La magia de una historia contada al revés
Les cuento, estimados
amigos, que, huroneando en mis archivos digitales, mis ojos pecadores se
detuvieron, repentinamente, en un archivo que ostentaba el curioso nombre que
lleva esta nota.
Lo había guardado yo
mismo, hace muchas lunas, para leerlo un después que solo llegó ahora.
El artículo fue escrito por Bartolo Luque, (Barcelona, 1966), doctor en Ciencias Físicas por la Universidad Politécnica de Catalunya. Desde 2001 trabaja como investigador y profesor del Departamento de Matemática Aplicada a la Ingeniería Aeroespacial de la ETSI Aeronáutica y del Espacio de la Universidad Politécnica de Madrid.
Ha escrito más de un centenar de artículos de divulgación científica en prensa y algunos libros (cualquier sitio es bueno para hacer publicidad: “Marte y vida: ciencia y ficción”, “El mundo es un pañuelo y otros ensayos científicos”, “Astrobiología: un puente entre el Big Bang y la vida”, “Evolución y Complejidad”, “10.000 años mirando estrellas” y “Las leyes del azar. Probabilidad, estadística e información”). Más allá de la escritura, ha impartido una gran cantidad de charlas de divulgación científica de todo pelaje (incluida una en forma de obra de teatro); durante tres temporadas, junto el astrónomo Fernando Ballesteros, realizó la sección “Los Sonidos de la Ciencia” en Radio 1 de Radio Nacional de España, dentro del magazín “No es un día cualquiera” y actualmente escribe la mítica (al menos para él) columna de Juegos Matemáticos de Investigación y Ciencia.
Además de su pasión divulgadora, investiga en Sistemas Complejos, Teoría de Números y el desarrollo de nuevas herramientas de análisis de Series Temporales. Ha publicado sobre estos temas más de 50 artículos en revistas internacionales como Nature, PNAS o PRL (esas tres son las mejores J)… Si desean saber más de la vida de este personaje: http://www.dmae.upm.es/bartolo.html
Bien, creo que el artículo superará sus altos estándares de
calidad de ustedes, de modo que los dejo en compañía de Bartolo.
¡Hasta la próxima!
El profesor Jones había
estado trabajando en la teoría del tiempo durante muchos años.
—Y he encontrado la ecuación clave —le dijo a su hija un día—. El
tiempo es un campo. Esta máquina que hice puede manipular, inclusive revertir
el tiempo.
Oprimiendo un botón al hablar dijo:
—Esto debería hacer que el tiempo camine hacia, atrás hacia camine
tiempo el que hacer debería esto.
Dijo hablar al botón un oprimiendo:
—Tiempo el revertir inclusive, manipular puede hice que máquina esta.
Campo un es tiempo el —día un hija su a dijo le—. Clave ecuación la encontrado
he y.
Años muchos durante tiempo del teoría la en trabajando estado había
Jones profesor él.
(Frederic Brown, El fin. Recopilado en Pesadillas y
geezenstacks, 1966).
La simetría es una noción fundamental en ciencia y en matemáticas. Más aún, probablemente constituya un a priori estético para el ser humano y un concepto cardinal en todas las culturas. Así pues, no es de extrañar que, como en otros muchos ámbitos, la gran divinidad de los ludolingüistas sea la simetría.
La forma más sencilla de simetría en este campo se encuentra
representada por los palíndromos, aquellas palabras que se leen igual del
derecho que del revés. Algunos ejemplos son allá, anilina,
reconocer, rotor... Mi favorita es radar (acrónimo del inglés radio detection and
ranging), donde el palíndromo va más allá del mero juego
verbal, al sugerir la reflexión de las ondas de radio.
El término palíndromo procede de las voces griegas polín («otra vez» o «hacia
atrás») y aromos («carrera»). Como diría el gran
enigmista Márius Serra: «El palíndromo es la joya de la corona
ludolingüistica». Por supuesto, existen multitud de ejemplos en todas las
lenguas. Por citar solo uno, el palíndromo más largo conocido es finés: saippuakauppias, aunque pierde su halo
mágico cuando nos enteramos de que significa «vendedor de jabón».
En realidad, el término puede aplicarse no solo a letras, sino a
cualquier secuencia de símbolos. Así, 2002 fue el último año palíndromo y 2112
será el siguiente. Los números palíndromos se conocen en castellano como capicúas.
La palabra procede del catalán cap i cua, «cabeza y cola».
Comenzó a usarse en el siglo XIX en Barcelona y parece más que probable que
proceda de una jugada de dominó, así llamada, en la que la última ficha ganadora
podía colocarse en cualquiera de los dos extremos.
