domingo, 6 de marzo de 2022

La papisa Juana

Aunque muchos la consideran falsa, la propia Iglesia Católica entre ellos, el paso de los siglos no ha podido borrar la historia sorprendente de una mujer que, bajo ropajes masculinos de monje, logró escalar los rangos en la jerarquía eclesiástica hasta llegar a ser elegida papa.

Se dice que, específicamente durante el siglo IX, una mujer fue la encargada de ocupar el cargo del papa en el Vaticano. Su nombre era Juana, pero fue bautizada como Benedicto III al momento de tomar dicho puesto, el cual ocupó entre los años 855 y 857 haciéndose pasar por un hombre. Este engaño acabaría durante una procesión en la cual la papisa habría tenido un parto, producto de su unión con el embajador Lamberto de Sadonia, y el pueblo, escandalizado y enfurecido, acabaría con su vida lapidándola allí mismo.

Al respecto, la Iglesia Católica ha declarado que ninguna mujer ha ocupado el puesto de sumo pontífice. De hecho, para la iglesia, Benedicto III fue un hombre que luchó contra el antipapa Anastasio, cardenal de Marcelo, hasta el día de su muerte.

Papisa Juana al momento de dar a luz

A comienzos del siglo XIII, el cronista dominico Jean de Mailly escribía lo siguiente, en la Chronica Universalis Mettensis, en lo que constituye la primera mención conocida de la historia de la papisa Juana:

se trata de cierto papa o mejor dicho papisa que no figura en la lista de papas u obispos de Roma, porque era una mujer que se disfrazó como un hombre y se convirtió, por su carácter y sus talentos, en secretario de la curia, después en cardenal y finalmente en papa. Un día, mientras montaba a caballo, dio a luz a un niño. Inme-diatamente, por la justicia de Roma, fue encadenada por el pie a la cola de un caballo, arrastrada y lapidada por el pueblo durante media legua”.

Ahora bien, no contamos solamente con el relato de Jean de Mailly. También está el del obispo Martín de Opava, un cronista polaco del siglo XIII, autor del Chronicon Pontificum Imperatorum (Historia de los Papas y los Emperadores). La diferencia más notable entre ambas versiones del hecho son las fechas: Jean de Mailly sitúa los acontecimientos en el año 1099, mientras que Martín de Opava los coloca a finales del siglo IX. Este segundo, además, es el primero que da nombre a la supuesta papista y menciona detalles que no aparecían en la versión de Jean de Mailly:

Juan el Inglés nació en Maguncia, fue papa durante dos años, siete meses y cuatro días y murió en Roma, después de lo cual el papado estuvo vacante durante un mes. Se ha afirmado que este Juan era una mujer que, en su juventud, disfrazada de hombre, fue conducida por un amante a Atenas. Allí se hizo erudita en diversas ramas del conocimiento, hasta que nadie pudo superarla, y después, en Roma, profundizó en las siete artes liberales (trivium y quadrivium) y ejerció el magisterio con gran prestigio. La alta opinión que tenían de ella los romanos hizo que la eligieran papa. Ocupando este cargo, se quedó embarazada de su cómplice. A causa de su desconocimiento del tiempo que faltaba para el parto, parió a su hijo mientras participaba en una procesión desde la basílica de San Pedro a Letrán, en una calleja estrecha entre el Coliseo y la iglesia de San Clemente. Después de su muerte, se dijo que había sido enterrada en ese lugar. El Santo Padre siempre evita esa calle, y se cree que ello es debido al aborrecimiento que le causa este hecho. No está incluido este papa en la lista de los sagrados pontífices, por su sexo femenino y por lo irreverente del asunto.

Carta del tarot representando la papisa. La segunda carta del tarot, La Sacerdotisa, es conocida también como La Papisa.

La versión de Martín de Opava, más detallada y morbosa, contribuyó a popularizar la historia de esta mujer, que sería conocida en adelante como la papisa Juana. Pero son precisamente estos detalles los que llevaron a muchos estudiosos, en siglos posteriores, a dudar de su veracidad.

No existe ninguna fuente contemporánea que mencione esta historia: Las más tempranas son del siglo XIII, más de cien años después de los hechos en la versión de Martín de Opava y casi cuatrocientos en la de Jean de Mailly. Esto no sería de extrañar ya que, por sus características, es un hecho que la Iglesia preferiría ocultar.

A la difusión del tema contribuyó un autor de genio como Giovanni Boccaccio, en su obra De mulieribus claris ("Sobre mujeres ilustres"), y posteriormente también la Reforma protestante, que la utilizó como medio para desacreditar a la Iglesia católica. David Blondel, un clérigo francés del siglo XVII, dedicó un texto a esta cuestión en el que detallaba todas las incongruencias del relato y concluía que no era verosímil ni veraz.

Cabe agregar aquí que, más allá de opiniones a favor o en contra, de esta historia se deriva una anécdota famosa. Es la que sostiene que, para evitar una repetición del suceso en el futuro, se fabricó una silla con un agujero en el asiento, la sedia stercoraria, en el que todo nuevo papa debía sentarse. Debía hacerlo vestido para evitar la indignidad de estar desnudo frente a varias personas, pero con sus testículos colgando por el agujero. Otro eclesiástico, apodado el palpati, se encargaba, como su nombre lo indica, de palparle los testículos a los papas introduciendo su mano bajo el alba (es decir, la túnica blanca de los papas) para tocar los genitales del sumo pontífice. Si la inspección era positiva, anunciaba “duos habet et bene pendentes”, es decir, “tiene dos y cuelgan bien”, a lo que los presentes respondían “Deo Gratias”.

El palpati ejerciendo su tarea.

La Iglesia Católica asegura que la figura del palpati realmente es una leyenda, tal como la de la papisa Juana. Sin embargo, una ‘sedia stercoraria’ forma parte de una exposición del Museo Vaticano.

Se dice que la comprobación testicular fue abolida durante los años 1522 y 1523 por el papa Adriano VI, pero existen ilustraciones de años posteriores, como la de Lawrence Banka, que muestran la realización de esta prueba al papa Inocencio X, en 1644.


Sedia stercoraria

Difícil decir si la historia de la papisa Juana es verdadera o no. Según sus creencias personales, están los que la creen y los que no. Sin embargo, creo que es oportuno recordar aquí la frase de que: Cuando el rio suena, es que agua trae…




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