Hace ya muchas lunas, queridos amigos, cerca del año del Señor de 2016, escribí un ensayo sobre el humano motivado por las frases de dos grandes pensadores. Uno de ellos, Mariano Moreno y el otro Cayo Salustio Crispo. La frase de Moreno llamó mi atención desde que la conocí en un programa del humorista político argentino Tato Bores, que la recitaba en su programa montado en un caballo con el atuendo de Don Quijote. La frase de marras es la que, en cierta ocasión, escribió Mariano Moreno en el prólogo de El Contrato Social, de Jean-Jacques Rousseau. Hela aquí:
Si los pueblos no se ilustran, si no vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que se le debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y, después de vacilar por algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez su destino mudar de tiranos sin destruir la tiranía.
Si bien el texto es de por sí claro, abusaré de tu condescendencia, amigo lector, aportando algunas glosas sobre sus partes componentes.
Si los pueblos no se ilustran, cultivarnos es una obligación, si queremos ampliar las posibilidades de conducir la propia vida adecuadamente.
si no vulgarizan sus derechos, vulgarizar quiere decir aquí poner en posesión del vulgo, o sea de la gente, de todos. Que todo el mundo conozca sus derechos.
si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que se le debe, y aquí está lo que permite la cultura y la vulgarización de los derechos: Que cada cual sepa lo que vale, lo que puede y lo que se le debe. El ignorante desconoce todas estas cosas y es, por ello, fácil de manejar.
nuevas ilusiones sucederán a las antiguas las nuevas generaciones que llegan al poder lo harán con nuevas ilusiones (Nosotros vamos a poder hacer lo que los “viejos” no pudieron o no supieron. Nosotros podremos.) y, sin saberlo, estarán diciendo lo mismo que dijeron los “viejos”, antes que ellos. Nuevas ilusiones seguirán a las de antes y no se solucionará nada.
y, después de vacilar por algún tiempo entre mil incertidumbres, ¿Por qué van a vacilar? Porque no saben, porque no tienen cultura, porque no conocen sus derechos… Entonces caminan a tientas, como un ciego.
será tal vez su destino mudar de tiranos sin destruir la tiranía. Y con esta dura sentencia advierte Moreno cuál será el destino de los ignorantes. Podrán rebelarse, sí, podrán echar un tirano, sí, pero no podrán eliminar la tiranía, porque la tiranía no se elimina con revoluciones, con guillotinas y con matanzas, nos dice, la tiranía se elimina con cultura.
Veamos, si no, los ejemplos que nos brinda la Historia:
- En 1789 el pueblo francés, harto de la tiranía de los Luises, se levanta contra la nobleza, mata a justos y pecadores, declara la “Liberté, égalité, fraternité” y pocos años después se encuentra bajo la tiranía de Napoleón, que no sólo se considera rey, sino emperador
- En 1917. El pueblo ruso, harto de la tiranía de los zares, se levanta contra ellos, mata a justos y pecadores y declara la dictadura del proletariado, para pocos años después caer en la brutal y asesina dictadura de Stalin que mató a más de 10.000.000 de rusos.
Y podríamos seguir con otros ejemplos más que muestran que las revoluciones pueden entenderse como gesto de cansancio o hartazgo de un pueblo pero, que si no van acompañadas de lo que nos dice Moreno, sólo sirven para cambiar de tirano.
Complementando lo que dice Moreno, podemos traer a colación una frase de Voltaire que muestra la misma preocupación por la ilustración (o falta de ilustración) de los pueblos. Dijo el francés:
Ahora bien, todo lo anterior se concatena con una nota aparecida en el prestigioso diario inglés The Economist acerca de la aparición de un nuevo zar en Rusia, país al que parece que le cuesta, como a muchos otros, aprender las lecciones del pasado. Veamos, a continuación, la mencionada nota:
Mientras el mundo contabiliza el centenario de la Revolución de Octubre, Rusia está nuevamente bajo el gobierno del zar
DIECISIETE años después de que Vladimir Putin se convirtiera en presidente por primera vez, su control sobre Rusia es más fuerte que nunca. Occidente, que todavía ve a Rusia en términos postsoviéticos, a veces lo ubica como el líder más poderoso de su país desde Stalin. Los rusos miran cada vez más hacia un período anterior de la historia. Tanto los reformistas liberales como los tradicionalistas conservadores en Moscú están hablando de Putin como un zar del siglo XXI.
El señor Putin se ha ganado ese título al sacar a su país de lo que muchos rusos ven como el caos de la década de 1990 y hacer que vuelva a contar en el mundo. Sin embargo, a medida que se acerca el centenario de la revolución de octubre, ha surgido la incómoda idea de que Putin también comparte las debilidades de los zares.
Aunque Putin se preocupa por las revoluciones de "color" que barrieron la ex Unión Soviética, la mayor amenaza no es la de un levantamiento masivo y aún menos la de un renacimiento bolchevique. Es que, desde la primavera de 2018, cuando Putin comience lo que constitucionalmente será su último mandato de seis años en el cargo, después de una elección que seguramente ganará, comenzará la especulación sobre lo que viene después. Y crecerá el temor de que, como con otros gobernantes rusos, el zar Vladimir dejará turbulencias y trastornos a su paso.
Gobierno firme
El señor Putin no es el único autócrata del mundo. El gobierno autoritario personalizado se ha extendido por todo el mundo en los últimos 15 años, a menudo, como en el caso del Sr. Putin, construido sobre la frágil base de una democracia manipulada donde el ganador se lleva todo. Es una reprimenda al triunfalismo liberal que siguió al colapso de la Unión Soviética. Líderes como Recep Tayyip Erdogan de Turquía, el difunto Hugo Chávez de Venezuela e incluso Narendra Modi, primer ministro de la India, se han comportado como si disfrutaran de una autoridad especial derivada directamente de la voluntad popular. En China, Xi Jinping formalizó esta semana su mando absoluto del Partido Comunista.
El sello de autoritarismo
de Putin abrió el camino. Evoca la historia imperial de Rusia, que ofrece una imagen
vívida de cómo funciona el poder y cómo podría salir mal.
Como un zar, el Sr. Putin
se encuentra al tope de una pirámide de mecenazgo. Desde que se movilizó contra
los oligarcas en 2001, tomando el control primero de los medios y luego de los
gigantes del petróleo y el gas, todo el acceso al poder y al dinero ha sido a
través de él. En estos días, los boyardos le sirven a su gusto, al igual que
los que están debajo de ellos sirven a estos y así sucesivamente hasta el
final. Él envuelve su poder en el procedimiento legal, pero todos saben que los
fiscales y los tribunales le responden. Disfruta de una calificación de
aprobación de más del 80% en parte porque ha persuadido a los rusos de que,
como dice un asesor, "si no hay
Putin, no hay Rusia".
Como un zar, también, se
ha enfrentado a la pregunta que ha plagado a los gobernantes de Rusia desde
Pedro el Grande, y que enfrentó agudamente a Alejandro III y a Nicolás II en el
periodo previo a la revolución. ¿Debería Rusia modernizarse siguiendo el camino
occidental hacia los derechos civiles y el gobierno representativo, o debería
tratar de asegurar la estabilidad resistiéndose a ellos? La respuesta de Putin
ha sido confiar la economía a tecnócratas de mente liberal y la política a ex
oficiales de la KGB. Inevitablemente, la política ha dominado la economía y
Rusia está pagando el precio. Sin embargo, bien administrada durante las
sanciones y la devaluación del rublo, la economía aún depende demasiado de los
recursos naturales. Puede manejar el crecimiento anual del PBI de solo
alrededor del 2%, muy lejos de 2000-08 en que logró un 5-10% con el petróleo. A
la larga, esto aplastará las ambiciones de Rusia.
Y como un zar, el Sr.
Putin ha reforzado su poder mediante la represión y el conflicto militar. En
casa, en nombre de la estabilidad, la tradición y la religión ortodoxa, ha
reprimido la oposición política y los social-liberales, incluidas las
feministas, las ONG y los homosexuales. En el exterior, su anexión de Crimea y
las campañas en Siria y Ucrania han sido pulidas por las noticias de la noche
por medios cautivos y triunfalistas. Sin embargo justificado, ya que la
indignación de Occidente por sus acciones subrayó a los rusos cómo el Sr.
