domingo, 17 de abril de 2022

Paralelismo

 

Dos rectas son paralelas, estimados amigos, cuando tienen el mismo ángulo de inclinación, es decir, la misma pendiente. Lo interesante es la similitud que presentan a la vista dada la dicha característica. Los invito, entonces, a que analicemos el siguiente caso de paralelismo entre dos rectas, A y B.

Recta A

El archipiélago de las Malvinas, localizado en el mar argentino, océano Atlántico Sur, a una distancia mínima de la Patagonia de 341 km constituye, según la ONU, un territorio en disputa entre la República Argentina y el Reino Unido, quien en 1833 las tomó por la fuerza y las administró como un territorio británico de ultramar.

Desde su avistamiento por Américo Vespucio, señalado como el descubridor de las islas en el viaje al servicio de Portugal iniciado en Lisboa en mayo de 1501, el archipiélago fue objeto de deseo de España, Francia e Inglaterra. Por ejemplo, luego de la catastrófica derrota francesa en la Guerra de los Siete Años, en la que perdió casi todo su imperio colonial a manos de los ingleses, Francia emprendió la reconstrucción de su poder imperial y, a expensas de España, consideró colonizar las Malvinas, como parte de una estrategia más amplia. Louis Antoine de Bougainville, quien había estudiado rías de los navegantes que exploraron el área, fundó la Compagnie de Saint-Maló destinada a financiar la expedición y ocupar las islas en nombre del rey. Pensaba colonizarlas con algunos de los 18.000 canadienses que habían sido deportados por rehusarse a jurar lealtad a la corona británica. ​

Bougainville zarpó de Saint Maló el 15 de septiembre de 1763 con dos naves, en una de las cuales viajaban tres familias canadienses.​ El 31 de enero de 1764 arribaron a las islas, a las que nombró Illes Malouines, nombre devenido de Saint Maló. El 17 de marzo fundó una colonia en la isla Soledad, a la que llamó Port Saint-Louis y el 5 de abril de 1764 tomó posesión formal del territorio en nombre de Luis XV. ​

El 8 de abril regresó a Francia y volvió a las islas Malvinas el 5 de enero de 1765 a bordo de la Aigle llevando un nuevo grupo de canadienses. ​

La corte española reclamó inmediatamente ante Francia, aduciendo que las islas eran una dependencia del continente de la América Meridional, iniciándose negociaciones en septiembre de 1764. Esta accedió rápidamente a la protesta, sugiriendo que España negociase directamente con Bougainville, que se hallaba de nuevo en Europa, pues había partido de las islas el 25 de abril de 1765. El navegante reconoció la ilegalidad del establecimiento y aceptó una indemnización española en concepto de resarcimiento por el abandono de las instalaciones y materiales; a partir de este momento los franceses depusieron cualquier tipo de reclamo sobre la soberanía del archipiélago.

Al asumir Felipe Ruiz Puente como primer gobernador español de las Malvinas, procedió a construir varios edificios comunes como cocinas y cuarteles, y una capilla consagrada a Nuestra Señora de la Soledad, nombre que reemplazó al topónimo francés del puerto y derivó finalmente en el de toda la isla.

En este Puerto de Nuestra Señora de La Soledad se radicó la sede de gobierno de la Gobernación de las Islas Malvinas (posteriormente Comandancia).

Por su parte, cuando el inglés Lord George Anson regresó a Inglaterra después de su expedición alrededor del mundo en 1744 propuso establecer una base en las Malvinas. En 1745 el embajador español en Londres tomó conocimiento de que se estaba preparando una expedición para ocupar las islas, efectuándose una protesta diplomática. El gobierno británico respondió que sus navegantes las habían descubierto y que las visitaron en el siglo XVI. España respondió que las islas eran adyacentes al continente americano y que también sus navegantes las visitaron en el mismo siglo, por lo que la expedición fue paralizada.

