La tarde discurría morosamente cuando Nivi (o sea, yo, ¿recuerdan?) dio en recordar una anécdota del pasado… que añoro, un tiempo viejo que lloro y que nunca ha de volver…, eehhh, no, perdón. Digo, una anécdota del pasado en la que, con unos briosos 29 años, me encontraba con unos amigos disfrutando de una deliciosa pizza en una pizzería céntrica de Mendoza, Argentina.
La charla derivaba por diversos carriles cuando,
imprevistamente, fuimos a dar al origen del Cosmos. Orgulloso, expuse entonces
una hipótesis que se me había ocurrido a mis aún más briosos 17 años (dicho sea
de paso, la Ciencia también la ha contemplado). La misma consistía en suponer
que el Universo, que se había iniciado con un Big Bang, o sea con una Gran
Explosión se expandiría, haciéndose cada vez más grande, hasta que la gravedad
de la materia que contiene lo frenaría y comenzaría una etapa de compresión que
terminaría con un Big Crunch, o sea con un Gran Aplastamiento, para recomenzar
con un nuevo Big Bang.
Uno de los comensales, mientras masticaba una
especial de jamón y queso, me preguntó:
Þ
¿Y
cuándo ocurrió este proceso por primera vez?
Þ
Nunca, contesté. Ha ocurrido siempre y siempre
ocurrirá. Es cíclico.
Alarmado, a mi amigo casi se le atraganta el
bocado y, dejando la porción en el plato, me dijo:
Þ
¿Qué?
¿Supongo que no pensarás que voy a creer que un proceso natural no tiene
comienzo ni fin, que es eterno?
Mantuve la calma ante ese embate iconoclasta y,
sabiendo que mi amigo era creyente, contraataque diciendo:
Þ
¿Pero
cómo? ¿Vos si podés creer que un ser poderoso, llamado Dios, que no podemos ver
ni palpar, es eterno y ha existido siempre y siempre existirá y no podés creer
que un Universo, que si podés ver y palpar, tiene los mismos atributos?
Un pesado silencio se abatió sobre la mesa y
juzgamos oportuno entonces dedicarnos, mejor, a cosas más mundanas como la
especial de jamón y queso.
Pues bien, queridos amigos, el recordar esta
anécdota me hizo reflexionar también en lo mucho que el hombre ha querido
siempre “inventar” a Dios. Al menos, en el curso de la Historia (o sea sin
contar con la Prehistoria de la que no tenemos registros) no ha habido
civilización que no haya tenido un Dios o varios Dioses. Y, siguiendo la cadena
de pensamientos, fui a parar a Tomás de Aquino y sus cinco pruebas de la
existencia de Dios. Y es acerca de ellas que quiero que reflexionemos en esta
nota.
La existencia de Dios
ha sido durante mucho tiempo un tema de gran interés para las personas de todo
el mundo. Numerosos teólogos, filósofos y observadores cotidianos tienen
argumentos avanzados a favor y en contra de la probabilidad de que una Deidad
todopoderosa reine sobre el universo. El teólogo y filósofo medieval Tomás de
Aquino aportó, en el siglo XIII, cinco argumentos clásicos intentando demostrar
la existencia de Dios.
Pero… ¿Quién fue Tomás
de Aquino?
Tomás de Aquino
(también conocido como Tomás de Aquin o Aquino) fue un sacerdote dominico
italiano de la Iglesia Católica medieval. El nombre «Aquino» no es un
apellido, sino más bien un nombre que se le dio en virtud de su lugar de
origen.
Nacido en el año 1225,
Tomás se convertiría en uno de los teólogos más destacados de la Europa
anterior a la Reforma. Fue un prolífico defensor de la teología natural y
fue inmensamente influyente en el pensamiento occidental.
Gran parte de la filosofía moderna tiene una deuda
de gratitud con sus escritos.
Como queda dicho, Tomás nació en el año de 1225 en
el reino de Nápoles. Hijo del Conde Landulf y la Condesa Teodora de Theati, Su
familia esperaba que siguiera el camino benedictino, ya que era el destino
esperado para cualquier hijo de la nobleza italiana.
Por lo mismo, muy pronto comenzó su formación en instituciones educativas y religiosas.
A los 16 años dejó la Universidad de Nápoles, donde había estudiado con los
dominicanos y franciscanos.
