El 21 de febrero de 2022 publiqué, en este blog, una nota sobre Mileva Maric, la que fuera la primera esposa de Albert Einstein. Sostenía en ella que, probablemente, fuera una de las tantas mujeres de la historia que han sido invisibilizadas por oportunistas que se quedaron con sus méritos de ellas.
Una lectora, Olga Stahlschmidt, comentó, en
aquella oportunidad, que era el caso de muchas mujeres entre las que se
encontraba, ella decía, Rosalind Franklin.
Pues bien, estimados amigos, precisamente es de
Rosalind Franklin de quien quiero hablarles hoy.
Y para ello, debemos remontarnos al siglo XIX,
cuando Gregor Johann Mendel (1822-1884), un fraile agustino católico
y naturalista, formuló, por medio de los trabajos que llevó a cabo con
diversa variedad de arvejas, las hoy llamadas leyes de Mendel que
dieron origen a la herencia genética. Los primeros trabajos en genética
fueron realizados por Mendel. Inicialmente efectuó cruces de semillas y observó
que sucedía con los descendientes de dichos cruces.
De
todo ello quedó claro que había una transmisión, una herencia de caracteres de
los ancestros a los descendientes. Sin embargo, no se sabía aún cuál era el
vehículo a través del cual se manifestaba la herencia. Cuál era el eslabón
orgánico que permitía la herencia.
El siguiente paso se dio en a comienzos del siglo XX,
y fue Thomas Hunt Morgan quien lo dio. Comenzó a usar una especie de
mosca, la Drosophila Melanogaster, en la Universidad de Columbia en 1910
en un laboratorio conocido como "la sala de las moscas". Él y sus
colaboradores (incluso los famosos genetistas A.H. Sturtevant, Calvin Bridges,
y H. J. Muller), comenzaron experimentos utilizando botellas de leche para
criar moscas y lupas para observarlas. Las lupas fueron reemplazadas más tarde
por microscopios de disección. Gracias a estas moscas pequeñas e inofensivas,
Morgan y sus colaboradores dilucidaron muchos de los principios básicos de la herencia.
Las contribuciones científicas más importantes de
Morgan fueron en el campo de la Genética. Fue galardonado con el Premio
Nobel de Fisiología y Medicina en 1933 por la demostración de
que los cromosomas son portadores de los genes y, por lo tanto, de la
herencia.
De modo que, en la primera mitad del siglo XX ya
se había descubierto que los cromosomas, y sus eslabones constituyentes, los
genes, eran los portadores de la herencia.
¡Pero, faltaba algo por descubrir!
¡Cómo eran los cromosomas! ¡Cómo era su
estructura! ¡Como estaban construidos!
Y así llegamos a mediados del siglo XX en que
había varios científicos abocados a responder estos interrogantes.
Por un lado se encontraba el trío del inglés
Francis Crick, el americano James Watson y el neozelandés Maurice Wilkins; por
otro lado Rosalind Franklin, trabajando en solitario y por último el dos veces
premio Nobel, Linus Pauling.
Respecto de este último, recuerdo haber estudiado
la materia Química General, en la facultad, por “el Pauling”, como llamábamos
al libro de texto de su autoría.
Y ya que estoy hablando de Pauling, me agrada
recordar una anécdota suya. Él vivió hasta los 93 años, siendo que le
diagnosticaron cáncer a los sesenta y algo, y siempre decía que se debía a su
importante consumo de vitamina C (consumía de 18 a 20 gramos por día). Recuerdo
que una amiga mía, al conocer esta historia, me dijo: No sé
para que tomaba tanto porque, el organismo elimina por la orina todo lo que le
des por encima de la necesidad diaria. Y teniendo en cuenta que, la dicha
necesidad diaria está alrededor de 0,1 gramos, se ve claro que eliminaba la
mayor parte de lo que consumía. Sin embargo, este razonamiento peca de
simplista, teniendo en cuanta que hablamos de un premio Nobel de Química que,
seguramente, estaba al tanto de dicha aritmética. Y entonces, ¿Qué buscaba
Pauling? Lo que buscaba, ingiriendo esa cantidad exorbitante de vitamina era garantizar
que la cantidad de ella en su sangre fuera siempre el máximo.
¡Y parece que tan equivocado no estaba!
Pero, volvamos a Rosalind Franklin, que es el
motivo de esta nota. La científica nació en 1920 y murió a los 37 años debido a
un cáncer de ovario.
Resultó ser que, en 1953 James Watson y Francis
Crick publicaron en la revista Nature un artículo que marcó un hito
en el tema de la estructura del ADN. Dieron, finalmente con cómo era la dicha estructura:
Se trataba de la hoy famosa doble hélice del ADN. Dicho descubrimiento les valió,
en 1962, a Watson, Crick y Wilkins el premio Nobel de Medicina “por
sus descubrimientos sobre la estructura molecular de los ácidos nucleicos y su
importancia para la transferencia de información en la materia viva”.
Dicho sea de paso, se adelantaron por muy poco a
Pauling que se encontraba por el mismo camino.
Sin embargo, en la trastienda de esa hazaña
científica, hubo una historia de espionaje, suspenso y ocultamiento de los
méritos de una mujer. Watson y Crick no mencionaron explícitamente que, para
hacer su trabajo de 1953, se habían basado en los datos de los
trabajos de la científica Rosalind Franklin.
Hoy en día, y también en la revista Nature, se ha publicado
un artículo con pruebas que demuestran que Rosalind Franklin fue una codescubridora
de la estructura del ADN, en pie de igualdad con los científicos
James Watson, Francis Crick y Maurice Wilkins.
