernas, el poder legislativo de la época.Los miembros de la Ekklesía no eran elegidos.

En esta institución se decidía sobre leyes, se elegían magistrados y se acordaba el proceder sobre la guerra y la paz. Los asistentes podían hablar libremente, aunque muy pocos solían hacerlo, y votaban a mano alzada o metiendo una piedra blanca o negra dentro de una urna. Se trataba de una democracia directa y no representativa.

Cualquier ciudadano varón adulto, mayor de 20 años, podía participar y, de hecho, se esperaba que todos los hombres libres así lo hicieran en sus reuniones. La Ekklesía era un club exclusivo, y las mujeres, los esclavos y residentes extranjeros tenían prohibida su participación.

Todo individuo que quisiera que su voz y voto fueran escuchadas tenía que acudir presencialmente al lugar de reunión. Estar de servicio militar o simplemente fuera de la ciudad de Atenas imposibilitaba formar parte del proceso democrático, dado que no existía el voto por correo.

Dado el gran privilegio y suerte que implicaba ser elegido, el no querer asistir a la Ekklesía no era bien visto. De hecho, quienes eran invitados y no iban eran conocidos como “idiotai”, en cuyo sentido más literal y clásico significa algo así como “ciudadano privado”. Esta palabra es el origen etimológico de “idiota”.

2. La Boule

La segunda institución era la Boule, también conocida como el consejo de los Quinientos, que vendría a ejercer de poder ejecutivo. El principal objetivo de esta institución era llevar a cabo el poder práctico del gobierno, reuniéndose de forma frecuente para decidir qué temas serían los que se discutirían en la Ekklesía.

Consistía en un consejo conformado por 500 hombres. Estos procedían de las 10 tribus atenienses, quienes enviaban a 50 hombres cada una de ellas para ser representadas en la Boule. Estos hombres eran seleccionados por sorteo. Los hombres elegidos debían servir en el consejo durante un año.

3. La Dikasteria

La Dikasteria era los tribunales populares, sirviendo como rama judicial de la antigua Atenas. Tenía 500 hombres como la Boule, que eran conocidos como jurados y también eran seleccionados por sorteo. Para ser elegible como jurado se tenía que ser mayor de 30 años.

No obstante, cualquier persona mayor de 20 años podía presentar sus litigios en la Dikasteria, llevando casos ante el tribunal, y defendiendo la acusación o la defensa. Los veredictos y las sentencias eran aprobadas por el gobierno de la mayoría.

Digamos, de paso, que la curia romana conserva el nombre con los Dicasterios que es la denominación que se utiliza para referirse a sus departamentos u organismos especializados.

No cabe duda que la democracia griega fue un gran desarrollo para la historia de la civilización occidental, y que las democracias actuales toman muchos elementos de ella. Sin embargo, y por mucho que pueda sorprender, en la época también había voces que se mostraban críticas con la concepción de lo que era democrático en su momento. Filósofos como Platón y Aristóteles vieron fallas en este sistema de gobierno.

Por ejemplo, Aristóteles, en su “Política", escribió que la democracia es la forma perversa de un régimen de gobierno. En este sistema la prioridad máxima era la de beneficiar a unos pocos, mientras que el beneficio de la mayoría era una cuestión dejada para último momento. En esencia, no era una democracia verdadera, sino otra oligarquía que se preocupaba solo por quienes ostentaban el poder.

Y en la “República” de Platón también se pueden encontrar críticas a este sistema de gobierno. Platón consideraba que ofrecer los puestos de la Ekklesía, la Boule y la Dikasteria por sorteo implicaba que muchos cargos gubernamentales serían ocupados por gente que no tendría las capacidades de un buen gobernante. Algo sobre lo que volveremos más adelante.

Ahora bien, hay que reconocer que, si bien fue un sorprendente ensayo de gobierno para la época, la democracia griega tenía una limitante importante: Regía sobre ciudades; o sea, pequeña extensión territorial y no muchos habitantes. Piensen ustedes, estimados amigos, que, en su época de mayor esplendor, Atenas tenía alrededor de 600.000 habitantes, de los cuales, para la democracia, hay que descontar a las mujeres, a los menores de 20 años y a los esclavos, con lo cual la cantidad de “demócratas” se reduce bastante.

Así pues, la posta la tomó el Imperio Romano, que a finales del siglo I alcanzó su máxima extensión (desde Hispania hasta Asia Menor y desde el norte de África hasta casi el mar Báltico) lo cual hizo que fuera absolutamente impracticable la idea de los griegos.