Tenía la intención de continuar su formación
dominicana, lo que no agradó a su familia. De hecho, los biógrafos de Tomás de
Aquino cuentan que decidieron encerrarlo durante más de un año en el castillo
de Roccasecca, donde había nacido, para evitar su ingreso en dicha orden. ¡Vaya
con los métodos pedagógicos de la familia!
Finalmente, pasado el encierro, ingresó en 1244 a
la Escuela Dominicana de Colonia (insistidor el hombre), y en 1245 a la
Universidad de París, donde se formó
en filosofía y teología de la mano de Alberto Magno. Para 1248
fue nombrado profesor, y es esta la época donde inicia formalmente su vida
académica, literaria y publica.
Después de haber estado durante muchos años en
Francia, donde desarrolló gran parte de su obra, Tomás de Aquino regresó a
Nápoles. Murió en la misma ciudad el 7 de marzo de 1274 por una enfermedad
repentina. 50 años después de su muerte fue canonizado y reconocido como uno de
los intelectuales más representativos del medievo.
El 11 de abril de 1567 el papa Pío V honró su memoria con el título de Doctor de la Iglesia, título otorgado por el papa o un concilio ecuménico a ciertos santos en razón de su erudición y en reconocimiento como eminentes maestros de la fe para los fieles de todos los tiempos.
El pensamiento filosófico de Aquino es uno de
los más influyentes en la liturgia cristiana, especialmente en la
Iglesia Católica Romana. Se le reconoce como un importante empirista de
tradición aristotélica, que influyó en el desarrollo posterior de la filosofía
occidental.
Entre otras cosas, Aquino sostenía que para el ser
humano era imposible adquirir cualquier conocimiento verdadero sin ayuda de
Dios, ya que es este último quien tiene el poder de transformar el intelecto en
acto.
Decía, no obstante, que los seres humanos sí
tenemos la posibilidad de conocer una parte del mundo de manera natural (sin
intervención divina). Había entonces dos tipos de componentes del conocimiento
verdadero. Por un lado, la verdad se conoce a través de la razón, es decir, por
“revelación natural”. Por otro lado, la verdad se conoce por medio de la fe, que se corresponde con una
“revelación sobrenatural”. Esta última nos es dada en las
sagradas escrituras y las enseñanzas los profetas; mientras que la primera
tiene que ver con la naturaleza humana.
Para Tomás de Aquino, era posible encontrar
pruebas racionales de la existencia de Dios y de sus atributos (la verdad, el
bien, la bondad, el poder, el conocimiento, la unidad). En cambio, la Trinidad sólo se puede conocer a través
de revelaciones sagradas especiales.
Más que elementos contradictorios, para Tomás de
Aquino, la razón y la fe son complementarios, y su ejercicio es lo que lleva al
conocimiento verdadero.
Entre los filósofos anteriores, que marcaron de
manera importante sus obras, se encuentra Platón, las
principales teorías de Aristóteles, el pensamiento del judío Avicena, y la obra de
Alberto Magno, con quien se formó durante muchos años.
Su pensamiento teológico estuvo influenciado de
manera importante por la obra de Agustín de Hipona, la biblia y los decretos de
los concilios y los papas. Es decir, combina el pensamiento de la filosofía griega con la doctrina
cristiana.
Retomando la conexión entre razón y fe, para
Aquino, la teología (la doctrina sagrada) es en sí misma una ciencia. Y las
escrituras sagradas son la replicación fiel de los datos de dicha ciencia, ya
que han sido producidas tanto por revelación como por conocimiento natural.
Para Aquino, el objetivo último de la teología
es el uso de la razón para
conocer a Dios y para encontrar salvación verdadera. En la
misma línea habló de las propiedades esenciales de Dios, sosteniendo que su
existencia no es evidente y que no puede ponerse fácilmente a prueba.
En una de sus grandes obras, Summa Theologica, sostiene sus
argumentos ontológicos sobre la existencia de Dios: hay cinco vías que se
corresponden con cinco cualidades de Dios y son, por lo tanto, pruebas
racionales de su existencia:
Vía Primera: Dios en simple (no se descompone en
partes más simples).
Vía Segunda: Dios es perfecto (a diferencia de
cualquier otro ser, no le falta nada).
