domingo, 31 de diciembre de 2023

El SNE

 

¿Qué tal, queridos amigos, si les cuento que, según un nuevo estudio sobre cómo tratar el síndrome del intestino irritable y otros trastornos digestivos, existe, en nuestro cuerpo, un “segundo cerebro”?

¿Qué?, ¿Cómo? ¿Dónde está que no se ve?

Bueno, vamos por partes, este estudio se refiere al llamado sistema nervioso entérico, -SNE- una subdivisión del sistema nervioso, encargado de controlar directamente nuestro sistema digestivo por medio de unos 100 millones de neuronas.

Es a este Sistema Nervioso Entérico que, a menudo, se lo denomina, el “segundo cerebro”. Se trata de una compleja red de neuronas que reside en el tracto gastrointestinal. Esta intrincada red neural, que se extiende desde el esófago hasta el recto, tiene la capacidad única de operar de manera semiindependiente del Sistema Nervioso Central (SNC).

Es decir que el sistema nervioso entérico, al ser notablemente independiente, permitiría que los intestinos puedan realizar muchas de sus tareas habituales incluso si de alguna manera se desconectaran del sistema nervioso central. Y la cantidad de células especializadas del sistema nervioso -a saber, neuronas y células de glía- que viven en el intestino de una persona, es aproximadamente equivalente a la cantidad que podemos encontrar en el cerebro de un gato. Es una extensa red de neuronas y células de glía que recubre nuestro sistema digestivo.

¿Y cuáles son las funciones de este segundo cerebro?

Distinguiremos cuatro:

Control de la Digestión:

El SNE regula la motilidad intestinal y la secreción de enzimas, desempeñando un papel crucial en la digestión y absorción de nutrientes.

Influencia en el Estado de Ánimo:

Se ha descubierto que el segundo cerebro produce y responde a neurotransmisores como la serotonina, vinculando el estado de ánimo con la salud intestinal.

Respuesta Inmunológica:

El SNE interactúa con el sistema inmunológico, afectando directamente la capacidad del cuerpo para combatir infecciones y enfermedades.

Comunicación Bidireccional:

Existe una comunicación constante entre el SNE y el SNC, creando un diálogo esencial conocido como el eje intestino-cerebro.

Un cerebro en las entrañas

Las neuronas son las células más conocidas del sistema nervioso. Son las encargadas de conducir las señales eléctricas dentro del mismo. Las glías, por su parte, no son eléctricamente activas, lo que ha hecho que para los investigadores resulte mucho más difícil descifrar cuál es su función. Así, una de las principales teorías postula que las células gliales brindan un apoyo pasivo a las neuronas.

Y en este sentido, este estudio ha demostrado que las células gliales desempeñan un papel mucho más activo en el sistema nervioso entérico de lo que se pensaba. De modo que, la investigación revela que la glía actúa de una manera muy precisa para influir en las señales transportadas por los circuitos neuronales; un descubrimiento que podría allanar el camino para el desarrollo de nuevos tratamientos para enfermedades intestinales que afectan un buen porcentaje de la población.

Si pensamos en este segundo cerebro como en un ordenador, la glía serían los chips que trabajan en la periferia. Son una parte activa de la red de señalización, pero no funcionan como las neuronas, si no que actúan modulando o modificando la señal, añade. Adoptando una metáfora musical, las neuronas serían las notas tocadas por una guitarra eléctrica y la glía actuaría como los pedales y amplificadores que modulan el tono y el volumen de dichas notas.

Este trabajo nos otorga una imagen más completa, aunque más compleja, de cómo funciona el sistema nervioso entérico, lo que crea crea nuevas oportunidades para tratar los trastornos intestinales, por ejemplo. Ahora se puede investigar si hay una manera de apuntar a un tipo específico o conjunto de células de glía para cambiar su función de alguna manera y corregir una patología.

Patologías que incluyen, por ejemplo, el síndrome del intestino irritable, una condición dolorosa que actualmente no tiene cura y afecta a entre el 10% al 15% de la población.

La glía también podría estar involucrada de la misma manera en otras diversas afecciones de salud, incluidos los varios trastornos de la motilidad intestinal, como es el estreñimiento.

Y, teniendo en cuenta la influencia del SNE en el estado de ánimo, su condición también puede ser causa de la depresión.

