domingo, 4 de diciembre de 2022

Acerca de la consciencia - 1

 Como ustedes habrán podido apreciar, estimados amigos, la consciencia es un tema caro a mis inquietudes. Y sucede que, muchos de ustedes, me han solicitado que resuma la hipótesis que he bosquejado acerca de ella en notas anteriores. Así pues, he pensado que sería oportuno exponer aquí una serie de artículos sobre la consciencia para que podamos formarnos una idea de su naturaleza y constitución. Incluiré en dicha serie mi propia visión sobre el tema, pero ustedes saben que no me gusta quedarme con un solo punto de vista y, por ello, he convocado a autorizados conocedores de ella. 

 Y comenzamos con una nota que Steve Ayan le realizara al filósofo Peter Carruthers en 2018. Steve Ayan es psicólogo y un editor de la publicación Gehirn&Geist.

 Debo advertirles, eso si, que el presente artículo no tiene la meridiana claridad a la que los tengo acostumbrados con mi prosa (!!) y, probablemente, exija leerlo dos veces. Sin embargo, será una tarea útil, pues aporta hipótesis interesantes. Al final del mismo, Steve Ayan hace un resumen de lo tratado.

 Veamos:

No existe tal cosa como el pensamiento consciente

El filósofo Peter Carruthers insiste en que el pensamiento consciente, el juicio y la voluntad son ilusiones. Nacen de procesos de los que nunca nos percatamos.


 
Peter Carruthers es un distinguido Profesor de Filosofía de la Universidad de Maryland, College Park, es un experto en filosofía de la mente que se basa princi­palmente en la Psicología Empírica y la Neurociencia Cognitiva. Esbozó muchas de sus ideas sobre el pensamiento consciente en su libro de 2015 La mente centrada: Lo que la ciencia de la memoria de trabajo nos muestra sobre la naturaleza del pensamiento humano. Más recientemente, en 2017, publicó un artículo con el sor­prendente título de La ilusión del pensamiento consciente. En el siguiente diálogo, Carruthers explica al editor Steve Ayan las razones de su pro­vocativa propuesta.


 ¿Qué le hace pensar que el pensamiento consciente es una ilusión?

 Creo que toda la idea del pensamiento consciente es un error. Llegué a esta conclusión siguiendo las implicaciones de las dos teorías principales de la con­ciencia. La primera es la llamada Teoría del Espacio de Trabajo Global, que se asocia con los neurocientíficos Stanislas Dehaene y Bernard Baars. Establece que, para ser considerado consciente, un estado mental debe estar en­tre los contenidos de la memoria de trabajo (la interfaz de usuario de nuestras men­tes) y, por lo tanto, estar disponible para otras funciones mentales, como la toma de decisiones y la verbalización. En consecuencia, los estados conscien­tes son aquellos que son transmitidos globalmente, por así decirlo.

 El punto de vista alternativo, propuesto por Michael Graziano, David Rosent­hal y otros, sostiene que los estados mentales conscientes son simplemente aquellos que usted conoce, de los cuales usted es directamente consciente de una manera que no requiere que usted se interprete a sí mismo. No tiene que leer su propia mente para saber de ellos. Ahora, cualquiera que sea la opinión que adopte, resulta que pensamientos como decisiones y juicios no deben con­siderarse como conscientes. No son accesibles en la memoria de trabajo, ni so­mos direc­tamente conscientes de ellos. Simplemente tenemos lo que yo llamo la ilusión de la inmediatez, la falsa impresión de que conocemos nuestros pen­samientos directamente.

 Uno podría estar de acuerdo fácilmente en que las fuentes de los pen­samientos de uno están ocultas a la vista, simplemente no sabemos de dónde provienen nuestras ideas. Pero una vez que los tenemos y lo sabemos, ahí es donde comienza la conciencia. ¿No tenemos pensamientos conscientes al menos en este sentido?

 En la vida cotidiana estamos bastante contentos de decir cosas como Oh, acabo de tener un pensamiento… o Estaba pensando para mi que… Con esto, por lo general nos referimos a los casos de habla interna o imágenes visuales, que están en el centro de nuestra co­rriente de conciencia - el tren de palabras y contenidos visuales representados en nuestras mentes. Creo que estos trenes son de hecho conscientes. En neurofiloso­fía, sin embargo, nos referimos al pensamiento en un sentido mucho más especí­fico. Desde este punto de vista, los pensamientos incluyen solo actitudes mentales no sensoriales, tales como juicios, decisiones, intenciones y metas. Estos son even­tos amodales, abstractos, lo que significa que no son experiencias sensoriales y no están vinculados a experiencias sensoriales. Tales pensamientos nunca figuran en la memoria de trabajo. Nunca se vuelven conscientes. Y solo los conocemos al in­terpretar lo que se vuelve consciente, como las imágenes visuales y las palabras que nos escuchamos decir en nuestras cabezas.

 Entonces, ¿la conciencia siempre tiene una base sensorial?

