domingo, 21 de noviembre de 2021

Acerca del alto costo de la venganza.

Hammurabi, el sexto rey de Babilonia reinó desde 1792, antes de nuestra era, hasta 1750 a.n.e. llevando el Imperio Babilónico al cenit de su gloria.​ Ascendió al trono después de la abdicación de su padre y extendió el control de Babilonia sobre la Mesopotamia tras vencer en varias guerras contra los reinos vecinos. Aunque su imperio controlaba toda la Mesopotamia en el momento de su muerte, sus sucesores fueron incapaces de mantenerlo.

Más allá de esto, Hammurabi es conocido por el conjunto de leyes llamadas Código de Hammurabi,​ uno de los primeros códigos de leyes escritos de la Historia, que actualmente se conserva en el Museo del Louvre de París. Estas leyes fueron inscritas en una estela de piedra de 2,4 m de altura, encontrada en Persia en 1901 pero de procedencia desconocida.

En la parte superior de la estela que sirve de soporte al código hay un relieve que representa al rey Hammurabi recibiendo las leyes de un dios, Šamaš o Marduk,​ y el prefacio afirma que Hammurabi fue elegido por los dioses de su pueblo para traerle las leyes. Esto, obviamente, ha conducido a que se establezcan ciertos paralelismos entre este código babilónico y las leyes dadas a 
Moisés para los antiguos hebreos, aunque es cierto que presentan marcadas diferencias, tanto en sus métodos como en su forma de entrega, señaladas por numerosos estudiosos a lo largo de los años.

El código de Hammurabi contiene doscientas ochenta y dos leyes escritas por escribas en doce tabletas. A diferencia de leyes anteriores, en este código están escritas en acadio, el idioma diario en Babilonia, para que pudiera ser leído por cualquier persona alfabetizada.​ El código tiene una estructura específica y estipula un castigo para cada transgresión de la ley. Es también uno de los más tempranos ejemplos del principio de presunción de inocencia, pues sugiere que el acusado o el acusador tienen la oportunidad de aportar pruebas. Los castigos descritos son muy duros para los estándares modernos, pues muchos implican la pena de muerte, la desfiguración y la filosofía del ojo por ojo, la Ley del Talión.​



Código de Hammurabi: En él se encuentra una de las versiones más antiguas de la ley del talión.

Ley del talión (en latín, lex talionis) es la denominación tradicional de un principio jurídico de justicia retributiva en el que la norma imponía un castigo que se identificaba con el crimen cometido, obteniéndose la reciprocidad. El término “talión” deriva de la palabra latina talis o tale que significa “idéntico” o “semejante” (de donde deriva la palabra castellana “tal”), de modo que no se refiere a una pena equivalente sino a una pena idéntica. La expresión más conocida de la ley del talión es el pasaje bíblico “ojo por ojo, diente por diente”, Éxodo 21:24.

Históricamente, constituye el primer intento por establecer una proporcionalidad entre el daño recibido en un crimen y el daño producido en el castigo; configurando, sin duda, el primer intento de poner límite a la venganza, que era la regla que se aplicaba hasta entonces. La mayor parte de los ordenamientos jurídicos en África y Eurasia se han basado en la ley de talión, especialmente en Europa en la Edad Antigua y en la Edad Media. Posteriormente, y a través de diversos pensadores, se vivió una superación de este concepto. En la actualidad existen ordenamientos jurídicos que parcialmente incluyen la ley del talión, especialmente la sharia, en vigor en ciertos países islámicos.

A guisa de ejemplo de la gran claridad con que se estipulan las penas y castigos en el Código de Hammurabi podemos mencionar:

· la Ley 195 que establecía que si un hijo había golpeado a su padre, se le cortarían las manos;

· la 196 que si un hombre libre vaciaba el ojo de un hijo de otro hombre libre, se vaciaría su ojo en retorno;

· la Ley 197 que si quebraba un hueso de un hombre, se quebraría el hueso del agresor;

· las leyes 229 a 233 establecían castigos equivalentes al daño causado que debía sufrir el arquitecto cuyas construcciones se derrumbaran.

· Las penas menores consistían en la reparación del daño devolviendo materias primas tales como plata, trigo, vino, etc.

· En los casos en que no existía daño físico, se buscaba una forma de compensación física, de modo tal, por ejemplo, que al autor de un robo se le cortaba la mano.