Esta interconexión plantea nuevas oportunidades para el desarrollo de terapias que aborden tanto el bienestar físico como el mental.

A medida que avanzamos en la comprensión del segundo cerebro humano, se abren perspectivas emocionantes para el tratamiento de enfermedades gastrointestinales y trastornos neuropsiquiátricos.

Aunque la ciencia aún no está en el punto de brindar tratamientos para estos problemas, se encuentra ahora mejor equipada para investigarlos y comprenderlos.

Ahora bien, volviendo a la analogía musical, los estudios nos llevan a la conclusión de que hay dos actores principales residentes en nuestro intestino que serían el director de orquesta (segundo cerebro) y los músicos (microbiota intestinal). Nuestro bienestar depende de que ambos funcionen correctamente. Ya he descripto en notas anteriores cómo “contratar” buenos “músicos”. Pero, quisiera referirme aquí a qué hacer cuando no se dispone de ellos, es decir, cuando se tiene una microbiota de mala calidad o escasa en bacterias buenas.

Allá en la oscura profundidad privada de oxígeno de los intestinos, hay un ecosistema tan rico como una selva tropical o un arrecife de coral.

Pero hay una bacteria dañina,  llamada Clostridium difficile, apodada C. difficile, que puede tomar control y dominar el territorio intestinal.

La bacteria C. difficile está asociada a la resistencia a los antibióticos y es potencialmente letal.

 Se trata de un microbio oportunista que normalmente se hace con el poder después de que los pacientes han recibido un tratamiento con antibióticos.

Los medicamentos antibióticos son uno de los milagros de la era moderna, pero matan tanto las bacterias malas como las buenas.

Son como un incendio en un bosque que quema el microbioma intestinal, la colección de microorganismos que allí vive.

Atrás dejan un terreno microbiano chamuscado, arrasado, en el que la C. difficile florece.

De ahí que, después de un tratamiento con antibióticos, está especialmente indicado renovar la presencia de bacterias buenas consumiendo alimentos que las contengan como el kéfir, la combucha, en kimchi, el sauerkraut, etc.

Sin embargo, en los casos más urgentes, se puede apelar a los transplantes fecales.

El trasplante fecal probablemente ganaría el título del procedimiento médico más desagradable.

Más o menos es como ya se lo imaginan, queridos amigos: se le da a una persona parte de las heces fecales de otra.

El objetivo es introducir microbios que son beneficiosos para la salud en el sistema digestivo de un paciente.

Y puede salvar vidas.

Un trasplante de heces, clínicamente un "trasplante fecal de microbiota", tiene por objetivo repoblar el intestino del paciente con los microbios de una persona sana.

Normalmente se utilizan heces de un familiar, para que tengan bacterias intestinales similares.

Primero se toma una muestra, que se mezcla con agua.

Algunas técnicas deshacen las heces a mano, otras utilizan una licuadora como las del hogar.

Y esencialmente hay dos rutas para hacer llegar la muestra a la ubicación requerida: por la boca o por el recto. Los procedimientos varían, pero se ha experimentado con enema, colonoscopia, por vía oral con una cápsula o mediante un tubo nasogástrico o nasoduodenal.

Muchos son los casos registrados en la literatura médica acerca de la bondad de estos transplantes. Valga un botón de muestra.

Una mujer de 61 años que tenía una diarrea crónica de ocho meses y había perdido ya 27kg y corría el riesgo de morir por una infección de C.difficile porque ningún antibiótico le daba resultado.

Su marido donó una muestra de heces para el trasplante.

El éxito de los resultados fue sorprendente. Dos días después podía tener heces normales, iba al baño como cuando estaba sana, básicamente se curó.

Pasó de un estado muy enfermo, desde el punto de vista de las especies microbianas que tenía, a tener un microbioma saludable que era muy parecido al de su marido.

Los experimentos sugieren que el procedimiento es eficaz en el 90% de los casos.

Y el entusiasmo en este campo de la medicina ha hecho que se desarrollen proyectos, como el OpenBiome, que es, esencialmente, un banco de heces.

Bien, el tema es apasionante y lo continuaremos en notas futuras para charlar, por ejemplo, de cómo las bacterias están cambiando todo el tiempo nuestro estado de ánimo.

Por el momento me despido no sin desearles un:

¡Feliz 2024!

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