domingo, 30 de enero de 2022

De conductores y conducidos

 Hace ya muchas lunas, queridos amigos, cerca del año del Señor de 2016, escribí un ensayo sobre el humano motivado por las frases de dos grandes pensadores. Uno de ellos, Mariano Moreno y el otro Cayo Salustio Crispo. La frase de Moreno llamó mi atención desde que la conocí en un programa del humorista político argentino Tato Bores, que la recitaba en su programa montado en un caballo con el atuendo de Don Quijote. La frase de marras es la que, en cierta ocasión, escribió Mariano Moreno en el prólogo de El Contrato Social, de Jean-Jacques Rousseau. Hela aquí:

Si los pueblos no se ilustran, si no vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que se le debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y, después de vacilar por algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez su destino mudar de tiranos sin destruir la tiranía.

Mariano Moreno

Si bien el texto es de por sí claro, abusaré de tu condescendencia, amigo lector, aportando algunas glosas sobre sus partes componentes.

Si los pueblos no se ilustran, cultivarnos es una obligación, si queremos ampliar las posibilidades de conducir la propia vida adecuadamente.

si no vulgarizan sus derechos, vulgarizar quiere decir aquí poner en posesión del vulgo, o sea de la gente, de todos. Que todo el mundo conozca sus derechos.

si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que se le debe, y aquí está lo que permite la cultura y la vulgarización de los derechos: Que cada cual sepa lo que vale, lo que puede y lo que se le debe. El ignorante desconoce todas estas cosas y es, por ello, fácil de manejar.

nuevas ilusiones sucederán a las antiguas las nuevas generaciones que llegan al poder lo harán con nuevas ilusiones (Nosotros vamos a poder hacer lo que los “viejos” no pudieron o no supieron. Nosotros podremos.) y, sin saberlo, estarán diciendo lo mismo que dijeron los “viejos”, antes que ellos. Nuevas ilusiones seguirán a las de antes y no se solucionará nada.

y, después de vacilar por algún tiempo entre mil incertidumbres, ¿Por qué van a vacilar? Porque no saben, porque no tienen cultura, porque no conocen sus derechos… Entonces caminan a tientas, como un ciego.

será tal vez su destino mudar de tiranos sin destruir la tiranía. Y con esta dura sentencia advierte Moreno cuál será el destino de los ignorantes. Podrán rebelarse, sí, podrán echar un tirano, sí, pero no podrán eliminar la tiranía, porque la tiranía no se elimina con revoluciones, con guillotinas y con matanzas, nos dice, la tiranía se elimina con cultura.

Veamos, si no, los ejemplos que nos brinda la Historia:

  • En 1789 el pueblo francés, harto de la tiranía de los Luises, se levanta contra la nobleza, mata a justos y pecadores, declara la “Liberté, égalité, fraternité” y pocos años después se encuentra bajo la tiranía de Napoleón, que no sólo se considera rey, sino emperador
  • En 1917. El pueblo ruso, harto de la tiranía de los zares, se levanta contra ellos, mata a justos y pecadores y declara la dictadura del proletariado, para pocos años después caer en la brutal y asesina dictadura de Stalin que mató a más de 10.000.000 de rusos.

Y podríamos seguir con otros ejemplos más que muestran que las revoluciones pueden entenderse como gesto de cansancio o hartazgo de un pueblo pero, que si no van acompañadas de lo que nos dice Moreno, sólo sirven para cambiar de tirano.

Complementando lo que dice Moreno, podemos traer a colación una frase de Voltaire que muestra la misma preocupación por la ilustración (o falta de ilustración) de los pueblos. Dijo el francés:

“...encuentro que todo está al revés entre los hombres, que nadie conoce sus derechos ni sus deberes (...)”

Ahora bien, todo lo anterior se concatena con una nota aparecida en el prestigioso diario inglés The Economist acerca de la aparición de un nuevo zar en Rusia, país al que parece que le cuesta, como a muchos otros, aprender las lecciones del pasado. Veamos, a continuación, la mencionada nota:


Un zar ha nacido

Mientras el mundo contabiliza el centenario de la Revolución de Octubre, Rusia está nuevamente bajo el gobierno del zar


DIECISIETE años después de que Vladimir Putin se convirtiera en presidente por primera vez, su control sobre Rusia es más fuerte que nunca. Occidente, que todavía ve a Rusia en términos postsoviéticos, a veces lo ubica como el líder más poderoso de su país desde Stalin. Los rusos miran cada vez más hacia un período anterior de la historia. Tanto los reformistas liberales como los tradicionalistas conservadores en Moscú están hablando de Putin como un zar del siglo XXI.

El señor Putin se ha ganado ese título al sacar a su país de lo que muchos rusos ven como el caos de la década de 1990 y hacer que vuelva a contar en el mundo. Sin embargo, a medida que se acerca el centenario de la revolución de octubre, ha surgido la incómoda idea de que Putin también comparte las debilidades de los zares.

Aunque Putin se preocupa por las revoluciones de "color" que barrieron la ex Unión Soviética, la mayor amenaza no es la de un levantamiento masivo y aún menos la de un renacimiento bolchevique. Es que, desde la primavera de 2018, cuando Putin comience lo que constitucionalmente será su último mandato de seis años en el cargo, después de una elección que seguramente ganará, comenzará la especulación sobre lo que viene después. Y crecerá el temor de que, como con otros gobernantes rusos, el zar Vladimir dejará turbulencias y trastornos a su paso.