En la ley mosaica (recogida en el Antiguo Testamento, entre el II y el I milenio a. C.), la ley del talión aparece, tal como dijéramos más arriba, en el Éxodo 21:23-25 ​y también en el Levítico 24:18-20​ y en el Deuteronomio 19:21. Este principio seguirá vigente para el judaísmo hasta la época talmúdica, cuando los rabinos determinaron que la pena se transformaría en un resarcimiento económico.

El cristianismo lo deja sin efecto a raíz del sermón de la montaña, en el que Jesús instruye a sus seguidores para que se dirijan a Dios Padre diciendo: Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, instaurando así la filosofía del perdón. Y en un pasaje más extenso:

Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; (...) como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos. Porque si amáis a los que os aman, ¿Qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿Qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo. Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿Qué mérito tenéis? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto. Amad, pues, a vuestros enemigos y haced bien y prestad no esperando de ello nada (...) Sed, pues, misericordiosos.

La Ley de las XII Tablas (Roma Antigua, siglo V a.n.e.) muestra en la tabla VIII una curiosa combinación entre normas inspiradas en la ley del talión y normas correspondientes a sistemas jurídicos menos primitivos. Esta mezcla suele ser atribuida al momento de transición jurídica en que surge el primer cuerpo legal de Roma.

En el Derecho germánico, el espíritu de la ley del talión se manifestaba en la venganza de sangre que significaba que, cuando un miembro de una determinada familia moría o era dañado por causa de algún individuo, el resto de los miembros de la familia de la víctima podían devolver la agresión, de forma que no se los consideraba culpables si mataban o dañaban a aquel que mató o dañó a su familiar.

Diríamos, entonces, que la ley del Talión representó un paso adelante en el sistema jurídico imperante hasta ese momento y que su fin específico era terminar con la venganza indiscriminada. Aquella en la que un miembro de la familia de los impares, 1, digamos, asesinaba a un miembro de la familia de los pares, 2, digamos. Esto ocasionaba que 4, de los pares, asesinara, a su vez a 1. Pero, entonces 3, de la familia de los impares mataba a 4 y 6 mataba a 3 y 5 a 6… Esto, no solo sangraba a la familia de los pares y de los impares sino, también, a la sociedad a la que pertenecían que veía así disminuido su potencial frente a otras sociedades. Había que acabar con esa sangría sin fin y la Ley del Talión marcó un primer paso en esa dirección. Un ojo por un ojo, pero no más; un diente por un diente, pero no más. Es decir, se fijaba un límite a las represalias que la parte ofendida podía tomar. En resumen, se comprendió que el odio solo engendra más odio en una cadena sin fin. Luego: La venganza indiscrimada no es el camino.

Sin embargo, el hombre, que presuntuosamente se llama a si mismo homo sapiens, (hombre sabio), no da muestras, en la práctica, de merecer dicho calificativo. Veamos con un ejemplo concreto porqué decimos esto. Téngase en cuenta que no se trata de EL ejemplo, sino de UN ejemplo. De los muchos que se podría elegir y que trascienden nacionalidades y épocas.


Es el año 1972, estamos en Múnich, Alemania Federal (en esa época Alemania continuaba dividida en dos partes como resultado de la Segunda Guerra Mundial: Alemania Federal y Alemania Democrática). Desde el 26 de agosto al 11 de septiembre se desarrollaron los vigésimos Juegos Olímpicos de la era moderna. Fue un evento multideportivo internacional en el que participaron 7134 atletas de 121 países, compitiendo en 23 deportes y 195 especialidades.

Sin embargo, esta fiesta del deporte, que según la impronta de la antigua Grecia se celebra cada olimpiada, es decir, cada período de 4 años, fue absurdamente enturbiada por un brutal acto de violencia. El 5 de septiembre, terroristas palestinos asesinaron primero a dos atletas israelíes y tomaron a otros nueve como rehenes, reclamando la liberación de más de un centenar de presos palestinos. Tras un frustrado intento de rescate, se desató una masacre en la que acabaron muertos los nueve rehenes israelíes y un oficial de la policía de Alemania Federal, así como cinco de los ocho terroristas. Los tres secuestradores que sobrevivieron fueron detenidos, pero liberados tan solo 53 días después, tras el secuestro de un avión de Lufthansa. La inesperada capitulación de Alemania a las demandas terroristas ha levantado desde entonces la sospecha de que ese secuestro fuese simplemente un montaje organizado con el fin de proteger al país del riesgo de más represalias en el futuro.