¿Y entonces, Martín?

Entonces, se volvió a la conducción por medio del macho alfa, que fue el emperador. Existían los patricios que constituían la aristocracia, los plebeyos y los esclavos.

Sin embargo, algo había cambiado, el romano plebeyo ya era “ciudadano” romano y, por lo tanto, había que reconocerle ciertos derechos. ¡

¡Y entonces, apareció el “ruido” social!

Algo que está representado en el siguiente chiste gráfico, si bien pobremente porque era mucho más grave.

Así pues, era necesario hacer algo para que este ruido social no obstaculizara la acción de gobierno (y, de paso, para que la clase gobernante hiciera lo que quisiera) y los romanos dieron con una solución que es la que se aplica hoy en día todavía, perfeccionada por los años: El famoso panem et circenses, “pan y juegos de circo”. Démosle al pueblo pan (la famosa annona, dos hogazas de pan diarias) y juegos de circo de modo que estén ocupados en ello y “no molesten”. Esto se sigue haciendo hoy en día en forma más perfeccionada… ¡y perversa!

¿Cómo se sigue haciendo, Martín?

Hoy en día, el sistema se ha perfeccionado y, más allá de los juegos de circo, se implementan ideas fuerza que atrapen la atención del pueblo y lo encolumnen detrás de ellas, de modo que esté ocupado en otras cosas y no en la acción de gobierno que queda así en manos de la clase gobernante.

Estas ideas fuerza incluyen el aborto, la eutanasia, la homosexualidad, la transexualidad y hasta (y aquí lo perverso) la droga que, sin duda, es una muy eficaz manera de apartar al “usuario” de la cuestión pública.

Bien, sigamos, a la caída del Imperio Romano de Occidente en 476 comienza la Edad Media en la que se siguió con el sistema del macho alfa: Un rey o emperador (faraón ya no se usaba), una aristocracia y los plebeyos, los siervos de la gleba, como se les decía a los individuos sometidos a un señor feudal que se encontraban asociados a una heredad de la cual no podía desvincularse, incluso si esta cambiaba de propietario.

Y parecía que las cosas seguirían así, pero…

Un nuevo actor hizo su aparición en escena: ¡La burguesía!

Los términos burgués y burguesía provienen de la Edad Media y se empleaban para referirse a los habitantes de los “burgos” que eran los nuevos asentamientos que se instalaban alrededor de los castillos medievales. Los burgueses eran comerciantes que acumulaban riquezas a partir de la práctica de un oficio, del intercambio mercantil o del préstamo de dinero. 

En términos históricos, la burguesía fue la clase social europea que creció durante el siglo XVII y se convirtió en propietaria de grandes extensiones de tierra (burguesía agraria) y de empresas comerciales (burguesía mercantil).

La expansión y el empoderamiento de este grupo social fueron factores clave en la transición del sistema feudal medieval a la aparición del capitalismo en la Edad Moderna. 

Los burgueses no estaban sujetos a ningún señor feudal de la misma manera que el campesinado. No tenían privilegios como la nobleza y el clero, pero tampoco se encontraban atados a la servidumbre y el trabajo agrícola de la tierra. 

Sus oficios eran valorados por las clases altas, ya que los miembros de la nobleza y el clero podían acceder a bienes de lujo traídos por los comerciantes o a bienes manufacturados producidos por artesanos especializados.

Las condiciones que diferenciaban a los burgueses de los campesinos durante la Edad Media permitieron que los burgueses de diferentes partes de Europa crecieran como grupo social y acumularan riquezas monetarias. 

Por otro lado, los cambios económicos de los siglos XVI y XVII hicieron que la sociedad europea se volviera más compleja y más variada. Aparecieron diferencias dentro de los distintos grupos sociales y la burguesía comenzó a tener divisiones internas. 

En Inglaterra y otros países de Europa occidental, apareció la burguesía agraria, conformada por campesinos enriquecidos que se habían convertido en grandes terratenientes y comenzaron a contratar a jornaleros (mano de obra asalariada) para el trabajo de la tierra. Se trataba de un grupo social que no trabajaba personalmente sus tierras (por lo que no eran campesinos) pero tampoco estaba conformado por nobles (que era la clase social que tradicionalmente era dueña de las tierras).

