¿Qué tal, queridos amigos, si les cuento que, según
un nuevo estudio sobre cómo tratar el síndrome del intestino irritable y otros
trastornos digestivos, existe, en nuestro cuerpo, un “segundo cerebro”?
¿Qué?, ¿Cómo? ¿Dónde está que no se ve?
Bueno, vamos por partes, este estudio se refiere
al llamado sistema nervioso entérico, -SNE- una subdivisión del sistema
nervioso, encargado de controlar directamente nuestro sistema digestivo por
medio de unos 100 millones de neuronas.
Es a este Sistema Nervioso
Entérico que, a menudo, se lo denomina, el “segundo cerebro”. Se trata de una
compleja red de neuronas que reside en el tracto gastrointestinal. Esta
intrincada red neural, que se extiende desde el esófago hasta el recto, tiene
la capacidad única de operar de manera semiindependiente del Sistema Nervioso
Central (SNC).
Es decir que el sistema
nervioso entérico, al ser notablemente independiente, permitiría que los
intestinos puedan realizar muchas de sus tareas habituales incluso si de alguna
manera se desconectaran del sistema nervioso central. Y la cantidad de células
especializadas del sistema nervioso -a saber, neuronas y células de glía- que
viven en el intestino de una persona, es aproximadamente equivalente a la
cantidad que podemos encontrar en el cerebro de un gato. Es una extensa red de
neuronas y células de glía que recubre nuestro sistema digestivo.
¿Y cuáles son las
funciones de este segundo cerebro?
Distinguiremos cuatro:
Control de la Digestión:
El SNE regula la motilidad
intestinal y la secreción de enzimas, desempeñando un papel crucial en la
digestión y absorción de nutrientes.
Influencia en el Estado de
Ánimo:
Se ha descubierto que el
segundo cerebro produce y responde a neurotransmisores como la serotonina,
vinculando el estado de ánimo con la salud intestinal.
Respuesta Inmunológica:
El SNE interactúa con el
sistema inmunológico, afectando directamente la capacidad del cuerpo para
combatir infecciones y enfermedades.
Comunicación
Bidireccional:
Existe una comunicación
constante entre el SNE y el SNC, creando un diálogo esencial conocido como el
eje intestino-cerebro.
Un cerebro en las entrañas
Las neuronas son las
células más conocidas del sistema nervioso. Son las encargadas de conducir las
señales eléctricas dentro del mismo. Las glías, por su parte, no son
eléctricamente activas, lo que ha hecho que para los investigadores resulte
mucho más difícil descifrar cuál es su función. Así, una de las principales
teorías postula que las células gliales brindan un apoyo pasivo a las neuronas.
Y en este sentido, este
estudio ha demostrado que las células gliales desempeñan un papel mucho más
activo en el sistema nervioso entérico de lo que se pensaba. De modo que, la
investigación revela que la glía actúa de una manera muy precisa para
influir en las señales transportadas por los circuitos neuronales; un
descubrimiento que podría allanar el camino para el desarrollo de nuevos
tratamientos para enfermedades intestinales que afectan un buen porcentaje de
la población.
Si pensamos en este
segundo cerebro como en un ordenador, la glía serían los chips que trabajan en
la periferia. Son una parte activa de la red de señalización, pero no funcionan
como las neuronas, si no que actúan modulando o modificando la señal, añade.
Adoptando una metáfora musical, las neuronas serían las notas tocadas por una
guitarra eléctrica y la glía actuaría como los pedales y amplificadores que
modulan el tono y el volumen de dichas notas.
Este trabajo nos otorga
una imagen más completa, aunque más compleja, de cómo funciona el sistema
nervioso entérico, lo que crea crea nuevas oportunidades para tratar los
trastornos intestinales, por ejemplo. Ahora se puede investigar si hay una
manera de apuntar a un tipo específico o conjunto de células de glía para
cambiar su función de alguna manera y corregir una patología.
Patologías que incluyen, por
ejemplo, el síndrome del intestino irritable, una condición dolorosa que
actualmente no tiene cura y afecta a entre el 10% al 15% de la población.
La glía también podría
estar involucrada de la misma manera en otras diversas afecciones de salud,
incluidos los varios trastornos de la motilidad intestinal, como es el
estreñimiento.