Putin, una vez más, estaba afirmando la fortaleza de su país después de las
humillaciones de los años noventa.
¿Qué significa este zar
posmoderno para el mundo? Una lección es sobre la amenaza rusa. Desde la
interferencia en Ucrania, Occidente se ha preocupado por el revanchismo ruso en
otros lugares, especialmente en los Estados bálticos. Pero el SR. Putin no
puede permitirse un gran número de bajas sin perder también legitimidad, como
le sucedió a Nicolás II en la guerra ruso-japonesa de 1904-05 y en la primera
guerra mundial. Debido a que el zar de hoy conoce la historia, es probable que
sea oportunista en el extranjero, bluffeando
en lugar de arriesgarse a una genuina confrontación. La situación en casa es
diferente. En su tiempo en el poder, Putin ha mostrado poco apetito por la dura
represión. Pero el terrible historial récord de sufrimiento ruso sugiere que,
mientras que el titubeo socava la legitimidad del gobernante, la represión
masiva puede fortalecerlo, al menos por un tiempo. La gente rusa todavía tiene
algo que temer.
La descendencia de la madre Rusia
La otra lección es sobre
la sucesión. La revolución de octubre es simplemente el caso reciente más
extremo en Rusia de poder pasando de gobernante a gobernante a través de un
tiempo de problemas. Putin no puede organizar su sucesión utilizando su línea
de sangre o el aparato del Partido Comunista. Tal vez él ungirá a un sucesor.
Pero necesitaría a alguien lo suficientemente débil como para controlarlo y lo
suficientemente fuerte como para vencer a sus rivales, una combinación poco
probable. Quizás tratará de aferrarse al poder, como lo hizo Deng Xiaoping
detrás de la escena como jefe de la Asociación China Bridge y como Xi podría
hacerlo abiertamente, habiendo evitado nombrar a un sucesor después del
congreso del partido de esta semana. Sin embargo, incluso si Putin se
convirtiera en la eminencia gris de
la Federación Rusa de Judo, solo retrasaría el momento fatal. Sin el mecanismo
de una democracia real para legitimar a alguien nuevo, es probable que el
próximo gobernante surja de una lucha de poder que podría comenzar a desgarrar
a Rusia. En un estado con armas nucleares, eso es alarmante.
Cuanto más fuerte sea Putin hoy, más difícil le resultará administrar su sucesión. A medida que el mundo intente vivir con esa paradoja, debe recordar que nada está escrito en la piedra. Hace un siglo, la revolución bolchevique fue vista como un respaldo al determinismo de Marx. Ya en el evento, se probó que nada es seguro y que la historia tiene su propia ironía trágica.
Hasta aquí la nota de The Economist.Nos queda la sensación de que el pueblo ruso, tercamente, se empeña en estar bajo la tiranía de zares, sean los Romanoff, Stalin, los primeros ministros soviéticos, o Putin; con tan solo una excepción que sería Mijail Serguéievich Gorbachov.
Las preguntas que debemos hacernos son, entonces, ¿Por qué esto es así, con Rusia y con cualesquiera otros pueblos? ¿Qué impele a las masas a aceptar al tirano? ¿Sirve la cultura, como nos dice Moreno, para evitarlos? ¿Será que el pueblo ruso es inculto y entonces solo cambia de tiranos? ¿O hay algo más que no estamos considerando?
Y aquí entra en juego la segunda frase que mencionara al comienzo.
Veamos, la respuesta a estas perturbadoras preguntas seguramente provendrá de diferentes ámbitos de la realidad. Comencemos por considerar el contenido de la, a su vez, perturbadora frase, que nos legó el agudo historiador latino del siglo I antes de nuestra era (a.n.e.), Cayo Salustio Crispo:
“Son pocos los que prefieren la libertad, la mayoría prefiere un amo justo.”
¡Tremenda frase! Tremenda porque subyace a ella el concepto de que es inútil pretender que todos los hombres sean libres, que es inútil otorgarles la libertad, porque no todos la quieren. Es más, nos dice que solo unos pocos la quieren, la mayoría solo aspira a estar bajo los dictados de un amo justo y, agrego yo, dadivoso.
Una muestra contundente de por qué agrego yo el adjetivo “dadivoso” a
la sentencia de Salustio se puede apreciar en un video, que se divulgó
ampliamente en las redes sociales, en el que se puede escuchar a una jujeña
que, ante la pregunta del periodista acerca de si ella sabía que Milagros Sala
robaba, contesta que “todos los políticos roban, pero si ella robó, nosotros teníamos
para comer”. Y luego agrega que “dicen que Cristina Kirchner robó
a los pobres, robó al país, pero la gente pobre tenía para comer”. Y
remata diciendo “hoy en día no tenemos (para comer), tenemos que laburar día a día
para poder tener”.
O sea, esta jujeña ni siquiera pide un amo justo, acepta a los
ladrones, siempre y cuando le den a ella parte del botín. No importa que sea un
amo justo, pero que sea dadivoso. Y la frase final tenemos que laburar día a día
para poder tener, es realmente dramática y explica por qué los
populismos son tan venenosos: ¡Acostumbran a la gente a vivir sin hacer nada!
¡A depender de los poderosos comiendo las migas que caen de su mesa!
Y, por si este ejemplo no fuera suficientemente demostrativo,
analicemos lo sucedido en la provincia de San Luis, Argentina, en las
elecciones primarias y en las elecciones definitivas que vinieron después. En
las primarias el partido Cambiemos obtuvo el 54,82% de los votos, mientras que
el partido de la élite gobernante en San Luis, Frente Unidad Justicialista,
quedó segundo con un lejano 37,25% de los votos, casi un 18% menos. Sin
embargo, llegado el momento de las elecciones definitivas, la situación se
invirtió y el FUJ obtuvo el 55,00% de los votos, mientras que Cambiemos quedó
segundo con el 43,06%. ¿Qué sucedió? Claramente el FUJ prometió el oro y el
moro a las bases (por medio de sus punteros) si ganaban las elecciones. Claro,
el oro y el moro solo se harían efectivos en caso de ganar. Y el pueblo de San
Luis mostró una férrea actitud ¿Republicana?, ¡No! ¡Monetarista!
¿La democracia o el oro y el moro? La respuesta está a la vista. . .
Surge entonces una nueva pregunta, ¿Por qué la mayoría de los hombres
no querría la libertad? A poco que lo pensemos, la respuesta surge clara:
Porque la libertad implica responsabilidad, compromiso, toma de decisiones, planificación,
tiempo, habilidad, tenacidad. Y la mayoría no se anima a encarar todo esto, o
no puede, o no sabe, o no quiere, o es incapaz de hacerlo y, entonces, deja en
manos de otros la tarea mientras él se dedica, ciegamente, a complacer sus
pasiones.
Juvenal hace referencia a
la práctica romana de proveer trigo gratis a los ciudadanos romanos (la llamada
annona) así como costosas
representaciones circenses y otras formas de entretenimiento como medio para
ganar poder político a través del populismo. Julio
César mandaba
distribuir el trigo gratuitamente, o venderlo muy barato, a los más pobres,
unos 200.000 beneficiarios. Tres siglos más tarde, Aureliano continuaría la costumbre repartiendo a
300.000 personas dos panes gratuitos por día.
Dice Juvenal: …desde hace tiempo —exactamente desde que no
tenemos a quien vender el voto— este pueblo ha perdido su interés por la
política, y si antes concedía mandos, haces, legiones, en fin todo, ahora deja
hacer y sólo desea con avidez dos cosas: pan y juegos de circo.
Todo esto recuerda vívidamente el gobierno de Néstor Kichner, en
Argentina, donde instituyó subsidios por diversas causas (la annona) y
determinó que el programa de TV Fútbol
para todos, antes pago, fuera gratis (juegos de circo).
