domingo, 14 de noviembre de 2021

Punto de encuentro T1 – Ep1

 

Hace ya muchas lunas, escribí este relato para unos amigos a quienes les interesaba el tema que trata. Lo concebí como si yo fuera el presentador de un programa de televisión periódico que expone el tema del día a su audiencia. Los episodios son unitarios y hoy, les entrego el primero:


¡Buenas noches, queridos amigos de Punto de Encuentro!

Nos encontramos nuevamente, en el marco de nuestro programa, para charlar hoy de dos personas, Ian Stevenson y Erik Weisz, que, hacia el final de sus vidas, concibieron una idea que, por su similitud, los transformó, inmediatamente, en habitantes de Punto de Encuentro.

Comencemos por Stevenson (1918-2007). 
Fue un psiquiatra de profesión y uno muy destacado, por cierto. En 1957, a la edad de 38 años, fue nombrado Director de Psiquiatría en la Universidad de Virginia. Sin embargo, llegado que fue a Charlottesville, concentró sus esfuerzos en lo paranormal, concretamente en la reencarnación. Desde luego, esto no era algo que los administradores de la universidad esperaran de la cabeza de su programa de salud mental. Pero en 1968, Chester Carlson, el rico inventor del proceso de copia Xerox, que sabía de los intereses de Stevenson en la reencarnación por su esposa espiritualista, cayó muerto de un ataque al corazón en un cine de Manhattan, dejando un millón de dólares a la UVA con la condición de que se utilizará para financiar las investigaciones paranormales de Stevenson. Ese dinero habilitó a este para dedicarse full time al estudio de la mente de los muertos y, en las siguientes cuatro décadas, sus descubrimientos como parapsicólogo sirvieron para influir en más de unos pocos escépticos y para dirigir a sus ruborizados acólitos a compararlo con los Darwin y Galileo.

La principal baza de Stevenson fueron sus meticulosos estudios de recuerdos, en niños, de vidas anteriores. Consideremos uno de los numerosos casos que investigó: En Sri Lanka, una niñita un día escuchó a su madre mencionar el nombre de una ciudad, Kataragama, en la que la niña nunca había estado. La pequeña informó a la madre que ella se había ahogado allí cuando su “tonto” (retrasado mental) hermano la empujó en el río, que tenía un padre calvo llamado “Herath” que vendía flores en un mercado cerca de la estupa budista, que vivía en una casa que tenía una ventana de cristal en el techo (un tragaluz), perros en el patio trasero que se hallaban atados y se alimentaban de carne, que la casa estaba al lado de un templo hindú grande, fuera del cual las personas rompían cocos en el suelo. Stevenson fue capaz de confirmar que había, de hecho, un vendedor de flores en Kataragama que dirigía un puesto cerca de la estupa budista cuya hija, de dos años de edad, se había ahogado en el río mientras jugaba con su hermano con problemas mentales. El hombre vivía en una casa donde los vecinos tiraban carne a los perros atados en su patio trasero y se hallaba al lado del templo principal donde los devotos practicaban un ritual religioso de romper los cocos en el suelo. Sin embargo, la niña refirió algunos items mal. Por ejemplo, el padre de la chica muerta no era calvo (pero su abuelo y su tío si lo eran) y su nombre no era “Herath” -que era el nombre del primo de la chica muerta. Por lo demás, 27 de las 30 idiosincráticas y verificables afirmaciones que hizo, resistieron. Las dos familias nunca se conocieron, ni tenían amigos, compañeros de trabajo u otros conocidos en común, por lo que, si se lo toma todo a su valor nominal, los detalles no podrían haber sido adquiridos de cualquier manera obvia.

Este caso de Sri Lanka es uno de los aproximadamente 3.000 informes de casos de "vidas pasadas" que Stevenson investigó en todo el mundo. Más a menudo que no, Stevenson pudo identificar una figura real que vivió alguna vez, basado únicamente en las declaraciones dadas por el niño. Algunos casos eran mucho más fuertes que otros. Hay que destacar aquí los esfuerzos exhaustivos de Stevenson para refutar la hipótesis paranormal. Él fue el primer crítico, y uno muy duro, de su propio trabajo.

