domingo, 14 de julio de 2024

IA y TEA

Bien, queridos amigos, uno de los temas que quiero tratar hoy es el continuo bombardeo de noticias apoyando una de dos posturas respecto de la IA:

1.- O se nos dice que no significa un peligro grave para la humanidad, que no nos va a reemplazar y que por cada trabajo que saca de la esfera humana genera otros nuevos donde el hombre podrá seguir ganándose la vida, o

2.- Se nos dice que la IA va a extinguir la humanidad y seremos reemplazados por robots asistidos por ella y que, por ello, es necesario frenar el avance en su desarrollo.

Una cosa es cierta: Con la inteligencia artificial ya no hay marcha atrás. Pretender, por ejemplo, que se frene su desarrollo para poder ir avanzando con pie de plomo es una utopía. Piensen ustedes que, si se constituyera un comité para regular el avance en el desarrollo de la IA, lo primero que harían las grandes potencias es desconfiar de que sus rivales acaten lo que dicho comité establece y, entonces, continuarían el desarrollo “sottovoce” a la máxima velocidad para no ser dejados atrás.

Así pues, nos encontramos en una encrucijada histórica, ¿Qué habrá que hacer, entonces? ¿Son las dos opciones mencionadas las únicas que existen?

Veremos que hay una tercera opción que, incidentalmente, ya ha sido postulada en este foro.

Pero, comencemos por uno de los catastrofistas concretamente, Roman Yampolskiy, un renombrado experto en seguridad de IA, afirma que cree que es prácticamente inevitable que la IA cause la extinción de la humanidad, estimando esta probabilidad en un 99,999999%.

Ja, ja, ja, el bueno de Roman nos aporta esa cifra, extraída de su más recóndita fantasía, para hacer ver que es prácticamente imposible evitar la tal extinción.

En una entrevista en el podcast de Lex Fridman, Yampolskiy ha asegurado que se debería abandonar el desarrollo de la tecnología ahora porque sería casi imposible controlar la inteligencia artificial una vez que se vuelva más avanzada. Según LondonReal, Roman es uno de los mayores sabios en esta materia.

Autor de varios libros, este año ha publicado uno bajo el nombre de AI: Unexplainable, Unpredictable, Uncontrollable (IA: inexplicable, impredecible, incontrolable). El experto ha asegurado que las posibilidades de que la IA acabe con el ser humano dependen de si las personas pueden desarrollar software de alta complejidad sin fallos en los próximos 100 años. Algo que es realmente imposible, según el investigador, debido a que ya han cometido errores.

Ha expuesto que, aunque se haga un gran trabajo con las próximas versiones de ChatGPT, la IA va a seguir mejorando y aprendiendo y los riesgos existen.

Muy bonito lo de Yampolskiy pero, como dijimos más arriba, “abandonar el desarrollo de la tecnología ahora” es absolutamente impracticable. A lo sumo se podría obtener un “aparente” abandono de ella de puertas para afuera; pero, de puertas para adentro todas las grandes potencias continuarían el desarrollo a la máxima velocidad posible para evitar que otra le saque ventaja. Es más, ya hay proyectos de fabricar robots asistidos con IA como soldados para la batalla.

Por el otro lado, tenemos la blanca imagen divulgada por muchos de que la IA ha llegado para beneficio de la humanidad y que de ninguna manera representa un peligro para ella.

Claramente, esto tampoco es verdad. Y, para visualizarlo, nada mejor que recordar que, desde el Paleolítico, tenemos la tendencia a agruparnos en clanes y a mirar a los de otro clan con malos ojos. Ya hemos hablado aquí de este tema, estableciendo que sobrevivir en aquella época era muy difícil dada la competencia con animales mucho mejor dotados físicamente que el hombre. Esto llevó a que nuestros antepasados se agruparan en clanes y, como competían con los de otros clanes por el alimento, era claro que no se mirarían con buenos ojos.

El hombre actual sigue agrupándose en clanes, de los que la familia es el principal pero, no el único. Las nacionalidades también lo son, las religiones y hasta los equipos de fútbol. Lo que nos permitió sobrevivir en el Paleolítico es un pesado lastre hoy en día.