Existe, sin embargo, otra interpretación que recoge la frase Mundus vult decipi, ergo
decipiatur,
que a veces se abrevia citando sólo la primera parte, es una locución
latina que
significa «El mundo quiere ser engañado, luego, que se le engañe». La frase
justifica la posición de los gobernantes y empresarios que engañan, según su
opinión, porque el pueblo desea que se le engañe.
Todo esto, dicho sea de
paso, nos recuerda la sentencia de Maquiavelo:
Esto explica, sino totalmente al menos en un buen porcentaje, la aparición del líder. Su figura canaliza la insuficiencia de los que no saben conducir su propia vida. Es como si el seguidor dijera: Toma mi vida, que yo no sé qué hacer con ella. Y, como contraparte, el líder dijera: Dame tu vida, que yo te diré qué hacer con ella.
Este esquema de conductor-conducidos llamó también la poderosa
atención de Voltaire quien, quizás decepcionado de la naturaleza humana, se
pregunta por qué si al interrogar al pueblo este desea la democracia, toda la
tierra está gobernada por monarcas, en su época monarcas, hoy dictadores,
cacicuelos, etc.
Considérese, por ejemplo, que hoy en día la vidriera de dictadores se
engalana con Xi-Jinping en China. A finales de octubre, el Partido Comunista de
China añadió a la Constitución de ese país lo que llamó Xi-Jimping thought for the new era of Socialism with chinese special
characteristics (El pensamiento de
Xi-Jinping para la nueva era del Socialismo con especiales características
chinas). Esto acompañado de una
campaña de culto a la personalidad de Xi que recuerda los días de Mao Zedong. ¡Se
cambia de dictador, pero no se destruye la tiranía!
En Arabia Saudita, por su parte, Mohammed bin Salmán ha acrecentado su
poder hasta niveles impensados no hace mucho, descargando una serie de despidos
y arrestos de ministros y posibles rivales de la familia real, preparando el
terreno para lo que supone la sucesión de su anciano padre.
Pero, estos dos casos, si bien paradigmáticos, no son aislados, como
lo atestiguan Recep Tayyip Erdogan en Turquía, Abdel-Fattah ei-Sissi en Egipto,
Rodrigo Duterte en Filipinas, Víctor Orban en Hungría, el zar Vladímir Putin en
Rusia, Nicolás Maduro en Venezuela, el recientemente depuesto Robert Mugabe en
Zimbabue. . .
Bien, la respuesta de Voltaire sobre por qué la abundancia de
dictadores si la gente dice preferir la democracia parece tomada de Salustio:
Es más, a tanto llega la entrega del seguidor que es capaz de obedecer al líder aún ante órdenes aberrantes. Recordemos, a guisa de botón de muestra, al líder del, así llamado, Templo del Pueblo, Jim Jones, quien, el 18 de noviembre del año 1978, ordenó a sus seguidores que cometieran suicidio colectivo. Jones les dijo que «la muerte solo era el tránsito a otro nivel» y «esto no es un suicidio, sino un acto revolucionario». La mayoría de sus seguidores se envenenaron con cianuro (algunos pocos, temerosos de la muerte, quisieron negarse y fueron asesinados) y, en medio de la «histeria suicida», Jones ―en lugar de suicidarse― le pidió a uno de sus seguidores que lo asesinase. Jim Jones fue encontrado muerto de una herida de escopeta en la cabeza, entre los 912 cadáveres hallados en Jonestown, Guyana.
Volvemos al concepto de
que el seguidor “entrega” su vida al líder para que este “decida” qué hacer con
ella, aun cuando decida barbaridades. La clave para entender la entrega del
seguidor es el fanatismo, es decir, la defensa exageradamente apasionada de
creencias, opiniones, ideologías, etc., normalmente elaboradas por el líder. Este
abrazar creencias, opiniones, ideologías en forma exageradamente apasionada deviene, normalmente, en la intolerancia
y, entonces, se ve al que no participa de las mismas creencias, opiniones,
ideologías como el otro e inclusive,
como el enemigo. De esta forma, el
fanático se cierra, aún más, en sus creencias y se aferra, aún más, al líder
que las sustenta.
Ahora bien, ¿Será
suficiente, para evitar la ciega devoción al líder, lo que recomienda Moreno de
ilustrar a los pueblos? Mal que me pese debo confesar, prima fascie, mi escepticismo al respecto. ¿Por qué mi
escepticismo? Porque observo que el fanatismo es una mala hierba que crece en
cualquier suelo y con cualesquiera condiciones ambientales. Se lo puede
encontrar en lugares donde, a priori, uno pensaría que es imposible hallarlo,
como en las universidades. Personas formadas en el claustro universitario donde
se supone que la razón prima sobre la pasión, pueden transformarse en los más
acérrimos fanáticos.
Consideremos, a guisa de
ejemplo, las Waffen SS y la Gestapo del nazismo. Las primeras, comenzaron como
unidad de protección y choque de la dirección del Partido Nazi, hasta
convertirse en una fuerza de combate de 950.000 soldados aproximadamente. En
los Juicios de Nüremberg, las Waffen-SS fueron condenadas como parte de
una organización criminal debido a su participación en atrocidades y crímenes
de guerra e inmediatamente abolidas.
En cuanto a la Gestapo,
estaba formada por oficiales de policía de carrera y profesionales del Derecho,
su organización y funciones fueron rápidamente fijados ya en enero de
1933. La función de la Gestapo era la de investigar y combatir «todas las tendencias peligrosas para el
Estado». Tenía autoridad para investigar los casos de traición, espionaje y sabotaje, además de los casos de
ataques criminales al Partido Nazi y al Estado. La norma de 1936 que
regulaba su actuación le otorgó carta blanca y la situó por
encima de la ley al excluirla de cualquier forma de control jurisdiccional. En
particular, fue eximida de responsabilidad ante los tribunales administrativos,
los que ordinariamente se encargaban de resolver los litigios que los
ciudadanos dirigían contra el Estado si consideraban que su actuación no se
ajustaba a Derecho. Werner Best, asesor jurídico de la Gestapo, llegó a declarar: «Mientras la policía cumpla la voluntad de
los líderes políticos, está actuando legalmente». El poder de la Gestapo
que más le permitía abusar era la Schutzhaft o 'custodia
preventiva', un eufemismo para designar los
encarcelamientos sin procedimientos legales, típicamente en campos
de concentración.
La persona encarcelada incluso tenía que firmar su propio Schutzhaftbefehl (documento
donde declaraba su deseo de ser encarcelada). Normalmente esto se lograba
sometiéndola a tortura.
Pues bien, cuando
se analizan los cuadros de estos cuerpos, que participaron en toda clase de
crímenes y aberraciones, surge que el 60 por ciento de ellos eran
universitarios, hombres preparados y con un buen grado de cultura. Entonces
uno se pregunta cómo pudo haber sucedido lo que pasó. La biógrafa Heike
Görtemaker considera que nunca lograremos
dar respuesta a esos interrogantes. Todo lo que podemos hacer es tratar de
explicar qué pasó y tomar nota de todos los factores.
¡Y qué no decir del pueblo
alemán! Pensemos lo siguiente, a fines del siglo XIX, Alemania había alcanzado
altísimas cotas de cultura popular. Todo tenía “color” alemán, la ciencia, el
arte, la filosofía. Toda disciplina exhibía apellidos alemanes entre sus más
destacados cultores. ¿Y qué pasó? Ese pueblo cultísimo, ilustrado, que sabía lo
que valía, lo que podía y lo que se le debía… ¡cayó fanáticamente en el
nazismo!
Solo unos pocos escaparon
al magnetismo de la ideología nazi. Serían, quizás, los pocos que prefieren la
libertad, al decir de Salustio.
Bien, no voy a fatigarlos
con la enumeración de los muchísimos ejemplos más que podríamos analizar,
muchos de los cuales nos tienen, a los argentinos, como protagonistas. Más bien
me interesa plantear la cuestión de por qué el esquema líder-seguidores es de
tan frecuente aparición en las sociedades. Nótese que hasta de un equipo de
fútbol se dice que debe tener un líder. Al respecto, si me permiten, ya que
viene a cuento, me gustaría recordar la película Rollerball, del año 1975, que tenía como protagonista a James Caan.