Increíblemente, a pesar de lo ocurrido, los Juegos siguieron con total normalidad, después de una breve suspensión de tan solo veinticuatro horas. Algunos atletas abandonaron la villa olímpica de Múnich.

Poco después del atentado, la primera ministra Golda Meir creó el “Comité X”, un pequeño grupo de funcionarios del gobierno que tenía la tarea de estudiar cuál sería la respuesta israelí. La propia Meir y su ministro de Defensa, Moshé Dayán, estaban al frente del mismo. También nombró al general Aharon Yariv como su consejero en la lucha contra el terrorismo; y Yariv, junto con el director del Mosad (Instituto de Inteligencia y Operaciones Especiales), Zvi Zamir, desempeñaría un papel principal en la dirección de la operación. El comité concluyó que, Israel respondería a los asesinatos organizando la operación Cólera de Dios, con el objetivo de castigar colectivamente a todos los responsables de la masacre. Sus objetivos incluían a militantes del grupo terrorista palestino Septiembre Negro y a aquellos miembros de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) acusados por Israel de estar involucrados. La operación fue autorizada por Golda Meir en el otoño de 1972 y pudo haber continuado durante 20 años.

El primer encargo que el comité encomendó a la inteligencia israelí consistió en la preparación de una lista de objetivos en la que figurasen todos aquellos individuos involucrados en los sucesos de Múnich. Esto se llevó a cabo con la ayuda de espías infiltrados en la OLP que trabajaban para el Mosad y con información proporcionada por agencias europeas aliadas.​ Aunque se desconoce el contenido de la lista completa, algunos informes señalan que el número final de objetivos era de entre 20 y 35, incluyendo tanto miembros de Septiembre Negro como de la OLP.​ Una vez que se completó la tarea, se le encargó al Mosad que localizase a los individuos y los exterminara.

De esta forma, unidades de agentes israelíes mataron a docenas de palestinos y árabes en varias regiones de Europa, incluyendo el asesinato por error de un camarero en Lillehammer, Noruega, de nombre Ahmed Bouchiki. Además, se lanzó un ataque militar adicional en el interior de Líbano destinado a eliminar importantes objetivos palestinos. Esta serie de muertes espoleó actos de represalia por parte de Septiembre Negro contra miembros e intereses del gobierno israelí en todo el mundo. También se desencadenaron críticas a Israel relativas a los objetivos seleccionados, a las tácticas de asesinato empleadas y a la efectividad de la operación. Debido al carácter secreto de las acciones, algunos detalles no se pueden verificar más que a partir de una única fuente, entre las que se incluye el relato de un israelí que afirma haber dirigido uno de los comandos.

La operación se exhibió en una película del canal estadounidense HBO en 1986 y en el film Múnich de Steven Spielberg (2005).

Septiembre Negro no logró realizar otro atentado de la magnitud de la matanza de Múnich, aunque intentó realizar varios ataques contra Israel y capturar rehenes.

De manera similar a la campaña del Mosad, docenas de cartas bomba fueron enviadas desde Ámsterdam a oficinas diplomáticas de Israel en todo el mundo durante septiembre y octubre de 1972, matando al Consejero de Agricultura de Israel en el Reino Unido, Ami Shachori.

El 28 de diciembre de 1972, cuatro activistas de Septiembre Negro asaltaron la embajada hebrea en Bangkok, tomando doce rehenes. Aunque sus exigencias no se satisficieron, las negociaciones consiguieron la liberación de todos los rehenes y se les proporcionó a los terroristas un pasaje seguro hacia El Cairo.

Por otro lado, Septiembre Negro planeó un atentado al enterarse de que la primera ministra Golda Meir viajaría a Roma para entrevistarse con el papa Pablo VI en enero de 1973. Varios lanzadores de misiles Strela 2 fueron introducidas en Italia y situadas alrededor del Aeropuerto de Fiumicino cuando el avión de Meir se estaba aproximando. El ataque fue frustrado en el último minuto por agentes del Mosad en el aeropuerto, que lograron detener a todos los equipos de los lanzadores antes de la llegada del avión.