La corona británica, consciente de que las islas abrían parte del océano Pacífico a sus intereses comerciales, organizó una expedición que fue preparada en secreto para evitar los reclamos españoles. Según consta en los mismos documentos ingleses, en el Reino Unido se informó que la expedición se dirigía a las Indias Orientales, aunque esto se trataba de una ficción (a blind). El verdadero destino fue revelado a los tripulantes recién el 22 de octubre, antes de abandonar Río de Janeiro.​ A su mando, el comodoro John Byron arribó a las islas en enero de 1765 —un año después del desembarco francés— y estableció una base temporaria a la que nombró como Port Egmont en homenaje al Lord del Almirantazgo conde de Egmont, ubicada en el paraje previamente bautizado por Bougainville como Poil de la Croisade y llamado por los españoles Puerto de la Cruzada, sobre la isla conocida por estos como Trinidad, que fue renombrada como isla Jason en honor al nombre del barco de Byron.​ Este reclamó las tierras para la corona británica.

España reaccionó enérgicamente, organizando expediciones para expulsar a los ingleses de las islas, cosa que finalmente consiguió.

Tras la evacuación definitiva de Port Egmont, no hubo ningún otro intento de fundación inglesa, y la cuestión de la soberanía española no fue discutida nuevamente. A partir de ese momento, desde Puerto Soledad, España ejerció la administración absoluta e ininterrumpida del archipiélago —como dependencia del Virreinato del Río de la Plata— hasta febrero de 1811. Los sucesivos gobernadores de las islas (hubo 18 en total)​ cumplieron la tarea de inspeccionar regularmente las costas, en especial Puerto Egmont, para verificar que los británicos no se hubieran reinstalado; el lugar era habitualmente visitado por loberos y balleneros ingleses y norteamericanos.​ En 1780, en tiempos del apoyo español a los independentistas estadounidenses, el virrey Vértiz ordenó a uno de sus buques arrasar los restos del exasentamiento británico. La población de las islas estaba compuesta por oficiales, soldados y presidiarios, estos últimos pertenecientes a la cárcel instalada en 1780.


El 10 de septiembre de 1832, y con el objeto de reconstruir la colonia penal para restablecer el orden, el gobierno argentino nombró como nuevo gobernador interino de las Malvinas al sargento mayor de artillería Esteban Mestivier. ​

El militar se hizo cargo del gobierno de las islas el 15 de noviembre de 1832, tras arribar a bordo de la goleta Sarandí junto con una guarnición de 25 soldados. Acto seguido, la nave emprendió un viaje de patrullaje por las costas y mares del archipiélago, capitaneada por el teniente coronel de Marina José María Pinedo. En diciembre estalló una sublevación que culminó con el asesinato de Mestivier a manos de los rebeldes, y que fue controlada por Pinedo al regresar a Puerto Soledad.

Estos trágicos hechos fueron interpretados por Baylies como desencadenantes de condiciones propicias para que Gran Bretaña ejerciera una acción firme a fin de obtener el control efectivo de las islas. ​En efecto, las defensas argentinas de Puerto Soledad habían sido inutilizadas, el archipiélago se hallaba en medio de un caos administrativo y sólo estaba defendido por una goleta y su escasa dotación.

En agosto de 1832, el Primer Ministro británico, Lord Palmerston, por sugerencia del Almirantazgo, ordenó enviar al contraalmirante Thomas Baker jefe de la estación naval sudamericana la orden de retomar el control de la corona sobre el archipiélago. ​

El 20 de diciembre de 1832 arribó a Puerto Egmont la corbeta HMS Clio. El capitán John Onslow tomó posesión formal y su tripulación se abocó a reparar las ruinas del fuerte. ​Unos días más tarde la nave ancló frente a Puerto Soledad. El comandante Onslow informó a Pinedo que se disponía a tomar la isla, y le ordenó que arriara la bandera argentina al día siguiente:

Debo informaros que he recibido órdenes de S.E. el Comandante en Jefe de las fuerzas navales de S.M.B., estacionadas en América del Sur, para hacer efectivo el derecho de soberanía de S.M.B. sobre las Islas Malvinas.

Siendo mi intención izar mañana el pabellón de la Gran Bretaña en el territorio, os pido tengáis a bien arriar el vuestro y retirar vuestras fuerzas con todos los objetos pertenecientes a vuestro gobierno.
Soy, Señor, vuestro humilde y muy obediente servidor.

