domingo, 30 de abril de 2023

Rosalind Franklin

 El 21 de febrero de 2022 publiqué, en este blog, una nota sobre Mileva Maric, la que fuera la primera esposa de Albert Einstein. Sostenía en ella que, probablemente, fuera una de las tantas mujeres de la historia que han sido invisibilizadas por oportunistas que se quedaron con sus méritos de ellas.

Una lectora, Olga Stahlschmidt, comentó, en aquella oportunidad, que era el caso de muchas mujeres entre las que se encontraba, ella decía, Rosalind Franklin.

Pues bien, estimados amigos, precisamente es de Rosalind Franklin de quien quiero hablarles hoy.

Y para ello, debemos remontarnos al siglo XIX, cuando Gregor Johann Mendel (1822-1884), un fraile agustino católico y naturalista, formuló, por medio de los trabajos que llevó a cabo con diversa variedad de arvejas, las hoy llamadas leyes de Mendel que dieron origen a la herencia genética. Los primeros trabajos en genética fueron realizados por Mendel. Inicialmente efectuó cruces de semillas y observó que sucedía con los descendientes de dichos cruces.

Gregor Mendel

De todo ello quedó claro que había una transmisión, una herencia de caracteres de los ancestros a los descendientes. Sin embargo, no se sabía aún cuál era el vehículo a través del cual se manifestaba la herencia. Cuál era el eslabón orgánico que permitía la herencia.

El siguiente paso se dio en a comienzos del siglo XX, y fue Thomas Hunt Morgan quien lo dio. Comenzó a usar una especie de mosca, la Drosophila Melanogaster, en la Universidad de Columbia en 1910 en un laboratorio conocido como "la sala de las moscas". Él y sus colaboradores (incluso los famosos genetistas A.H. Sturtevant, Calvin Bridges, y H. J. Muller), comenzaron experimentos utilizando botellas de leche para criar moscas y lupas para observarlas. Las lupas fueron reemplazadas más tarde por microscopios de disección. Gracias a estas moscas pequeñas e inofensivas, Morgan y sus colaboradores dilucidaron muchos de los principios básicos de la herencia.

Thomas Hunt Morgan

Las contribuciones científicas más importantes de Morgan fueron en el campo de la Genética. Fue galardonado con el Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1933 por la demostración de que los cromosomas son portadores de los genes y, por lo tanto, de la herencia.

De modo que, en la primera mitad del siglo XX ya se había descubierto que los cromosomas, y sus eslabones constituyentes, los genes, eran los portadores de la herencia.

¡Pero, faltaba algo por descubrir!

¡Cómo eran los cromosomas! ¡Cómo era su estructura! ¡Como estaban construidos!

Y así llegamos a mediados del siglo XX en que había varios científicos abocados a responder estos interrogantes.

Por un lado se encontraba el trío del inglés Francis Crick, el americano James Watson y el neozelandés Maurice Wilkins; por otro lado Rosalind Franklin, trabajando en solitario y por último el dos veces premio Nobel, Linus Pauling.

Respecto de este último, recuerdo haber estudiado la materia Química General, en la facultad, por “el Pauling”, como llamábamos al libro de texto de su autoría.

  Linus Carl Pauling (1901-1994) fue un ingeniero químico, bioquímico y activista estadounidense. Él mismo se consideraba cristalógrafo, biólogo molecular e investigador médico. Fue uno de los primeros químicos cuánticos, y recibió el Premio Nobel de Química en 1954, por su trabajo en el que describía los enlaces químicos. Pauling es, hasta ahora, una de las pocas personas que han recibido el Premio Nobel en más de una ocasión, y las dos veces de manera individual,​ ya que también recibió el Premio Nobel de la Paz en 1962, por su campaña contra las pruebas nucleares terrestres y el Premio Lenin de la Paz en 1969 por su activismo y defensa de los Derechos Humanos.

Linus Pauling

Y ya que estoy hablando de Pauling, me agrada recordar una anécdota suya. Él vivió hasta los 93 años, siendo que le diagnosticaron cáncer a los sesenta y algo, y siempre decía que se debía a su importante consumo de vitamina C (consumía de 18 a 20 gramos por día). Recuerdo que una amiga mía, al conocer esta historia, me dijo: No sé para que tomaba tanto porque, el organismo elimina por la orina todo lo que le des por encima de la necesidad diaria. Y teniendo en cuenta que, la dicha necesidad diaria está alrededor de 0,1 gramos, se ve claro que eliminaba la mayor parte de lo que consumía. Sin embargo, este razonamiento peca de simplista, teniendo en cuanta que hablamos de un premio Nobel de Química que, seguramente, estaba al tanto de dicha aritmética. Y entonces, ¿Qué buscaba Pauling? Lo que buscaba, ingiriendo esa cantidad exorbitante de vitamina era garantizar que la cantidad de ella en su sangre fuera siempre el máximo.

¡Y parece que tan equivocado no estaba!

Pero, volvamos a Rosalind Franklin, que es el motivo de esta nota. La científica nació en 1920 y murió a los 37 años debido a un cáncer de ovario.

Rosalind Franklin

Resultó ser que, en 1953 James Watson y Francis Crick publicaron en la revista Nature un artículo que marcó un hito en el tema de la estructura del ADN. Dieron, finalmente con cómo era la dicha estructura: Se trataba de la hoy famosa doble hélice del ADN. Dicho descubrimiento les valió, en 1962, a Watson, Crick y Wilkins el premio Nobel de Medicina “por sus descubrimientos sobre la estructura molecular de los ácidos nucleicos y su importancia para la transferencia de información en la materia viva”.

Dicho sea de paso, se adelantaron por muy poco a Pauling que se encontraba por el mismo camino.

Sin embargo, en la trastienda de esa hazaña científica, hubo una historia de espionaje, suspenso y ocultamiento de los méritos de una mujer. Watson y Crick no mencionaron explícitamente que, para hacer su trabajo de 1953, se habían basado en los datos de los trabajos de la científica Rosalind Franklin.

Hoy en día, y también en la revista Nature, se ha publicado un artículo con pruebas que demuestran que Rosalind Franklin fue una codescubridora de la estructura del ADNen pie de igualdad con los científicos James Watson, Francis Crick y Maurice Wilkins.

Watson y Crick

En su discurso en la ceremonia del Nobel, Watson tampoco reconoció que Franklin (que había fallecido cuatro años antes) también había contribuido para ese gran logro.

Durante las últimas cinco décadas, de a poco la historia de Franklin empezó a salir a la luz.

El artículo de Nature, firmado por Matthew Cobb, de la Universidad de Manchester, en el Reino Unido, y Nathaniel Comfort, de la Universidad Johns Hopkins de los Estados Unidos, aportó pruebas que cambian la leyenda que se ha construido sobre el descubrimiento de la estructura de ADN.

La leyenda cuenta que el momento clave del hallazgo fue cuando le mostraron a Watson una imagen de rayos X del ADN que era del laboratorio de Franklin. Ella no había dado el permiso para que le muestren la imagen ni sus datos a Watson, ni tampoco tuvo conocimiento del hecho.

La imagen es conocida como la “Fotografía 51”, y se considera “la piedra filosofal de la biología molecular”, escribieron Cobb y Comfort. “Se ha convertido en el emblema tanto del logro de Franklin como de su maltrato”, opinaron. La leyenda cuenta que la científica era quien tenía la foto. Pero se contó que la mujer había sido incapaz de interpretar la imagen y descifrar sus propios datos.