Los números capicúas no son la joya de la corona de la matemática
recreativa, pero han recibido gran atención por parte de expertos y
aficionados. Por ejemplo, la conjetura del algoritmo-196, conocida desde los
años treinta del siglo XX, sigue sin estar resuelta.
El algoritmo-196 nos invita a tomar un número natural cualquiera y
sumarle su reverso. Consideremos el 56. Al añadirle 65, obtenemos 121. Si el
número resultante es capicúa, como ocurre en este caso, hemos acabado. En caso
contrario, continuamos el proceso. Si, por ejemplo, comenzamos con el 59, al
iterar el algoritmo tendremos 59 + 95 = 154, 154 + 451 = 605, 605 + 506 = 1111. Hemos logrado un número palíndromo
en el tercer paso. La conjetura del algoritmo-196 afirma que, tras un número
finito de iteraciones, acabaremos antes o después en un capicúa.
¿Y lo de 196? Se conocen como números de Lychrel aquellos que no
alcanzan un palíndromo a través de la iteración del algoritmo-196. En base 10
no se ha demostrado la existencia de números de Lychrel, pero el 196 es el
primer sospechoso. A fecha de hoy, superadas las 1000 millones de iteraciones
y alcanzado un número de 300 millones de dígitos, el número 196 sigue sin dar
ningún capicúa. Por cierto, el término Lychrel fue acuñado por Wade van
Landingham como un cuasianagrama del nombre de su novia, Cheryl —anécdota
ludolingüística que me permite retomar el hilo de nuestro discurso.
De la palabra a la narración
Los palíndromos no se limitan a números o palabras. Existen también frases palíndromas. Ejemplos bien conocidos son Arriba la birra, Atrapa y aparta o Se es o no se es. Algunos gozan de fama literaria, como Atar a la rata y Átale, demoníaco Caín, o me delata, sobre los que bascula el relato Satarsa, de Julio Cortázar.
Resulta difícil conseguir frases palíndromas que no suenen
artificiales y encorsetadas, si bien hay algunos ejemplos excepcionales, como Adán no cede con Eva y
Yavé no cede con nada. O el latino In girum imus nocte et
consumimur igni, que, en una traducción libre querría decir algo como “vagamos
en la noche y nos consumimos en el fuego”. (Curiosamente, el amigo Bartolo parece ignorar la conocida
frase palíndroma: Dábale arroz a la zorra el abad).
Uno
de los palíndromos más notables, según los expertos, es el llamado cuadrado
SATOR, que podemos encontrar en numerosos monumentos romanos y medievales en
toda Europa. Se trata de una especie de cuadrado mágico en el que las mismas
palabras generan un palíndromo no sólo de izquierda a derecha, sino también de arriba
abajo, por lo que pueden leerse hasta en cuatro sentidos distintos. Algunos han traducido el texto como
«Arepo, el sembrador, mantiene con destreza las ruedas».
Leemos en wikipedia que: Hasta hoy nadie sabe el significado de SATOR AREPO TENET OPERA
ROTAS,
que en latín pudiera traducirse, como dice Bartolo: “El sembrador Arepo guía
con destreza las ruedas”. El problema es que Arepo no es un nombre conocido en
latín o mejor dicho no existe, además las palabras casi siempre tienen varias
acepciones o significados y lo más extraño es qué comunidad iba a aceptar esto
como lema.
El
error popular es que se lee literalmente: SATOR AREPO TENET OPERA
ROTAS; cuando
lo más lógico sería: SAT ORARE POTEN ET OPERA ROTAS; traducido como:
“Suficiente poder para orar y para trabajar a diario”; pensad que ROTO significa
rueda o rodar, pero también significa disco solar o sol lo que se podría
traducir por día.
Esta
inscripción es latina luego no puede ser anterior pongamos al 753 a.u.c (Ab
urbe condita = Desde la fundación de la ciudad, Roma).
Son muchos los lugares donde se encuentra el cuadrado SATOR pero sobre todo donde más se halla es en ermitas y monasterios sobre todo templarios y será casualidad o no pero el caso es que casi todos aceptaron como lema: «Energía suficiente para orar y para trabajar el día», abreviado: Ora et labora (oración y trabajo)
La creación de frases palíndromas viene de lejos, como muestran los versos retrógrados, o sotádicos, debidos al poeta tracio Sótades de Maronea, a quien se atribuye la invención del género. Sótades, una figura mítica de la ludolingüística, vivió en Alejandría durante el siglo III antes de nuestra era. Crítico con el poder, fue arrojado al fondo del mar Egeo en el interior de un cofre de plomo por orden del rey Ptolomeo II, al que dedicó un poema que, según parece, no fue de su agrado. Más de dos milenios después, sus obras siguen inspirando a poetas como Víctor Jlébnikov, quien en 1920 escribió Stenka Razin, un poema de más de 400 versos sotádicos en cirílico. O, más recientemente, al comediante Demetri Martin y su poema palíndromo de 224 palabras Dammit I'm Mad, (2009).