Gobierno firme

El señor Putin no es el único autócrata del mundo. El gobierno autoritario personalizado se ha extendido por todo el mundo en los últimos 15 años, a menudo, como en el caso del Sr. Putin, construido sobre la frágil base de una democracia manipulada donde el ganador se lleva todo. Es una reprimenda al triunfalismo liberal que siguió al colapso de la Unión Soviética. Líderes como Recep Tayyip Erdogan de Turquía, el difunto Hugo Chávez de Venezuela e incluso Narendra Modi, primer ministro de la India, se han comportado como si disfrutaran de una autoridad especial derivada directamente de la voluntad popular. En China, Xi Jinping formalizó esta semana su mando absoluto del Partido Comunista.

El sello de autoritarismo de Putin abrió el camino. Evoca la historia imperial de Rusia, que ofrece una imagen vívida de cómo funciona el poder y cómo podría salir mal.

Como un zar, el Sr. Putin se encuentra al tope de una pirámide de mecenazgo. Desde que se movilizó contra los oligarcas en 2001, tomando el control primero de los medios y luego de los gigantes del petróleo y el gas, todo el acceso al poder y al dinero ha sido a través de él. En estos días, los boyardos le sirven a su gusto, al igual que los que están debajo de ellos sirven a estos y así sucesivamente hasta el final. Él envuelve su poder en el procedimiento legal, pero todos saben que los fiscales y los tribunales le responden. Disfruta de una calificación de aprobación de más del 80% en parte porque ha persuadido a los rusos de que, como dice un asesor, "si no hay Putin, no hay Rusia".

Como un zar, también, se ha enfrentado a la pregunta que ha plagado a los gobernantes de Rusia desde Pedro el Grande, y que enfrentó agudamente a Alejandro III y a Nicolás II en el periodo previo a la revolución. ¿Debería Rusia modernizarse siguiendo el camino occidental hacia los derechos civiles y el gobierno representativo, o debería tratar de asegurar la estabilidad resistiéndose a ellos? La respuesta de Putin ha sido confiar la economía a tecnócratas de mente liberal y la política a ex oficiales de la KGB. Inevitablemente, la política ha dominado la economía y Rusia está pagando el precio. Sin embargo, bien administrada durante las sanciones y la devaluación del rublo, la economía aún depende demasiado de los recursos naturales. Puede manejar el crecimiento anual del PBI de solo alrededor del 2%, muy lejos de 2000-08 en que logró un 5-10% con el petróleo. A la larga, esto aplastará las ambiciones de Rusia.

Y como un zar, el Sr. Putin ha reforzado su poder mediante la represión y el conflicto militar. En casa, en nombre de la estabilidad, la tradición y la religión ortodoxa, ha reprimido la oposición política y los social-liberales, incluidas las feministas, las ONG y los homosexuales. En el exterior, su anexión de Crimea y las campañas en Siria y Ucrania han sido pulidas por las noticias de la noche por medios cautivos y triunfalistas. Sin embargo justificado, ya que la indignación de Occidente por sus acciones subrayó a los rusos cómo el Sr. Putin, una vez más, estaba afirmando la fortaleza de su país después de las humillaciones de los años noventa.

¿Qué significa este zar posmoderno para el mundo? Una lección es sobre la amenaza rusa. Desde la interferencia en Ucrania, Occidente se ha preocupado por el revanchismo ruso en otros lugares, especialmente en los Estados bálticos. Pero el SR. Putin no puede permitirse un gran número de bajas sin perder también legitimidad, como le sucedió a Nicolás II en la guerra ruso-japonesa de 1904-05 y en la primera guerra mundial. Debido a que el zar de hoy conoce la historia, es probable que sea oportunista en el extranjero, bluffeando en lugar de arriesgarse a una genuina confrontación. La situación en casa es diferente. En su tiempo en el poder, Putin ha mostrado poco apetito por la dura represión. Pero el terrible historial récord de sufrimiento ruso sugiere que, mientras que el titubeo socava la legitimidad del gobernante, la represión masiva puede fortalecerlo, al menos por un tiempo. La gente rusa todavía tiene algo que temer.

La descendencia de la madre Rusia

La otra lección es sobre la sucesión. La revolución de octubre es simplemente el caso reciente más extremo en Rusia de poder pasando de gobernante a gobernante a través de un tiempo de problemas. Putin no puede organizar su sucesión utilizando su línea de sangre o el aparato del Partido Comunista. Tal vez él ungirá a un sucesor. Pero necesitaría a alguien lo suficientemente débil como para controlarlo y lo suficientemente fuerte como para vencer a sus rivales, una combinación poco probable. Quizás tratará de aferrarse al poder, como lo hizo Deng Xiaoping detrás de la escena como jefe de la Asociación China Bridge y como Xi podría hacerlo abiertamente, habiendo evitado nombrar a un sucesor después del congreso del partido de esta semana. Sin embargo, incluso si Putin se convirtiera en la eminencia gris de la Federación Rusa de Judo, solo retrasaría el momento fatal. Sin el mecanismo de una democracia real para legitimar a alguien nuevo, es probable que el próximo gobernante surja de una lucha de poder que podría comenzar a desgarrar a Rusia. En un estado con armas nucleares, eso es alarmante.

Cuanto más fuerte sea Putin hoy, más difícil le resultará administrar su sucesión. A medida que el mundo intente vivir con esa paradoja, debe recordar que nada está escrito en la piedra. Hace un siglo, la revolución bolchevique fue vista como un respaldo al determinismo de Marx. Ya en el evento, se probó que nada es seguro y que la historia tiene su propia ironía trágica.

Hasta aquí la nota de The Economist.