Fotografía 51

Los investigadores Cobb y Comfort visitaron el archivo de Franklin en el Churchill College de Cambridge, en el Reino Unido, y encontraron un borrador de un artículo para la prensa que hasta ahora no había sido estudiado. Lo escribió la periodista Joan Bruce quien había consultado a Franklin. Iba a estar destinado para la revista Time, pero no llegó a ser publicado.

También en el archivo dieron con una carta que uno de los colegas de Franklin escribió a Crick. En conjunto, esos documentos demuestran que Franklin sí había comprendido la estructura del ADN.

En un diálogo con la prensa, el doctor Cobb, quien es investigador en zoología y divulgador científico, afirmó: “Consideramos que Franklin fue integrante con pie de igualdad del cuarteto de científicos que resolvieron la doble hélice del ADN”.

Desde esa visión, Cobb mencionó: “Queremos decir que Franklin no era ni una tonta testaruda que no entendía sus propios datos, como la visión que se presenta en el libro La doble hélice, que fue escrito por Watson”.

La doble hélice

“Tampoco consideramos que haya sido la heroína olvidada a la que le robaron sus datos. Por el contrario, los datos de la científica contribuyeron de forma esencial al descubrimiento”, dijo Cobb. Aclaró: “Este hallazgo no fue una carrera despiadada y emocionante por el secreto de la vida como ahora se lo percibe”.

Otro hecho que generalmente se pasa por alto es que, en 1953, además de la publicación del paper de Watson y Crick, Franklin publicó un trabajo en la misma revista sobre el tema. También en junio de ese año, la Royal Society hizo una presentación del hallazgo y lo mostraba como el resultado de un esfuerzo conjunto, recordaron Cobb y Comfort.

El doctor en física Diego Lamas, investigador del Conicet y de la Universidad Nacional de San Martín, en la Argentina, y experto en cristalografía quien ha realizado diferentes actividades públicas para visibilizar las contribuciones de Franklin, afirmó: “Es interesante que se hayan publicado más pruebas que demuestran que la científica fue coautora del descubrimiento en igualdad de condiciones con los otros los tres científicos. Hubo un artículo de 1974 que también fue en esa dirección”.

“En su artículo de 1953, Watson y Crick admiten al final que usaron información de Franklin. Pero, por supuesto, no dicen que tuvieron acceso a un borrador del artículo que ella estaba escribiendo sobre sus investigaciones con su estudiante Gosling”, subrayó.

Para el científico argentino, hay que resaltar que “hoy no sólo se cumplen los 70 años del artículo de Watson y Crick. También se cumplen 70 años de la publicación del artículo de Rosalind y Raymond Gosling. Precisamente fue el artículo que contiene la famosa Foto 51 y que se publicó el mismo día y en la misma edición. Fue el tercer trabajo de esa trilogía de Nature sobre el ADN en 1953. Pero luego las contribuciones de Franklin fueron opacadas”.

Franklin podría haber tenido méritos para ganar dos premios Nobel, según Lamas. “Porque además de trabajar en la estructura del ADN, aplicó la cristalografía de rayos X para determinar estructuras de virus de interés para la agricultura. Aaron Klug fue un químico y bioquímico británico, que continuó los trabajos de Rosalind y fue galardonado con el Premio Nobel de Química en 1982″.

También Franklin desarrolló trabajos sobre estructuras de carbono porosos que sirvió para hacer máscaras antigás. “Hizo trabajos brillantes —opinó el doctor Lamas.

Y hasta aquí mi recuerdo de Rosalind Franklin. Y, como dije más arriba, mi recuerdo de Linus Pauling que, a punto estuvo de lograr su tercer premio Nobel. Espero que haya sido del interés de todos ustedes.

                              ¡¡¡BOLETÍN 159!!!

La dirección electrónica desde donde podrán bajar el nuevo número del Boletín de Novedades en la Ciencia y en la Tecnología, el 159.

https://www.dropbox.com/scl/fi/5xzaetncna50k66pzl1oj/CyT-159.docx?dl=0&rlkey=kvuww4lo71bzcnz062joalgnw

 Recuerden que, la manera de operar es copiando el enlace y pegándolo en la ranura de direcciones, luego Enter.

El número 159 del Boletín trae artículos muy interesantes, como:

ARQUITECTURA - Impresionante pabellón en espiral para exhibir la experiencia checa en vidrio

BEBIDAS - Monjes alemanes crean la primera cerveza en polvo del mundo

BIOLOGÍA - Células madre humanas utilizadas para crear un nuevo tipo de implante neural biohíbrido

BIOLOGÍA - La técnica del bebé con tres padres podría crear bebés con riesgo de enfermedad grave

BIOLOGÍA - Predicen que los humanos conseguirán la inmortalidad en 8 años

INTELIGENCIA ARTIFICIAL - GPT-5 asusta: La IA podría superar este mismo año a los humanos

...y muchos más. ¡Disfrútenlo y hasta la próxima!

domingo, 23 de abril de 2023

Acerca de la muerte de Mozart

  Les comento, estimados amigos, que muchos de ustedes me han solicitado que escriba esta nota. De modo que motoricé una búsqueda sobre qué es lo que se sabe acerca del tema y, lentamente, fui dando forma al siguiente informe.

   Resultó, por momentos, un poco técnico, pero no había otra forma de hacerlo de otro modo y ser, a la vez, lo más preciso posible.

  Espero, con él, haber cumplido con las demandas que me hicieron y deseo que capte su atención de ustedes por el interés que les genere.

  Helo aquí:

El 20 de noviembre de 1791, durante una epidemia de fiebre (que no se sabe exactamente de qué fue), Wolfgang Amadeus Mozart enfermó inesperadamente - desarrollando una fiebre alta, dolor de cabeza, sudores, y una severa hinchazón con dolor en sus manos y piernas. Por el 14to. día de su enfermedad, su hinchazón había empeorado a la magnitud de que su cuerpo entero había adquirido proporciones enormes. Con la hinchazón vino la náusea y el vómito, la diarrea, un salpullido persistente y un abominable hedor qué emanaba de su cuerpo para saludar a sus visitantes. Un cambio súbito en el carácter lo llevó a desterrar a su querido canario de su habitación de enfermo, totalmente irritado.

Sólo quince días después del ataque de la enfermedad, el 5 diciembre, el gran músico sufrió una convulsión, cayó en un coma y murió. Tenía 35 años.

La causa de su muerte se consignó como “fiebre miliar severa”, lo que implicaba, en esa época, cualquier enfermedad que se manifestara en la forma de fiebre y salpullido, aun cuando sus obituarios mencionaron “hidropesía del corazón” lo que se refería al edema

El entierro se llevó a cabo dos días después en la Catedral de St. Stephen, dónde Mozart se había casado su esposa Constanze sólo nueve años antes. Nunca se llevó a cabo una autopsia de su cuerpo, aunque Eduard Guldener von Lobes, el médico que lo examinó, no encontró ninguna evidencia de juego sucio. Contrariamente a la (romántica) creencia popular, Mozart no tuvo el entierro de un pobre. Su viuda había pagado un entierro de tercera clase que, aunque ciertamente el más barato, era el más común en Vienna. Los funerales de primera clase eran sólo para los aristócratas y la realeza, el resto de la sociedad los recibía de segunda o tercera clase. Estos sólo diferían en la ceremonia de la iglesia, la elección de campanas y música y el número de portaféretros. Por el otro lado, el funeral de los indigentes era provisto, sin cargo, por la parroquia.