Ahora bien, ¿Por qué los científicos no están tomando más en serio los datos de Stevenson? Los datos no “encajan” dentro de nuestro modelo de trabajo materialista de la ciencia del cerebro, sin duda. Pero, ¿Nuestra negativa a incluso mirar sus hallazgos, sin hablar de debatirlos, emana de nuestro temor de equivocarnos? El deseo de no creer, dijo una vez Stevenson, puede influir tan fuertemente como el deseo de creer. ¡Vaya frase!

La obra magna de Stevenson, publicada en 1997, fue un trabajo de 2.268 páginas y dos volúmenes titulada Reencarnación y Biología (Reincarnation and Biology) que podrán bajar de Internet, si lo desean.


Pero, permítanme ahora presentarles al otro “invitado” de esta noche, Erik Weisz. Se trata de alguien mucho más conocido y popular que Stevenson. Incluso Hollywood llevó su vida al cine en una recordada película con Tony Curtis y Janet Leigh. Me estoy refiriendo, claro, a Harry Houdini (1874 – 1926), “El gran Houdini” como rezaban las marquesinas.

Para aquellos de ustedes que no lo conozcan, se trató de un estupendo ilusionista, cuya sombra sobrevuela el ilusionismo de hoy en día.

Uno de los escapes clásicos que se asocian con Houdini es “la metamorfosis” que, tanto en su época como en el futuro, inspiraría múltiples variantes. El ilusionista era atado e introducido dentro de un saco y, a su vez, dentro de un baúl; todo ello era atado y sujeto con candados. Entonces una ayudante subía encima del baúl, levantaba una cortina y 3, 2, 1… al instante siguiente la cortina bajaba mostrando a Houdini liberado en el lugar que ocupaba la ayudante.

Entonces se abría el baúl y se desataban todas las cuerdas del saco para mostrar a la asistente dentro de la caja: Ambos se habían intercambiado o metamorfoseado con el mejor arte de la magia. Este número sigue siendo espectacular hoy en día cuando se ejecuta con destreza y habilidad. Se cree que Houdini ejecutó este número más de diez mil veces en toda su carrera.

La ayudante de Houdini (1874-1926) en la metamorfosis solía ser Beatrice Rahner (1876-1943), una joven morena, de pequeña estatura, que acabaría enamorando al mago. Se convertiría pronto en Bess, su mujer, en 1894. Bess le acompañaría durante el resto de su vida, pero nunca llegaron a tener hijos.

Las habilidades de Houdini para liberarse de ataduras con cuerdas, cadenas con candados y otras situaciones complicadas encantaban al público. Hizo un largo viaje por Europa, de cuatro años, cosechando grandes éxitos y aumentando así su propia leyenda. De esa época le viene el sobrenombre de «rey de las esposas», que utilizaría durante largo tiempo.

Lo que solía hacer Houdini era presentarse en una ciudad ante el jefe de la policía local, o en la prisión, junto a un grupo de periodistas. Proponía su reto, que era publicado en los periódicos y comentado en la ciudad. Luego el mago era encerrado, atado o encadenado. Cuando conseguía liberarse, su hazaña obtenía nueva promoción en la prensa. En cierto modo fue un precursor de la autopromoción o publicidad: Aumentaba y mejoraba la imagen y percepción de sus hazañas tanto antes como después de haberlas realizado, alcanzando cotas cada vez más altas.

A veces ofrecía ser examinado desnudo y que probaran en él nuevos candados, grilletes, esposas o dispositivos fabricados por la gente del lugar. Marineros, fabricantes de cuerdas, sacos y todo tipo de materiales intentaron retenerle sin éxito. Uno de los más graves accidentes que sufrió, que casi le costó la vida, fue al intentar escapar de un gran tanque de cerveza.