Nos queda la sensación de que el pueblo ruso, tercamente, se empeña en estar bajo la tiranía de zares, sean los Romanoff, Stalin, los primeros ministros soviéticos, o Putin; con tan solo una excepción que sería Mijail Serguéievich Gorbachov.

Las preguntas que debemos hacernos son, entonces, ¿Por qué esto es así, con Rusia y con cualesquiera otros pueblos? ¿Qué impele a las masas a aceptar al tirano? ¿Sirve la cultura, como nos dice Moreno, para evitarlos? ¿Será que el pueblo ruso es inculto y entonces solo cambia de tiranos? ¿O hay algo más que no estamos considerando?

Y aquí entra en juego la segunda frase que mencionara al comienzo.

Veamos, la respuesta a estas perturbadoras preguntas seguramente provendrá de diferentes ámbitos de la realidad. Comencemos por considerar el contenido de la, a su vez, perturbadora frase, que nos legó el agudo historiador latino del siglo I antes de nuestra era (a.n.e.), Cayo Salustio Crispo:

“Son pocos los que prefieren la libertad, la mayoría prefiere un amo justo.” 

Cayo Salustio Crispo

¡Tremenda frase! Tremenda porque subyace a ella el concepto de que es inútil pretender que todos los hombres sean libres, que es inútil otorgarles la libertad, porque no todos la quieren. Es más, nos dice que solo unos pocos la quieren, la mayoría solo aspira a estar bajo los dictados de un amo justo y, agrego yo, dadivoso.

Una muestra contundente de por qué agrego yo el adjetivo “dadivoso” a la sentencia de Salustio se puede apreciar en un video, que se divulgó ampliamente en las redes sociales, en el que se puede escuchar a una jujeña que, ante la pregunta del periodista acerca de si ella sabía que Milagros Sala robaba, contesta que “todos los políticos roban, pero si ella robó, nosotros teníamos para comer”. Y luego agrega que “dicen que Cristina Kirchner robó a los pobres, robó al país, pero la gente pobre tenía para comer”. Y remata diciendo “hoy en día no tenemos (para comer), tenemos que laburar día a día para poder tener”.

O sea, esta jujeña ni siquiera pide un amo justo, acepta a los ladrones, siempre y cuando le den a ella parte del botín. No importa que sea un amo justo, pero que sea dadivoso. Y la frase final tenemos que laburar día a día para poder tener, es realmente dramática y explica por qué los populismos son tan venenosos: ¡Acostumbran a la gente a vivir sin hacer nada! ¡A depender de los poderosos comiendo las migas que caen de su mesa!

Y, por si este ejemplo no fuera suficientemente demostrativo, analicemos lo sucedido en la provincia de San Luis, Argentina, en las elecciones primarias y en las elecciones definitivas que vinieron después. En las primarias el partido Cambiemos obtuvo el 54,82% de los votos, mientras que el partido de la élite gobernante en San Luis, Frente Unidad Justicialista, quedó segundo con un lejano 37,25% de los votos, casi un 18% menos. Sin embargo, llegado el momento de las elecciones definitivas, la situación se invirtió y el FUJ obtuvo el 55,00% de los votos, mientras que Cambiemos quedó segundo con el 43,06%. ¿Qué sucedió? Claramente el FUJ prometió el oro y el moro a las bases (por medio de sus punteros) si ganaban las elecciones. Claro, el oro y el moro solo se harían efectivos en caso de ganar. Y el pueblo de San Luis mostró una férrea actitud ¿Republicana?, ¡No! ¡Monetarista!

¿La democracia o el oro y el moro? La respuesta está a la vista. . .

Surge entonces una nueva pregunta, ¿Por qué la mayoría de los hombres no querría la libertad? A poco que lo pensemos, la respuesta surge clara: Porque la libertad implica responsabilidad, compromiso, toma de decisiones, planificación, tiempo, habilidad, tenacidad. Y la mayoría no se anima a encarar todo esto, o no puede, o no sabe, o no quiere, o es incapaz de hacerlo y, entonces, deja en manos de otros la tarea mientras él se dedica, ciegamente, a complacer sus pasiones.

Esto último nos recuerda la tan famosa frase del poeta latino Juvenal, autor de las Sátiras, panem et circenses, “pan y juegos de circo”. Esta frase se origina en la Roma del 100 a.n.e., en la Sátira X del poeta. En su contexto, la frase en latín panem et circenses es dada como una queja contra el pueblo romano, quien había olvidado su derecho de nacimiento a involucrarse en la política. Juvenal muestra su desprecio por la decadencia de sus contemporáneos.​ Los políticos romanos visualizaron un plan en 140 a.n.e. para ganar los votos de los pobres; al regalar comida barata y entretenimiento, comprendieron que esta política de «pan y circo» sería la forma más efectiva de subir al poder.

Juvenal hace referencia a la práctica romana de proveer trigo gratis a los ciudadanos romanos (la llamada annona) así como costosas representaciones circenses y otras formas de entretenimiento como medio para ganar poder político a través del populismo. Julio César mandaba distribuir el trigo gratuitamente, o venderlo muy barato, a los más pobres, unos 200.000 beneficiarios. Tres siglos más tarde, Aureliano continuaría la costumbre repartiendo a 300.000 personas dos panes gratuitos por día.

Dice Juvenal: …desde hace tiempo —exactamente desde que no tenemos a quien vender el voto— este pueblo ha perdido su interés por la política, y si antes concedía mandos, haces, legiones, en fin todo, ahora deja hacer y sólo desea con avidez dos cosas: pan y juegos de circo.

…iam pridem, ex quo suffragia nulli uendimus, effudit curas; nam qui dabat olim imperium, fasces, legiones, omnia, nunc se continet atque duas tantum res anxius optat, panem et circenses.

