domingo, 5 de junio de 2022

La teoría de la evolución, sus autores

Cada 12 de febrero, a lo largo de todo el mundo, miles de instituciones, colectivos y particulares hacen algo para celebrar el gran trabajo de este naturalista con lo que se llama el Día de Darwin. ¿Por qué? Porque es la fecha en que nació el que se considera el padre de la teoría de la evolución, además del "pater" de la biología.

Ahora bien, antes de adentrarnos más en el tema, veamos, ¿Qué es la teoría de la evolución?

La teoría de la evolución es como se conoce a un corpus, es decir, un conjunto de conocimientos y evidencias científicas que explican un fenómeno: La evolución biológica. Explica que los seres vivos no aparecen de la nada y porque sí, sino que, dado un origen, van cambiando poco a poco. En ocasiones, estos cambios provocan que de un mismo ser vivo, o ancestro, surjan otros dos distintos, dos especies. Estas dos especies son lo suficientemente distintas como para poder reconocerlas por separado y sin lugar a dudas. A los cambios paulatinos se les conoce como evolución, pues el ser vivo cambia hacia algo distinto.

La evolución está mediada, o regida, por algo llamado generalmente selección natural, aunque este término es muy vago. Un término más correcto es la presión selectiva.

Con este nombre se entiende un factor que presiona para que se produzcan estos cambios en una dirección determinada. Por ejemplo, la sequedad de un desierto presionará a todas las especies para tener una mayor resistencia a la deshidratación. Los seres humanos, por caso, sólo pueden aguantar de tres a cinco días sin agua en condiciones templadas. En cambio, durante los inviernos en el desierto del Sahara, los camellos sobreviven seis o siete meses sin beber. En otras palabras, la presión del medio ambiente ha seleccionado seres vivos muy bien adaptados a las condiciones reinantes, mientras que los menos adaptados morirán y se perderán en la historia.

Los cambios evolutivos, entonces, suelen ser adaptativos, grosso modo, lo que implica que adaptan la especie según la presión selectiva que sufre (o la hace desaparecer para siempre). El Doctor Carl Sagan nos dio un magnífico ejemplo de selección artificial (realizada por el hombre) con el caso de los cangrejos Heike, que viéramos en la nota El Doctor Carl Sagan, de este blog. La naturaleza se comporta igual que los pescadores que conociéramos en dicha nota.

Ahora bien, el origen de la teoría de la evolución tiene una fecha concreta y es la publicación del libro El origen de las especies, del propio Charles Darwin. Aunque en realidad la idea de evolución y varios conceptos relacionados pueden trazarse hasta tiempos muy anteriores, lo cierto es que la controvertida publicación de su libro provocó una reacción sin igual.

A día de hoy, este texto, claramente sentó las bases en torno al que giran los "axiomas" básicos de la biología. Y eso ocurrió el 24 de noviembre de 1859. En él, Darwin explicó su hipótesis (ampliamente demostrada, tiempo después) de cómo las especies de seres vivos evolucionan y cómo la selección natural (la presión selectiva) empuja dicho cambio.

Periplo del Beagle

Aunque El origen de las especies se publicó en Inglaterra, lo cierto es que la aparición de la teoría de la evolución se gestó mucho antes. Los historiadores sitúan este momento en los viajes de Darwin a bordo del "Beagle", un bergantín británico explorador. En su segunda misión se añadió a la tripulación un joven Darwin, cuya educación e interés por la geología y la naturaleza, así como algunas cuestiones familiares, le abrieron la puerta a su pasaje.

Durante los viajes alrededor de todo el mundo (ver imagen), que duraron cinco años, Darwin actúo como naturalista (el concepto clásico de biólogo) recogiendo todo tipo de información para el imperio inglés. Así, durante la travesía se topó con varias islas y sus especies. Las modificaciones y características de estas, así como sus conocimientos geológicos y la influencia de varios conocidos inculcaron en su mente la idea de evolución en los seres vivos.