 Afirmo que la conciencia siempre está ligada a una modalidad sensorial, que inevitablemente tiene algún aspecto auditivo, visual o táctil. Por supuesto, todo tipo de imágenes mentales, como el habla interna o la memoria visual, pueden ser conscientes. Vemos las cosas en el ojo de nuestra mente; oímos nuestra voz inte­rior. De lo que somos conscientes es de los contenidos sensoriales presentes en la memoria de trabajo.

 Desde tu punto de vista, ¿la conciencia es diferente de la atención?

Esa es una pregunta difícil. Algunos filósofos creen que la conciencia puede ser más rica de lo que realmente podemos informar. Por ejemplo, nuestro campo visual parece estar lleno de detalles: todo está justo ahí, ya visto cons­cientemente. Sin embargo, los experimentos en la percepción visual, especial­mente el fenómeno de la ceguera por falta de atención, muestran que, de hecho, solo registramos conscientemente una porción muy limitada del mundo. [Nota de los editores: una persona que experimenta ceguera por falta de atención puede no darse cuenta de que un gorila caminó por una cancha de básquetbol mientras la persona se enfocaba en el movimiento de la pelota.] Entonces, lo que creemos que vemos, nuestra impresión subjetiva, es diferente de aquello a lo que en realidad estamos atendiendo. Probablemente nuestra mente cons­ciente capta solo la esencia de lo que hay en el mundo, una especie de resumen estadístico. Por supuesto, para la mayoría de las personas, la conciencia y la atención coinciden la mayor parte del tiempo. Aun así, creo que no estamos directamente atentos a nuestros pensamientos. Así como no estamos directa­mente atentos a los pensamientos de otras personas. Interpretamos nuestros propios estados mentales de la misma manera en que interpretamos las mentes de los demás, excepto que podemos usar como datos en nuestro caso nuestra propia imagen visual y discurso interno.

 Usted llama al proceso de cómo las personas aprenden sus propios pensamientos, acceso sensorial interpretativo, o ISA (en inglés). ¿Dónde entra en juego la interpretación?

 Tomemos como ejemplo nuestra conversación: seguramente usted está al tanto de lo que le estoy diciendo en este preciso momento. Pero el trabajo interpretativo y las inferencias en las que basa su comprensión no son accesibles para usted. To­das las inferencias rápidas y altamente automáticas que forman la base de su com­prensión de mis palabras, permanecen ocultas. Parece que usted solo escucha el significado de lo que digo. Lo que sube a la superficie de su mente son los resulta­dos de estos procesos mentales. Eso es lo que quiero decir: las inferencias en sí mismas, el funcionamiento real de nuestra mente, permanecen inconscientes. Todo lo que conocemos son sus productos. Y mi acceso a su mente, cuando le es­cucho hablar, no es diferente de ninguna manera fundamental de mi acceso a mi propia mente cuando estoy atento a mi propio discurso interno. El mismo tipo de procesos interpretativos todavía tienen que ocurrir.

 ¿Por qué, entonces, tenemos la impresión de acceso directo a nues­tra mente?

 Sugiero que la idea de que las mentes son transparentes para ellas mismas (que todos tienen conciencia directa de sus propios pensamientos), está incor­porada en la estructura de nuestra facultad de “lectura de la mente” o “teoría de la mente”. La suposición es una heurística útil al interpretar las declaracio­nes de otros. Si alguien me dice: “Quiero ayudarte”, tengo que interpretar si la persona es sincera, si está hablando literal o irónicamente, y así sucesivamente; eso es bastante difícil. Si también tuviera que interpretar si él está interpre­tando su propio estado mental correctamente, eso haría que mi tarea fuera im­posible. Es mucho más simple suponer que conoce su propia mente (como, en general, lo hace). La ilusión de inmediatez tiene la ventaja de que nos permite comprender a otros con mucha mayor velocidad y, probablemente, con poca o ninguna pérdida de confiabilidad. Si tuviera que averiguar en qué medida los demás son intérpretes confiables de sí mismos, eso haría las cosas mucho más complicadas y lentas. Se necesitaría mucha más energía y trabajo interpretativo para comprender las intenciones y los estados mentales de los demás. Y luego es el mismo supuesto heurístico de transparencia de la mente el que hace que mis propios pensamientos parezcan transparentemente disponibles para mí.

  ¿Cuál es la base empírica de su hipótesis?

 Hay una gran cantidad de evidencia experimental de sujetos normales, espe­cialmente de su disposición a fabricar falsamente, pero sin saberlo, hechos o recuerdos para completar los perdidos. Además, si la introspección fuera fun­damentalmente diferente de leer las mentes de los demás, uno esperaría que hubiera trastornos en los que solo una capacidad fue dañada pero no la otra. Pero eso no es lo que encontramos. Los trastornos del espectro autista, por ejemplo, no solo se asocian con un acceso limitado a los pensamientos de los demás, sino también con una comprensión restringida de uno mismo. En pa­cientes con esquizofrenia, se distorsiona la percepción tanto de la propia mente como de la de los demás. Parece que hay un solo mecanismo de lectura de la mente del cual dependemos tanto internamente como en nuestras relaciones sociales.

  ¿Qué efecto secundario tiene la ilusión de inmediatez?