Además de las acciones mencionadas, dos israelíes sospechosos de ser agentes de inteligencia fueron tiroteados y asesinados, así como un funcionario hebreo en Washington. En primer lugar, Baruch Cohen, un agente del Mosad en Madrid, murió el 23 de enero de 1973 a manos de un joven contacto palestino.​ Tras esta acción, Vittorio Olivares, un empleado italiano de El Al, sospechoso a los ojos de Septiembre Negro, fue asesinado en Roma en abril de 1973. Un tercer hombre, Col. Yosef Alon, agregado militar de Israel en los Estados Unidos, fue asesinado el 1 de julio de 1973 en Chevy Chase, Maryland.

Septiembre Negro organizó otros ataques contra Israel tan sólo de forma indirecta, incluyendo la toma de rehenes occidentales en la embajada de Arabia Saudita en Jartum, pero el grupo fue disuelto oficialmente por Fatah en diciembre de 1974.


Desde luego que un ataque como el que efectuó Septiembre Negro despierta la ira de los allegados a las víctimas y hay que ser muy ecuánime para no caer en el odio. Es por eso que la venganza es lo primero en lo que se piensa. Al respecto es esclarecedor el comentario de Aaron Klein, autor del libro Striking Back ("Contragolpeando"), del 2005. Afirma Klein que basó este libro en gran medida en entrevistas con agentes claves del Mosad involucrados en las misiones de represalia. La operación se montó no sólo para castigar a los culpables de Múnich, escribe Klein. "Había un segundo objetivo: Cualquier militante de la OLP que estuviese muerto era igualmente bueno". Klein cita a una veterana fuente de la inteligencia: "Nuestra sangre estaba hirviendo. Cuando había información incriminando a alguien, no nos deteníamos a examinarla con lupa".



Y, como vemos, 1 mató a 2, 4 mató a 1, 3 mató a 4 y así siguiendo. Y es el día de hoy que el conflicto entre Israel y Palestina no se soluciona. Es decir, el “hombre sabio” no aprende las lecciones de la Historia. ¡A nivel teórico sí! Y se pregona que “la violencia engendra la violencia”. Y se escriben libros con sistemas jurídicos muy avanzados que dejan la Ley del Talión como un recuerdo del pasado. Sin embargo, a la hora de practicar estos conceptos la “especie inteligente” se muestra tal y como era en el Paleolítico.

¿Será que la violencia es el camino natural para desenvolvernos en este mundo, que hemos querido disimular con construcciones teóricas que solo son adornos, florituras para disimular la verdadera naturaleza salvaje del hombre? ¿Será que la moral, la ética, los ideales de libertad, igualdad, fraternidad son solo para los libros y en la vida real solo rige la única ley ante la que el hombre se doblega: La Ley del más fuerte? Al respecto, resuena en mis oídos el pensamiento de Demócrito de Abdera, del que habláramos en una nota anterior, cuando nos dijo: El derecho del más fuerte es fundado en la Naturaleza; pero viene limitado por el orden del Estado, de cuya consistencia depende toda nuestra bienandanza e infortunio. Lo que nos está diciendo Demócrito es que el derecho del más fuerte está en la propia naturaleza del hombre, como lo está en la del gorila, chimpancé, etc. que se organizan detrás del macho alfa, o sea del más fuerte. Es decir, el derecho del más fuerte está latente en cualquier grupo o sociedad y solo un estado CONSISTENTE logrará sofocarlo y, en su lugar, ejercer una justicia que vaya más allá del odio y de la fuerza.

¿Y qué significa consistente? La respuesta se encuentra en la vieja frase que establece que: La ley, para su efectivo cumplimiento, debe estar respaldada por un poder de policía que lo permita.

Si no logramos que sea así, si vamos a llevarnos por el odio, dejémonos de eufemismos y no nos llamemos más Homo Sapiens. Quizás Tiranohomo Rex sería más apropiado o, como yo mismo he propuesto: Homo Predator.



Y, antes de finalizar esta reflexión, quiero solicitar que nadie la rebaje a un libelo antisemita o antipalestino. Este no es un problema de Israel o de Palestina. Este es un problema del hombre, más allá de nacionalidades, religiones o etnias. Y ejemplos como el que hemos analizado aquí los podemos encontrar en cualquier punto del globo y en cualquier época.



¿No será tiempo, ahora que cada vez somos más sobre la faz de la Tierra, de reflexionar seriamente sobre estos temas y tratar de encontrar una solución superadora al odio?









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