Especialmente llamativo es el caso de los pinzones de las Islas Galápagos, muy llamativos en la literatura. No obstante, hicieron falta varias décadas para madurar la idea que, finalmente, y no sin muchos dilemas y alguna tragedia, dieron como resultado "El Origen de las Especies", el germen de la teoría de la Evolución.

Charles Darwin

Bien, en el título de esta nota, sin embargo, he consignado: sus autores. ¿Qué quiere decir esto? ¿Que el padre de la teoría de la evolución no fue solo Charles Darwin? Pues sí, eso quiere decir. La teoría no solo se la debemos a él y mucho menos el estado actual de la misma. Hubo varios precursores que fueron creando el caldo de cultivo para que Darwin coronara el esfuerzo con su obra. De ellos nos ocuparemos en la próxima nota. Pero, quiero presentarles aquí a Alfred Russel Wallace, un naturalista y geógrafo, además de explorador muy parecido en espíritu a Darwin. Su posición más modesta que la de Charles, probablemente, lo puso algunos pasos por detrás de él.

Sin embargo, el propio Wallace llegó a conclusiones similares a las de Darwin incluso antes que él mismo. Fue una carta suya la que terminó de cuajar las ideas en la cabeza del naturalista más famoso de la historia.

Ya habían aparecido, antes del Origen de las especies, algunas publicaciones sugiriendo, más o menos certeramente, la evolución de las especies. Pero, una publicación de 1855 afectó a Darwin grandemente. Se trató de un artículo aparecido en la revista científica Annals and Magazine of Natural History bajo el título de On the Law that has Regulated the introduction of New Species (“Sobre la ley que ha regido la aparición de nuevas especies”). Su autor era Alfred Russel Wallace.

Alfred Russel Wallace

En el artículo, Wallace sostenía la tesis de que la vida no se creaba de cero, sino que, poco a poco, formas nuevas se desarrollaban de las viejas. Lo expresó así: Toda especie cobra existencia de modo que coincide, en el tiempo y en el espacio, con otra preexistente y muy emparentada con ella. No aclaró el cómo, pero, ciertamente, acertó en el qué.

El artículo había llegado inesperadamente desde las islas de las Especias, en el Asia Sudoriental. Darwin lo leyó con alarma. Del autor solo sabía que era un coleccionista profesional de ejemplares exóticos de plantas e insectos. Y, lógicamente, sintió amenazada su paternidad sobre la Evolución a la que consideraba una criatura suya. Hasta tal punto la tal criatura se había convertido en la razón de su vida que había dado instrucciones a su esposa de que, a su muerte, ella invirtiese cuatrocientas libras esterlinas en la edición de sus escritos sobre el tema. ¿Qué por qué después de su muerte? Porque había visto cómo la Iglesia maltrataba a los que insinuaban siquiera la evolución y no quería pasar por eso. Algo similar a Copérnico que editó su libro De revolutionibus orbium coelestium solo en su lecho de muerte, para evitar caer en manos de la Inquisición.

Hay que recordar que la iglesia católica había rechazado firmemente la teoría de Charles Darwin desde su aparición hasta el Papado de Pío XII. Y, más tarde, fue Juan Pablo II el que reconoció que la teoría de la evolución es "más que una hipótesis".

Así pues, Darwin comentó sus cuitas con su amigo, el geólogo Lyell, y este lo convenció de que, para salvaguardar su prioridad, debía publicar la teoría. Darwin se resignó con desgano a componer un volumen “delgado y pequeño”. Sin embargo, al abocarse al trabajo, comprendió que con un “librito” no bastaría. Todavía disparaba la Iglesia fuertes andanadas contra un libro del inglés Chambers, a pesar de que llevaba ocho años publicado, que había sido pionero en sugerir la evolución, aunque de manera muy limitada. Le espantaban, sobre todo, las acusaciones que sobre él se hacían de que su libro exhibía “debilidad científica”. Así que, si iba a entrar en la liza, debía hacerlo con una obra acorazada desde todo punto de vista y, con este objetivo, se sentó en 1856 a escribir una obra magna que abarcara el tema de una forma completa y terminante.