Todo esto recuerda vívidamente el gobierno de Néstor Kichner, en Argentina, donde instituyó subsidios por diversas causas (la annona) y determinó que el programa de TV Fútbol para todos, antes pago, fuera gratis (juegos de circo).

Existe, sin embargo, otra interpretación que recoge la frase Mundus vult decipi, ergo decipiatur, que a veces se abrevia citando sólo la primera parte, es una locución latina que significa «El mundo quiere ser engañado, luego, que se le engañe». La frase justifica la posición de los gobernantes y empresarios que engañan, según su opinión, porque el pueblo desea que se le engañe.

 No está clara la autoría de esta expresión. Se atribuyó al escritor del siglo I Petronio, pero no pertenece a ninguno de sus escritos conservados. Otras fuentes citan a Sebastian Brant, el filósofo humanista de Estrasburgo que en 1533 escribió en sus Paradoxa «al mundo le gustan los engaños y mentiras y quiere ser dirigido por la quimera, como se dice en latín ‘mundus vult decipi’».​ También se atribuyó al papa Gian Pietro Carafa (1476-1559). ​ Los racionalistas del Renacimiento justifican por este refrán la astucia de usar la religión para legitimar la autoridad del gobernador ante un pueblo que prefiere el error y la leyenda a la razón pura. El jesuita francés François Garasse (1585-1631) cita un papa, «home sensato» sin precisar su nombre que, al dar la bendición, en lugar de usar la fórmula «Benedictio in nomine patris...» siempre mascullaba entre dientes «Quandoquidem populus iste vult decipi, decipiatur» (Puesto que el pueblo quiere ser engañado, que se le engañe).

Todo esto, dicho sea de paso, nos recuerda la sentencia de Maquiavelo:

El que engaña siempre encontrará personas dispuestas a ser engañadas.

 Ahora bien, volviendo a la pregunta, ¿Por qué la mayoría de los hombres no querría la libertad?, podemos comenzar por escuchar al moralista y pensador francés Michel de Montaigne quien nos advierte que:

 …estoy convencido que es más fácil y más satisfactorio seguir que conducir…

Esto explica, sino totalmente al menos en un buen porcentaje, la aparición del líder. Su figura canaliza la insuficiencia de los que no saben conducir su propia vida. Es como si el seguidor dijera: Toma mi vida, que yo no sé qué hacer con ella. Y, como contraparte, el líder dijera: Dame tu vida, que yo te diré qué hacer con ella.

Este esquema de conductor-conducidos llamó también la poderosa atención de Voltaire quien, quizás decepcionado de la naturaleza humana, se pregunta por qué si al interrogar al pueblo este desea la democracia, toda la tierra está gobernada por monarcas, en su época monarcas, hoy dictadores, cacicuelos, etc.

Considérese, por ejemplo, que hoy en día la vidriera de dictadores se engalana con Xi-Jinping en China. A finales de octubre, el Partido Comunista de China añadió a la Constitución de ese país lo que llamó Xi-Jimping thought for the new era of Socialism with chinese special characteristics (El pensamiento de Xi-Jinping para la nueva era del Socialismo con especiales características chinas). Esto acompañado de una campaña de culto a la personalidad de Xi que recuerda los días de Mao Zedong. ¡Se cambia de dictador, pero no se destruye la tiranía!


En Arabia Saudita, por su parte, Mohammed bin Salmán ha acrecentado su poder hasta niveles impensados no hace mucho, descargando una serie de despidos y arrestos de ministros y posibles rivales de la familia real, preparando el terreno para lo que supone la sucesión de su anciano padre.

Pero, estos dos casos, si bien paradigmáticos, no son aislados, como lo atestiguan Recep Tayyip Erdogan en Turquía, Abdel-Fattah ei-Sissi en Egipto, Rodrigo Duterte en Filipinas, Víctor Orban en Hungría, el zar Vladímir Putin en Rusia, Nicolás Maduro en Venezuela, el recientemente depuesto Robert Mugabe en Zimbabue. . .

Bien, la respuesta de Voltaire sobre por qué la abundancia de dictadores si la gente dice preferir la democracia parece tomada de Salustio:

 …la verdadera razón se encuentra en que raramente los hombres son dignos de gobernarse por sí mismos.

Voltaire

Es más, a tanto llega la entrega del seguidor que es capaz de obedecer al líder aún ante órdenes aberrantes. Recordemos, a guisa de botón de muestra, al líder del, así llamado, Templo del Pueblo, Jim Jones, quien, el 18 de noviembre del año 1978, ordenó a sus seguidores que cometieran suicidio colectivo. Jones les dijo que «la muerte solo era el tránsito a otro nivel» y «esto no es un suicidio, sino un acto revolucionario». La mayoría de sus seguidores se envenenaron con cianuro (algunos pocos, temerosos de la muerte, quisieron negarse y fueron asesinados) y, en medio de la «histeria suicida», Jones ―en lugar de suicidarse― le pidió a uno de sus seguidores que lo asesinase. Jim Jones fue encontrado muerto de una herida de escopeta en la cabeza, entre los 912 cadáveres hallados en Jonestown, Guyana.

Volvemos al concepto de que el seguidor “entrega” su vida al líder para que este “decida” qué hacer con ella, aun cuando decida barbaridades. La clave para entender la entrega del seguidor es el fanatismo, es decir, la defensa exageradamente apasionada de creencias, opiniones, ideologías, etc., normalmente elaboradas por el líder. Este abrazar creencias, opiniones, ideologías en forma exageradamente apasionada deviene, normalmente, en la intolerancia y, entonces, se ve al que no participa de las mismas creencias, opiniones, ideologías como el otro e inclusive, como el enemigo. De esta forma, el fanático se cierra, aún más, en sus creencias y se aferra, aún más, al líder que las sustenta.