El ludolingüista Marcos Donnantuoni acuñó los términos palíndromos ailifilia, para indicar la pasión por los palíndromos, y aibofobia, para lo contrario. La ailifilia sigue latiendo en la literatura, como demuestran, por citar unos pocos ejemplos, el brevísimo relato de ciencia ficción de Frederic Brown que encabeza esta columna, así como Le grand palindrome (1969), del miembro de Oulipo Georges Perec, con más de 6000 caracteres, o la novela palíndroma Dr. Awkward & Olson in Oslo (1986), de Lawrence Levine, con la espeluznante cifra de 31.594 palabras. Si sufren ailifilia no dejen de buscar consuelo en la web del Club Palindromista Internacional:
cpalindromistai.blogspot.com.es. Creado en 1987 por el aficionado Josep M. Albaigés i Olivart, sigue gozando de una salud envidiable.
Los números capicúas son codiciados trofeos de los coleccionistas
aficionados a las loterías. Una categoría especial la componen los palíndromos
que, además, son reversibles: los que vistos cabeza abajo forman también un
número. Como 68086, que, girado, se lee 98089.
El equivalente en palabras se denomina palíndromo vertical, o
ambigrama. Este último término se emplea asimismo para las imágenes que tienen
sentido tanto del derecho como del revés, como ocurre con las célebres caras
reversibles del artista inglés Rex Whistler.
¿Podrían utilizarse ambigramas para crear un cómic? Gustave Verbeek
dibujó The Upside Downs para el New York Herald entre los años 1903 y
1905. Cada tira cómica, como la que acompaña a esta columna, constaba de seis viñetas-ambigrama.
Al finalizar la sexta, la historieta continuaba girando 180 grados la tira. Mágicamente
aparecían entonces seis nuevas viñetas que completaban la narración. Verbeek
realizó 64 de estas extraordinarias tiras cómicas.
Ailif ilia en las salas
Más difícil todavía: ¿hay algo semejante en cine? Hasta hace poco disponíamos tan solo de insinuaciones palíndromas, como el vídeo musical de Michel Gondry Sugar water (1996). Más recientemente, Palíndromo (2001), de Philippe Barcinski, o HANNAH (2005), de Samuel Kiehoon Lee, se han acercado mucho a lo que parecía imposible. Pero, sin duda, Symmetry: A palindromic film (2013) se lleva la palma.
Symmetry, un cortometraje de poco más de 7 minutos
realizado por el francés Yann Pineill, es un auténtico palíndromo audiovisual
construido a partir de un bifronte. Un bifronte es una palabra o frase que
tiene sentidos distintos al leerse al derecho y al revés, como La tele ves, que dada la vuelta se
convierte en Se ve letal. Es fácil, a partir de ellos,
construir frases palíndromas: basta con colocar una conjunción en medio de
ambas versiones. En nuestro caso, La tele ves y se ve letal.
Como explica el propio Pineill: «Esta película ha sido escrita de
forma simétrica: la segunda mitad es estrictamente igual que la primera, pero
pasada al revés y reflejada. La segunda parte no actúa como un simple
rebobinado, sino como continuación de la primera». Para convencerles de la
veracidad de la afirmación, he utilizado una curiosa herramienta informática
denominada Movie Barcode Generator, creada por Melvyn Laily.
Este programa convierte una película completa en una sola imagen
similar a un código de barras. Tras alimentar el programa con un film, se nos
pide el número de fotogramas que deseamos colocar en cada línea vertical. En
este caso he empleado cien. Eso significa que cada línea de la imagen
resultante incluye cien fotogramas comprimidos a la anchura de un píxel y
colocados en vertical. Si observa la imagen que reproducimos en la página
siguiente, comprobará de un vistazo que la película guarda una simetría
perfecta con respecto al eje central.
El cortometraje se encuentra preñado de pequeños detalles que harán
las delicias de los ailifílicos. «Explora todo tipo de simetrías:
composiciones, formas, sonidos y música, escenarios, colores, acciones,
tiempo...», en palabras de su director. Así que les propongo visionar el corto
en Vimeo antes de seguir leyendo, porque a partir de aquí voy a destripar
algunas de sus sorpresas.
Symmetry comienza con un amanecer. La luz del sol entra
en un salón por la derecha de la imagen y va ascendiendo. Después se nos
muestra una casa a través de secuencias de sus distintas habitaciones, donde
muebles y objetos de decoración se presentan como bodegones de composición
simétrica. Despertando en una cama aparece la pareja protagonista, formada por
los hermanos en la vida real Edouard Sanville y Daphné Sanville. Vemos
entonces la hora en un reloj digital. Son las 05:05 de la mañana.