En ella se pintaba el caso de una sociedad que había inventado el deporte del rollerball con el objeto de evitar
ídolos deportivos, ya que, por estar todo permitido en él, era común que los
que lo practicaban murieran sin poder transformarse en uno de ellos. El
problema se presenta cuando los dirigentes de dicha sociedad observan que James
Caan sobrevive a los encuentros y no muere nunca. ¡Y lo peor es que se está
transformando en un ídolo, admirado por las multitudes!
Pero, volvamos a la
pregunta de por qué el esquema líder-seguidores es tan frecuente. No debemos
subestimar su importancia. Tal como hemos visto en la nota anterior ¿Qué ha
pintado la selección natural en nuestro lienzo genético?, debemos tener en
cuenta que existe desde los albores del homo
sapiens, donde la estructura social que existía era la del clan. Clan, por
supuesto, que tenía un conductor, el macho
alfa. Y esta estructura social tenía dos poderosas razones de ser:
1.- El grupo, la familia,
el clan ofrecía mejores condiciones de supervivencia que vivir en soledad, de
modo que agruparse en este tipo de estructura prevaleció sobre otras formas de
vivir.
2.- El clan no se podía
permitir dudas de qué hacer frente a los numerosos peligros que lo acechaban
permanentemente. Era imperioso tomar decisiones rápidas, sin hesitar, so pena
de ser devorados por los depredadores de otras especies o masacrados por otro
clan de la misma.
Vemos pues, que desde el
inicio de nuestro andar sobre el planeta aparece el sistema de
conductor-conducidos, o líder-seguidores, que se ha mantenido hasta la
actualidad.
Ya en los primeros
estadíos de la niñez se puede observar el despuntar de las distintas
personalidades, entre ellas está, desde luego la del líder que, desde niño ya
busca imponer su opinión y su voluntad sobre sus iguales.
Al respecto, es pertinente
la frase que Julio César dijera a sus legionarios, que nos ha llegado a través
del historiador, político y militar romano del siglo II de n.e. Dion Casio.
Dijo César:
Más aún, preguntémonos
cuántas veces, al seguir a un conductor, no se habrá seguido a una persona con
las facultades mentales alteradas. Veamos, por ejemplo, el llamativo caso de
Juana de Arco, la Doncella de Orleans. Juana nació
en Domrémy, un pequeño poblado
situado en el departamento de los Vosgos en la región de
la Lorena, Francia.
Con 17 años de edad llegó
a encabezar el ejército real francés. Convenció al rey Carlos
VII de
que expulsara a los ingleses de Francia y éste le dio autoridad sobre su ejército en el sitio de Orleans, la batalla de Patay y otros
enfrentamientos en 1429 y 1430. Estas campañas revitalizaron la facción de Carlos
VII durante
la guerra
de los Cien Años y
permitieron la coronación del monarca.
Posteriormente, Juana fue
capturada por los borgoñones y entregada a
los ingleses. Los clérigos la condenaron
por herejía y el duque Juan de Bedford la quemó viva
en Ruan, el 30 de mayo de 1431.
Lo interesante del caso es
que Juana decía sentir voces interiores, de origen divino según ella, que le
decían lo que debía hacer y cuando. Al respecto, podemos leer en las actas del
juicio que le substanció la Inquisición lo siguiente:
. . . declaró que a la edad de trece años oía la voz de Dios que la ayudaba y
guiaba. Y que la primera vez tuvo mucho miedo. Y esta voz llegó hacia el
mediodía, en verano, en el jardín de su padre; y la susodicha Juana no había
ayunado el día anterior. Oyó la voz a su derecha, en dirección a la iglesia; y
ella rara vez la escuchó sin luz. Esta luz vino del mismo lado que la voz y, en
general, había una gran luz. Cuando ella vino a Francia, a menudo escuchaba la
voz.
Cuando se le preguntó cómo podía ver la luz de la que hablaba,
ya que estaba a un lado, no respondió y pasó a otras cosas. Ella dijo que si
estaba en un bosque fácilmente oía las voces que venían a ella. Le pareció una
voz digna y ella creía que había sido enviada por Dios; cuando oyó la voz por
tercera vez, supo que era la voz de un ángel. Ella también dijo que esta voz
siempre la protegió bien y que ella la entendió bien.
Se le preguntó qué instrucción le dio esta voz para la
salvación de su alma: Ella dijo que le enseñó a ser buena e ir a la iglesia a
menudo; y le dijo que debía ir a Francia. . . Dijo además que esta voz le dijo
una o dos veces por semana que debía irse y venir a Francia, y que su padre no
sabía nada de su partida. Dijo que la voz le decía que viniera y que ya no
podía quedarse donde estaba; y la voz le dijo nuevamente que debería levantar
el sitio de la ciudad de Orleans. Ella dijo además que la voz le dijo que ella,
Juana, debería ir a Robert de Baudricourt, en la ciudad de Vaucouleurs de la
que él era capitán y que él le proporcionaría una escolta. Y la susodicha
Jeanne respondió que ella era una doncella pobre, sin saber nada de montar o
pelear. Ella dijo que fue con un tío suyo y le dijo que quería quedarse con él
por un tiempo; y ella se quedó allí unos ocho días. Y le dijo a su tío que
debía ir a la dicha ciudad de Vaucouleurs, y entonces su tío se la llevó.
Luego dijo que cuando llegó a Vaucouleurs reconoció fácilmente
a Robert de Baudricourt, aunque nunca lo había visto antes; y ella lo conocía a
través de su voz, porque la voz le había dicho que era él. Y la susodicha Juana
le dijo a Robert que debía ir a Francia. El dicho Robert se negó dos veces a
escucharla y la rechazó; la tercera vez que la escuchó y le dio una escolta. Y
la voz le había dicho que sería así.
. . .Ella dijo que en su viaje pasó por Auxerre, y oyó misa en
la iglesia principal allí; y desde ese momento ella escuchó con frecuencia sus
voces, . . .
Requerida para decir qué consejo le dio para vestirse de
hombre, se negó varias veces a responder. Finalmente, respondió que no había dañado
a nadie con eso; y varias veces ella respondió de varias maneras.
Ella dijo que Robert de Baudricourt había conjurado a los que
la acompañaban a que la condujeran bien y de manera segura. "Ve", le
dijo Robert a Juana, mientras ella se marchaba, "Ve, y pase lo que
pase".
Las actas son muy largas, pero,
básicamente, el tema central es las voces que Juana decía oír. No voy a ofender
a ningún creyente negando la posibilidad de que las “voces” provinieran de Dios
(o del Demonio como trataban de dilucidar los inquisidores) pero, permítaseme
contemplar también la posibilidad de que se tratara de un típico caso de esquizofrenia.
La esquizofrenia altera la forma en que una víctima percibe el mundo a su alrededor. El paciente puede, a menudo, escuchar y ver cosas que no están allí. Un síntoma clásico de la esquizofrenia son las Alucinaciones.
Las alucinaciones son
sensaciones que son muy reales para la víctima, pero no existen fuera de sus
propias mentes. Pueden involucrar todos los sentidos, pero las alucinaciones
auditivas -escuchar cosas que no están allí– son las más comunes. Las voces que
oye el esquizofrénico suelen ser críticas y pueden ordenar que desarrolle
ciertas acciones.
Así pues, si este fue el
caso, una campesina venida de la nada y padeciendo una enfermedad mental seria,
llegó a conducir los ejércitos de Francia y a codearse con la realeza, a quien
aconsejaba y admonitaba. Digamos, incidentalmente, que su juicio condenatorio
fue luego revisado, anulado y que la Iglesia la elevó a la categoría de santa.
Sin embargo, por
paradigmático que pueda parecer el caso de la doncella de Orleans, palidece
frente al de otro conductor que ya podríamos tildar de sicópata. Me refiero a Iósif
Vissariónovich Dzhugashvili, más conocido por Stalin.