Ahora bien, ¿Será suficiente, para evitar la ciega devoción al líder, lo que recomienda Moreno de ilustrar a los pueblos? Mal que me pese debo confesar, prima fascie, mi escepticismo al respecto. ¿Por qué mi escepticismo? Porque observo que el fanatismo es una mala hierba que crece en cualquier suelo y con cualesquiera condiciones ambientales. Se lo puede encontrar en lugares donde, a priori, uno pensaría que es imposible hallarlo, como en las universidades. Personas formadas en el claustro universitario donde se supone que la razón prima sobre la pasión, pueden transformarse en los más acérrimos fanáticos.

Consideremos, a guisa de ejemplo, las Waffen SS y la Gestapo del nazismo. Las primeras, comenzaron como unidad de protección y choque de la dirección del Partido Nazi, hasta convertirse en una fuerza de combate de 950.000 soldados aproximadamente. En los Juicios de Nüremberg, las Waffen-SS fueron condenadas como parte de una organización criminal debido a su participación en atrocidades y crímenes de guerra e inmediatamente abolidas.

En cuanto a la Gestapo, estaba formada por oficiales de policía de carrera y profesionales del Derecho, su organización y funciones fueron rápidamente fijados ya en enero de 1933. La función de la Gestapo era la de investigar y combatir «todas las tendencias peligrosas para el Estado». Tenía autoridad para investigar los casos de traición, espionaje y sabotaje, además de los casos de ataques criminales al Partido Nazi y al Estado. La norma de 1936 que regulaba su actuación le otorgó carta blanca y la situó por encima de la ley al excluirla de cualquier forma de control jurisdiccional. En particular, fue eximida de responsabilidad ante los tribunales administrativos, los que ordinariamente se encargaban de resolver los litigios que los ciudadanos dirigían contra el Estado si consideraban que su actuación no se ajustaba a Derecho. Werner Best, asesor jurídico de la Gestapo, ​ llegó a declarar: «Mientras la policía cumpla la voluntad de los líderes políticos, está actuando legalmente». El poder de la Gestapo que más le permitía abusar era la Schutzhaft o 'custodia preventiva', un eufemismo para designar los encarcelamientos sin procedimientos legales, típicamente en campos de concentración. La persona encarcelada incluso tenía que firmar su propio Schutzhaftbefehl (documento donde declaraba su deseo de ser encarcelada). Normalmente esto se lograba sometiéndola a tortura.

Pues bien, cuando se analizan los cuadros de estos cuerpos, que participaron en toda clase de crímenes y aberraciones, surge que el 60 por ciento de ellos eran universita­rios, hombres preparados y con un buen grado de cultura. Entonces uno se pregunta cómo pudo haber sucedido lo que pasó. La biógrafa Heike Görtemaker considera que nunca lo­graremos dar respuesta a esos interrogantes. Todo lo que podemos hacer es tratar de explicar qué pasó y tomar nota de todos los factores.

¡Y qué no decir del pueblo alemán! Pensemos lo siguiente, a fines del siglo XIX, Alemania había alcanzado altísimas cotas de cultura popular. Todo tenía “color” alemán, la ciencia, el arte, la filosofía. Toda disciplina exhibía apellidos alemanes entre sus más destacados cultores. ¿Y qué pasó? Ese pueblo cultísimo, ilustrado, que sabía lo que valía, lo que podía y lo que se le debía… ¡cayó fanáticamente en el nazismo!

Solo unos pocos escaparon al magnetismo de la ideología nazi. Serían, quizás, los pocos que prefieren la libertad, al decir de Salustio.

Bien, no voy a fatigarlos con la enumeración de los muchísimos ejemplos más que podríamos analizar, muchos de los cuales nos tienen, a los argentinos, como protagonistas. Más bien me interesa plantear la cuestión de por qué el esquema líder-seguidores es de tan frecuente aparición en las sociedades. Nótese que hasta de un equipo de fútbol se dice que debe tener un líder. Al respecto, si me permiten, ya que viene a cuento, me gustaría recordar la película Rollerball, del año 1975, que tenía como protagonista a James Caan. En ella se pintaba el caso de una sociedad que había inventado el deporte del rollerball con el objeto de evitar ídolos deportivos, ya que, por estar todo permitido en él, era común que los que lo practicaban murieran sin poder transformarse en uno de ellos. El problema se presenta cuando los dirigentes de dicha sociedad observan que James Caan sobrevive a los encuentros y no muere nunca. ¡Y lo peor es que se está transformando en un ídolo, admirado por las multitudes!

Pero, volvamos a la pregunta de por qué el esquema líder-seguidores es tan frecuente. No debemos subestimar su importancia. Tal como hemos visto en la nota anterior ¿Qué ha pintado la selección natural en nuestro lienzo genético?, debemos tener en cuenta que existe desde los albores del homo sapiens, donde la estructura social que existía era la del clan. Clan, por supuesto, que tenía un conductor, el macho alfa. Y esta estructura social tenía dos poderosas razones de ser:

1.- El grupo, la familia, el clan ofrecía mejores condiciones de supervivencia que vivir en soledad, de modo que agruparse en este tipo de estructura prevaleció sobre otras formas de vivir.

2.- El clan no se podía permitir dudas de qué hacer frente a los numerosos peligros que lo acechaban permanentemente. Era imperioso tomar decisiones rápidas, sin hesitar, so pena de ser devorados por los depredadores de otras especies o masacrados por otro clan de la misma.