Lejos de ser ignorado, una multitud de entusiastas y admiradores del gran compositor se presentó en Wälscher Platz y St. Stephen para dar sus últimos respetos a uno de los más grandes genios de la música clásica.

Y todavía, más de 200 años después de su muerte, la causa del fallecimiento de Mozart sigue siendo un misterio. Durante más de dos siglos historiadores, antropólogos, musicólogos y doctores han debatido este misterio en libros, periódicos y conferencias –y la solución todavía los elude. Entretanto, el público, revuelto por la imaginación romántica, se pregunta: Mozart ¿Fue asesinado, o fue la enfermedad la que lo mató?

¿Por qué la Muerte de Mozart Permanece un Misterio?

  El obstáculo más grande que enfrentaron los investigadores para poder determinar la causa de la muerte de Mozart fue que no tuvieron un cadáver para examinar. Incluso restos corporales muy viejos pueden dar pistas acerca de las aflicciones o imposiciones que causaron la muerte. Desgraciadamente, al cuerpo de Mozart nunca se le practicó la autopsia por su médico, y gracias a su entierro de tercera clase, exhumación y subsecuente fosa común, sus restos ahora también se encuentran perdidos para los investigadores modernos.

Esto no habría sido tanto el problema si el médico de Mozart hubiera sido más completo en sus investigaciones. Desgraciadamente, todo lo que los investigadores tienen para trabajar son los varios testimonios de sus doctores y de aquéllos que lo vieron morir. Esto ha enfrentado a los investigadores con dos problemas obvios:

 1.- La diferencia en las normas médicas y en la terminología.

 En la época de Mozart, las normas médicas eran comparativamente primitivas –el equipo común en la medicina moderna, como los estetoscopios y termómetros, no se introdujo hasta el siglo XIX. No había ninguna manera objetiva de medir los signos vitales de una persona, ni tampoco se podía supervisar el corazón y los pulmones de un paciente clara o fácilmente. (Y si el paciente estuviera tan hinchado y hediondo como Mozart en sus últimos días, probablemente tampoco se querría apretar la oreja contra su pecho). Así, las observaciones de los síntomas de un paciente eran subjetivas y no estandarizadas.

La terminología médica y las teorías de la enfermedad también eran sumamente diferentes de lo que se acepta en la práctica médica de hoy, tornando difícil seguir el curso de la discusión médica para alguien que no tiene ningún conocimiento de la historia de la medicina. Por consiguiente, los diagnósticos de desórdenes hechos en el pasado pueden ser totalmente inexactos hoy, e incluso podrían referirse en total a enfermedades completamente diferentes. También, como se ha señalado, incluso cuando estos médicos tempranos hacían un diagnóstico que todavía se aplica hoy, podrían haber incluido bajo el nombre de una sola enfermedad varias enfermedades similares entre si, pero que ahora son consideradas totalmente diferentes. La navaja de Occam fue usada a menudo al evaluar una enfermedad. También conocida como la ley de la parsimonia, animaba a los médicos a que atribuyeran todos los síntomas y señales observados a un solo desorden o enfermedad, en lugar de a varias concurrentes. Esto se complica más aun por el hecho de que estos médicos tempranos eran mayormente incapaces de diferenciar entre los síntomas de la enfermedad y los efectos adversos del tratamiento.

2.- Testimonios contradictorios.

 La parte mayor de los registros médicos disponibles para aquéllos que investigan la muerte de Mozart se encuentran en la forma de testimonios originados en familiares y amigos que no eran conocedores de la ciencia médica, a quienes sólo se entrevistó años después del fallecimiento de Mozart. Degradados por la memoria vacilante y por la dramatización, estos testimonios presentan cuadros contradictorios de los últimos días de Mozart.

Según Sophie, la hermana de Constanze, las cataplasmas frías que el médico Dr. Closset había puesto en la cabeza ardiente de Mozart lo dejaron inconsciente justo hasta el momento de su muerte, y el último movimiento de Mozart fue un esfuerzo por expresar vocalmente los pasajes del tambor del Requiem que estaba escribiendo.

La propia Constanze, sin embargo, mantuvo que simplemente antes de que la muerte lo superara, Mozart le había dicho, yo me moriré... Ah, ahora te dejaré desprovista para, y seguidamente había vomitado y se había muerto.

Por otro lado, el amigo de Mozart, Benito Schack dijo que Mozart había pedido que le trajeran a su cama la partitura del Requiem, y que él, Mozart y otros pocos lo habían cantado hasta las primeras barras del Lacrimosa, después de lo cual Mozart estalló en unas súbitas lágrimas –lo que implicaría que Mozart había terminado el Lacrimosa, cosa que la mayoría de las fuentes mantiene que él nunca completó realmente.

El hijo de Mozart, Karl, que contaba con siete años en el momento de la muerte de Mozart, refirió que unos días antes de que él se muriera, su cuerpo entero se hinchó tanto que el paciente era incapaz de hacer el más pequeño movimiento; más aun, había un hedor que reflejaba una desintegración interna que, después de la muerte, aumentó a tal magnitud que una autopsia era imposible.

No se sabe cuánto de estos testimonios es incorrupto, pero por lo menos todas las partes están de acuerdo en una cosa: Que Mozart había sufrido una severa hinchazón en sus manos y pies que progresó a todo su cuerpo, que él había sufrido dolor y había sido seguidamente incapaz de movimiento.

 Las especulaciones sobre la causa de su muerte.

 1.- Asesinato

 Dado que Mozart fue nada menos que un fenómeno musical, es natural que surjan románticas especulaciones de asesinato por rivales dementes, celosos. El propio Mozart alimentó estos rumores de asesinato diciéndole a Constanze en 1789 que sólo estoy muy consciente [de que] mi fin no tardará mucho; ¡con seguridad, alguien me ha envenenado!' Seis meses antes de su muerte, se sabe que confió a una fuente que alguien me ha dado acqua toffana y ha calculado el tiempo preciso de mi muerte. El acqua toffana, cuya fórmula original se debe a una napolitana llamada Tofana, es un líquido incoloro e insípido que contiene arsénico. En el siglo XVII se vendía como cosmético a las mujeres italianas con la leyenda de que era “una substancia milagrosa que emanaba de la tumba de San Nicolás de Bari”; muchas de ellas, sin embargo, la compraban con el propósito de acelerar su viudez.

El hijo de Mozart, Karl, también ofreció el testimonio corroborativo siguiente: ... el cadáver no se puso tieso y frío, sino que, como era el caso con Papa Ganganelli y aquéllos que se mueren envenenados por las plantas, permaneció suave y elástico.

Las hipótesis de asesinato, que van desde las vagamente creíbles a las claramente ridículas, hace mucho tiempo que se han descartado, ante la ausencia de evidencias; sin embargo, en mor de la discusión, son incluidas en este artículo. Las teorías más populares apuntan a:

Antonio Salieri

 Para la mayoría de las personas, Salieri era el perpetrador perfecto. Éra el Kapellmeister de la corte de compositores del momento y estaba en una posición de poder. En sus años tardíos, hundido en la locura, habría confesado, según se alega, que envenenó a Mozart. De hecho, fue informado que la propia Constanze habría vociferado, a cualquiera que quisiera escuchar, que Salieri había conspirado para matar a su esposo. Sin embargo, hay quien considera que los testimonios de Constanze no son confiables ya que se dice que contaba coloridas historias a sus audiencias concernientes a la vida de Mozart (algunas de las cuales habrían sido fabricadas o exageradas), y que inventó trágicas historias con la esperanza de recibir una pensión del Emperador José II.