En su discurso en la ceremonia del Nobel, Watson
tampoco reconoció que Franklin (que había fallecido cuatro años antes) también
había contribuido para ese gran logro.
Durante las últimas cinco décadas, de a poco la
historia de Franklin empezó a salir a la luz.
El artículo de Nature, firmado por Matthew
Cobb, de la Universidad de Manchester, en el Reino Unido, y Nathaniel Comfort,
de la Universidad Johns Hopkins de los Estados Unidos, aportó pruebas que cambian
la leyenda que se ha construido sobre el descubrimiento de la estructura
de ADN.
La leyenda cuenta que el momento clave del
hallazgo fue cuando le mostraron a Watson una imagen de rayos X del ADN que era
del laboratorio de Franklin. Ella no había dado el permiso para que le muestren
la imagen ni sus datos a Watson, ni tampoco tuvo conocimiento del hecho.
La imagen es conocida como la “Fotografía
51”, y se considera “la piedra filosofal de la biología molecular”, escribieron
Cobb y Comfort. “Se ha convertido en el emblema tanto del logro de Franklin
como de su maltrato”, opinaron. La leyenda cuenta que la científica era quien
tenía la foto. Pero se contó que la mujer había sido incapaz de interpretar la
imagen y descifrar sus propios datos.
Los investigadores Cobb y Comfort visitaron el
archivo de Franklin en el Churchill College de Cambridge, en el Reino
Unido, y encontraron un borrador de un artículo para la prensa que hasta ahora
no había sido estudiado. Lo escribió la periodista Joan Bruce quien
había consultado a Franklin. Iba a estar destinado para la revista Time, pero
no llegó a ser publicado.
También en el archivo dieron con una carta que uno
de los colegas de Franklin escribió a Crick. En conjunto, esos documentos
demuestran que Franklin sí había comprendido la estructura del ADN.
En un diálogo con la prensa, el doctor Cobb,
quien es investigador en zoología y divulgador científico, afirmó:
“Consideramos que Franklin fue integrante con pie de igualdad del
cuarteto de científicos que resolvieron la doble hélice del ADN”.
Desde esa visión, Cobb mencionó: “Queremos decir
que Franklin no era ni una tonta testaruda que no entendía sus propios datos,
como la visión que se presenta en el libro La doble hélice, que fue
escrito por Watson”.
“Tampoco consideramos que haya sido la heroína
olvidada a la que le robaron sus datos. Por el contrario, los datos
de la científica contribuyeron de forma esencial al descubrimiento”, dijo Cobb.
Aclaró: “Este hallazgo no fue una carrera despiadada y emocionante por el
secreto de la vida como ahora se lo percibe”.
Otro hecho que generalmente se pasa por alto es
que, en 1953, además de la publicación del paper de Watson y Crick, Franklin
publicó un trabajo en la misma revista sobre el tema. También en junio de ese
año, la Royal Society hizo una presentación del hallazgo y lo mostraba como el
resultado de un esfuerzo conjunto, recordaron Cobb y Comfort.
El doctor en física Diego Lamas, investigador
del Conicet y de la Universidad Nacional de San Martín, en la Argentina, y
experto en cristalografía quien ha realizado diferentes actividades públicas
para visibilizar las contribuciones de Franklin, afirmó: “Es interesante que se
hayan publicado más pruebas que demuestran que la científica fue coautora del
descubrimiento en igualdad de condiciones con los otros los tres científicos.
Hubo un artículo de 1974 que también fue en esa dirección”.
“En su artículo de 1953, Watson y Crick admiten al
final que usaron información de Franklin. Pero, por supuesto, no dicen que
tuvieron acceso a un borrador del artículo que ella estaba escribiendo sobre
sus investigaciones con su estudiante Gosling”, subrayó.
Para el científico argentino, hay que resaltar que
“hoy no sólo se cumplen los 70 años del artículo de Watson y Crick. También se
cumplen 70 años de la publicación del artículo de Rosalind y Raymond Gosling.
Precisamente fue el artículo que contiene la famosa Foto 51 y que se
publicó el mismo día y en la misma edición. Fue el tercer trabajo de esa
trilogía de Nature sobre el ADN en 1953. Pero luego las
contribuciones de Franklin fueron opacadas”.
Franklin podría haber tenido méritos para ganar
dos premios Nobel, según Lamas. “Porque además de trabajar en la estructura del
ADN, aplicó la cristalografía de rayos X para determinar estructuras de virus de
interés para la agricultura. Aaron Klug fue un químico y bioquímico británico,
que continuó los trabajos de Rosalind y fue galardonado con el Premio Nobel de
Química en 1982″.
También Franklin desarrolló trabajos sobre
estructuras de carbono porosos que sirvió para hacer máscaras antigás. “Hizo
trabajos brillantes —opinó el doctor Lamas.
Y hasta aquí mi recuerdo de Rosalind Franklin. Y, como dije más arriba, mi recuerdo de Linus Pauling que, a punto estuvo de lograr su tercer premio Nobel. Espero que haya sido del interés de todos ustedes.
¡¡¡BOLETÍN 159!!!
La dirección electrónica desde donde podrán bajar el nuevo número del Boletín de Novedades en la Ciencia y en la Tecnología, el 159.
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El número 159 del Boletín trae artículos muy interesantes, como:
BEBIDAS - Monjes alemanes crean la primera cerveza en polvo del mundo
BIOLOGÍA - Células madre humanas utilizadas para crear un nuevo tipo de implante neural biohíbrido
BIOLOGÍA - Predicen que los humanos conseguirán la inmortalidad en 8 años
INTELIGENCIA ARTIFICIAL - GPT-5 asusta: La IA podría superar este mismo año a los humanos
...y muchos más. ¡Disfrútenlo y hasta la próxima!
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