Ahora bien, ya que he
tildado de sicópata a Stalin, sería interesante formarse una idea de cuáles son
las características distintivas de la personalidad sicopática. Aun cuando hay
cierta discusión al respecto, podemos estar de acuerdo en que los sicópatas:
· Carecen de conciencia moral o ética.
· Carecen de empatía hacia los sentimientos de los demás. Para los psicópatas los demás son objetos para ser usados, no personas que sienten y a quienes hay que tener en cuenta.
· Son muy ingeniosos y manipuladores y, además, lo hacen de forma deliberada, e inclusive disfrutan con ello. Para lograr sus fines no dudan en disfrazarse de seres encantadores y dulces. Saben cómo halagar a las personas para obtener el máximo de ellas o las hacen sentir que son las culpables de cualquier cosa que ocurra.
· A veces suelen ser narcisistas, egocéntricos, rudos y arrogantes.
· En los psicópatas son frecuentes los comportamientos antisociales.
Iósif Vissariónovich fue,
sin lugar a dudas, un asesino serial. Dormía muy poco y, de madrugada,
exploraba largas listas de nombres acompañando algunos con un visto y otros con
una cruz. Estos últimos debían ser eliminados. Los motivos eran cualesquiera,
desde un mal recuerdo de la infancia hasta una mirada demasiado fija en él. Al
respecto les puedo contar la historia de Nikolái Vasílievich Krylenko. Nikolái Vasílievich fue un político comunista ruso, dirigente del Partido Bolchevique. Ejerció una variedad
de cargos dentro del sistema legal
soviético,
llegando a ser ministro de Justicia de la Unión Soviética y Fiscal
General de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia.
Pero, además de todos estos importantes cargos, fue el máximo dirigente de la
rama del Ajedrez en la URSS. Y, por encima de todo esto, era amigo personal de
Stalin. Como participante de las reuniones del Politburó soviético, Nikolái
Vasílievich cometió un error imperdonable cuando se trata con un sicópata: Se
excedió en la confianza en el trato. . . ¡y cayó en desgracia!
En la tarde del 31 de enero de 1938, recibió una llamada de Iósif Vissariónovich en la que este le
tranquilizó, diciéndole: "No te
entristezcas. Confiamos en ti. Sigue haciendo el trabajo para el que has sido
asignado sobre el nuevo código legal." Esta llamada calmó a Krylenko;
sin embargo, esa misma tarde su casa fue rodeada por un escuadrón del NKVD y
él y muchos miembros de su familia fueron detenidos. Tras ser sometido a
interrogatorios y torturas por parte del NKVD, se le hizo
confesar una amplia participación en el sabotaje y la agitación
y propaganda antisoviética. Fue condenado a muerte por el Colegio Militar
de la Corte Suprema de la URSS, en un juicio que duró veinte minutos, y
ejecutado inmediatamente después en el campo de fusilamiento de Communarka.
De joven, Stalin
ingresó en el seminario, del que fue expulsado por sus actividades
revolucionarias cinco años más tarde de haber ingresado, aunque la madre
afirmaba que había sido por haber caído enfermo. Lo cierto es que Stalin era un
elemento díscolo en el seminario, donde introducía libros marxistas. Efectivamente,
dos años antes de su expulsión se había afiliado al Partido Socialdemócrata de
los Trabajadores rama bolchevique, dejando atrás la Iglesia Ortodoxa Rusa. Quienes
lo conocieron por aquellos años aseguran que ya tenía las características
personales que le acompañarían toda la vida, que al parecer eran una herencia
materna: Fanatismo extremo, destacada inteligencia natural y, sobre todo,
elevada predisposición a la violencia.
Stalin era un tipo feroz que vivía en tiempos feroces, un capo de matones, alguien que se caracterizaba por la ausencia de límites morales y por una tremenda rigidez mental. Por desgracia, en épocas de crisis la gente se siente atraída por personalidades como éstas, que ofrecen respuestas simples a problemas complejos. Esta característica, unida al narcisismo propio de los sicópatas hace de ellos desenfrenados coleccionistas de amantes.
Las
amantes de Stalin fueron innumerables en esa primera época de pistolero,
militante clandestino, asaltante de bancos desterrado en siete ocasiones a
Siberia. Fue un tiempo de mujeres e hijos no reconocidos, que quedaron
desperdigados por la historia.
Destaca
entre ellas Ludmila Stal, una revolucionaria muy aguerrida seis años mayor que
Stalin, a quien la policía zarista señalaba como bolchevique peligrosa. Stalin
estaba tan impresionado con ella que tomó su nombre: En ruso, Stal
significa “acero”, por lo que “Stalin” sería “el hombre de
acero”.
Al igual
que Hitler, Stalin era un psicópata incapaz de condolerse por el prójimo. Y su
sentido del amor era perverso. Para él las mujeres eran simplemente un espejo
en el que mirarse para magnificar su propia imagen. Necesitaba verse como un
héroe y reforzar así su narcisismo. Y ellas se adaptaban a ese papel porque ese era
un mundo en el que cultivar afanes y
ambiciones personales resultaba difícil. Así, muchas decidían
acercarse a la luz de un gran hombre para vivir su existencia.
Aunque
Stalin era de estatura baja y tenía un brazo deforme y la cara picada de
viruela, no carecía de atractivo para ellas, quizá por su aire de guerrillero
aguerrido, de pistolero autor de atentados, o tal vez simplemente por su
brutalidad, porque hay mujeres que sufren el espejismo de creer que, debajo de
toda esa ferocidad, se halla escondido un ser tierno y, lo que es peor, incluso
que ellas podrán rescatarlo.
Según
Olga Romanovna, directora del Museo de la Casa del Malecón, Stalin les gustaba mucho a las mujeres,
sabía aparentar y echar humo con un tono romántico de hombre sufrido. 'Uh,
pobre, fue presidiario, pasó su vida en cárceles', 'En algún lado tiene un
pequeño hijito en Georgia', 'Su mujer Ekaterina Svanidze falleció muy joven'.
Todo un bandolero, un héroe romántico medieval. Y eso les gustaba.
El
elevado narcisismo del sicópata hace que no pueda ver en la mujer más que un
ser inferior destinado solo a satisfacer sus deseos en diversas áreas. De ahí
el elevado número de amantes que suelen tener y de ahí también la opinión sobre
ellas. Veamos un par de ejemplos, además de Stalin:
Hitler,
en 1923 decía a un amigo: ¿Sabes que el público de un circo es exactamente como una mujer? Quien no comprenda el carácter
intrínsecamente femenino de las masas jamás será un orador eficaz.
Y luego agregó: Pregúntate a ti mismo, ¿Qué
espera una mujer de un hombre? Claridad, decisión, fuerza y acción; igual que
las masas. La multitud no es sólo como la mujer, sino que éstas constituyen el
elemento más importante de un auditorio. Las mujeres toman la iniciativa: Les
siguen los hijos, y al final la familia arrastra al padre.
Ellas
veían a Hitler como un ser providencial, un superhombre, un héroe. En sus
veinte años de política activa recibió más de 150.000 cartas de sus
admiradoras, quienes las remitían dispuestas a entregar todo lo que tuvieran y
muchas incluso deseaban tener un hijo suyo 0 fantaseaban
con su amor.
Y
definía así el universo femenino: El
mundo del varón es mucho más amplio que el de la mujer. Un hombre pertenece a su trabajo, a sus deberes y sólo de
vez en cuando sus pensamientos se entretienen en la mujer. La mujer puede amar
mucho más profundamente que el hombre. El intelecto tiene poco que ver con
ella.
Hitler
—escribió Hanfstaengl— era un tipo
narcisista, para quien la multitud representaba un sustituto de la mujer que
parecía incapaz de encontrar. Para él hablar era una forma de satisfacer un
deseo violento y agotador. Así, el fenómeno de su elocuencia se me hizo más
comprensible. Los ocho o diez minutos de un discurso parecían un orgasmo de
palabras.