Este rumor fue motorizado por el escritor ruso Aleksandr Pushkin (1799 - 1837), quién en 1830 escribió una obra corta llamada Mozart y Salieri en la que la envidia y el resentimiento llevan a Salieri a asesinar a su rival. Envidia porque obviamente Mozart era más dotado y resentimiento porque sus logros y talento iban en desacuerdo con su conducta infantil. De acuerdo a la obra, Salieri siente que es injusto que el sagrado don del genio inmortal parezca ser otorgado arbitrariamente, en lugar de ser la recompensa de una vida de afán y devoción.

Peter Shaffer incorporó después este tema en su obra Amadeus que resultó una película galardonada –aunque en esta versión, Salieri conduce a Mozart a su muerte saboteando su carrera y provocándolo entonces a terminar el Requiem aun cuando Mozart estaba evidentemente enfermo.

Sin embargo, Ignaz Moscheles que fue alumno de Beethoven y Salieri y que visitó a Salieri en 1823, refiere que su maestro le dijo ... puedo asegurarle, bajo mi palabra de honor, que no hay verdad en ese rumor absurdo: usted sabe, que se supone que yo envenené a Mozart. De hecho, el Dr Guldener von Lobes, que examinó el cuerpo de Mozart, no encontró ninguna evidencia de juego sucio. Las dos enfermeras que cuidaron a Salieri continuamente desde invierno de 1823 también testificaron que sólo ellas y los médicos habían visto a Salieri, y que el paciente nunca confesó que hubiera envenenado a Mozart.

A pesar de la supuesta envidia y resentimiento, no hay ningún motivo claro acerca de por qué Salieri debe compelerse a matar a Mozart. Después de todo, era Salieri, y no Mozart, el músico principal de Emperador José II. Era Salieri quien tenía un sueldo más alto, mayor riqueza, y una reputación casi equivalente a la de Mozart. Adicionalmente, contrario al rumor promovido por Amadeus, la música de Salieri (aunque ningún trabajo de genio) no fue el enredo abominable que se retrató en la obra, sino que era de hecho bastante buena. Además, la relación entre los dos compositores en el momento de la muerte de Mozart había sido amable, y uno de los estudiantes de Salieri mantuvo que Salieri no albergaba rencor contra Mozart, que lo eclipsó.

 Franz Hofdemel

 Es ampliamente conocido que Mozart siempre fue un notorio mujeriego. Mantuvo relación durante un tiempo con su prima antes de seguir a Aloysia –quién, de repente, un día se tornó fría con él– y después se casó con su hermana Constanze. Tan se alzaron rumores de que Mozart había ido un poco demasiado lejos con Magdalena Hofdemel, a quien solía visitar en su casa, cosa que evidentemente nunca hizo con otros estudiantes, de 23 años de edad y esposa de su hermano de logia masónica Franz Hofdemel. De hecho, Ludwig van Beethoven alegó que los dos tuvieron una aventura amorosa, y de ahí en más él se había negado a ejecutar en su presencia porque había existido una intimidad demasiado grande entre ella y Mozart.

Un argumento surgió aparentemente en la casa de Hofdemel el día después del entierro de Mozart, cuando un visitante entró en la casa y encontró a Magdalena yaciendo en un mar de su propia sangre, con su cara, brazos y cuello tajeados. Franz, que había cortado su propia garganta con la misma navaja de afeitar, fue hallado en el cuarto vecino. Magdalena que estaba en el quinto mes de embarazo fue reavivada después y dio a luz a un muchacho. Y dado que lo había nombrado según Mozart y su marido, se empezaron a extender los rumores de que Magdalena había sido la amante de Mozart, y que el niño del que había estado embarazada era de éste. Según se alega, Franz había averiguado sobre el asunto y había envenenado a Mozart antes de intentar matar a Magdalena y cometer el suicidio.

Los Francmasones y los judíos, y casi todos los demás 

 Cuando todo el resto falla, culpe a los Francmasones y a los judíos.

Mozart se volvió un francmasón en 1784 y había escrito varios trabajos para la organización. Se rumoreó que los francmasones mataron a Mozart después de que él escribió La Flauta Mágica, ya que la ópera desafiaba sus doctrinas o descubría sus rituales confidenciales. Erich Ludendorff, un general alemán de la Primera Guerra Mundial, llevó las cosas un paso más allá metiendo a los judíos en el cuadro, exigiendo que ellos habían conspirado con los masones para envenenar a Mozart. Esta imputación tenía sus raíces casi ciertamente en el prejuicio antisemita.

Matilde, la esposa de Ludendorff, que era una neurosiquiatra, sugirió que los conspiradores eran los judíos, los francmasones y los católicos. (Y uno que pensaba que la especulación de Erich Ludendorff era improbable).

El propio Mozart

Interesantemente también, hay aquéllos que creen que Mozart padecía sífilis y que, mientras se trataba con mercurio, calculó mal la dosis y por consiguiente se mató. Y tal como se mofó el Dr. Faith Fitzgerald, Y claro, Mozart se murió de sífilis, así como de todo lo demás, porque todo gran hombre muere de sífilis.

Por qué se han descartado las teorías del envenenamiento

Las historias sobre Mozart siendo envenenado pueden parecer atractivas, pero desgraciadamente no explican sus síntomas. Es más, el envenenamiento con arsénico y mercurio tienen su propio juego de síntomas que, ¡ay!, realmente no se ve aquí.

Si realmente Mozart hubiera sido envenenado con arsénico, de hecho, habría padecido náuseas, vómitos, diarrea y coma como han descripto los testigos; sin embargo, también habría experimentado ardor de garganta, dificultad para tragar, dolor abdominal, hipotensión, cyanosis, una condición en la que la superficie de la piel se torna azulada, debido a la inadecuada cantidad de oxígeno en la sangre, dificultad para respirar, delirio, anormalidades sensomotoras, y eritroderma, intenso y ampliamente difundido enrojecimiento de la piel proveniente de la dilatación de los vasos sanguíneos, frecuentemente precedido o asociado con una exfoliación. Todo lo cual estuvo ausente aquí.

Igualmente, si la muerte de Mozart hubiera sido a causa de envenenamiento con mercurio, los observadores también deberían haber notado pérdida de memoria, salivación excesiva, hipersensibilidad emocional, olvido, timidez y delirio. Su escritura también debería haber mostrado temblores que son la señal más común de envenenamiento con mercurio. Considerando todo esto, es mucho más probable que Mozart haya sufrido una dolencia de otra clase que, que haya sido envenenado por un rival celoso.

Accidente

Sorprendentemente, un par de investigadores ha roto la norma de atribuir la muerte de Mozart a un asesinato o a dolencias extrañas, anunciando que Mozart murió de complicaciones que surgieron de accidentes. 

El primero en promover esta historia fue el antropólogo francés Pierre-Francoise Puech que reclama haber identificado positivamente un cráneo del Mozarteum de Salzburgo como perteneciente a Mozart. Puech atrajo la atención sobre una fractura en el cráneo, exigiendo que se debió a una de las muchas caídas de Mozart en 1791 y que habría causado la magulladura crónica que eventualmente puso a Mozart en coma y luego lo mató. Se supone que el cráneo fue rescatado por un sepulturero de nombre Joseph Rothmayer durante la reorganización de la tumba del compositor y que después éste lo dio al Mozarteum de Salzburgo. Tres años después, el médico americano Niles E. Drake concurrió con la teoría de Puech en un artículo que se publicó en el periódico BioScience. Esta teoría ayudaría de hecho a explicar por qué Mozart estaba deprimido y aturdido no mucho antes de su muerte. 