Por otro lado, apareció un grupo denominado “la alta burguesía”, conformado por comerciantes más ricos, dueños de las empresas que organizaban los intercambios entre los reinos europeos con América, Asia y África. Debido a sus enormes ganancias y la gran acumulación de riquezas, se convirtieron además en prestamistas de dinero y entre sus clientes se encontraban nobles, clérigos y reyes de diferentes partes de Europa.

En las ciudades, otra parte de la burguesía urbana estaba compuesta por los maestros que controlaban los gremios de artesanos. Los más ricos eran los que controlaban la producción y los precios de los bienes de lujo (como telas finas, muebles y joyas) para el consumo de los nobles. 

Por último, apareció otro grupo burgués que estaba ligado al comercio y los mercados locales y regionales. Se trataba de empresarios que desarrollaron la industria rural a domicilio: una forma de organización de la producción que utilizaba la mano de obra campesina (ubicada en los campos) para producir bienes que se vendían luego en los mercados urbanos. 

Y, los profundos cambios económicos y sociales de los siglos XVII y XVIII llevaron al crecimiento de la burguesía como clase social. Si bien era la clase más adinerada y con mayor poder económico, esto no se reflejaba en la estructura política de las diferentes sociedades europeas, que estaba dominada por la aristocracia. 

Y así fue que, la primera expresión de este conflicto fue la Revolución francesa de 1789. Luego, durante el siglo XIX, en Europa se sucedieron una serie de revoluciones que buscaron limitar el poder de las noblezas terratenientes y promover sistemas políticos acordes a los intereses de la burguesía. 

Estas oleadas revolucionarias se conocen como “revoluciones burguesas” o “revoluciones liberales” y se caracterizaron por haber acabado con los gobiernos absolutistas y haber establecido formas de gobierno liberales. 

Con el tiempo, la burguesía desarrolló su propia ideología basada en los valores y principios que mejor representaban sus intereses. La principal corriente de pensamiento burgués fue el liberalismo político (al que hoy en día se llama “liberalismo clásico”, para diferenciarlo de otras ideas posteriores).

El liberalismo clásico sostenía que la sociedad estaba compuesta por un conjunto de individuos racionales y libres, cuyas libertades debían garantizarse en un marco legal. El individuo era la base de la sociedad y sus derechos y necesidades eran más importantes que las del Estado y la religión

Para los filósofos políticos liberales, el Estado tenía el deber de garantizar la seguridad de los individuos sin limitar las libertades personales. El liberalismo promovía la libertad de expresión, asociación y comercio y se basaba en el derecho de la propiedad privada. 

En su expresión política, sostenía que los derechos de las personas debían garantizarse a través de la creación de una Constitución y que el gobierno debía estar constituido por representantes elegidos por la ciudadanía. 

Las revoluciones burguesas del siglo XIX seguían el pensamiento liberal y buscaron limitar el poder absoluto del rey y crear gobiernos parlamentarios. Otras características del pensamiento liberal eran la defensa del sufragio censitario (es decir, del voto de las personas con propiedades), la separación de la Iglesia y el Estado, y la división de poderes. 

Entre los principales pensadores del liberalismo clásico se encuentran John Locke, Montesquieu, Voltaire, Thomas Jefferson, Benjamín Franklin y Alexis de Tocqueville. 

Ahora bien ¿Qué diferencias existían entre burguesía y aristocracia, Martín?

La aristocracia era la clase que detentaba el poder en el orden feudal. Los integrantes de esta casta compartían un origen noble y eran los grandes poseedores de tierras y propiedades. El origen de su nobleza estaba ligado a las historias de grandes héroes militares que habían defendido los reinos europeos. 

La burguesía, en cambio, no poseía títulos de nobleza de origen ni grandes propiedades, pero sí la capacidad para generar y administrar dinero. Esto llevó a que durante los siglos XVIII y XIX, cada vez más familias de la nobleza se emparentaran con familias adineradas de la burguesía.

¿Y entre la burguesía y el proletariado?

A diferencia de la burguesía, el proletariado y el campesinado estaban compuestos por las clases bajas de la sociedad, que no tenían otra cosa que ofrecer que su mano de obra, su fuerza y capacidad de trabajo.

En la Edad Media los campesinos trabajaban las tierras de un señor feudal, al que estaban sujetos por los lazos de vasallaje que caracterizaban a la sociedad feudal. Con la aparición del sistema de producción capitalista, parte del campesinado empobrecido que no tenía tierras para trabajar se mudó a las ciudades para emplearse en las fábricas como asalariados. 