Vía Tercera: Dios es infinito (porque su
naturaleza es distinta de la finitud de la física).
Vía Cuarta: Dios es inmutable (su esencia y
carácter no se modifican).
Vía Quinta: Dios es unidad (no se diversifica
dentro de sí mismo).
Así mismo, Tomás de Aquino sostiene que la existencia de Dios puede
comprobarse a través del movimiento de los objetos, a través de
la jerarquía de los valores y los elementos del mundo, a través de cómo están
ordenados los cuerpos naturales y a través del mundo de las posibilidades.
Y así llegamos a las cinco pruebas de la
existencia de Dios de Tomás de Aquino.
Partiendo de la lógica del maestro Aristóteles,
Tomás de Aquino describió razones, que juzgó convincentes, para que las
personas adopten la existencia de Dios. Sus argumentos fueron:
Argumento del movimiento
Dicho de manera muy simple, la prueba de movimiento
dice que algo en movimiento tenía que ponerse en tal situación. En otras
palabras, si algo se está moviendo, alguien o algo tuvo que moverlo. Por
ejemplo, un automóvil se mueve porque un pie empuja el acelerador. Sin
embargo, ¿quién empuja el pie? Por supuesto, la persona pegada al pie lo
hace. Pero, ¿quién empuja a la persona que empuja el pie, que empuja el
coche? En una escala mayor, ¿quién empuja la Tierra?, ¿quién mueve a la
persona, ¿quién empuja el pie, ¿quién empuja el automóvil?
La respuesta firme de Aquino es Dios. Dios es
el primer y último motor. ¡El movimiento es prueba de que Él existe!
Argumento de causa
Es similar a la prueba del movimiento, esta prueba
argumenta que todo lo que es se ha hecho. Dicho de otra manera, alguien hizo
que existiera. Sí, algunas cosas tienen muchos creadores, ¡pero en última
instancia debe haber un creador supremo que hizo todos los demás creadores!
Por ejemplo, echemos un vistazo a la
jalea. La gelatina está hecha de frutas y azúcar. Algún agricultor en
algún lugar plantó algunas semillas para obtener caña de azúcar y fresas, pero
¿quién hizo las semillas? Más aún, ¿quién hizo al granjero? Del mismo
modo, el aire está compuesto de oxígeno y nitrógeno, pero ¿quién compuso estos
elementos? Estamos hechos de agua y sustancia viscosa, pero ¿quién nos
hizo?
Una vez más, Tomás de Aquino respondió:
Dios. Dios es el primer y último creador. ¡Él lo ha causado todo!
Argumento de la perfección
El universo contiene una pirámide de seres (desde
organismos simples y básicos hasta organismos avanzados como los
humanos). Este «grado de perfección cada vez mayor» apunta hacia un ser
final que debe ser perfecto e ideal.
Argumento del diseño
El mundo contiene un orden o diseño
observable. Tal diseño no puede atribuirse al objeto u objetos en
cuestión. Debe haber un Diseñador externo para dar cuenta de la
complejidad de la vida y el orden del universo. De nuevo, si hay un reloj, debe
haber un relojero. No puede el reloj provenir de la nada.
Argumento de la necesidad
Todo lo que existe lo hace en relación con otras
cosas. Dentro de esta red observada de relaciones, todo lo que existe
depende de otra cosa. Sin embargo, una regresión infinita de tales
relaciones es contradictoria e imposible. Debe haber un «ser necesario»
que no depende de nada más para su existencia.
Bien, hasta aquí la inteligente labor de Tomás. No
queda sino reconocer que fue una sólida argumentación para el siglo XIII. Sin
embargo, los siete siglos transcurridos desde entonces han aportado otras
alternativas a la misma. Comencemos por considerar la que casi hace atragantar
a mi amigo con la especial de jamón y queso:
El Universo, tal como lo conocemos, comienza con
un gran estallido, el Big Bang como lo bautizara risueñamente el físico ruso
George Gamow. A partir de allí, el tal Universo se expande, producto de la
explosión, pero, la materia que contiene ejerce una fuerza de atracción que
provoca que dicha expansión se vaya frenando, se detenga y se invierta el
movimiento, de modo que ahora el Universo se contrae hasta que llega al punto
inicial, donde la materia, brutalmente condensada (es el Big Crunch), explota
nuevamente provocando otro ciclo de expansión-contracción.