Vemos pues, que desde el inicio de nuestro andar sobre el planeta aparece el sistema de conductor-conducidos, o líder-seguidores, que se ha mantenido hasta la actualidad.

Ya en los primeros estadíos de la niñez se puede observar el despuntar de las distintas personalidades, entre ellas está, desde luego la del líder que, desde niño ya busca imponer su opinión y su voluntad sobre sus iguales.

Al respecto, es pertinente la frase que Julio César dijera a sus legionarios, que nos ha llegado a través del historiador, político y militar romano del siglo II de n.e. Dion Casio. Dijo César:

 …la propia naturaleza ha creado siempre hombres para mandar y hombres para obedecer.

 De hecho, la existencia del esquema líder-seguidores parece ser el orden natural de las cosas. Piénsese, por ejemplo, que los organismos biológicos tienen un cerebro que es el conductor que maneja todo el organismo, no dos o más. Del mismo modo, el organismo social parece requerir de un “cerebro”, que sería el líder. Y del mismo modo que cuando el cerebro funciona mal, funciona mal el organismo biológico; cuando el líder funciona mal, el organismo social funciona mal.

Más aún, preguntémonos cuántas veces, al seguir a un conductor, no se habrá seguido a una persona con las facultades mentales alteradas. Veamos, por ejemplo, el llamativo caso de Juana de Arco, la Doncella de Orleans. Juana nació en Domrémy, un pequeño poblado situado en el departamento de los Vosgos en la región de la Lorena, Francia.

Con 17 años de edad llegó a encabezar el ejército real francés. Convenció al rey Carlos VII de que expulsara a los ingleses de Francia y éste le dio autoridad sobre su ejército en el sitio de Orleans, la batalla de Patay y otros enfrentamientos en 1429 y 1430. Estas campañas revitalizaron la facción de Carlos VII durante la guerra de los Cien Años y permitieron la coronación del monarca.

Posteriormente, Juana fue capturada por los borgoñones y entregada a los ingleses. Los clérigos la condenaron por herejía y el duque Juan de Bedford la quemó viva en Ruan, el 30 de mayo de 1431.

Lo interesante del caso es que Juana decía sentir voces interiores, de origen divino según ella, que le decían lo que debía hacer y cuando. Al respecto, podemos leer en las actas del juicio que le substanció la Inquisición lo siguiente:

. . . declaró que a la edad de trece años oía la voz de Dios que la ayudaba y guiaba. Y que la primera vez tuvo mucho miedo. Y esta voz llegó hacia el mediodía, en verano, en el jardín de su padre; y la susodicha Juana no había ayunado el día anterior. Oyó la voz a su derecha, en dirección a la iglesia; y ella rara vez la escuchó sin luz. Esta luz vino del mismo lado que la voz y, en general, había una gran luz. Cuando ella vino a Francia, a menudo escuchaba la voz.


Cuando se le preguntó cómo podía ver la luz de la que hablaba, ya que estaba a un lado, no respondió y pasó a otras cosas. Ella dijo que si estaba en un bosque fácilmente oía las voces que venían a ella. Le pareció una voz digna y ella creía que había sido enviada por Dios; cuando oyó la voz por tercera vez, supo que era la voz de un ángel. Ella también dijo que esta voz siempre la protegió bien y que ella la entendió bien.

Se le preguntó qué instrucción le dio esta voz para la salvación de su alma: Ella dijo que le enseñó a ser buena e ir a la iglesia a menudo; y le dijo que debía ir a Francia. . . Dijo además que esta voz le dijo una o dos veces por semana que debía irse y venir a Francia, y que su padre no sabía nada de su partida. Dijo que la voz le decía que viniera y que ya no podía quedarse donde estaba; y la voz le dijo nuevamente que debería levantar el sitio de la ciudad de Orleans. Ella dijo además que la voz le dijo que ella, Juana, debería ir a Robert de Baudricourt, en la ciudad de Vaucouleurs de la que él era capitán y que él le proporcionaría una escolta. Y la susodicha Jeanne respondió que ella era una doncella pobre, sin saber nada de montar o pelear. Ella dijo que fue con un tío suyo y le dijo que quería quedarse con él por un tiempo; y ella se quedó allí unos ocho días. Y le dijo a su tío que debía ir a la dicha ciudad de Vaucouleurs, y entonces su tío se la llevó.

Luego dijo que cuando llegó a Vaucouleurs reconoció fácilmente a Robert de Baudricourt, aunque nunca lo había visto antes; y ella lo conocía a través de su voz, porque la voz le había dicho que era él. Y la susodicha Juana le dijo a Robert que debía ir a Francia. El dicho Robert se negó dos veces a escucharla y la rechazó; la tercera vez que la escuchó y le dio una escolta. Y la voz le había dicho que sería así.

. . .Ella dijo que en su viaje pasó por Auxerre, y oyó misa en la iglesia principal allí; y desde ese momento ella escuchó con frecuencia sus voces, . . .

Requerida para decir qué consejo le dio para vestirse de hombre, se negó varias veces a responder. Finalmente, respondió que no había dañado a nadie con eso; y varias veces ella respondió de varias maneras.

Ella dijo que Robert de Baudricourt había conjurado a los que la acompañaban a que la condujeran bien y de manera segura. "Ve", le dijo Robert a Juana, mientras ella se marchaba, "Ve, y pase lo que pase".

Las actas son muy largas, pero, básicamente, el tema central es las voces que Juana decía oír. No voy a ofender a ningún creyente negando la posibilidad de que las “voces” provinieran de Dios (o del Demonio como trataban de dilucidar los inquisidores) pero, permítaseme contemplar también la posibilidad de que se tratara de un típico caso de esquizofrenia.