J. Onslow

A.S.E. el Comandante de las Fuerzas de Buenos Aires en Puerto Louis [Soledad], Berkeley Sound


Pinedo estaba en inferioridad de condiciones: Contaba con un buque de capacidad bélica mucho menor, y la mayoría de su tripulación era de origen británico. La legislación británica contemplaba el delito de alta traición para los nativos de ese país que se alzaran contra la corona. La mayoría de los hombres dijo estar dispuesta a combatir, pero la resistencia fue insuficiente. Los británicos desembarcaron en la mañana del 3 de enero de 1833; primero izaron su bandera y luego arriaron la argentina. Dos días después Pinedo abandonó las islas a bordo de la Sarandí llevando consigo a un grupo relativamente numeroso de colonos rioplatenses.

Recta B

· La presencia del ser humano en las dilatadas Pampas se remonta, a más de 10.000 años AP (antes del presente). Eran esporádicas poblaciones de cazadores recolectores que se desplazaban por la región.

· Hace 8.200 años, existieron algunas poblaciones en tránsito, en lo que hoy es la Pampa santafesina, como han mostrado recientes hallazgos

· Otro hallazgo de fósiles humanos datado en 2.300 AP, se realizan en vecindades del Arroyo Saladillo.

· En la Laguna Las Marías, próxima a la actual ciudad de Villa Cañás, se encontraron restos humanos de aproximadamente 2.000 años antigüedad.

· Restos humanos hallados por el Sr. Carlos Vietti de Rufino, en las barrancas de la Laguna Las Salinas (cercana a Viamonte, córdoba), tendrían unos 700 años de antigüedad.

Los llamados Tehuelches Septentrionales o Pampas o querandíes transitaban, hacia el año 1.500, la región donde hoy se ubica el sur de San Luis, sur de Córdoba y de Santa Fe y norte de Buenos Aires.

El pueblo mapuche, cuyo origen se remonta por lo menos un milenio antes de la llegada de los españoles, vivía principalmente al oeste de la Cordillera de los Andes (actual Chile), aunque también habitaban el este de la cordillera, en las actuales provincias de Mendoza, Neuquén, Río Negro y Chubut.

La conquista del desierto

En una primera etapa fue iniciada por Juan Manuel de Rosas, entre los años 1833 y 1834, luego de su primera gobernación, financiada por la provincia de Buenos Aires y los estancieros bonaerenses. También recibió el apoyo de las provincias de Córdoba, San Luis, San Juan y Mendoza. Concilió con los pampas y se enfrentó con los ranqueles y la Confederación liderada por Juan Manuel Calfucurá.

Hasta la caída de Rosas la relación en la frontera fue pacífica pero, cuando se inicia el proceso de conformación del Estado Nacional se busca extender la frontera hacia el sur.

Cuando Nicolás Avellaneda llega a la presidencia varios factores van a determinar la decisión de avanzar definitivamente contra los pueblos indígenas. En principio el proyecto liberal agroexportador dominante que necesitaba mayor cantidad de tierras y, por otra parte, la cuestión limítrofe en relación a las aspiraciones del estado chileno. Además “las tierras fronterizas constituían un ámbito de perturbación social y política, nunca bien controlado por los estados provinciales o el estado nacional” (Mandrini, 2012: 266).

Desde lo coyuntural lo que precipitó el proyecto del avance de la frontera fue el levantamiento de Juan José Catriel al que se unieron otros caciques como Namuncurá, Pincén y Baigorrita.

En un primer momento la inicia las acciones Adolfo Alsina, con la idea de establecer una zanja entre Bahía Blanca e Italó, para evitar que los indígenas se llevaran el ganado capturado, pero antes de culminar la obra Alsina murió. El plan del nuevo ministro de guerra Julio A. Roca era el aniquilamiento de las comunidades indígenas a través de una guerra ofensiva y sistemática. Facilitaron su tarea varios hechos, como la epidemia de viruela que diezmó a los indígenas, la incorporación del telégrafo, el avance de los ferrocarriles y la importación 43 de fusiles Remington. La primera parte de su campaña militar se inicia en 1878, cuando se envían partidas punitivas en una acción de “desgaste”, en las cuales caen prisioneros varios caciques importantes, siendo masacradas tolderías enteras. Cientos de indios fueron muertos y varios miles tomados prisioneros. El 16 de abril de 1879 se inicia la etapa final de la denominada “campaña del desierto”. La idea era exterminar a los pueblos indígenas, con el fin de apropiarse de tierras, que terminaron siendo propiedad de las familias allegadas al poder en grandes latifundios. Fue un genocidio en nombre del “progreso” y la “civilización”, cuyo impacto demográfico puso en peligro la existencia de la población originaria. Muchos murieron en combates y el destino de los que sobrevivieron fue aún más trágico, llevados a campos de concentración, hacinados al aire libre, sin alimentación suficiente, con el frío y las enfermedades. Mientras que las mujeres y niños van a terminar como sirvientes de las casas de familias acomodadas de las élites urbanas, entretanto los hombres van a ser víctimas del trabajo forzado. Incluso los pueblos que habían colaborado con la conquista sufrieron todo tipos de despojos.

