domingo, 18 de febrero de 2024

Acerca de la estupidez 2

Les cuento, queridos amigos, que ya casi sobre la fecha de publicación de la nota anterior sobre la estupidez, uno de mis lectores, amigo del ajedrez y de la vida, Jorge Luis Fernández, me acercó el libro de Paul Tabori Historia de la estupidez humana. Ya era tarde para incluir algo del mismo en la nota anterior, pero amerita que nos ocupemos de él en esta.

Primero, una breve biografía del autor: Pál Tábori (16 de noviembre de 1908 - 9 de noviembre de 1974), también conocido como Paul Tabori, y por sus seudónimos Paul Stafford y Christopher Stevens, fue un autor, periodista, guionista y psicoanalista de origen húngaro. Era conocido por su diverso abanico de escritos, que cubrían una amplia gama de temas como historia, psicología, divulgación científica y ficción. Las obras de Tabori se caracterizaron a menudo por su atractivo estilo de escritura y su capacidad para hacer accesibles temas complejos a una amplia audiencia.

Y para saber de qué va el libro de Tabori, he decidido traerles el prólogo del mismo que, desafortunadamente, no sabemos quién lo ha escrito pues, cosa rara, no figura en el libro.

A continuación, el prólogo de marras:

Algunos nacen estúpidos, otros alcanzan el estado de estupidez, y hay individuos a quienes la estupidez se les adhiere. Pero la mayoría son estúpidos no por influencia de sus antepasados o de sus contemporáneos. Es el resultado de un duro esfuerzo personal. Hacen el papel del tonto. En realidad, algunos sobresalen y hacen el tonto cabal y perfecto. Naturalmente, son los últimos en saberlo, y uno se resiste a ponerlos sobre aviso, pues la ignorancia de la estupidez equivale a la bienaventuranza.

La estupidez, que reviste formas tan variadas como el orgullo, la vanidad, la credulidad, el temor y el prejuicio, es blanco fundamental del escritor satírico, como Paul Tabori nos lo recuerda, agregando que “ha sobrevivido a millones de impactos directos, sin que éstos la hayan perjudicado en lo más mínimo”. Pero ha olvidado mencionar, quizás porque es demasiado evidente, que si la estupidez desapareciera, el escritor satírico carecería de tema.

Pues, como en cierta ocasión lo señaló Christopher Morley, “en un mundo perfecto nadie reiría”. Es decir, no habría de que reírse, nada que fuera ridículo. Pero, ¿podría calificarse de perfecto a un mundo del que la risa estuviera ausente? Quizás la estupidez es necesaria para dar no sólo empleo al autor satírico sino también entretenimiento a dos núcleos minoritarios: 1) los que de veras son discretos, y 2) los que poseen inteligencia suficiente para comprender que son estúpidos. 

Y cuando empezamos a creer que una ligera dosis de estupidez no es cosa tan temible, Tabori nos previene que, en el trascurso de la historia humana, la estupidez ha aparecido siempre en dosis abundantes y mortales. Una ligera proporción de estupidez es tan improbable como un ligero embarazo. Más aún, las consecuencias de la estupidez no sólo son cómicas sino también trágicas. Son reideras, pero ahí concluye su utilidad. En realidad, sus consecuencias negativas a todos influyen, y no sólo a quienes la padecen. El mismo factor que antaño ha determinado persecuciones y guerras, puede ser la causa de la catástrofe definitiva en el futuro.

Pero encaremos el problema con optimismo. Acabando con la raza humana, la estupidez acabaría también con la propia estupidez. Y ése es un resultado que la sabiduría nunca supo alcanzar. 

En su inquieto (y fecundo) libro, Paul Tabori describe los aspectos divertidos y las horribles consecuencias de la estupidez. El lector ríe y llora (ante el espectáculo humano) y sobre todo reflexiona. A menos, naturalmente, que el lector sea estúpido. 

Pero no es probable que la persona estúpida se sienta atraída por un libro como éste. Una de las concomitantes de la estupidez es la pereza, y en nuestro tiempo hay cosas más fáciles que leer un libro (especialmente un libro sin ilustraciones y que no ha sido condensado). Tampoco trae un cadáver en la cubierta, ni una joven bella y apasionada. 

Sin embargo, el lector que supere esta introducción y el breve primer capítulo hallará después abundante derramamiento de sangre y erotismo, y también ingenio, rarezas, fantasmas y exotismo. Quizás no existe argumento, porque esta obra no es de ficción, pero hay algunos episodios auténticos (o por lo menos bastante probados), cualquiera de los cuales podría servir de base a un cuento... o a una pesadilla. 