Se suele considerar a Houdini el mejor escapista de todos los tiempos y también precursor de muchas de las hazañas y retos de este tipo. Escapó de cuerdas, cadenas, camisas de fuerza, todo tipo de esposas, barriles, cajas, baúles, bidones, bolsas, sacos, ataúdes, jaulas y habitaciones cerradas. También se dice que escapó de «un monstruo marino», probablemente un calamar gigante o ballena, de cuyas tripas consiguió salir airoso. El público que le veía deseaba a la vez que triunfara y que fallara; la sensación de peligro inminente era poderosa en cada uno de sus números.

La última parte de su carrera la dedicó a una faceta muy especial: Ser el azote de los espiritistas. Los millones de muertos de la Primera Guerra Mundial, así como los avances en las ciencias, la electricidad y el cambio de siglo habían producido un resurgimiento de lo paranormal: Eran cuestiones poco entendidas todavía, pero misteriosas y fascinantes para el gran público, que había perdido recientemente a muchos de sus seres queridos. En salones de espectáculos médiums y espiritistas hacían su negocio «contactando» con el más allá.

Houdini nunca había creído en el espiritismo y se mostró especialmente irritado cuando una médium intentó contactar con el espíritu de su querida madre, fallecida años antes. Cuando la médium transcribió el «mensaje literal» que había recibido, Houdini reveló que difícilmente podía ser en verdad su madre: El mensaje estaba en inglés, mientras que su madre solamente hablaba una mezcla de alemán, húngaro e yidish; una cruz encabezaba el mensaje, pero su familia era judía. Indignado, juró entonces convertirse en un cruzado contra el espiritismo.

Obviamente médiums y espiritistas usaban trucos que difícilmente escaparían al escrutinio de un ilusionista como él. Armado con sus conocimientos, y a veces con disfraces, se presentaba en reuniones para desenmascarar los fraudes. Publicó artículos en la revista Scientific American, declaró contra el espiritismo ante el Congreso y dejó en ridículo a los creyentes de lo paranormal. Ofreció premios a quien demostrara tener habilidades sobrenaturales, pero nunca fueron otorgados a nadie, pues siempre descubría los engaños.


Pues bien, mis queridos amigos, se preguntarán ustedes cuál puede ser el punto de encuentro de estas dos notables personalidades. Déjenme relatárselo. Comencemos con Houdini.

Tras muchos años luchando contra lo paranormal, el ilusionista había diseñado un reto definitivo aprovechando su propia muerte. Ideó un código secreto que compartió con su esposa, consistente en diez palabras que solo los dos conocían. Advirtió a su mujer que, si existía alguna forma de comunicarse desde el más allá, él sin duda lo haría y usaría esas palabras, de modo que Bess pudiera tener la certeza de que el contacto era genuino.

Por su parte, Ian Stevenson, alrededor de 1970, compró e instaló una cerradura de combinación en un archivador de la División de Estudios de la Percepción. Basó la combinación en un recurso mnemotécnico que sólo él conocía, posiblemente una palabra o una frase.

Una colega, Emily Williams Kelly, contó a The New York Times: "Lo que dijo es que, si se podía comunicar desde el más allá, lo haría y daría la combinación”.

¡He aquí nuestro punto de encuentro, amigos! ¡Ambos idearon la misma prueba para engañar a la muerte…!

¿Qué? ¿Qué cuál fue el resultado de tales pruebas?

Pues, veamos: Diversos espiritistas aseguraron haber entrado en contacto con el espíritu de Houdini, especialmente uno llamado Arthur Ford, aunque Bess nunca recibió el código secreto. Llegaron a publicar historias falseando incluso el testimonio de Bess para hacer creer que había aceptado que el código había sido revelado, pero nunca fue así.

Al cabo de diez años de la muerte de Harry, su mujer celebró una última sesión, sin éxito. Apagó entonces una vela que simbólicamente había mantenido encendida junto a la fotografía de Houdini. «Diez años son suficientes para esperar por cualquier hombre», dijo. Desde entonces, es tradición entre los ilusionistas celebrar sesiones en las que se invoca al espíritu de Houdini cada 31 de octubre.

En cuanto a Ian Stevenson, el Times informa que el armario archivador continúa cerrado.


Soy Martín Ignacio NIEVA y esto fue: Punto de Encuentro.

¡Hasta nuestro próximo episodio!


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