Este ciclo de expansión-compresión podría haber
existido desde siempre y existir por siempre, tornando innecesaria la labor de
un Creador. ¿Qué puede haber existido igual un Creador? Si, puede haber
existido igual, pero ya no es necesario como suponía Tomás.
Cabe acotar que los últimos descubrimientos
destacan que la velocidad de expansión se está acelerando, no frenando. Sin
embargo, aún queda mucha materia y energía por detectar en el Universo, las así
llamadas materia oscura y energía oscura, por lo que el tema está sobre el
tapete.
Y, en segundo lugar, hay que considerar que en el
momento inicial del Big Bang, la materia ocupa un volumen infinitesimal por lo
que entra en juego la rama de la Física que estudia lo muy pequeño: la Mecánica
Cuántica. Y, según esta, deja de tener validez aquello de que nada puede
provenir de la nada. De hecho, y usando el lenguaje técnico, El propio Universo
podría haber aparecido debido a una “fluctuación cuántica de la nada”. O sea,
todo este Universo, con sus miles de millones de galaxias, sus cientos de miles
de millones de estrellas, polvo, seres vivos, etc. podrían provenir… ¡de la
nada!
Justo es reconocer que la nada, en Física, no es
equivalente a ausencia de absolutamente todo. De hecho, existe una energía de
la nada.
Pero, la Mecánica Cuántica es una rama
extremadamente compleja de la Física por lo que no pretendo explayarme aquí
sobre ella, baste decir que pone en duda la inevitabilidad del principio de
causalidad, tan fundamental a los argumentos de Tomás. Para darnos una idea de
lo compleja que es la Mecánica Cuántica, nada mejor que escuchar al físico
americano, premio Nobel de Física, Richard Feynman quien dijo: “si usted cree
haber comprendido la Mecánica Cuántica, es que no ha entendido nada”.
Existen por lo menos
tres objeciones al principio de causalidad desde la mecánica cuántica:
La primera es
que el carácter no determinista de los sistemas cuánticos es
incompatible con el principio de causalidad.
La segunda es
que las desigualdades de Bell muestran que hay correlaciones sin una
explicación causal. Me siguen, queridos amigos, hay correlaciones, entre
partículas, por ejemplo, para las que NO EXISTE UNA EXPLICACIÓN CAUSAL.
¡Sorprendente!, ¿no?
La tercera es
que las teorías cuánticas de campo muestran que las partículas pueden
venir a la existencia y dejar de existir al azar. ¡Más sorprendente! ¿no?
En suma, estimados
amigos, yo felicitaría a Tomás de Aquino por su excelente labor, llevada a cabo
en el siglo XIII. La actualidad, al considerar otros factores en la ecuación
arroja dudas sobre su argumentación. Esto, sin embargo, no quita el mérito por
su estupendo trabajo en el tiempo que le tocó vivir.
Y, antes de finalizar, queridos amigos, no resisto la tentación de contarles la anécdota de la vez que Tomás de Aquino me habló. Verán, me encontraba yo huroneando en la biblioteca de los jesuitas, habrá sido en mi cuarto o quinto año de secundaria, cuando vi, en un anaquel, los trece tomos de la Suma Teológica de Tomás. Curioso, elegí uno al azar y lo abrí en una página al azar. Hecho lo cual, seleccione un párrafo al azar y lei: Lo superior a ti, no escudriñes. Juzgué que el propio Tomás me lo decía y entonces, obediente, cerré el libro y lo volví al anaquel... 😄
Y ya sobre el final, les traigo, como es habitual, esta noticia: La dirección electrónica desde donde podrán bajar el Boletín de Novedades en la Ciencia y en la Tecnología 156.
Hela aquí: https://www.dropbox.com/scl/fi/5a6vqk25e1fz8lfwijfc4/CyT-156.docx?dl=0&rlkey=vam0mbyvzc8hnmogg3duscyfl
Recuerden que, la manera de operar es copiando el enlace y pegándolo en la ranura de direcciones, luego Enter.
El número 156 del Boletín trae artículos muy interesantes, como:
CIENCIA DE LOS MATERIALES - Una aleación simple reclama la corona del material más resistente jamás registrado
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