Tabori muy bien podría haber llamado a su libro: La anatomía de la estupidez, pues ha encarado el tema con el mismo bagaje de erudición y de entusiasmo que Robert Burton aplicó en La Anatomía de la Melancolía. Aquí, lo mismo que en el tratado del siglo XVII, hallamos una sorprendente colección de conocimientos raros, cuidadosamente organizados y bien presentados. Aparentemente, Tabori leyó todo lo que existe sobre el tema, de Erasmo a Shaw y de Oscar Wilde a Oscar Hammerstein. 

El autor revela el tipo de curiosidad intelectual que no se atiene a las fronteras establecidas por la cátedra universitaria o por las especialidades científicas, y que es tan difícil hallar en nuestros días. A semejanza del estudioso europeo de la generación anterior, o del hombre culto del Renacimiento, pasa fácilmente de la historia a la literatura, y de ésta a la ciencia, citando raros volúmenes de autores franceses alemanes, latinos, italianos y húngaros. Sin embargo, su prosa nunca es pesada ni pedante. En lugar de exhibir un arsenal de notas eruditas, oculta las huellas de su trabajo, del mismo modo que el carpintero elimina el aserrín dejado por la sierra. 

Aunque Tabori dice modestamente de su libro que es mero “muestrario”, se trata de un muestrario profundamente significativo. Si, como dice el autor, ésta no es la historia completa de la estupidez, sólo nos resta sentirnos impresionados (y deprimidos) ante la vastedad del tema. Sería lamentable llegar a la conclusión de que es posible escribir sobre la estupidez del hombre un libro más voluminoso que sobre su sabiduría. 

La fascinación que ejerce la obra de Tabori proviene precisamente de la variedad de los temas abordados. Obras antiguas, medievales y modernas le han suministrado toda suerte de hechos increíbles y de leyendas creíbles sobre este “astro siniestro que difunde la muerte en lugar de la vida”. El autor cita sorprendentes ejemplos de estupidez relacionados con la codicia humana, el amor a los títulos y a las ceremonias, las complicaciones del burocratismo, las complicaciones no menos ridículas del aparato y de la jerga jurídica, la fe humana en los mitos y la incredulidad ante los hechos, el fanatismo religioso, sus absurdos y manías sexuales, y la tragicómica búsqueda de la eterna juventud. 

Sí, éste es el lamentable archivo de la humana estupidez, desde los vanos ritos de Luis XIV hasta la autocastración de la secta religiosa de los skoptsi; desde el miembro de la Academia Francesa de Ciencias que obstinadamente insistió en que el invento de Édison, el fonógrafo, era burdo truco de ventrílocuo, a la técnica de Hermippus, que aseguraba la prolongación de la vida mediante la inhalación del aliento de las jóvenes doncellas, desde la fe en la vid que producía sólidas uvas de oro, al bibliófilo italiano que consagró veinticinco años a la creación de una biblioteca de los libros más aburridos del mundo. ¡Cuán estúpidos somos los mortales! 

En general, Paul Tabori se contenta con relatar la historia de la estupidez, acumulando ejemplos y más ejemplos. En su condición de estudioso objetivo, no deduce moralejas ni extrae lecciones. Sin embargo, como hombre sensible que es, experimenta dolor y desaliento. “La estupidez”, nos dice con tristeza, “es el arma más destructiva del hombre, su más devastadora epidemia, su lujo más costoso”. 

¿Sugiere Tabori una cura efectiva de la estupidez? ¿Anticipa el pronto fin de esta peste? Tiene algunas ideas, relacionadas con la salud de la psiquis, y alienta ciertas esperanzas. Pero conoce demasiado bien a la raza humana, de modo que no puede prometer mucho. Habida cuenta de la experiencia de siglos, abrigar mayores esperanzas sería también dar pruebas de estupidez.

Bien, amigos, hasta aquí el tal prólogo. Espero que les haya interesado lo suficiente como para hacerse con el libro de Tabori. 

Y como ya es habitual, antes de despedirme, les ofrezco mi libro sobre el milenario juego del ajedrez. Les acompaño la siguiente foto de la portada y les informo que cuesta apenas 7.000$ argentinos (más gastos de envío para los que no vivan en Mendoza, Argentina).

Y, ahora sí, me despido: ¡Hasta la próxima!


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