A pesar de que en 1910, en el centenario de la Revolución de Mayo, la elite dominante proclamaba una Argentina “sin indios” y un país “blanco y europeo” (Mandrini, 2012, 270), las comunidades sobrevivientes comenzaron un largo camino para salir de la invisibilización, que va a cobrar más intensidad con la salida a la democracia en las últimas dos décadas del siglo XX y las primeras de este siglo.

Concluida la “conquista del desierto”, las familias indígenas fueron separadas: Los hombres llevados al campo de concentración de la Isla Martín García, o a realizar trabajos forzados a las zafras azucareras, algodoneras y yerbateras. Por otro lado, las mujeres destinadas a la servidumbre de las élites, muchas veces separadas de sus hijos.
 
Hoy reparto de indios (octubre 1878) “A las familias que los requieran se les entregará un indio o china. El Ministerio de Guerra Informa a la ciudadanía que los días 5 y 6 del mes en curso se entregarán indios para su utilización en estancias ganaderas. Las indias aun salvajes pueden ser útiles en tareas 46 domésticas en las residencias de las familias porteñas. Es necesario destacar que la comportación de las indias dista de ser civilizadas por lo que es menester la adaptación de los infelices.

También hay a disposición de los señores comerciantes y firmas de esta plaza, indios menores de edad. Los infelices aun careciendo completamente de las gracias de la civilización, pueden utilizarse con sumo provecho para mandados diversos. Los mismos no pueden ser enviados al exterior. El reparto de los salvajes se realizará gratuitamente en el Hotel de Inmigrantes, los días 5 y 6 de octubre de 8 de la mañana a 6 de la tarde” (Diario La Nación. Octubre 1878).


Como vemos, ambos conflictos surgieron de la primitiva inclinación del hombre de adueñarse de la tierra, cosa que trae a mi memoria una sentida queja que quiero compartir con ustedes, queridos amigos. Es debida a la pluma del poeta cubano Nicolás Guillén, quien la tituló: ¿Puedes?

¿Puedes?

¿Puedes venderme el aire que pasa entre tus dedos
y te golpea la cara y te despeina?
¿Tal vez podrías venderme cinco pesos de viento,
o más, quizás venderme una tormenta?
¿Acaso el aire fino.
Me venderías, el aire
(No todo) que recorre
en tu jardín corolas y corolas,
en tu jardín para los pájaros,
diez pesos de aire fino?

El aire gira y pasa
En una mariposa.
Nadie lo tiene, nadie.

¿Puedes venderme cielo,
el cielo azul a veces,
o gris también a veces,
una parcela de tu cielo,
el que compraste, piensas tú, con los árboles
de tu huerto, como quien compra el techo con la casa?
¿Puedes venderme un dólar
de cielo, dos kilómetros
de cielo, un trozo, el que tú puedas,
de tu cielo?

El cielo está en las nubes.
Altas las nubes pasan.
Nadie las tiene, nadie.

¿Puedes venderme lluvia, el agua
que te ha dado tus lágrimas y te moja la lengua?
¿Puedes venderme un dólar de agua
de manantial, una nube preñada,
crespa y suave como una cordera,
o bien agua llovida en la montaña,
o el agua de los charcos
abandonados a los perros,
o una legua de mar, tal vez un lago,
cien dólares de lago?

El agua cae, rueda.
El agua rueda, pasa.
Nadie la tiene, nadie.

¿Puedes venderme tierra, la profunda
noche de las raíces; dientes
de dinosaurios y la cal
dispersa de lejanos esqueletos?
¿Puedes venderme selvas ya sepultadas, aves muertas,
peces de piedra, azufre
de los volcanes, mil millones de años
en espiral subiendo? ¿Puedes
venderme tierra, puedes
venderme tierra, puedes?

La tierra tuya es mía.
Todos los pies la pisan.
Nadie la tiene, nadie.



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