La esquizofrenia altera la forma en que una víctima percibe el mundo a su alrededor. El paciente puede, a menudo, escuchar y ver cosas que no están allí. Un síntoma clásico de la esquizofrenia son las Alucinaciones.

Las alucinaciones son sensaciones que son muy reales para la víctima, pero no existen fuera de sus propias mentes. Pueden involucrar todos los sentidos, pero las alucinaciones auditivas -escuchar cosas que no están allí– son las más comunes. Las voces que oye el esquizofrénico suelen ser críticas y pueden ordenar que desarrolle ciertas acciones.

Así pues, si este fue el caso, una campesina venida de la nada y padeciendo una enfermedad mental seria, llegó a conducir los ejércitos de Francia y a codearse con la realeza, a quien aconsejaba y admonitaba. Digamos, incidentalmente, que su juicio condenatorio fue luego revisado, anulado y que la Iglesia la elevó a la categoría de santa.

 

Sin embargo, por paradigmático que pueda parecer el caso de la doncella de Orleans, palidece frente al de otro conductor que ya podríamos tildar de sicópata. Me refiero a Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, más conocido por Stalin.

Stalin

Ahora bien, ya que he tildado de sicópata a Stalin, sería interesante formarse una idea de cuáles son las características distintivas de la personalidad sicopática. Aun cuando hay cierta discusión al respecto, podemos estar de acuerdo en que los sicópatas:

· Carecen de conciencia moral o ética.

· Carecen de empatía hacia los sentimientos de los demás. Para los psicópatas los demás son objetos para ser usados, no personas que sienten y a quienes hay que tener en cuenta.

· Son muy ingeniosos y manipuladores y, además, lo hacen de forma deliberada, e inclusive disfrutan con ello. Para lograr sus fines no dudan en disfrazarse de seres encantadores y dulces. Saben cómo halagar a las personas para obtener el máximo de ellas o las hacen sentir que son las culpables de cualquier cosa que ocurra.

· A veces suelen ser narcisistas, egocéntricos, rudos y arrogantes.

· En los psicópatas son frecuentes los comportamientos antisociales.

Iósif Vissariónovich fue, sin lugar a dudas, un asesino serial. Dormía muy poco y, de madrugada, exploraba largas listas de nombres acompañando algunos con un visto y otros con una cruz. Estos últimos debían ser eliminados. Los motivos eran cualesquiera, desde un mal recuerdo de la infancia hasta una mirada demasiado fija en él. Al respecto les puedo contar la historia de Nikolái Vasílievich Krylenko. Nikolái Vasílievich fue un político comunista ruso, dirigente del Partido Bolchevique. Ejerció una variedad de cargos dentro del sistema legal soviético, llegando a ser ministro de Justicia de la Unión Soviética y Fiscal General de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia. Pero, además de todos estos importantes cargos, fue el máximo dirigente de la rama del Ajedrez en la URSS. Y, por encima de todo esto, era amigo personal de Stalin. Como participante de las reuniones del Politburó soviético, Nikolái Vasílievich cometió un error imperdonable cuando se trata con un sicópata: Se excedió en la confianza en el trato. . . ¡y cayó en desgracia!

En la tarde del 31 de enero de 1938, recibió una llamada de Iósif Vissariónovich en la que este le tranquilizó, diciéndole: "No te entristezcas. Confiamos en ti. Sigue haciendo el trabajo para el que has sido asignado sobre el nuevo código legal." Esta llamada calmó a Krylenko; sin embargo, esa misma tarde su casa fue rodeada por un escuadrón del NKVD y él y muchos miembros de su familia fueron detenidos. Tras ser sometido a interrogatorios y torturas por parte del NKVD, se le hizo confesar una amplia participación en el sabotaje y la agitación y propaganda antisoviética. Fue condenado a muerte por el Colegio Militar de la Corte Suprema de la URSS, en un juicio que duró veinte minutos, y ejecutado inmediatamente después en el campo de fusilamiento de Communarka.

De joven, Stalin ingresó en el seminario, del que fue expulsado por sus actividades revolucionarias cinco años más tarde de haber ingresado, aunque la madre afirmaba que había sido por haber caído enfermo. Lo cierto es que Stalin era un elemento díscolo en el seminario, donde introducía libros marxistas. Efectivamente, dos años an­tes de su expulsión se había afiliado al Partido Socialdemócrata de los Trabajadores rama bolchevique, dejando atrás la Iglesia Ortodoxa Rusa. Quienes lo conocieron por aquellos años aseguran que ya tenía las característi­cas personales que le acompañarían toda la vida, que al parecer eran una herencia materna: Fanatismo extremo, destacada inteligencia natural y, sobre todo, elevada predisposición a la violencia.

Según el escritor español Luis Reyes Blanc, Stalin “era lo que se conocía como un mauserista, es decir, aquellos que llevaban debajo de la chaqueta una pistola alema­na Mauser, unas armas grandes, pesadas y difíciles de manejar. Quienes las detentaban eran considerados muy viriles. Stalin, además, mezclaba en su personalidad el carácter clandestino de sociedad secreta rusa con la tra­dición del bandidismo caucasiano. Junto a su banda se dedicaban a asaltar bancos para financiar la acción revo­lucionaria con los botines obtenidos”.

Stalin era un tipo feroz que vivía en tiempos feroces, un capo de matones, alguien que se caracterizaba por la ausencia de límites morales y por una tremenda rigidez mental. Por desgracia, en épocas de crisis la gente se sien­te atraída por personalidades como éstas, que ofrecen respuestas simples a problemas complejos. Esta característica, unida al narcisismo propio de los sicópatas hace de ellos desenfrenados coleccionistas de amantes.