 El precio que pagamos es que creemos subjetivamente que poseemos una certeza mucho mayor acerca de nuestras actitudes que la que realmente tenemos. Cree­mos que si estamos en el estado mental X, es lo mismo que estar en ese estado. Tan pronto como creo que tengo hambre, lo tengo. Una vez que creo que soy feliz, lo soy. Pero ese no es realmente el caso. Es un truco de la mente que nos hace equiparar el acto de pensar que uno tiene un pensamiento con el pensamiento mismo.

 ¿Cuál podría ser la alternativa? ¿Qué deberíamos hacer al respecto, si pudiéramos?

 Bueno, en teoría, tendríamos que distinguir entre un estado experiental mismo, por un lado, y nuestro juicio o creencia subyacente a esta experiencia, por otro lado. Hay casos raros en los que conseguimos hacerlo: por ejemplo, cuando me siento nervioso o irritado, pero de repente me doy cuenta de que tengo hambre y necesito comer.

 ¿Quiere decir que una forma más apropiada de verlo sería: "Creo que estoy enojado, pero tal vez no lo esté"?

 Esa sería una forma de decirlo. Es sorprendentemente difícil mantener este tipo de visión distante de uno mismo. Incluso después de muchos años de estudios de conciencia, todavía no soy tan bueno en eso (risas).

 Los investigadores del cerebro ponen mucho esfuerzo en descubrir los correlatos neuronales de la conciencia, el NCC (en inglés). ¿Alguna vez este esfuerzo tendrá éxito?

 Creo que ya sabemos mucho sobre cómo y dónde está representada la memo­ria de trabajo en el cerebro. Nuestros conceptos filosóficos de lo que realmente es la conciencia están mucho más informados por el trabajo empírico que hace unas décadas. Si alguna vez podremos cerrar la brecha entre las experiencias subjetivas y los procesos neurofisiológicos que las producen, sigue siendo un tema de disputa.

 ¿Estaría de acuerdo en que somos mucho más no conscientes de lo que pensamos?

 Preferiría decir que la conciencia no es lo que generalmente pensamos que es. No es la conciencia directa de nuestro mundo interior de pensamientos y jui­cios, sino un proceso altamente inferencial que solo nos da la impresión de in­mediatez.

 ¿Dónde nos deja eso con nuestro concepto de libertad y responsabili­dad?

 Todavía podemos tener libre albedrío y ser responsables de nuestras acciones. Lo consciente y lo inconsciente no son esferas separadas; operan en tándem. No somos simplemente títeres manipulados por nuestros pensamientos in­conscientes, porque obviamente, la reflexión consciente tiene efectos en nues­tro comportamiento. Interactúa con y es alimentada por procesos implícitos. Al final, ser libre significa actuar de acuerdo con las propias razones, ya sean conscientes o no.



 Explicado brevemente: La conciencia

 La conciencia es generalmente entendida significando que un individuo no solo tiene una idea, recuerdo o percepción, sino que también sabe que la tiene. Para la percepción, este conocimiento abarca tanto la experiencia del mundo exterior (“está lloviendo”) como el estado interno de uno (“Estoy enojado”). Los expertos no saben cómo surge la conciencia humana. Sin embargo, en general, están de acuerdo en cómo definir varios aspectos de la misma. Así, distinguen “conciencia fenoménica” (la sensación distintiva cuando percibimos, por ejemplo, que un ob­jeto es rojo) y “conciencia de acceso” (cuando podemos informar sobre un estado mental y usarlo en la toma de decisiones).

 Las características importantes de la conciencia incluyen la subjetividad (el sen­tido de que el evento mental me pertenece), la continuidad (parece ininterrum­pida) y la intencionalidad (está dirigida a un objeto). De acuerdo con un esquema popular de conciencia conocido como Teoría del Espacio de Trabajo Global, un estado mental o un evento es consciente si una persona puede recordarlo para llevar a cabo funciones como la toma de decisiones o recordarlo, aunque no se comprende con precisión cómo se produce dicho acceso. Los investigadores asu­men que la conciencia no es el producto de una sola región del cerebro sino de redes neuronales más grandes. Algunos teóricos llegan a afirmar que ni siquiera es el producto de un cerebro individual. Por ejemplo, el filósofo Alva Noë de la Universidad de California, Berkeley, sostiene que la conciencia no es el trabajo de un solo órgano, sino que es más como una danza: un patrón de significado que emerge entre cerebros. 
–Steve Ayan.


 Bien, queridos amigos, hasta aquí este primer artículo.
 Sin embargo, no me despediré sin antes dejarles la dirección electrónica desde donde podrán bajar el Boletín de Novedades en la Ciencia y en la Tecnología 155. 
 Hela aquí: https://www.dropbox.com/scl/fi/u0itfaman0yc2tnfed9zw/CyT-155.docx?dl=0&rlkey=scr86ini1vlosfurzi52jahmq
 Recuerden que, la manera de operar es copiando el enlace y pegándolo en la ranura de direcciones, luego Enter.

 Ahora si, entonces, les digo: ¡Hasta la próxima!


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