El problema obvio con esta teoría es que no hay todavía ningún acuerdo general acerca de si el cráneo realmente perteneció a Mozart. Según se alega, Rothmayer envolvió un alambre alrededor del cuello del cadáver de Mozart antes de enterrarlo y, gracias a él, recuperó el cráneo diez años después, cuando fue exhumado. La investigación ha concluido que el cráneo perteneció a un varón alemán del Sur, de 20-40 años de edad, que sufrió una anormalidad de desarrollo llamada sinopsis prematura de la sutura metópica (PSMS en inglés). Esta anormalidad se caracteriza por el hecho de que el hueso de la frente se desarrolla en dos mitades y la falla de la sutura metópica de cerrarse después del nacimiento. Esto redunda en un rostro ancho y un cráneo pequeño, anormalmente formado. Como los retratos de Mozart lo pintan con una frente recta, vertical, nariz bulbosa y pómulos, labio superior y arcos superciliares prominentes, se supuso que el cráneo perteneció de hecho a él. Una investigación extensa que involucra la superposición de una fotografía del cráneo con en los retratos de Mozart pintados entre 1778 y 1788, indica conformidad con todas las proporciones de la cabeza. 

Sin embargo, el Profesor TJ Murray, neurólogo de Nova Scotia, que fundó la Sociedad Dalhousie para la Historia de Medicina, niega que el cráneo sea el de Mozart como se ve en los retratos. Walter Brauneis, archivero de la Oficina para la Preservación de Monumentos Históricos en Austria, emprendió, para llevar a cabo su propia investigación, la localización de los archivos médicos oficiales acerca de la muerte de Mozart. Sorprendentemente, encontró la descripción del cuerpo por un doctor que menciona que Mozart tenía sólo siete dientes que permanecían en su boca (¡El resto se había podrido o caído!) Cuando el cráneo del Mozarteum fue reexaminado se encontró que tenía cuatro dientes más de los que consignaba el doctor. Los partidarios de Puech especularon que, probablemente, el doctor contó sólo los dientes saludables.

La única manera de estar seguro acerca de de quién es el cráneo sería realizar un análisis de ADN en él; desgraciadamente, todos los hijos de Mozart murieron sin hijos. 

Enfermedad

La Sociedad Dalhousie para la Historia de la Medicina llevó a cabo un simposio titulado La Medicina en la Edad de Mozart en 1991, 200 años después de la muerte de Mozart. El simposio, organizado por el Dr. Edward Carl Abbott (médico distinguido, cardiólogo y endocrionólogo) congregó un equipo multidisciplinario que incluía historiadores, antropólogos, especialistas médicos de varios campos y epidemiólogos para discutir el misterio de la muerte de Mozart, y para estudiar el perfil de la enfermedad en la segunda mitad del siglo XIX. El libro del simposio, Mozart y la Medicina se publicó como una edición especial del Informe Dalhousie. 

Nueve años después, la Universidad de Maryland llevó a cabo el más inusual postmortem en la historia de la medicina –con la peculiaridad de que el cadáver a ser examinado está perdido. A diferencia de las autopsias normales, esta Universidad sostiene conferencias anuales de patología clínica histórica dónde se invita a un médico para diagnosticar misteriosas enfermedades de figuras históricas. La figura histórica durante ese año fue Mozart. 

Está claro para los médicos que Mozart se murió de una enfermedad de alguna clase. Se han propuesto muchas posibles enfermedades de grados variables de plausibilidad, que van desde la fiebre tifoidea hasta la tuberculosis, la sífilis, la hepatitis. Sin embargo, la enfermedad en cuestión no es directamente transmisible de persona a persona –si hubiera sido muy infecciosa, entonces probablemente Sophie se habría contagiado, e incluso más Constanze que se había arrastrado a la cama con su marido esperando contagiarse su enfermedad y morir con él. Por otro lado, tiene que ser capaz de causar una epidemia –una contradicción más que interesante. 

Las posibilidades que médicos, historiadores y músicos han especulado en durante los años incluyen:

Uremia

La hermana menor de Constanze, Sophie, pasó mucho tiempo cuidando a Mozart durante sus últimos días ya que, por ese tiempo, éste era incapaz de moverse. Durante ese tiempo tuvo lugar entre ellos un intercambio interesante cuando, alentado por Sophie que le dijo que fuera valiente, que no moriría, Mozart contestó, Por qué, ya tengo el sabor de la muerte en mi lengua.

Asumiendo que Mozart estaba lúcido y que no abrigaba ilusiones paranoicas en el momento, esto podría indicar, como han sugerido algunos médicos, que Mozart padecía de uremia. Investigadores que pertenecen a esta escuela de pensamiento han resaltado dos cosas que apuntan en esa dirección:

1.- Una descripción del padre de Mozart, Leopold Mozart, de una enfermedad que Mozart sufrió algún día en 1784: ... él transpiró tan profusamente que su ropa estaba empapada... tuvo un violento ataque de cólico que acabó cada vez en un violento vómito, y

2.- La oreja malformada de Mozart, razonando que desde que las orejas y los riñones se desarrollan en aproximadamente el mismo momento en el embrión humano, entonces una oreja malformada implicaría también problemas del riñón.

Uremia es un término flojamente dado a una cornucopia de síntomas y anormalidades físicas que surgen de fallas del riñón para eliminar los productos nitrogenados de desecho normalmente excretados en la orina. Sus efectos tóxicos afectan casi todos los órganos humanos, manifestándose en la forma de hinchazón de los tobillos (edema), náusea, vómitos, convulsiones, coma y –finalmente– la muerte; lo que explicaría los síntomas de Mozart al final de sus días. La “muerte” que él saboreó en su lengua habría sido causada por la acumulación de productos de desecho en su boca, causando respiración sucia.

Sin embargo, Mozart no ha sido descrito como anémico (la anemia siempre está presente en los casos de uremia porque los altos niveles de urea en la sangre acortan el tiempo de vida de los glóbulos rojos), ni tampoco sufrió comezón y paroxismos histéricos que son otros síntomas comunes de la uremia. Además, aunque la falla renal puede causar edema sin la respiración, es una enfermedad epidémica escasamente asociada con la fiebre, el salpullido, hinchazón de los miembros y preservación del raciocinio. Mozart tampoco fue conocido para tener una historia de trastorno renal. Y, contrariamente a la progresión típica de la uremia, su coma tampoco fue prolongado, y tuvo una salud razonablemente buena hasta poco antes su muerte. Quizás, si él hubiera nacido doscientos años después, las pruebas podrían haber indicado un aumento en la tensión arterial y una elevación en ciertos componentes de la sangre como la urea, el ácido úrico y la creatinina; sin embargo, dado que Mozart nació en una edad oscura de la medicina, sólo puede especularse sobre la química de su sangre.

Purpura Henoch-Schönlein

 El Dr. Peter J Davies autor del libro Mozart personalmente: Su Carácter y Salud, cree firmemente que Mozart se murió de una enfermedad de hipersensibilidad llamado Purpura Henoch-Schönlein (HSP). Nombrada así por los doctores Lucas Schönlein y Edward Henoch que la identificaron en el siglo XIX. El HSP es causado por una respuesta anormal del sistema inmunológico, que desencadena una vasculitis hipersensible y una respuesta inflamatoria en los vasos sanguíneos. Esta enfermedad afecta los capilares en la piel y frecuentemente los riñones también, produciendo un salpullido en la piel, dolor abdominal, diarrea, deposiciones sangrientas y artritis, las articulaciones más frecuentemente afectadas son aquéllas de los tobillos y las rodillas. Davies defiende que es esta enfermedad la que Mozart contrajo en 1784 y que resultó en la falla del riñón al final de sus días. Agravado por el sangrado, se supone que Mozart desarrolló una hemorragia cerebral y murió de neumonia, que normalmente se desarrolla cuando el paciente ya está moribundo.

