domingo, 28 de noviembre de 2021

Novissima verba

Escribir un cuento es como armar un rompecabezas, uno va acoplando piezas por sus formas, colores o figuras, de modo de lograr una armonía que las englobe a todas.

¡Y siempre me gustó armar rompecabezas!

Así pues, inevitablemente, me llegó el momento de escribir cuentos y este, que hoy comparto con ustedes, fue el primero. Ojalá lo disfruten ustedes, al leerlo, tanto como yo al escribirlo.




Atendí el celular para escuchar la voz de mi amigo Horacio que, con un cierto tono de ansiedad, me decía:

–Martín, recordás, desde luego, nuestras charlas del mes pasado…

–¡Claro! El origen del Universo, Dios, el significado de la vida, ¡No son temas como para olvidar! ¿No?

–Bueno, pues, tengo nueva evidencia para considerar. Sería importante que nos juntemos. ¿Cuándo podés venir a casa?

Quedamos para ese fin de semana, después de cena, y Horacio, misteriosamente colgó, sin aclarar más nada.

Hacía un mes atrás, aproximadamente, habíamos disfrutado de una excursión de pesca en la que, al amparo de la noche, habíamos discutido de todo lo divino y lo humano. Sin embargo, los temas se fueron decantando hacia las cuestiones esenciales que han preocupado al hombre desde que éste tiene uso de razón.

El seco racionalismo de Horacio no se acoplaba muy bien con mi visión religiosa de la vida pero, a pesar de nuestras obvias diferencias, llevamos la conversación con mucha altura. Cierto es que, como es dable esperar con semejantes temas, no pudimos llegar a un acuerdo final, lo que no restó un ápice a lo interesante y sustancioso de la charla y nos hizo más soportable el escaso éxito que tuvimos en la pesca.

Pero, en su llamada había dicho que tenía nueva evidencia para considerar, ¿Qué sería? Realmente había logrado despertar mi curiosidad, de modo que esperé con gran interés el día fijado para nuestro encuentro.


–Sentate Martín, ¿Un whiskey?

Sentado en un cómodo sillón del escritorio de mi amigo, acepté la oferta acotando:

–Con dos hielos, please.

Mi amigo preparó las copas y se sentó enfrente mío.

–Bueno Horacio, pasemos al tema que nos importa, ¿Qué novedad me tenés preparada sobre lo que ya charlamos?

Horacio se tomó algunos segundos como para ordenar sus pensamientos y finalmente dijo:

–Permitime Martín que, para arribar al punto que me interesa, comience con un pequeño racconto histórico. Recordás a Demócrito, por supuesto.

Si bien mi amigo Horacio era mecánico dental y yo escribano, ambos teníamos una sólida formación en ciencias, adquirida en la ya lejana época de nuestro colegio secundario, que no habíamos descuidado, sino que habíamos acrecentado con los años transformándonos en interesados seguidores del desarrollo científico de nuestro tiempo.

–¡Por supuesto! Que sepamos, fue uno de los primeros defensores de la teoría del atomismo.

–¡Efectivamente! Él fue uno de los primeros en vislumbrar que la materia no es algo continuo, sino discontinuo, alternando espacios llenos con espacios vacíos y que, por lo tanto, no podríamos subdividir indefinidamente. Toda subdivisión de la materia tiene un fin cuando llegamos a ciertas partículas últimas, indivisibles, que él bautizó átomos.

–Así es, una pena que su prestigioso coetáneo Aristóteles opinara lo contrario, es decir que la materia sí es continua, y que su opinión prevaleciera de tal modo que tuviéramos que esperar casi dos mil años para retomar la fecunda idea de Demócrito.

–¡Ciertamente! Pero, lo que quiero destacar es el tema de que lo que parecía continuo fue cambiado de categoría a discontinuo.

Aquí mi amigo hizo una pausa para que encendiéramos unos cigarros con un delicioso aroma chocolatado que extrajo de una hermosa pieza de ebanistería oriental. Deleitados por el humo y el licor, continuamos nuestra charla.

–Bien, saltamos en el tiempo ahora hasta el año 1901 en el que otro científico, el alemán Max Planck hizo lo mismo que había realizado Demócrito, pero ahora con la energía. Es decir, nos hizo ver que ésta tampoco es un “fluido” continuo, como hasta entonces se creía, sino que también discurre por saltos. Está “atomizada”, hay lo que llamaríamos “granos” de energía, que él bautizó cuantos de energía.

–Y por lo cual se lo considera el fundador de la Mecánica Cuántica, –acoté–.

–Así es. Pero, de nuevo, lo que quiero destacar es el tema de que lo que parecía continuo fue cambiado de categoría a discontinuo.

–Está bien pero, ¿Adónde querés llegar?

–¡Tranquilo, tranquilo que a eso voy! Nos queda una última parada en nuestro viaje y es a fines del siglo XX y comienzos del XXI. La Física teórica había elaborado, durante el siglo XX dos teorías fundamentales: La Relatividad y la Mecánica Cuántica. Ahora bien, el Santo Grial de la Física es hallar una teoría única que lo explique todo y, por ello, los físicos se empeñaron en el intento de unir la Relatividad con la Mecánica Cuántica en una sola teoría.

–Cosa que ha demostrado ser más esquiva de lo que se podría haber pensado.

–Sí, pero ya a fines del siglo XX aparecieron posibles soluciones al problema que llevan los curiosos títulos de Teoría de Cuerdas y Gravedad Cuántica de Bucles. Y es de esta última de la que quiero hablarte, Martín.