Intertanto, inició una correspondencia regular con el hombre que lo había lanzado al campo de batalla: Wallace.

Darwin trabajo arduamente y, hacia junio de 1858 había escrito doscientos cincuenta mil palabras. Pero, el día 18 de ese mes, recibió una carta de Wallace acompañada de un manuscrito. Darwin quedó helado al leerlo. Era el trabajo de Wallace sobre la evolución y las ideas de este casaban tanto con las suyas que él mismo habría podido firmarlas.

Darwin quedó postrado y acudió a sus amigos Lyell y Hooker. Estos le recomendaron que rescatara su manuscrito, escrito en 1844, y ambos amigos estudiaron los documentos. Darwin apenas medió, salvo para opinar que sería deshonroso para él ocultar el escrito de Wallace mientras daba el suyo a la imprenta.

Sus amigos elaboraron una declaración conjunta de ambos trabajos y la presentaron, junto con ambos trabajos, en la Linnaean Society, a la que los tres pertenecían. La dicha declaración comenzaba diciendo:

Los artículos adjuntos, que nos honramos en presentar a la Linnaean Society, se refieren a la misma cuestión, a saber, a las leyes que afectan la producción de variedades, razas y especies. Contienen el fruto de la investigación de dos apasionados naturalistas, los señores Charles Darwin y Alfred Russel Wallace.

Estos caballeros, independientemente, sin noticia de la actividad del otro, han concebido la misma ingeniosa teoría para explicar el nacimiento y perpetuación de variedades y formas específicas en nuestro planeta y a ambos asiste el derecho de reclamar el mérito de ser los pensadores originales de este importante género de investigación. …………………………………………………………
…………………………….

Y así llegamos al por qué del título de esta nota: La teoría de la Evolución bien podría llamarse la teoría de Darwin-Wallace.

Es de notar la honestidad intelectual de Darwin, Lyell y Hooker de no querer ocultar a quien había llegado por su cuenta a las mismas conclusiones. Muy diferente del caso del físico, de cuyo nombre no quiero acordarme, que viéramos en una nota anterior, que pretendió llevarse la gloria de la teoría en la que participó, ocultando a los demás aportadores.

Bien, como dije, hubo precursores de la Evolución, de los que nos ocuparemos más adelante. Pero, también hubo seguidores. Más adelante otros grandes científicos sentaron algunas bases necesarias: Georges Cuvier y Étienne Geoffroy Saint-Hilaire discutieron ampliamente sobre el catastrofismo y el uniformismo; Mendel y, años después, Fisher sentaron las bases genéticas y estadísticas indispensables para la teoría; Avery, MacLeod y McCarty hallaron el ácido desoxirribonucleico; y Francis Crick y James Watson, gracias al trabajo de Rosalind Franklin, descubrieron la estructura del ADN. Y estos son solo algunos de los nombres a los que podríamos afirmar que le debemos la teoría de la Evolución.

Ahora bien, y para terminar, ¿Por qué apareció la teoría de la evolución? Podemos buscar razones históricas, consecuencias: Darwin observando atentamente unos cuantos pájaros en una isla remota o Watson y Crick discutiendo pensativamente sobre una extraña fotografía en blanco y negro. Pero lo cierto es que la teoría de la evolución aparece como consecuencia de la observación.

Durante los siglos, los milenios, hemos visto que los seres vivos cambian. Así que era solo cuestión de tiempo que alguien se planteara el cómo. Y tras siglos de observación y experimentación, la teoría de la Evolución es lo que hemos obtenido. Pero todavía no hemos acabado, ni está finalizada. Pero, en cualquier caso, la respuesta a la pregunta de por qué apareció la teoría de la Evolución será siempre la misma: Porque necesitamos saber de dónde venimos; y hacia dónde vamos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Del odio entre clanes

En 1945, el general Dwight D. Eisenhower, comandante supremo de los aliados en la Segunda Guerra Mundial, al encontrar a las víctimas de los...