Esta nueva clase social urbana se llamó proletariado y se caracterizó en solo poseer su capacidad de trabajo, ya que no era dueña de ningún tipo de medio de producción (tierra, herramientas, materias primas o capital). La burguesía, en cambio, era la dueña de los medios de producción y se enriquecía con el trabajo del proletariado.

Bien, podríamos seguir hablando largo sobre este tema, pero no quiero apartarme de la idea central de esta nota que apunta a un método para aggiornar la democracia. Solo dejaré los puntos clave que resumen esta última parte:

·       La burguesía es una clase social que se define por ser propietaria de los medios de producción.

·       En el sistema capitalista es la clase social dominante.

·       Según el marxismo, la burguesía se beneficia de la explotación de la clase obrera.

·       Fue la protagonista de las revoluciones

Bien, hasta aquí todo claro y positivo, ¿cuál es, entonces el problema, Martín?

El problema aparece cuando se piensa que se les da libertades y derechos a muchos que ni siquiera saben qué diantres hacer con ellos.

Por ejemplo, en una democracia, sistema de ordenamiento social caracterizado por la participación de los ciudadanos en el ejercicio del poder, con seguridad que todos ustedes han escuchado decir:

·       No, la política no es para mí.

·       Yo no me meto en política.

Y cosas por el estilo. Esto, viviendo en democracia, es como decir:

·       No, yo en el mantenimiento de mi hogar no me meto. No es para mí.

Y es aquí, entonces, donde voy a apelar a lo que ya nos han dicho diversos pensadores a lo largo de la Historia, como lo he hecho en notas anteriores comenzando por De conductores y conducidos, del 31 de enero de 2022. Y antes que ninguna otra, quiero rescatar la de Cayo Salustio Crispo, ese preclaro historiador romano del siglo I antes de la era común. Nos dijo Salustio:

 

“Son pocos los que prefieren la libertad,

la mayoría prefiere un amo justo.”

Cayo Salustio Crispo

 ¡Tremenda frase, amigos! Tremenda porque subyace a ella el concepto de que es inútil pretender que todos los hombres sean libres, que es inútil otorgarles la libertad, porque no todos la quieren. Es más, nos dice que solo unos pocos la quieren, la mayoría solo aspira a estar bajo los dictados de un amo justo y, agrego yo, dadivoso.

¡Se ve que en la época de Salustio también había ciudadanos que decían Yo no me meto en política!

Pero entonces, Martín ¿Qué hay de aquello de Liberté, égalité, fratenité?

Pues, les diré, es una bonita frase, pero solo eso, una bonita frase…

Más aun, ese desapego a involucrarse en política lleva a la ignorancia de lo que uno puede, lo que uno vale y lo que se le debe. Pero, esto ya nos lo había dicho Voltaire cuando nos advirtió que:

 

“...encuentro que todo está al revés entre los hombres, que nadie conoce sus derechos ni sus deberes (...)”

 

Habrán escuchado ustedes, como yo, decir con aire contundente: Yo conozco mis derechos. ¡Falso! La gran mayoría de los ciudadanos ni conoce sus derechos ni las obligaciones que estos conllevan, ¡mucho menos las obligaciones!

Pero, sigamos escuchando a los sabios precursores. Analicemos la pregunta, ¿Por qué la mayoría de los hombres no querría la libertad?, podemos comenzar por escuchar al moralista y pensador francés Michel de Montaigne quien nos advierte que:

 

…estoy convencido que es más fácil y más satisfactorio seguir que conducir…

 

Esto explica, sino totalmente al menos en un buen porcentaje, la aparición del líder, del macho alfa. Su figura canaliza la insuficiencia de los que no saben conducir su propia vida. Es como si el seguidor dijera: Toma mi vida, que yo no sé qué hacer con ella. Y, como contraparte, el líder dijera: Dame tu vida, que yo te diré qué hacer con ella.

Y, obviamente, no todo el mundo nace para líder. Ya nos lo dijo Cayo Julio César cuando nos advirtió que:

 

…la propia naturaleza ha creado siempre hombres para mandar y hombres para obedecer.