Presintiendo que llegábamos al núcleo de la argumentación, me arrellané en mi sillón dispuesto a prestar la mayor atención posible.

–La Gravedad Cuántica de Bucles que, aclarémoslo, todavía está en elaboración, derriba los dos últimos bastiones de la “continuidad”, el espacio y el tiempo. Nuestra percepción de ellos nos lleva a pensar que ambos son continuos, que no hay “granos” de espacio o de tiempo. Sin embargo, la Gravedad Cuántica de Bucles nos dice que sí son discontinuos. Al igual que lo acontecido con la materia y la energía el espacio es “poroso”, está compuesto de granos de espacio, de átomos de espacio o, si preferís, de cuantos de espacio. Y lo mismo pasa con el tiempo que semeja un segundero de reloj que avanza dando saltos entre un tiempo y un no-tiempo, tic, tac.

–Pues sí, algo había leído sobre ello. Y, ¿A qué conclusión te ha llevado todo esto?

–Bien, el punto importante es que si todo es discontinuo, la materia, la energía, el espacio, el tiempo, si todo presenta dos estados de ser y no ser…

–Perdón la interrupción, pero eso me recuerda lo que ya postulaba la escuela eleática de Parménides y Zenón hace dos mil trescientos años, aproximadamente.

–ja, ja, ja. Una prueba más de que nihil novum sub sole. También un recordatorio de que siempre volvemos a abrevar de la antigüedad clásica. Tal vez vivimos un nuevo neoclasicismo. Pero, volviendo a lo que decía, si todo tiene dos estados de ser y no ser, entonces, todo es representable numéricamente por el sistema binario, compuesto de ceros y unos. Uno para el ser y cero para el no ser. Y si todo es representable numéricamente, todo es computable, es decir, todo es representable en una computadora.

–Pero, entonces…

–Sí, mi querido amigo, entonces vos, yo, todo este universo podría ser una simulación corriendo dentro de una computadora. Algo que, por cierto, ya ha adelantado la ciencia ficción.

–Y, entonces, el programador…

–El programador, ¿Sería Dios?

–¡Si! Dios o un aventajado alumno de una universidad de una civilización alienígena que ha realizado un trabajo práctico con nosotros y nos sigue desde su pantalla holográfica interactuando ocasionalmente con su creación…

–…lo que suena sospechosamente parecido a los milagros que refieren cientos de humanos…

–¡Vaya! ¡Una idea alucinante!

–Sí, que conduce, además, a otra conclusión que, curiosamente, la pintó maravillosamente no un científico, sino un poeta: el mejicano Amado Nervo en su poema Novissima verba. Tomá, aquí tenés una copia, leelo.

Y Horacio me alcanzó una hoja con el siguiente poema:


NOVISSIMA VERBA

Yo no sé si la muerte pondrá un sello
de nobleza mayor a esto que escribo;
si tendré el privilegio de que exclamen:
“Murió después de haberlo escrito...”
“Se formó un cabezal para su sueño
postrer con este libro...”

Pero, muerto o viviente, soy fantasma,
¡Somos fantasmas nada más, amigo!
El alma universal que nos anima,
en los cuerpos encarna de a continuo
para sentirse y escucharse en ellos,
y son las existencias el efímero
“aquí estoy”, las materializaciones
fugaces, el furtivo
disfraz de lo que vive tras la sombra,
de Aquello que se emboza en el abismo,
de Aquello que resume el universo,
de lo Inefable, de lo que es, ha sido
y por siempre será...

Mi buen hermano,
oye con atención esto que digo,
y que no te conturbe: ¡Dios sí existe!
...¡Nosotros somos los que no existimos!


Yo había leído en voz alta y, al terminar, ambos quedamos en silencio, como paladeando las palabras del vate. Al cabo de un cierto tiempo, como necesitando convencerse, mi amigo dijo:

–Somos el efímero “aquí estoy”, una materialización fugaz de Aquello que vive tras las sombras,…

–…de aquello que resume el Universo. –Completé–. ¡Impresionante! ¿Cuándo escribió esto Amado Nervo?

–En 1909. –Contestó mi amigo–. ¿Y querés que hagamos la idea más loca aún?

Sin esperar respuesta Horacio agregó:

–Ese Dios, o alumno aventajado, como vos decís, bien podría pertenecer a otro Universo simulado por otro Dios, u otro alumno aventajado, colocado más arriba en la escala de “dioses”.

–Y acaso no es eso, Horacio, lo que Borges pinta en su poema Ajedrez cuando, hablando de las piezas dice:

………………..

No saben que la mano señalada
Del jugador gobierna su destino,
No saben que un rigor adamantino
Sujeta su albedrío y su jornada.

Pero también el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
De negras noches y de blancos días.

Dios mueve al jugador y éste, la pieza,
¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza
De polvo y tiempo y sueño y agonías?

Estimulados mutuamente por este contrapunto, nuestras mentes volaban a mil kilómetros por hora.


–¡Y que bello –dije– que no sean sólo científicos los que nos anuncian estas cosas! Que estos profetas provengan de cualquier actividad hu-mana, ¿No te parece?

–Y que nos recuerden que la novissima verba no es novissima y data de mucho tiempo atrás.

Motivado por las citas de famosos que veníamos haciendo recordé un pensamiento de Francis Bacon:

“Solomon saith: There is no new thing upon the earth. So that, as Plato had an imagination that all knowledge was but remembrance; so Solomon giveth his sentence that all novelty is but oblivion.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Del odio entre clanes

En 1945, el general Dwight D. Eisenhower, comandante supremo de los aliados en la Segunda Guerra Mundial, al encontrar a las víctimas de los...