Y, para ilustrar lo que estoy diciendo, les dejo a continuación, un video actual que muestra lo acontecido en la previa de un partido de fútbol entre Países Bajos e Inglaterra por la Eurocopa 2024. Vean ustedes cómo el "clan" de los neerlandeses (de naranja) trató a los ingleses en un pub.

https://www.youtube.com/shorts/F5k-Kl76tAI

Calculen ustedes, entonces, lo que pasaría si por la calle circulan humanos y robots asistidos por IA. ¿Cómo nos mirarán seres con una capacidad de razonamiento muy superior a la humana? ¿Como nosotros miramos a los chimpancés? ¿Nos pondrán en un zoológico?

Aquí es, queridos amigos, donde entra a jugar la tercera posibilidad que, como dije, fuera expuesta en este foro en una nota anterior: ¡Que nosotros nos transformemos en cyborgs!

Recordemos que la palabra cyborg proviene del inglés CYBernetic ORGanism, o sea organismo cibernético. ¿Y qué sería un organismo cibernético, Martín? Pues un organismo que es una mezcla de biológico y electrónico. Por ejemplo, con chips conectados al cerebro que potencien su función. Y no se crea que estamos muy lejos de ello. Por ejemplo, en enero de este año 2024 el multimillonario tecnológico Elon Musk afirma que su empresa Neuralink por primera vez ha implantado con éxito uno de sus chips cerebrales inalámbricos en un ser humano.

El objetivo de Neuralink es conectar cerebros humanos a computadores y ayudar a tratar afecciones neurológicas complejas, dice la misma empresa.

¿Y por qué tendríamos que pelear contra los robots con IA, Martín? Todo ser consciente, como llegarán a ser estos robots, puede inclinarse por el bien o por el mal y entonces, resultarán inevitables los roces con los del clan de los robots y resultarán inevitables las luchas.

¿Y para qué ser cyborgs, entonces? Al menos, para pelear en igualdad de condiciones.



Y ahora, estimados amigos, vamos a por el segundo tema de hoy.

Resulta ser que un nuevo estudio, llevado a cabo por investigadores de la Universidad China de Hong Kong, asocia el trastorno del espectro autista en niños con una alteración del microbioma intestinal. Algo que ya había mencionado en las notas Microbiota, probióticos y prebióticos del 19 de junio de 2023 y El microbioma, del 24 de diciembre de 2023.


Se identificaron 14 arqueas, 51 bacterias, 7 hongos, 18 virus, 27 genes microbianos y 12 vías metabólicas alteradas.

La relación microbioma intestinal-trastorno del espectro autista (TEA) no es nueva, hasta el momento las investigaciones se centraron en cambios en la composición de bacterias intestinales en personas afectadas en comparación a individuos considerados normales. Tampoco estaba claro si otros miembros del microbioma intestinal, como arqueas, hongos y virus así como el rol de esta flora (o genes presentes) se encontraban alterados. Digamos, por si no lo saben, que l
as arqueas y las bacterias son microorganismos de morfología procariota, es decir, que no tienen núcleo ni organelos membranosos. Sin embargo, son tan diferentes que pertenecen a dominios distintos, el Dominio Bacteria y el Dominio Archaea. Una diferencia importante es que las bacterias pueden ser patógenas e infectar a otros seres vivos, mientras que las arqueas no.

A partir de este nuevo estudio se indicó que los componentes bacterianos y no bacterianos del intestino y sus determinadas funciones podrían contribuir a este trastorno en la población infantil. Los resultados fueron publicados en Nature Microbiology y muestran menor diversidad microbiana en personas adultas.

Gracias a la nueva investigación se conoció cómo el microbioma intestinal (conformado por bacterias, virus y hongos) puede influir en el autismo. Según los científicos, al identificar cambios específicos en los pequeños, se sugieren posibles marcadores tempranos para diagnosticarlo.

Tras realizar una secuenciación metagenómica de muestras fecales de 1.627 niños y niñas, con y sin TEA, de entre 1 y 13 años de cinco cohortes de China, se analizaron los datos con factores adicionales como dieta, medicación y comorbilidad. Así se identificaron 14 arqueas, 51 bacterias, 7 hongos, 18 virus, 27 genes microbianos y 12 vías metabólicas alteradas, lo que ofrece mejoras significativas respecto de estudios anteriores que se ajustaban a componentes bacterianos.