Y, teniendo en cuenta la
influencia del SNE en el estado de ánimo, su condición también puede ser causa
de la depresión.
Esta interconexión plantea
nuevas oportunidades para el desarrollo de terapias que aborden tanto el
bienestar físico como el mental.
A medida que avanzamos en
la comprensión del segundo cerebro humano, se abren perspectivas emocionantes
para el tratamiento de enfermedades gastrointestinales y trastornos
neuropsiquiátricos.
Aunque la ciencia aún no está en el punto de
brindar tratamientos para estos problemas, se encuentra ahora mejor equipada
para investigarlos y comprenderlos.
Ahora bien, volviendo a la analogía musical, los
estudios nos llevan a la conclusión de que hay dos actores principales
residentes en nuestro intestino que serían el director de orquesta (segundo
cerebro) y los músicos (microbiota intestinal). Nuestro bienestar depende de
que ambos funcionen correctamente. Ya he descripto en notas anteriores cómo
“contratar” buenos “músicos”. Pero, quisiera referirme aquí a qué hacer cuando
no se dispone de ellos, es decir, cuando se tiene una microbiota de mala
calidad o escasa en bacterias buenas.
Allá en la oscura
profundidad privada de oxígeno de los intestinos, hay un ecosistema tan rico
como una selva tropical o un arrecife de coral.
Pero hay una bacteria
dañina, llamada Clostridium difficile, apodada C. difficile,
que puede tomar control y dominar el territorio intestinal.
La bacteria C. difficile está asociada a la resistencia a los antibióticos
y es potencialmente letal.
Los medicamentos
antibióticos son uno de los milagros de la era moderna, pero matan tanto las
bacterias malas como las buenas.
Son como un incendio en un
bosque que quema el microbioma intestinal, la colección de microorganismos que
allí vive.
Atrás dejan un terreno
microbiano chamuscado, arrasado, en el que la C. difficile florece.
De ahí que, después de un tratamiento con
antibióticos, está especialmente indicado renovar la presencia de bacterias
buenas consumiendo alimentos que las contengan como el kéfir, la combucha, en
kimchi, el sauerkraut, etc.
Sin embargo, en los casos más urgentes, se puede
apelar a los transplantes fecales.
El trasplante fecal
probablemente ganaría el título del procedimiento médico más desagradable.
Más o menos es como ya se
lo imaginan, queridos amigos: se le da a una persona parte de las heces fecales
de otra.
El objetivo es introducir
microbios que son beneficiosos para la salud en el sistema digestivo de un
paciente.
Y puede salvar vidas.
Un trasplante de heces,
clínicamente un "trasplante fecal de microbiota", tiene por objetivo
repoblar el intestino del paciente con los microbios de una persona sana.
Normalmente se
utilizan heces de un familiar, para que tengan bacterias intestinales
similares.
Primero se toma una
muestra, que se mezcla con agua.
Algunas técnicas deshacen
las heces a mano, otras utilizan una licuadora como las del hogar.
Y esencialmente hay dos
rutas para hacer llegar la muestra a la ubicación requerida: por la boca o por
el recto. Los procedimientos varían, pero se ha experimentado con enema,
colonoscopia, por vía oral con una cápsula o mediante un tubo nasogástrico o nasoduodenal.
Muchos son los casos
registrados en la literatura médica acerca de la bondad de estos transplantes.
Valga un botón de muestra.
Una mujer de 61 años que
tenía una diarrea crónica de ocho meses y había perdido ya 27kg y corría el
riesgo de morir por una infección de C.difficile porque ningún
antibiótico le daba resultado.
Su marido donó una muestra
de heces para el trasplante.
El éxito de los resultados
fue sorprendente. Dos días después podía tener heces normales, iba al baño como
cuando estaba sana, básicamente se curó.
Pasó de un estado muy
enfermo, desde el punto de vista de las especies microbianas que tenía, a
tener un microbioma saludable que era muy parecido al de su marido.
Los experimentos sugieren
que el procedimiento es eficaz en el 90% de los casos.
Y el entusiasmo en este
campo de la medicina ha hecho que se desarrollen proyectos, como el OpenBiome,
que es, esencialmente, un banco de heces.
Por el momento me despido no sin desearles un:
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