Luego
tenemos a Benito Mussolini, hombre-clasista, racista, individualista, machista,
defensor del uso de la violencia y creyente en una suerte de “hombre superior”
que se impondría a la “masa informe”.
Si los capitostes y
jerarcas se limitaban a alguna amante, Mussolini sentía una “excesiva”
propensión a las mujeres. Ya desde adolescente tenía una idea superlativa de la
virilidad y sus muchas compañeras —esposas, amantes fijas y temporales,
aventuras— debían exaltarla.
Como
explica G. C. Fusco en Mussolini e le donne [Mussolini
y las mujeres], el Duce distinguía
entre las “mujeres útero” (la esposa) y las “mujeres vagina” (sólo para el
sexo).
Mussolini
sostenía que el papel femenino por excelencia consistía en “cuidar la casa, tener niños y llevar los
cuernos”. Si bien la familia era una institución social, también era
política, y ejercer la maternidad, en el fondo, era lo único importante que
podía hacer una mujer.
Pero, volvamos a Iósif
Vissariónovich. Como muestra de su carencia de sentimientos por los demás, es
ilustrativa la anécdota con su hijo Jacob, nacido de su unión con su primera
esposa Ekaterina Svanitze. A su hijo Jacob
—explica Reyes Blanc— lo abandonó primero en manos de su madre y, cuando muere ella, lo deja con
sus tías y sus abuelos. Es
su segunda
mujer, Nadia, la que le dice a Stalin cuando forman un hogar: 'Vamos a traernos a tu hijo'. Si no hubiera
sido por Nadia, Jacob nunca habría ido a vivir al Kremlin con su padre, a quien
prácticamente no había visto nunca. Así llega a Moscú un chico cuyo carácter
suave y tranquilo era herencia materna. En un momento Jacob intenta suicidarse
y se pega un tiro, pero no muere. Stalin lo mira con desprecio y le dice: “No
has sido capaz ni de matarte, ni siquiera sabes pegarte un tiro”.
Y,
quizás una muestra más categórica, no podemos dejar de lado el Holodomor (“Matar de hambre”)
al que sometió al pueblo ucraniano que significó la muerte de entre dos y cuatro
millones de ucranianos entre 1932 y 1933.
El punto de partida –la
condena– fue el proceso de colectivización del campo: El despojo de las tierras
que aún conservaban algunos dueños desde los tiempos del zarismo.
Cínico, Stalin
atribuyó la letal hambruna a una serie de malas cosechas. Falso. La producción
ucraniana de granos llegó en 1933 a un récord de 22 millones de toneladas: Más que
en 1931, mucho más que en 1932…
Según varios
historiadores, “fue un acto de exterminio
intencional de Stalin contra la nacionalidad ucraniana por oscuras razones
nunca aclaradas. Es cierto, sí, que la apropiación de las tierras y las
cosechas por parte del Estado soviético propició otras hambrunas,
pero ninguna tan cruel y criminal como la lanzada contra Ucrania”.
La colectivización –el
despojo, en verdad– fue decidida por el Comité Central del Partido Comunista en
diciembre de 1929: Una guerra declarada, abierta y total contra los campesinos…
¡el 82 por ciento de la población del bloque de naciones sometidas por el
régimen!
Por cierto, esa política
de tabla rasa desató protestas, disturbios y revueltas en todo el territorio: Más
de tres millones dispuestos a impedir el despojo. Pero el Ejército Rojo se
encargó de extinguir esos fuegos, arrestó a miles de intelectuales ucranianos
bajo falsos cargos de conspirar contra el Estado, los condenó a las prisiones
siberianas, y muchos fueron fusilados…
Pero, la masacre por hambre, el Holodomor –unos 25 mil muertos por día–
fue objeto de discusión durante décadas. Si bien la condena fue unánime (o
casi), quince países admitieron que la hambruna 1932–1933 fue sin lugar a
dudas un genocidio contra el pueblo ucraniano. Pero apenas cinco le
negaron su carácter de genocidio, reduciendo el Holodomor a sólo “un acto
criminal del régimen estalinista”. Esos países son Estados Unidos, la
República Checa, Eslovaquia, Chile y la Argentina.
En
una carta que escribió desde la silla de ruedas donde estaba paralizado y que
quería mandar al XIII Congreso del Partido, Lenin decía entre otras cosas que
Stalin había aumentado demasiado su poder y que no se sentía seguro de que lo
utilizara con prudencia. Y proponía sustituirlo por alguien más tolerante y
menos caprichoso.
No
estuvieron libres de la brutalidad de Stalin ni sus seres más
cercanos. Sus amigos íntimos, incluso sus familiares, todos cayeron bajo la
represión que repartía sin ninguna piedad.
Los primeros
investigadores en intentar contar la cantidad de personas que murieron a causa
del régimen de Stalin se vieron obligados a recurrir en gran medida a las
pruebas anecdóticas. Sus estimaciones variaban de 3 a algo más de 50 millones. Después de la disolución de la Unión Soviética
en 1991, las evidencias de los archivos soviéticos se hicieron disponibles. De
acuerdo con los registros, alrededor de 800.000 presos fueron ejecutados por el
régimen de Stalin por delitos políticos o penales, mientras que alrededor de
1,7 millones murieron en gulags y unos 390.000 perecieron durante
reasentamientos forzosos, un total de alrededor de 3 millones de
víctimas. Según ciertas fuentes, durante el mandato de Stalin cerca de 5
millones de personas fueron encarceladas u obligadas a trabajos forzados, un
millón habían sido ejecutados y 2 millones perecieron en trabajos forzados. Todo
esto sin contar el Holodomor.
Sin embargo, algunos
historiadores creen que el archivo contiene cifras poco fiables. Por ejemplo, se cree que
los muchos sospechosos torturados hasta la muerte mientras estaban en «custodia
de investigación» es probable que no se hayan contado entre los ejecutados. Asimismo, existen
categorías de víctimas que no fueron registradas de forma correcta por los soviéticos,
como las víctimas de las deportaciones étnicas, o transferencias de población
alemana después de la Segunda Guerra Mundial.
Entre 1919 y mediados de
los años 1950 fueron deportadas más de seis millones de personas, casi el doble
que los ciudadanos soviéticos deportados por el Tercer Reich durante la Gran
Guerra Patria para
realizar trabajos forzados. De estos, un millón a un millón y medio habrían muerto
directamente a causa del traslado.
Así, mientras que algunos
investigadores han estimado el número de víctimas de las represiones de Stalin
en un total de 4 millones más o menos, otros creen que el número es
considerablemente superior. El escritor ruso Vadim Erlikman, por ejemplo, hace
las siguientes estimaciones: Ejecuciones, 1,5 millones; gulags, 5 millones;
deportaciones, 1,7 millones a 7,5 millones de deportados y prisioneros
de guerra y
civiles alemanes, 1 millón, lo que hace un total de alrededor de 9 millones de
víctimas de la represión.
Hay autores para los que
un mínimo de alrededor de 10 millones de muertos —4 millones por la represión y
6 por el hambre— son atribuibles al régimen; algunos libros de reciente
publicación sugieren un probable total de alrededor de 20 millones. Por ejemplo, agregar 6-8
millones de víctimas de la hambruna por encima de las estimaciones de muertes
directas, daría un total de entre 15 y 20 millones de víctimas. El
investigador Robert
Conquest,
mientras tanto, ha revisado su estimación inicial de hasta 30 millones de
víctimas a 20 millones. Otros siguen considerando
que sus anteriores estimaciones, mucho más altas, son correctas.
Como puede apreciarse, un
individuo que mandó a la muerte a millones de sus conciudadanos no puede
decirse que tuviera conciencia ética o moral. Claramente también, para él sus
víctimas fueron números, renglones en una hoja, objetos y no personas con
sentimientos. ¿Narcisista y egocéntrico? Desde luego, impulsó el culto a sí
mismo. Y fue tan ingenioso y manipulador que, cuando murió, largas colas de
dolientes rusos desfilaron frente a su cadáver momificado. ¡Había muerto “el
padrecito”! ¡Tanto se había disfrazado de encantador y dulce!
