domingo, 28 de enero de 2024

La dialéctica

 Bien, quiero comenzar esta nota, amigos, contándoles que nace de un trabajo que preparé para un alumno mío hace ya varias lunas. Y, de paso, me ha servido para ahondar en el pensamiento de Zenón de Elea, que ya conociéramos en el Minitour por la Historia de la Filosofía, que nos había quedado pendiente.

Como reza el título, la nota es sobre la dialéctica, pero nada mejor que ejemplificarla con los sorprendentes constructos de Zenón. Así pues, ¡Vamos allá!

 La dialéctica es el discurso en el que se contrapone una determinada concepción o tradición, entendida como tesis, con los problemas y contradicciones que de ella se derivan, entendidos como antítesis. De esta confrontación surge, en un tercer momento llamado síntesis, una resolución o una nueva comprensión del problema.

Es decir, se asemeja a un fiscal atacando un tema (la tesis) exhibiendo sus puntos negativos (la antítesis). De allí surge una síntesis, que sería el fallo, que resume todo lo expuesto buscando una interpretación única del problema.

Y, precisamente, el protagonista de nuestra historia fue considerado por el maestro Aristóteles como el inventor de la dialéctica. Me refiero a Zenón de Elea (c.490 – 430 a.n.e., antes de nuestra era).

Zenón, nacido en Elea, ciudad ubicada en la costa occidental de la península itálica, pero perteneciente en esa época, a la Magna Grecia, fue un maestro en el uso de la dialéctica para argumentar sobre sus dichos e ideas. Y resulta ser, que Zenón, aunque no se crea, está hoy en día vigente como ejemplo de dialéctica a pesar de los 24 siglos que nos separan de él. ¿Por qué? Porque Zenón, hay que reconocerlo, razonaba en forma impecable cuando argumentó (en una exhibición de la dialéctica) que el movimiento es imposible…

Quizás ustedes se sientan tentados a pensar: Martín está crazy, este Zenón habla humedades. No nos precipitemos y veamos primero la argumentación de Zenón. Para ello, voy a presentarles a otro personaje de esta historia, se trata de Aquiles o Aquileo. Como ustedes recordarán, Aquiles es un personaje de la mitología griega, un héroe de la guerra de Troya y uno de los principales protagonistas y más grandes guerreros de la Ilíada de Homero. En la célebre obra homérica, Aquiles suele ser calificado como «el de los pies ligeros», ya que se le consideraba el más veloz de los hombres.

Pues bien, Zenón sostenía que si Aquiles, el de los pies ligeros, corría una carrera contra una tortuga, dándole la mitad del recorrido de ventaja, nunca podría ganarle, es más, ni siquiera podría alcanzarla. Esta era la antítesis, opuesta a la universalmente aceptada tesis de que Aquiles la alcanzaría y luego llegaría primero a la meta.

Veamos el razonamiento de Zenón: Supongamos que Aquiles corre a una velocidad diez veces mayor que la de la tortuga (no es importante si es diez veces mayor, veinte, treinta,…). Entonces, cuando Aquiles llegue a la mitad del recorrido, que es, recordemos, donde se hallaba la tortuga al comienzo de la prueba, ésta ya no estará allí sino un décimo de la mitad más adelante (recordemos que “corre” a un décimo de la velocidad de Aquiles); cuando Aquiles recorra ese décimo de la mitad, la tortuga habrá recorrido un décimo del décimo de la mitad y así siguiendo. De modo que Aquiles se irá acercando a la tortuga, pero no la alcanzará nunca pues ella siempre estará un décimo de lo que acaba de recorrer Aquiles más adelante. Es decir que nuestro héroe debe recorrer primero la mitad de la distancia total, hasta donde estaba la tortuga al comenzar, pero, cuando arriba a la mitad, la tortuga ya está un décimo de dicha mitad más adelante, luego un décimo del décimo, o sea un centésimo de la distancia, luego un milésimo, etc. es decir, siempre vendrá atrás de la tortuga. Podemos visualizar las distancias a recorrer por Aquiles en la siguiente sucesión de valores: {d/2, d/20, d/200, d/2000, d/20000, …..} donde ‘d’ es la distancia.

Como ven, queridos amigos, el razonamiento de Zenón está lejos de ser una zoncera, es más, uno se siente tentado a creer que la razón la tiene Zenón. Después uno se acuerda que, en la realidad, Aquiles SÍ gana y, entonces se pregunta: ¿Dónde está la falla del razonamiento de Zenón?

Sin entrar en consideraciones muy técnicas, les diré, queridos amigos, que 20 siglos después de Zenón, el inglés sir Isaac Newton y el alemán Gotffried Leibnitz desarrollaron una herramienta matemática idónea para resolver el problema, el llamado Cálculo Diferencial e Integral, dentro del cual se encuentra la operación límite, más específicamente límite de una sucesión.

Repito, sin ahondar demasiado, preguntémonos primero de qué sucesión estamos hablando. Pues, de las distancias que debe recorrer Aquiles y que hemos visto más arriba entre llaves. Primero, debe recorrer la mitad del recorrido, luego un décimo de dicha mitad, un centésimo, un milésimo, un diezmilésimo, etc. hasta el infinito. Es decir, es una sucesión de infinitos términos. Si Aquiles tiene que recorrer infinitas distancias,… ¡No llegará nunca! (El movimiento es imposible. Zenón). Pero, aquí es donde la operación límite nos sorprende diciendo que, una sucesión de infinitos términos puede tener un resultado finito. ¡Y todo vuelve a la normalidad! Ese resultado finito es, justamente, la distancia a la que Aquiles alcanzará a la tortuga. Dicho ha sido esto sin ahondar demasiado en el tema matemático en honor a quienes no lo manejan.

Rindámosle honores a Zenón que planteó un problema que exigía una herramienta matemática, para ser resuelto, que era inexistente en su tiempo.

Debo agregar que el problema se puede resolver también de otra manera, usando la Cinemática, rama de la Mecánica, que, a su vez, es una rama de la Física. Pero, esa Cinemática también la desarrolló Newton, de modo que ¡había que esperar los mismos 20 siglos!

Ahora bien, este problema de Aquiles y la tortuga se reproduce, con otros actores, en varios otros escenarios como, por ejemplo, el problema del reloj. Veamos, en un reloj, la aguja minutera hace el papel de Aquiles y la horaria el de la tortuga. Supongamos que se parte de la hora 05:00. La minutera es doce veces más rápida que la horaria, pero, al recorrer desde el 12 hasta el 5, la horaria se movió un doceavo hacia el 6. Cuando la minutera recorre ese doceavo, la horaria habrá recorrido un doceavo del doceavo y así siguiendo hasta el infinito. De modo que la minutera, ¿Nunca alcanzará a la horaria? Sabemos la respuesta con solo mirar el reloj, pero ahora sabemos el porqué.

Recapitulemos entonces, a la tesis universalmente aceptada de que Aquiles alcanzará y superará a la tortuga, Zenón contrapone la antítesis de que no es así y, más aún, que ni siquiera la alcanzará. Veinte siglos transcurrieron para que se pudiera llegar a la síntesis que justificara lo que se podía ver a simple vista, pero no se podía demostrar.

Bien, queridos amigos, hasta aquí la nota de hoy. Sin embargo, no quisiera despedirme sin antes ofrecerles un libro de mi autoría sobre el milenario juego del ajedrez. Les acompaño la siguiente foto de la portada y les informo que cuesta apenas 7.000$ argentinos (más gastos de envío para los que no vivan en Mendoza, Argentina).

Y, ahora sí, me despido, ¡Hasta la próxima!

 

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