El problema con esta teoría es que, a pesar de las alegaciones de Dr. Davies, no explica la mitad de los síntomas de Mozart realmente –o por qué Mozart no exhibió alguno de los síntomas principales. En primer lugar, nadie ha mencionado nunca manchas purpúreas en el cuerpo de Mozart que es un obsequio para el muerto en esta enfermedad. Luego está el factor de prevalencia –aunque esta enfermedad se observa más frecuentemente en los muchachos que en las muchachas, la edad de ataque es normalmente antes de los 21 años (asociado principalmente con los niños) que hace improbable que Mozart lo desarrollara a los 35. Y aun si Mozart tuvo HSP, habría sido improbable, incluso en una edad primitiva de la medicina, que presentara una falla renal aguda o crónica y mucho menos que muriera de la enfermedad. Aun cuando Mozart así y todo desarrollara esta enfermedad, las epidemias de HSP no ocurren y él debe de haber estado mentalmente enfermo al final de sus días.

 Endocarditis Infecciosa

 Otra teoría que ha sido descartada, pero fue popular, durante un tiempo, es que Mozart se murió de endocarditis infecciosa, que es una inflamación de las superficies interiores del corazón y de las válvulas del corazón causada normalmente por una infección bacteriana. Esta hipótesis explicaría la fiebre de Mozart y lesiones de la piel, las manos y pies hinchados, su raciocinio conservado hasta la muerte –y la fatalidad de la enfermedad. Por otro lado, el edema se habría producido por una falla cardíaca causada por daño valvular y ciertamente se habría acompañado por una reducción de la respiración. ¡Además, endocarditis infecciosa raramente se asocia con el síndrome nefrítico y ciertamente no es una enfermedad epidémica!

 Fiebre reumática

 Hasta los años noventa, la explicación más creíble –y más satisfactoria– para la muerte de Mozart era que él se murió de fiebre reumática. El diagnóstico fue establecido por vez primera por el Dr. Eduard Guldener von Lobes que describió que Mozart sucumbió a una epidemia de enfermedad reumática e inflamatoria y murió de un depósito en el cerebro. El Dr. Faith T Fitzgerald que fue el médico visitante de la sexta conferencia de patología clínica de la Universidad de California llegó a la misma conclusión luego de descartar varias enfermedades como la enfermedad del hígado (Mozart no padeció ninguna ictericia). Entre los profesionales que apoyaron su diagnóstico estaba Neal Zaslaw que es profesor de música de la Universidad de Cornell y renombrado estudioso de Mozart.

En el momento que Mozart cayó enfermo, se dijo que una epidemia similar su enfermedad había plagado Viena. Esta enfermedad, identificada por algunos médicos como fiebre reumática, es causada por una bacteria llamado Estreptococcus pyogenes que también está asociado con otras enfermedades como la infección de garganta a estreptococos y la fasciitis gangrenosa (el síndrome urémico hemolítico). Activado por la invasión bacteriana, el cuerpo del huesped produce anticuerpos que, si bien ayudan a limpiar las bacterias, ocasionalmente atacan el propio corazón del huesped, piel, cuyunturas y cerebro en un fenómeno conocido como reacción cruzada. Aunque el noventa por ciento de casos de fiebre reumática se resuelven en 12 semanas más o menos, pueden ocurrir repeticiones, debilitando cada vez más el corazón y otras áreas afectadas. 

Los investigadores han citado una carta fechada atrás en 1784 en la que Leopold Mozart describió a su hijo como padeciendo fiebre reumática aguda y una carta de 1790, escrita por el propio Mozart, en la que declaró, mi cabeza está cubierta con vendas debido a los dolores reumáticos. Si estas declaraciones son indicativas de fiebre reumática, esto podría significar que eran repeticiones de la enfermedad que había sufrido atrás en 1763 cuando él cayó enfermo y estuvo muy grave... finalmente el problema se estableció en sus pies dónde se quejó de dolores y así de lo demás... él no podía estar de pie sobre sus pies ni podía mover sus dedos de los pies o rodillas... durante cuatro noches no pudo dormir.

De hecho, muchos de los síntomas de Mozart corresponden a las manifestaciones de la fiebre reumática, y parecen satisfacer el criterio de Jones para el diagnóstico clínico de esta enfermedad. Tenía la fiebre y el salpullido que son señales comunes de la enfermedad, así como la inflamación de las extremidades. Otra posible señal reveladora de la enfermedad es la inusual irritabilidad de Mozart –qué lo llevó a desterrar a su querido canario de su cuarto de enfermo– qué implica una perturbación neurológica causada por el corea. Fitzgerald señaló que la hinchazón se habría provenido del debilitando del corazón de Mozart que habría causado una retención de fluidos –y concluyó finalmente que Mozart se murió de deficiencia cardíaca congestiva.

Sin embargo, para alguien que según se alega había sufrido repetidos episodios de la enfermedad, Mozart tenía una salud excelente. Aquí es donde reside la contradicción: La enfermedad reumática aguda no tiene una proporción de mortalidad sustancial (en el siglo XIX, cuando la fiebre reumática asoló América y Gran Bretaña, sólo del 1 al 5% de aquéllos afectados murieron de la enfermedad –y éstos fueron aquéllos que realmente se encontraban lo bastante mal como para requerir hospitalización); la muerte normalmente es causada por la forma crónica de la fiebre reumática después de años y años de daño del corazón. Es más, si hubiera sido fiebre reumática la que afectó a Mozart, habría sido en su forma crónica que afecta el corazón, ya que la forma aguda principalmente afecta a los niños, causando predominantemente artritis y no se repite. Los investigadores ya han defendido que Mozart sufrió repetidos ataques de la enfermedad. Sin embargo, las condiciones artríticas y cardíacas de la enfermedad están inversamente relacionadas –la enfermedad o ataca el corazón y ligeramente afecta las coyunturas, o ataques las coyunturas y ligeramente afecta el corazón. Desde que las quejas de la enfermedad de la niñez de Mozart se centran sobre el dolor de las coyunturas, entonces debe inferirse que no debería haber sufrido después problemas del corazón. Más aún, si Mozart se murió de enfermedad congestiva del corazón, debería haber exhibido señales de desorden respiratorio durante las manifestaciones más tempranas de la enfermedad, así como daño en su salud debido a un corazón débil, mucho antes de que se muriera.

 ¿Chuletas de cerdo...?

 En 2001, las especulaciones sobre la naturaleza de la enfermedad que mató a Mozart tomaron un giro abrupto cuando el especialista en enfermedades infecciosas Dr. Jan V Hirschmann sostuvo que la muerte de Mozart se debió a -chuletas de cerdo. Hirschmann, del Centro Médico Puget de los Legítimos Asuntos de los Veteranos de la Universidad de Washington en Seattle que discutió este asunto en el periódico Archivos de Medicina Interna, puntualizó que él cree tener una pista significativa en una carta, fechada 7-8 octubre de 1791, de Mozart a su esposa:

¿...Qué es lo que huelo? ¡Vaya, aquí está Don Primus con las chuletas de cerdo! ¡Che gusto! ¡Ahora estoy comiendo a tu salud! Están dando las once...