Ahora bien, está claro que
no todo conductor es malo, ni estoy abogando por esa tesis. Al respecto, me
viene a la memoria una frase atribuida a Maquiavelo, que dice:
Pericles, que en griego quiere decir “vecino de la gloria”, fue un importante
e influyente político y orador ateniense en los momentos de
la edad
de oro de
la ciudad. Fue hijo de Jantipo
y de Agaristé, sobrino del prestigioso legislador ateniense Clístenes y
miembro de la familia aristocrática de los alcmeónidas. Fue el principal
estratega de Grecia. Gran dirigente, hombre honrado y
virtuoso. Llamado el Olímpico,
por su imponente voz y por sus excepcionales dotes de orador.
Pericles tuvo tanta
influencia en la sociedad ateniense que su coetáneo, el historiador Tucídides, lo bautizó «el primer ciudadano de Atenas». El período
en el que Pericles gobernó Atenas a veces es conocido como el Siglo de
Pericles. Promocionó las artes y la literatura, razón por
la cual Atenas tiene la reputación de haber sido el centro educacional y
cultural de la Antigua Grecia. Comenzó un ambicioso proyecto que llevó a
la construcción de la mayoría de las estructuras supervivientes en la Acrópolis
de Atenas, incluyendo el Partenón, así como de otros muchos monumentos. Su
programa embelleció la ciudad y sirvió para exhibir su gloria, a la vez que dio
empleo a muchos ciudadanos. Además, Pericles defendió denodadamente la democracia griega.
Discípulo de Anaxágoras de Clazómenes y
de Zenón de Elea, fue amigo de Fidias y atrajo a Atenas a
filósofos, arquitectos y pensadores como Hipodamo de Mileto, Protágoras y
al historiador Heródoto. En su época brillaron Sófocles y Eurípides —máximas
figuras del teatro griego.
Bien, resumamos, lo visto
hasta aquí nos permite extraer un par de conclusiones:
1.- Los organismos
sociales, al igual que los biológicos, tienden a encolumnarse detrás de un
único conductor.
2.- Cuando el organismo
social queda en manos de un único conductor se corre el grave riesgo de que
éste sea un enfermo y hasta un enfermo grave, como un sicópata.
Parecería, entonces, que
la solución consiste en limitar el poder del conductor y el tiempo que se le
otorgue para conducir. Sin embargo, a poco que se revise la historia, se verá
que esto es lo que se pretendió con la figura política de la República… ¡Y no
ha evitado que, periódicamente, se haga con el poder un tirano!
Consideremos, por ejemplo,
el caso de Roma. La República Romana (digamos, incidentalmente, que república
proviene, en latín, de: Rēs
pūblica, o sea la cosa pública, volveremos sobre este concepto hacia el
final de estas Reflexiones), fue un período de la historia de Roma que se
extiende desde el 509 a.n.e., cuando se puso fin a
la Monarquía
Romana con
la expulsión del último rey, Lucio Tarquinio el Soberbio, por asesino y
corrupto, hasta el 27 a.n.e., fecha en que tuvo su inicio el Imperio Romano.
Brevemente, digamos que la
República consistía en un régimen aristocrático dirigido por los patricios, los descendientes de las
familias más antiguas de Roma. Las principales instituciones del nuevo régimen
fueron el Senado, las Magistraturas y los Comicios.
El Senado fue el pilar de
la República, siendo el órgano político por excelencia. Originalmente el Senado
estaba constituido solo por patricios, pero a partir del año 312 a.n.e.,
se permitió que los plebeyos pudieran formar
parte del mismo. La auctoritas del
Senado daba validez a los acuerdos tomados en las asambleas populares.
La Magistratura era un cargo
original de la República. La jefatura que ostentaba el rex o monarca
fue sustituida por dos magistrados colegiados y temporales llamados cónsules a los que el Senado
les podía exigir responsabilidad por su tarea de gobierno. Cada magistrado
podía vetar al otro, lo que se conocía como intercessio. Como se ve, se buscaba que nadie pudiera hacerse con
el poder absoluto
También durante la
República se crearon las asambleas populares, llamadas Comitia Centuriata, que también tenían
su peso en las decisiones de la República.
Este sistema republicano
funcionó muy bien para Roma por casi 500 años, en los que la República creció
en forma casi ininterrumpida. Y así llegamos a mediados del siglo I a.n.e. en
el que los senadores romanos se enfrentaban a un dilema dramático: Debían optar
entre defender la causa de la República bajo un líder desacreditado, Pompeyo, o
sumarse al golpe de Estado del mejor general romano del momento, Julio César.
Luego de sus innegables triunfos militares, César ya poseía todos los poderes
de un monarca. No le faltaba más que el título. Sin embargo, en principio la
opinión pública era hostil a la idea de volver a la monarquía. Así pues, se
suscitaría una guerra subterránea, pero no por ello menos intensa, entre César,
que ambicionaba el cargo de dictador
perpetuo y sus enemigos políticos.
Reparemos en el hecho de
que la magistratura de dictador era una figura contemplada en la legislación
romana. El dictador era un magistrado que ejercía el gobierno con
carácter extraordinario, especialmente en los casos de guerra, y disponía de
una autoridad suprema por encima de la de los cónsules. Recibía los títulos
de dictador y senador del pueblo (dictator, magister populi) y ejercía su autoridad por espacio de
seis meses a lo sumo, período en el que quedaban en suspenso todos los
procedimientos ordinarios, los magistrados, excepto los tribunos de la plebe, se abstenían en el
ejercicio de su jurisdicción y nadie podía criticar, censurar ni discutir las
órdenes del dictador.
Nótese la sabiduría de los
romanos que no se negaban a una conducción única, centralizada y todopoderosa
cuando se trataba de problemas de vida o muerte que no dan lugar a largas
discusiones o a consultas de los diversos sectores. Nótese también que,
conocedores de los problemas que la permanencia del dictador, en forma
indefinida, podía acarrear, le imponían un plazo de seis meses. Claramente, el
cargo de Dictador Perpetuo era contrario a la Filosofía Política que había
hecho grande a la República. Así pues, no fue raro que apareciera, entre los
adversarios políticos de César, un grupo de conspiradores que en los famosos
idus de marzo del 44 a.n.e., lo ultimara en el propio edificio del Senado.
Hay que tener en cuenta,
desde luego, que las motivaciones de los magnicidas eran muy heterogéneas, ya
que los había movidos por un auténtico sentido de salvación de la República
pero, también hay que considerar que a éstos se les habían unido otras personas
movidas por el rencor, la envidia, o por la idea de que si César acaparaba las
magistraturas, a ellos no les tocaría nunca llegar al poder.
Tras el asesinato, los
conspiradores huyeron, dejando el cadáver de César a los pies de una estatua de
Pompeyo, donde quedó expuesto por un tiempo. De allí, lo recogieron tres
esclavos públicos que lo llevaron a su casa en una litera, de donde Marco Antonio lo recogió y lo
mostró al pueblo, que quedó conmocionado por la visión del cadáver. Poco
después los soldados de la decimotercera legión, tan unida a César,
trajeron antorchas para incinerar el cuerpo de su querido líder. Luego, los
habitantes de Roma, con gran tumulto, echaron a esa hoguera todo lo que tenían
a mano para avivar más el fuego.
La leyenda cuenta
que Calpurnia, la mujer de César, después de haber soñado con
un presagio terrible, advirtió a César de que tuviera cuidado, pero César
ignoró su advertencia diciendo: «Sólo
se debe temer al miedo». En otras se cuenta cómo un vidente ciego le había
prevenido contra los Idus de Marzo; llegado el día, César le
recordó divertido en las escaleras del Senado que aún seguía vivo, a lo que el
ciego respondió que los idus no habían acabado aún.