“Pruebas sencillas como el análisis de muestras de heces podrían ayudar a los médicos a diagnosticar el TEA en el futuro”, apuntaron. Y añadieron: “Comprender qué microbios están desequilibrados en la población infantil afectada podría allanar el camino para desarrollar herramientas de diagnóstico no invasivas, esencial para los más pequeños, y tratamientos personalizados”.

En este trabajo se utilizó un método llamado Random Forest, para analizar los datos recogidos de niños con y sin TEA. A modo de rompecabezas, cada pieza representa diferentes aspectos del microbioma intestinal como bacterias, virus y hongos. Random Forest intenta hallar patrones o diferencias entre los niños.

“Mediante su uso, pudimos identificar marcadores microbianos específicos, lo que nos ayuda a entender cómo el microbioma intestinal podría estar relacionado con el TEA y abre nuevas posibilidades para diagnosticarlo y potencialmente tratarlo en el futuro”, subrayaron.

De esta forma, el equipo investigador creó un modelo basado en un panel de 31 microbios y funciones, que tenía una mayor precisión diagnóstica en la identificación de niños y niñas afectados en comparación con aquellos que contemplaban un solo reino (como bacterias o arqueas). “La detección precoz permitiría estrategias de intervención más tempranas, cruciales para mejorar los resultados en niños con autismo al iniciar terapias y tratamientos a edades más tempranas, cuando la plasticidad cerebral es mayor”, afirmaron.

A su vez, estos mismos marcadores también podrían servir como indicadores para controlar la eficacia de los tratamientos. Mediante el seguimiento de los cambios en la composición del microbioma intestinal a lo largo del tiempo, los médicos podrían evaluar si intervenciones individuales como cambios en la dieta o suplementos probióticos (bacterias beneficiosas) restablecen eficazmente un equilibrio saludable de la microbiota.

“Al continuar investigando estos marcadores microbianos, podrían descubrirse más detalles sobre los mecanismos que vinculan la flora intestinal y el TEA, lo que conduciría al desarrollo de nuevas terapias dirigidas al eje intestino-cerebro. Estos avances prometen conseguir un diagnóstico más precoz, tratamientos personalizados y un mejor seguimiento de los resultados”, insistieron.

“Si bien nuestro modelo muestra un buen rendimiento en todas las edades, sexos y cohortes, podría haber la posibilidad de factores no medidos y que potencialmente conduzcan a un rendimiento inflado, por lo que se necesita la validación independiente por terceros antes de la aplicación clínica”, concluyeron.

Fuente: SINC.


Bien, lo que a mi me parece muy interesante de todo esto, estimados amigos, es el hecho de que un conjunto de bacterias, virus, hongos, localizados en el intestino, puedan influenciar la función cerebral algo que, en principio, uno no supondría.

Pero, esto no es todo, como ya relaté en las notas arriba mencionadas, la microbiota intestinal se está comprobando que tiene influencia en todas las áreas de la salud humana. Esto, amigos, tiene una clara conclusión: Debemos cuidar, potenciar y diversificar la microbiota intestinal y veremos desaparecer o disminuir problemas como la gastritis, o acidez, por poner un ejemplo.

¿Y como hacemos esto? Pues, insisto en lo dicho en las notas de arriba: Consumiendo alimentos que contengan probióticos: Yogur, kéfir, combucha, etc. Y, además, consumirlos en ayunas, para que el organismo no haya liberado ácido clorhídrico en el estómago que mate nuestro contingente de bacterias benéficas.

Bien amigos, hasta aquí hoy. Espero que las notas hayan sido del interés de todos ustedes.

Me despedido, pero, no sin antes recordarles que: Si tienen un hijo, sobrino, nieto, o ustedes mismos a quien tienen que agasajar, qué mejor que regalarle mi libro de El Ajedrez de la B a la Q, Tomo I, que podrán encontrar en Mi Librería:

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Ahora si, queridos amigos, llegados a este punto, me despido con un sonoro:

¡Hasta la próxima!









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