La comida favorita de Mozart siempre había sido la carne de cerdo. En este caso, pueden haber sido sus cortes favoritos de carne de cerdo los que lo mataron –o más bien, lo que había en ellos.

La enfermedad llamada triquinosis, causada por un gusano parasitario llamado Trichinella y difundida por la carne cruda, inadecuadamente cocinada, no se descubrió hasta 1860 cuando en una mujer que se murió de una misteriosa enfermedad con síntomas similares a los de Mozart –fiebre, debilidad, anorexia, estreñimiento e insoportable dolor muscular– se encontró un número grande de retorcidos gusanos en sus músculos. Cuando el patólogo, Friedrich von Zenker, descubrió que otros en la posada dónde ella trabajó habían desarrollado una enfermedad similar (incluso el carnicero que había preparado la carne para la comida de Navidad a la que ella había asistido), puso bajo examen el jamón y las salchichas del cerdo sacrificado para las festividades –y encontró los mismos gusanos en el tejido muscular. Cuando Zenker dio la carne corrompida a los animales, encontró los gusanos en su tubo digestivo.

El período de la incubación para la triquinosis normalmente es de entre ocho y 15 días, aunque puede tomar hasta 50 días para los gusanos empiecen a causar estragos. Liberadas de sus quistes por los jugos digestivos del estómago del huesped, las larvas viajan al intestino delgado e invaden la capa del epitelio columnar dónde mudan cuatro veces antes de madurar. Cinco días después del apareamiento las hembras dan a luz larvas vivas que penetran la pared intestinal, entran en el sistema linfático y se mueven vía el torrente sanguíneo a las áreas de implantación –a saber, tejido, aunque sólo pueden sobrevivir en músculo de esqueleto dónde forman los quistes. Los síntomas típicos incluyen dolor muscular y de las coyunturas, fiebre alta, debilidad, náusea y vómito, diarrea, hinchazón de la cara, dolor de cabeza, fatiga e hinchazón generalizada debido al goteo de fluido de los vasos dañados en el tejido circundante –todos de los cuales reflejan los síntomas de Mozart en su agonía. El paciente típicamente conserva el raciocinio, aunque, en las fases finales de la enfermedad puede desarrollar ataques, accesos, encefalitis y coma; la muerte normalmente ocurre dentro de la segunda o tercera semana de la enfermedad de pulmonía o de complicaciones neurológicas o cardíacas. Aunque la muerte es rara en nuestra época dónde una batería de drogas puede restaurar a una persona la salud en 5-6 semanas, en el tiempo de Mozart la enfermedad habría sido fatal. Mató el m 18% de las 153 personas que fueron infectadas en Hettstädt en 1863, que celebraban el 50mo. aniversario de la Batalla de Leipzig, y 30% de los 337 afectados en Hedersleden sólo dos años después. Si ésta fue la causa de la epidemia que golpeó a Viena a finales del siglo XVIII –qué causó síntomas similares a los de Mozart– habría sido definitivamente una enfermedad desconocida en ese momento.

El único problema con esta teoría, claro, es que mientras explica virtualmente todos los síntomas de Mozart, no sigue realmente la progresión de la enfermedad, siempre asumiendo que los testimonios de los testigos sean confiables. La fase más temprana de la enfermedad debería haber sido principalmente asintomática, pero acompañada por diarrea y dolor abdominal a medida que los gusanos se alojaban en el intestino, el salpullido, hinchazón y dolor deben haber empezado sólo cuando el sistema inmunológico engranó contra los invasores. Además, a pesar del argumento de Hirschmann de que no se observó ninguna deficiencia respiratoria, es muy improbable que el desorden cardioneurológico que causó la muerte de Mozart no se asociara con una dificultad respiratoria. Un médico practicante que fue consultado con respecto a esta materia confirmó que la arritmia habría provocado fluctuaciones en la tensión arterial y por consiguiente en la cantidad de oxígeno transportado, para no mencionar las perturbaciones en el equilibrio electrolítico del torrente sanguíneo. ¡En cualquier caso, es inconcebible que alguien muera morirse de pulmonía o complicaciones del corazón sin sufrir problemas respiratorios!

El, Dr. Fitzgerald comentó, agudamente, con respecto al diagnóstico del Dr. Hirschmann: había ya 150 teorías diferentes y ahora hay una más. ¿El diagnóstico de Dr. Hirschmann será el diagnóstico, o será posiblemente sólo uno más?

 Nota final

 Mozart fue un niño prodigio que asombró a la realeza y público por igual, dotado con una habilidad inhumana de componer hazañas musicales increíbles en períodos increíblemente cortos de tiempo. Adorado por muchos y también detestado por algunos, Mozart ciertamente tenía los ingredientes de una superestrella del siglo XVIII. Así cuando su vida se abrevió trágicamente mucho tiempo antes su cenit, devino natural que las personas, en su luto, especularan románticamente acerca de por qué y cómo él se murió tan joven, cuando estaba destinado a lograr tanto más.

Y, aun así, al final de la jornada, realmente no importa cómo murió Mozart. Lo que importa es que aquí estaba un músico joven e inteligente que dio tanta música hermosa al mundo, pero no vivió para ver su 36to. cumpleaños. Mozart puede haber sido uno de los más grandes genios y el más talentoso músico que la historia tenía para ofrecer, pero al final de la jornada, él era todavía humano, como todos nosotros somos –y fue su propia mortalidad humana la que lo alcanzó en el fin.

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domingo, 16 de abril de 2023

Socialismo y populismo, ¿primos?

 

Ustedes me conocen, estimados amigos, y saben que, además de volcar, en este foro, mis propias ideas, suelo invitar a otras voces cuando creo que tienen algo interesante que aportar sobre los temas que aquí se tratan.

Este es el caso de esta nota en la que les traigo la voz y los análisis de Jesús Huerta de Soto sobre temas que ya hemos tratado, pero a los que él agrega otras miradas. Sin embargo, antes que nada, conoceremos quién es nuestro invitado de hoy.

  Jesús Huerta de Soto (1956) es un economista, abogado y escritor español, representante de la escuela austríaca y catedrático de Economía Política en la Universidad Rey Juan Carlos (URJC).

Entre sus aportaciones más conocidas destaca su análisis teórico sobre la función empresarial y la "imposibilidad del socialismo", presentado en su libro Socialismo, Cálculo Económico y Función Empresarial. También destacan sus contribuciones al desarrollo de la Teoría Austriaca del ciclo económico en su libro Dinero, Crédito Bancario y Ciclos Económicos y la elaboración de la teoría de la eficiencia dinámica en su libro The Theory of Dynamic Efficiency.

Huerta de Soto sostiene que el análisis de la realidad social requiere la combinación correcta de los siguientes tres enfoques: teórico (Ludwig von Mises), histórico-evolutivo (Friedrich Hayek) y ético (Murray Rothbard). Las obras de Jesús Huerta de Soto han sido traducidas a veintiún idiomas, incluidos el ruso, chino, japonés y árabe. Ideológicamente, el profesor Huerta de Soto defiende la superioridad teórica del anarcocapitalismo sobre el liberalismo clásico. También respalda la necesidad de una liberalización económica completa y una reforma total del sistema financiero: el retorno al patrón oro y el coeficiente de caja del 100% para la banca en relación con los depósitos a la vista y sus equivalentes.

Como vemos en esta breve e incompleta reseña, nuestro invitado tiene méritos más que suficientes para que prestemos atención a lo que dice.

Y ya sin más, los dejo con dos videos en los que podrán imponerse de su pensamiento que coincide, en muchos aspectos, con lo que ya hemos hablado aquí.