Las consecuencias de la
muerte de César son numerosas y no se limitan a la guerra civil posterior. El
nombre «César», por ejemplo, se convirtió en común a todos los emperadores
posteriores, debido a que Augusto, de nombre Cayo Octavio, al ser adoptado
oficialmente por el dictador cambió su nombre por el de Cayo Julio César
Octaviano; dado que todos los emperadores posteriores a Augusto hasta Nerón
fueron adoptados, el cognomen César
acabó siendo una especie de título más que un nombre, y, así, desde Vespasiano
en adelante los emperadores lo ostentaron como tal sin haber sido adoptados por
la familia César. Tanto prestigio acumuló el cognomen que de César provienen los apelativos káiser y zar.
Después de la muerte de
César, estalló una lucha por el poder entre su sobrino-nieto César Augusto, a quien en su testamento
había nombrado heredero universal, y Marco Antonio, que culminaría con la
caída de la República y el nacimiento del Imperio, con lo que la conspiración y
el magnicidio se revelaron a la
postre inútiles, ya que no impidieron el establecimiento de un sistema autocrático que tan indignos
representantes ostentara como Calígula, Nerón, Domiciano…
Y bien, entonces, llega el
momento de preguntarnos por las conclusiones a las que nos conduce todo lo
expuesto. Algunas de ellas, ya las hemos anticipado, por ejemplo:
1.
Existe
una tendencia natural por la cual algunos humanos tienden a ser machos alfa y
otra por la cual otros humanos tienden a dejarse conducir por los machos alfa.
2.
Es
extremadamente peligroso entregar el poder absoluto en manos de un solo humano,
más teniendo en cuenta los alcances que hoy en día tiene el poder absoluto.
3.
Vimos
que esta preocupación no es nueva. Vimos que los romanos, por ejemplo, incorporaban
en su legislación la posibilidad de un dictador pero, conocedores del peligro
que ello implicaba, solo por cortos períodos de tiempo.
Si me permiten una pequeña
digresión, les comento que el punto número tres trae a mi memoria la penetrante
frase del agudo George Bernard Shaw cuando dijo:
¿Qué propongo concretamente desde estas líneas? Pues, para presentar mi propuesta, digamos que se basa, ¡Dónde sí no!, en la antigüedad clásica. Platón dedicó atención a escribir sobre los juegos infantiles, ya que pensaba que tenían una gran importancia para moldear la personalidad y el desarrollo del talento individual. Recomendó, por ejemplo, que un niño que en el futuro tuviese que ser campesino o albañil practicase con juguetes relacionados con su actividad como adulto. Por su parte, Aristóteles recomendaba que los niños, en sus juegos, "imitasen las actividades serias de la vida futura".
Con esto en mente, propongo que, tanto en la
escuela primaria como en la secundaria, se haga vivir al formando en un
ambiente que emule la realidad que vivirá como adulto en la sociedad.
Yendo a lo concreto, al
ingresar a la escuela primaria, el formando ingresa a una comunidad que, en
todo, se parece a la sociedad en la que se desenvolverá de adulto. Por ejemplo,
hay asuntos de justicia que tratar: Un niño golpeó a otro, le respondió mal a
una maestra, se comportó mal en clase, etc. Todo esto podría pasar por
tribunales “internos”, compuestos por los alumnos más “veteranos” de la escuela
secundaria, donde algunos ejercerían de jueces, otros de fiscales y otros de
defensores. Para lo cual es necesario estudiar el reglamento de conducta del
establecimiento que se usará en la toma de decisiones. En el caso de los
“abogados” litigantes, deberán conocer de Oratoria, Reglamentos,
Jurisprudencia, etc. Es decir, no se trata de dar opiniones personales, sino
argumentos fundamentados. Obviamente, algunos formandos se sentirán más
atraídos que otros por el área Judicial y de ellos se nutrirá el sistema.
Serán, probablemente, los que el día de mañana estudiarán Abogacía. El Rector
del establecimiento podría representar la figura de Suprema Corte de Justicia,
encargado de fallar en última instancia sobre los temas en litigio.
Desde luego que no se
llega a ser juez apenas entrando al primer año de la primaria. Se debe recorrer
un camino de perfeccionamiento y formación para ello. Una buena forma es que
los menores trabajen, por ejemplo, en los “bufetes” de los mayores, ordenando,
preparando información y todo tipo de tarea interna que favorezca el desempeño
de los “abogados” mayores, familiarizándose así de las tareas que cumplirán más
adelante.
Habrá, seguramente, otros,
que quizás más adelante serán ingenieros, que dispondrán de un predio de la
escuela donde poder aprender las tareas del oficio: Preparar adobe, hormigón,
instalaciones eléctricas, etc. Siguiendo desde luego el mismo esquema de
ascenso escalonado: Serán “obreros” primero, luego “capataces”, luego “maestro
mayor de obra”, etc., a medida que van creciendo en edad y conocimientos. Es de
hacer notar que un formando con inclinación hacia la ingeniería formará parte
de un jurado alguna vez (menos que quien sienta inclinación por ello), como
forma de cumplir con su obligación de hacerse cargo de la “cosa pública”. Así
también, un formando con inclinaciones jurídicas, alguna vez trabajará con
madera o construirá un gallinero, por ejemplo.
Es de resaltar, también, que
los adultos cumplen en este esquema una función de disparadores del aprendizaje
y de supervisión, pero el contacto directo con los formandos lo tienen los
alumnos que, por edad y conocimientos están en condiciones de guiarlos. Esto
estimula, sin duda, la responsabilidad, dado que se tiene “personas a cargo”.
Habrá quienes se interesen
por el porqué y el cómo de las cosas y ellos serán llevados desde temprano a
los laboratorios de Física y Química donde se les mostrarán experiencias que
les hagan alcanzar en ese objetivo.
Y así, por supuesto, con
todas las asignaturas que el formando necesita recorrer en su formación. Sin
embargo, es interesante detenerse en algunos aspectos que hacen a la gestión de
la comunidad escolar del establecimiento. ¿Qué Organismo tomará las decisiones
que hacen al alumnado? Por ejemplo, si se va a organizar una salida de verano,
un baile para recaudar fondos, si se le va a pedir a algún conferencista que
diserte sobre algún tema particular, si se va a legislar sobre los modos y
conductas dentro del establecimiento permitiendo algunos y censurando otros,
etc.
Tomando el modelo de los
atenienses, que contaban con el Consejo
de los 500, encargado de marcar el rumbo de Atenas y que se componía de 500
atenienses adultos y libres, elegidos por sorteo, se podría replicar en la
escuela dicho sistema y elegir el Consejo
de los 30, por ejemplo, entre los alumnos de tercero a quinto año, con una
duración de un semestre en el cargo y reemplazo de un tercio de los miembros al
cabo de dicho plazo.
En otras palabras, se
trata de cambiar el paradigma de una escuela empacadora de conocimientos por otra donde estos son adquiridos por
el formando viviendo las situaciones de donde se desprenden. Se pretende, no
solo mejorar la enseñanza de todas las materias, pero también (y especialmente)
la de la Instrucción Cívica o, mejor aún, Instrucción Republicana. Se pretende
que el formando crezca haciéndose cargo de los problemas de la comunidad en que
vive (la escuela, inicialmente), para que luego no encuentre ajeno el manejo de
la Rēs pūblica. El
ejercicio de la vida republicana en la escuela, dará el formando una
familiaridad y un conocimiento de sus derechos y obligaciones que le permitirá,
de adulto, moverse como pez en el agua en el manejo de la Rēs pūblica. Algo
que, seguramente, aprobaría Voltaire, si nos remitimos a su frase vista más
arriba.
Esto, desde luego, es un
cambio profundo que debe comenzar, seguramente por preparar a directivos,
docentes y padres para impulsarlo y llevarlo a cabo. Sin embargo lo importante
no es si es profundo o no, sino si es útil o no. Es más, esta propuesta es,
creemos, la que mejor se adecua a la de Moreno. Creemos que este es el
verdadero “ilustrar” a los pueblos.
¿Garantiza esto que nunca
más caeremos en manos de un Iósif Vissariónovich? ¡No existe nada que garantice
tamaño objetivo! Creo, sin embargo, que un pueblo educado para hacerse cargo de
su destino tornará más difícil la tarea de hacerse con el poder de los tiranos.
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