domingo, 7 de enero de 2024

Una vuelta más de tuerca

 

A riesgo de ser un poco reiterativo, pero dada la importancia del tema, he decidido, queridos amigos, volver, ¡cómo no!, sobre el tema de la microbiota y, además, sobre la influencia de las grasas en la función cognitiva del cerebro. Para ello exploraremos sendos estudios, llevados a cabo en España, que nos hablarán de ello.

Comencemos por el hígado graso no alcohólico, una enfermedad cada vez más común en países del primer mundo, donde afecta a una gran cantidad de personas. Se produce cuando se acumula grasa en el hígado debido a hábitos alimentarios poco saludables y un estilo de vida sedentario. Lo preocupante de esta enfermedad es que, si no se aborda adecuadamente, puede evolucionar hacia problemas más graves, como la inflamación del hígado o esteatosis, o la fibrosis hepática. Estas complicaciones pueden tener un impacto negativo significativo en la salud, por lo que es esencial buscar tratamientos efectivos.

En uno de los estudios se evaluó a 297 participantes que se agruparon en tres grupos en función de cómo cambiaron los marcadores bioquímicos relacionados con el hígado graso no alcohólico durante un año de intervención con dieta mediterránea.

Los autores del estudio han llevado a cabo un trabajo pionero para comprender mejor la relación entre la dieta mediterránea, el microbioma intestinal y la enfermedad conocida como hígado graso no alcohólico.

Isabel Moreno Indias y Francisco J Tinahones coordinadores del estudio.

Los resultados revelaron cambios significativos en el microbioma intestinal en aquellos participantes que experimentaron mejoras más marcadas en los marcadores del hígado graso no alcohólico. Específicamente, los participantes con menor afectación hepática mostraron mayor abundancia de ciertas bacterias beneficiosas, en comparación con aquellos con mayor grado de daño hepático.

Algo que, teniendo en cuenta lo que ya sabemos de notas anteriores, no es sorpresa para nosotros.

Además, se encontraron otro tipo de cambios en la microbiota intestinal asociados con cambios en los marcadores bioquímicos. Por ejemplo, aquellos participantes que experimentaron una mejora significativa de índices bioquímicos relacionados con la salud metabólica del hígado y una mejor respuesta a la dieta mediterránea mostraron una reducción de bacterias relacionadas con procesos inflamatorios y un aumento de bacterias involucradas en la producción de ácidos grasos de cadena corta, los cuales tienen múltiples beneficios, entre ellos, mantener la salud intestinal y reducir el riesgo de enfermedades.

Los descubrimientos de este tipo vuelven a resaltar la gran relevancia que tiene adoptar un estilo de vida saludable, y en particular, del potencial beneficioso que tiene para nuestra salud el seguir una dieta mediterránea equilibrada (aunque, no solo con ella). En este caso, nos ayudará a prevenir el Hígado Graso No Alcohólico y un gran abanico de enfermedades y problemas de salud asociados.

“Cada vez hay más evidencias que sitúan la microbiota intestinal como un factor clave para la salud metabólica y más en relación con la dieta”, declara la Dra. Isabel Moreno Indias. A su vez, destaca “la importancia de aumentar la adherencia a la dieta mediterránea como un elemento clave en la lucha contra las enfermedades relacionadas con la obesidad”.

Por su parte, el Dr. Francisco Tinahones afirma que “la enfermedad de hígado graso no alcohólico es una de las enfermedades hepáticas más prevalentes y está relacionada directamente con el estilo de vida. Es una enfermedad asintomática en sus primeros estadios, y la falta de marcadores no invasivos hace que cuando se diagnostica, se encuentra en una situación avanzada, por lo que son necesarios nuevos biomarcadores para su detección precoz, y la microbiota intestinal podría ayudar”.

El estudio se titula “Gut microbiota in nonalcoholic fatty liver disease: a PREDIMED-Plus trial sub analysis”. Y se ha publicado en la revista académica Gut Microbes.

Y, ya que hablamos de las grasas en el organismo, cabe la pregunta ¿Existe una relación entre el tejido graso del cuerpo humano y la función cognitiva del cerebro de la persona? Pues, un estudio ha buscado la respuesta a esa pregunta.

Sus autores han descubierto que existe una relación entre el tejido graso y la función cognitiva cerebral. El estudio identifica un grupo de genes que, según se expresen en el tejido adiposo, se asocian a la capacidad cognitiva. Se trata de una conexión hasta ahora desconocida y que puede abrir la puerta a encontrar vías de tratamiento para mejorar estas funciones del cerebro en un futuro.

La expresión de un gen hace referencia a la forma en que la información genética contenida en él se traduce en el cuerpo, convirtiéndose en una función biológica específica. Este estudio se ha fijado en una decena de genes que se expresan de forma diferencial según la función cognitiva, en la que se incluyen capacidades como la memoria y el aprendizaje.

Los resultados del estudio podrían abrir la puerta, en un futuro, a encontrar nuevas vías terapéuticas que permitan mejorar la función cognitiva cerebral modificando la expresión del gen en el tejido graso. Esta línea de investigación también puede ser de interés en buscar tratamientos específicos que aborden el deterioro cognitivo que se asocia a la obesidad.

Esta investigación tiene su punto de partida en estudios previos del mismo grupo de investigación, que habían detectado una relación muy clara entre la expresión de algunos genes en el tejido graso y la memoria reciente. Unos resultados que los llevaron a preguntarse cuál era la posible relación entre estos dos hechos. Para investigarlo, el equipo ha llevado a cabo pruebas en unas 80 personas, conjuntamente con estudios en ratones y moscas, confirmando que existía una asociación similar entre los mismos genes en el tejido adiposo y la cognición en los tres modelos. “Estudiando la expresión del genoma entero en el tejido adiposo de los participantes, identificamos 188 genes del tejido adiposo asociados con el rendimiento en 10 test cognitivos. Lo interesante es que la modificación de la expresión de algunos de estos genes en el tejido adiposo tanto de moscas como ratones mejoró su memoria y capacidad de aprendizaje”, apunta uno de los investigadores.

La relación que se ha encontrado puede tener que ver con las características que comparten estos dos tejidos y en la programación genética similar en diferentes tejidos: “Aparte del mismo tejido graso, otro tejido muy graso que encontramos en nuestro cuerpo es justamente el cerebro. Por tanto, podría parecer que haya dos grasas que estén dialogando entre sí”, nos dice. De hecho, la expresión de los mismos genes en células sanguíneas (leucocitos) también se asociaba a rasgos cognitivos, lo que indica la relativa uniformidad en la expresión genética a células de origen muy variado, apunta el Dr. Mayneris-Perxachs.

El estudio se titula “Adipose tissue coregulates cognitive function”. Y se ha publicado en la revista académica Science Advances.

Bien, he querido remarcar con esta nota, mis estimados amigos, dos cosas:

1.- El organismo funciona como un todo, con sus partes en una completa interrelación y no como si fueran compartimientos estancos. De modo que una falla en la microbiota puede repercutir en el cerebro, por ejemplo.

2.- Nuevamente, la importancia de la microbiota que se ve acentuada con cada estudio que se realiza sobre ella. Vuelvo a recomendarles, queridos amigos, el consumo rutinario de probióticos para tener un microbioma intestinal sano y fuerte.

Y hasta aquí hoy, me despido ¡hasta la próxima!

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Del odio entre clanes

En 1945, el general Dwight D. Eisenhower, comandante supremo de los aliados en la Segunda Guerra Mundial, al encontrar a las víctimas de los...