El primer video trata de la caída del Imperio Romano. Aquí lo tienen:

https://www.youtube.com/watch?v=6PcaciZean4&t=41s

Y el segundo que quiero compartir con ustedes, se titula: La crisis del socialismo. Aquí va:

https://www.youtube.com/watch?v=ZIszLPMDdnM

Bien, los dejo entonces en la interesante compañía de Jesús Huerta de Soto

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domingo, 9 de abril de 2023

La lógica de la vida

Cada tanto, estimados amigos, aparece la noticia de que, el origen de la vida en la Tierra se debería a que el bombardeo de meteoritos, en su etapa inicial, habría aportado los elementos químicos necesarios para generarla.

Es curioso que, la tal especie no tenga en cuenta la posibilidad de que no haya sido necesario el aporte de los meteoritos.

Veamos:

El 9 de julio de 1921 nacía en Versalles Albert Ducrocq. Fue un científico cibernético, periodista y ensayista francés al que debemos, entre otras cosas, el "zorro electrónico", uno de los primeros dispositivos automáticos, una prefiguración de las actuales máquinas robóticas.

Albert Ducrocq fue muy conocido como periodista y escritor científico y por su talento como divulgador.

Albert Ducrocq

Escribió muchos libros y, también, muchos artículos, publicados en las revistas Espace & CivilizationAtomesSciences et Avenir y Air et Cosmos, así como en las páginas científicas del diario Le Figaro. Ducrocq murió el 22 de octubre de 2001 en París.

Pues bien, dentro de sus muchos libros, escribió uno, en 1956, titulado La lógica de la vida que, como se puede inferir del tal título, trataba del hecho de que la vida es un fenómeno fisicoquímico que, dadas las condiciones adecuadas, se producirá inevitablemente en cualquier lugar del Universo donde estas ocurran.

En las postrimerías de la década de 1960, tuve la oportunidad de leer La lógica de la vida y quedé sorprendido de la claridad conceptual de Ducrocq y del contenido del libro.

El punto de partida de Ducrocq era el experimento de Miller-Urey.

¿Y quienes eran Miller y Urey y en qué consistió su experimento?

Stanley Miller (1930-2007) fue un químico y biólogo considerado por el mundo científico como el padre de la química de los orígenes de la vida en la Tierra.

Gran parte de su fama se debe al famoso experimento que realizó junto a su mentor Harold Urey, experimento denominado como Miller-Urey.

  

Miller descubrió que, si existían las condiciones apropiadas, los compuestos orgánicos simples presentes en el planeta son capaces de crear vida. Este experimento, que le dio fama a nivel mundial, lo realizó cuando el científico nacido en los Estados Unidos solo tenía 23 años.

Parte de su trabajo también consistió en recrear la sopa primitiva, que es un concepto que creó el biólogo ruso Aleksandr Oparin. En total, Miller fue el autor de más de 60 obras científicas que fueron publicadas con el paso de los años.

Miller se matriculó en la Universidad de California, en Berkeley, para estudiar química. Completó su carrera y se graduó en 1951 cuando solo tenía 21 años. Después de eso se unió al programa de doctorado que ofrecían en Berkeley.

Pasó algún tiempo tratando de descubrir cuál era el tema que quería elegir para centrar su investigación. Fue así que, por esa época, asistió a una conferencia dictada por Harold Urey, un reconocido químico estadounidense y profesor universitario, quien además había sido galardonado con el Premio Nobel de Química en 1934.

En la conferencia, Urey expuso sus ideas sobre el origen del sistema solar. Habló también sobre las posibilidades que existían de que ocurriera la síntesis orgánica en ambientes reductores, como es el caso de la atmósfera.

Este encuentro y estos temas despertaron la curiosidad en Miller, quien se unió a Urey en 1952 para iniciar algunos trabajos de investigación.

Stanley Miller decidió en 1953 probar que tan viable era la hipótesis que planteó el químico ruso Aleksandr Oparin. Para ello tuvo la ayuda de su mentor, el químico Harold Urey. Entre ambos trabajaron para ver si la sopa primordial (metáfora sobre el origen de la vida) era capaz de producir algún producto bioquímico sencillo.

Urey al principio no estaba muy convencido de la línea de trabajo elegida por Miller. El profesor universitario quería que su alumno de posgrado se enfocara en otros temas, como en el talio en meteoritos.

Prevaleció la idea de Miller y realizaron juntos el que sería denominado más adelante como experimento Miller-Urey. El objetivo era lograr descubrir un experimento que permitiera formar las proteínas, ladrillos básicos de la vida. En el experimento, se usaron mezclas de gases como amoníaco, metano, el hidrógeno y el vapor del agua. Para Miller estos eran los elementos que muy probablemente habían estado presentes en la atmósfera primordial.

Una vez preparada la mezcla primigenia, nos cuenta Ducrocq que Miller y Urey la bombardearon con radiación ultravioleta, recordemos que en aquella atmósfera no había oxígeno y, por lo tanto, no había ozono. Así pues, la radiación ultravioleta del sol bombardeaba la Tierra sin freno. Además, dispararon en ella chispas eléctricas que simulaban los rayos de las tormentas y, por último, calor; el que emanaría de los volcanes.

¿Qué resultó de todo ello?

Obviamente, se produjeron reacciones químicas que dieron origen a nuevos compuestos. Pero, observa el francés, de los miles que se podían producir, una buena cantidad de ellos fueron aminoácidos.

¿Y qué importancia tiene que fueran aminoácidos?

Pues, que los tales aminoácidos son los ladrillos de los que están formadas las proteínas. Más aun, los aminoácidos tienen tendencia a formarlas, por lo que aparecieron proteínas.

Y nos hace ver Ducrocq que las proteínas tienen lo que él llama capacidad de sometimiento del medio, es decir, la propiedad de obligar al medio en el que se encuentran a formar nuevas proteínas.

Vemos pues que, las proteínas, compuestos básicos de los seres vivos, debían formarse inevitablemente en las condiciones reinantes en la Tierra primitiva. Y, lo que es más, deben formarse inevitablemente en cualquier lugar del Universo en el que reinen condiciones similares.

Así pues, estimados amigos, que la mentada hipótesis de que la vida en la Tierra fue aportada por los meteoritos que la bombardearon, si bien puede tener parte de verdad, no es necesaria para la aparición de la vida.

Además, es trasladar el problema un escalón más atrás pues, ¿De dónde sacaron los meteoritos los ladrillos de la vida?

Ahora bien, queridos amigos, como vemos, La lógica de la vida nos permite avanzar con paso firme sobre la incógnita de cómo se inició la vida en nuestro planeta y, más aún, nos permite sospechar que la vida debe ser un fenómeno harto frecuente en nuestro Universo. Y, si bien los bloques básicos sobre los que se edifica son los mismos, las formas que adopten los seres vivos que de ellos surjan puede ser muy diferente a nosotros. De hecho, la vida en la Tierra ha adoptado formas muy diferentes y podemos sospechar que así será en el resto de lugares donde aparezca.

Por último, me interesa destacar un punto en particular: Creo que la posteridad ha sido un poco mezquina con Ducrocq que ha demostrado una lógica y seriedad científica intachables. Su nombre no diría que ha sido olvidado, pero…

                              ¡¡¡NUEVO NÚMERO!!!

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Conjeturas, hipótesis, teorías.

La especulación o conjetura, es una forma filosófica de pensar para ganar conocimiento yendo más allá de la experiencia o práctica tradicion...