Tras desayunar, la pareja discute y rompe. Edouard se marcha de casa y, tras vagar por la ciudad, encuentra en
un vagón de metro al tercer personaje de la historia, la actriz Romane Pineill,
quien le invita a subir a su casa. En el ínterin, Edouard recibe una llamada
que no contestará. Sabemos que se trata de su chica porque vemos su fotografía
en la pantalla del móvil, la cual aparece junto a su nombre: ANNA. Cómo no,
palíndromo.
Ya en casa de Romane asistimos a la mejor
escena del cortometraje. Edouard, frente a un espejo, enciende una radio. Suena
una voz extraña: se trata de una locución en inglés, pero invertida. El
protagonista gira entonces el dial para encontrar una emisión comprensible y se
topa con una pieza de música clásica. De repente, en un homenaje a la Alicia de Carroll, la cámara
pasa al otro lado del espejo y vemos exactamente la misma imagen, pero
invertida especularmente. La música clásica sigue sonando bien. El protagonista
vuelve a tocar el dial y ahora sí que entendemos a la locutora, que dice:
«¿Por qué es el pasado diferente del futuro? Debido a que las leyes de la
física son simétricas temporalmente, si los relojes fueran hacia atrás en el
tiempo, en lugar de...».
¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué la música no parece haber sufrido la misma
alteración? Los palíndromos fonéticos son muy raros y cortos (otro cantar, y
nunca mejor dicho, son los bifrontes fonéticos, que tuvieron su época dorada
con los mensajes satánicos ocultos en los discos de baquelita tocados al
revés), así que el director optó por hacer que nos fijemos en la flecha
temporal a partir de la voz de la locutora. Gracias a ella, descubrimos que el
tiempo transcurre ahora hacia atrás.
¿Y la música clásica, que sigue sonando bien? Sorpresa: se trata de
la Sinfonía número 47 en sol mayor de Joseph Haydn, conocida como El palíndromo, donde, al igual que en
el film, la segunda parte de la obra es la misma que la primera pero ejecutada
al revés.
Los músicos han explorado extensamente la retrogradación, los
palíndromos musicales y sus variantes. Probablemente, la pieza más célebre en
este sentido sea el Canon cangrejo, de Johann Sebastian
Bach. Busquen en YouTube el vídeo de Jos Leys y Xantox sobre el Canon cangrejo escrito en una banda de
Möbius (Les ahorro el trabajo, estimados amigos: https://www.youtube.com/watch?v=xUHQ2ybTejU). No les decepcionará, aunque sean aibofóbicos. Y, si tienen más interés, curioseen nombres como Antón Webern,
Karlheinz Stockhausen o Karel Goeyvaerts. Por cierto, la banda sonora del
cortometraje, debida a Cliff Martínez, puede también reproducirse hacia
delante y hacia atrás, como de hecho ocurre en la película.
A partir del cruce del espejo asistimos de nuevo a la misma historia
que ya hemos visto, pero invertida en el tiempo y reflejada especularmente.
Sin embargo, esta segunda parte del bifronte audiovisual tiene un significado
totalmente distinto. Pineill nos apunta de dónde le viene la inspiración: «Hay
un tipo de simetría que se denomina quiral. Ocurre cuando dos cosas son la
imagen especular una de otra (las manos, por ejemplo, son las mismas, pero no
se pueden superponer). En química, las moléculas quirales se componen de los
mismos átomos, pero organizados de forma simétrica unos con respecto a otros. Y
esas moléculas tienen funciones completamente distintas».
Las moléculas quirales de su película son los gestos de sus actores
hacia adelante y hacia atrás. El afamado teórico del cine Lev Kuleshov
demostró, prácticamente en los inicios de este arte, que mediante la edición y
el montaje resulta posible dar a un rostro neutral el sentimiento que
deseemos. El efecto Kuleshov es el truco empleado por Pineill para convertir
lo que antes era una ruptura en una reconciliación.
El cortometraje acaba con un atardecer en la casa. La luz del sol
entra en el salón por la izquierda de la imagen y va descendiendo. Ahora el
reloj digital muestra las 20:20 y nuestros protagonistas regresan a la cama
tras haber superado una crisis de pareja.
Genial, ¿no? Symmetry es una película matemáticamente
impresionante. Y si tuviera que resumírsela a alguien en una sola frase, le
diría: Sé verla al revés.
Link a la película Symmetry:
https://www.youtube.com/watch?v=Nrf6xM9-SQM
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