 

De hecho, la existencia del esquema líder-seguidores parece ser el orden natural de las cosas. Piénsese, por ejemplo, que los organismos biológicos tienen un cerebro que es el conductor que maneja todo el organismo, no dos o más. Del mismo modo, el organismo social parece requerir de un “cerebro”, que sería el líder. Y del mismo modo que cuando el cerebro funciona mal, funciona mal el organismo biológico; cuando el líder funciona mal, el organismo social funciona mal.

Pero, no quiero terminar esta recopilación de frases que nos han dejado los precursores sin rescatar la respuesta de Voltaire a por qué la abundancia de dictadores si la gente dice preferir la democracia. Parece tomada de Salustio:

 

…la verdadera razón se encuentra en que raramente los hombres son dignos de gobernarse por sí mismos.

 

Es decir, nuevamente se indica que la manada necesita un macho alfa que la conduzca. Y digo manada sin intención despectiva, lo uso porque es muy gráfico a la hora de señalar que el grupo sigue al líder sin chistar.

Tampoco quiero demonizar, queridos amigos, a quienes no se interesan por la política. Está claro que, si la vocación de una persona es ser investigador, digamos en el área de la Biología, su interés está puesto allí y no en la Política. Pero, si uno vive en democracia, tiene obligaciones para con la sociedad.

Entonces, ¿Cómo resolvemos este intríngulis, Martín?

Bueno, yo propongo dos medidas a tomar, una ya la expuse en la mencionada nota De conductores y conducidos y trata de ilustrar al pueblo en el ejercicio de la Democracia, pero no como una materia más que hay que estudiar para luego olvidar al salir de la escuela. Ilustrar haciendo vivir la democracia al joven educando. Los invito a que lean esta primera parte de la solución en la mencionada nota donde está extensamente tratada.

En cuanto a la segunda medida que yo propongo, se trata de aceptar que no todo el mundo está interesado en la Política. Reconociendo esto, propongo que, llegado a la mayoría de edad, el ciudadano decida si quiere participar en ella o no.

Si decide participar, deberá afiliarse a un partido político y deberá asistir a sus reuniones donde se expondrá la plataforma de dicho partido, deberá hacer aportes, como proyectos de leyes, por ejemplo, personalmente o en grupo. Deberá debatirlo en su partido y, al menos una vez al año deberá realizar tareas que emanen del propio partido.

¿Y el que decide no participar, Martín?

Todo bien con él, podrá no hacerlo, pero… ¡No tendrá derecho a votar en las elecciones a cargos públicos ni tampoco a ocupar los tales cargos públicos!

¿Pero, por qué, Martín?

Porque, si no está interesado en la Política, no se preocupa por saber de ideas, proyectos, plataformas, planes de candidatos, etc. su voto es un tiro al aire. Recordemos lo que decía Platón que ofrecer los puestos de la Ekklesía, la Boule y la Dikasteria por sorteo implicaba que muchos cargos gubernamentales serían ocupados por gente que no tendría las capacidades de un buen gobernante. Lo mismo puede decirse de quien no tiene ningún interés en la Política y no se preocupa por informarse: Permitir que voten o que ocupen cargos públicos sería peligroso porque no tendrían las capacidades para ser buenos gobernantes.

Y, lo que es más grave, como no les interesa el tema pueden llegar a vender su voto.

¡Usted participa, usted vota!

¡Usted participa, usted puede ocupar cargos públicos!

Desde luego, algún Ministerio del Gobierno deberá encargarse de controlar que los que han apostado por la Política cumplan con la reglamentación vigente.

Bien amigos, hasta aquí el tema de hoy. Espero que haya sido del interés de todos.

 

Y, antes de terminar, una nota de color. Varios de ustedes me preguntaron si la presentadora del lunes pasado, la chica del Reino de Bohemia, era una creación de una IA. La respuesta es sí y no.

No porque la chica realmente existió, vivió en el siglo XIX y tocaba la mandolina. Su nombre… su nombre se ha perdido en la bruma del tiempo.

¿Y por qué sí? Porque fue coloreada y puesta a hablar por una IA.

Aquí tienen la foto original de donde fue extraída. ¡Con la mandolina!



Bien, me despedido, pero, no sin antes recordarles que: Si tienen un hijo, sobrino, nieto, o ustedes mismos a quien tienen que agasajar, qué mejor que regalarle mi libro de El Ajedrez de la B a la Q, Tomo I (no se demoren que ya viene el Tomo II), que podrán encontrar en Mi Librería:


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Ahora si, queridos amigos, llegados a este punto, me despido con un sonoro:

¡Hasta la próxima!

 

 

 

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