Las amantes de Stalin fueron innumerables en esa pri­mera época de pistolero, militante clandestino, asaltante de bancos desterrado en siete ocasiones a Siberia. Fue un tiempo de mujeres e hijos no reconocidos, que quedaron desperdigados por la historia.

Destaca entre ellas Ludmila Stal, una revoluciona­ria muy aguerrida seis años mayor que Stalin, a quien la policía zarista señalaba como bolchevique peligrosa. Sta­lin estaba tan impresionado con ella que tomó su nom­bre: En ruso, Stal significa “acero”, por lo que “Stalin” sería “el hombre de acero”.

 

Al igual que Hitler, Stalin era un psicópata incapaz de condolerse por el prójimo. Y su sentido del amor era perverso. Para él las mujeres eran simplemente un espe­jo en el que mirarse para magnificar su propia imagen. Necesitaba verse como un héroe y reforzar así su narci­sismo. Y ellas se adaptaban a ese papel porque ese era un mundo en el que cultivar afanes y ambiciones personales resultaba difícil. Así, muchas decidían acercarse a la luz de un gran hombre para vivir su existencia.

Aunque Stalin era de estatura baja y tenía un brazo deforme y la cara picada de viruela, no carecía de atracti­vo para ellas, quizá por su aire de guerrillero aguerrido, de pistolero autor de atentados, o tal vez simplemente por su brutalidad, porque hay mujeres que sufren el es­pejismo de creer que, debajo de toda esa ferocidad, se halla escondido un ser tierno y, lo que es peor, incluso que ellas podrán rescatarlo.

Según Olga Romanovna, directora del Museo de la Casa del Malecón, Stalin les gustaba mucho a las muje­res, sabía aparentar y echar humo con un tono romántico de hombre sufrido. 'Uh, pobre, fue presidiario, pasó su vida en cárceles', 'En algún lado tiene un pequeño hijito en Georgia', 'Su mujer Ekaterina Svanidze falleció muy joven'. Todo un bandolero, un héroe romántico medie­val. Y eso les gustaba.

El elevado narcisismo del sicópata hace que no pueda ver en la mujer más que un ser inferior destinado solo a satisfacer sus deseos en diversas áreas. De ahí el elevado número de amantes que suelen tener y de ahí también la opinión sobre ellas. Veamos un par de ejemplos, además de Stalin:

Hitler, en 1923 decía a un amigo: ¿Sabes que el público de un circo es exactamente como una mujer? Quien no comprenda el carácter intrínsecamente femenino de las masas jamás será un orador eficaz. Y luego agregó: Pregúntate a ti mismo, ¿Qué espera una mujer de un hombre? Claridad, decisión, fuerza y acción; igual que las masas. La multi­tud no es sólo como la mujer, sino que éstas constituyen el elemento más importante de un auditorio. Las mujeres toman la iniciativa: Les siguen los hijos, y al final la fami­lia arrastra al padre.

Ellas veían a Hitler como un ser providencial, un su­perhombre, un héroe. En sus veinte años de política ac­tiva recibió más de 150.000 cartas de sus admiradoras, quienes las remitían dispuestas a entregar todo lo que tuvieran y muchas incluso deseaban tener un hijo suyo 0 fantaseaban con su amor.

Y definía así el universo femenino: El mundo del varón es mucho más amplio que el de la mujer. Un hombre pertenece a su trabajo, a sus deberes y sólo de vez en cuando sus pensamientos se entretienen en la mujer. La mujer puede amar mucho más profundamente que el hombre. El intelecto tiene poco que ver con ella.

Hitler —escribió Hanfstaengl— era un tipo narcisista, para quien la multitud representaba un sustituto de la mujer que parecía incapaz de encontrar. Para él hablar era una forma de satisfacer un deseo violento y agota­dor. Así, el fenómeno de su elocuencia se me hizo más comprensible. Los ocho o diez minutos de un discurso parecían un orgasmo de palabras.

Luego tenemos a Benito Mussolini, hombre-clasista, racista, individualista, machista, defensor del uso de la violencia y creyente en una suerte de “hombre superior” que se impondría a la “masa informe”.

Si los capitostes y jerarcas se limi­taban a alguna amante, Mussolini sentía una “excesiva” propensión a las mujeres. Ya desde adolescente tenía una idea superlativa de la virilidad y sus muchas compañeras —esposas, amantes fijas y temporales, aventuras— de­bían exaltarla.

Como explica G. C. Fusco en Mussolini e le donne [Mussolini y las mujeres], el Duce distinguía entre las “mujeres útero” (la esposa) y las “mujeres vagina” (sólo para el sexo). Mussoli­ni sostenía que el papel femenino por excelencia consis­tía en “cuidar la casa, tener niños y llevar los cuernos”. Si bien la familia era una institución social, también era política, y ejercer la maternidad, en el fondo, era lo único importante que podía hacer una mujer.

Pero, volvamos a Iósif Vissariónovich. Como muestra de su carencia de sentimientos por los demás, es ilustrativa la anécdota con su hijo Jacob, nacido de su unión con su primera esposa Ekaterina Svanitze. A su hijo Jacob —explica Reyes Blanc— lo abando­nó primero en manos de su madre y, cuando muere ella, lo deja con sus tías y sus abuelos. Es su segunda mujer, Nadia, la que le dice a Stalin cuando forman un hogar: 'Vamos a traernos a tu hijo'. Si no hubiera sido por Nadia, Jacob nunca habría ido a vivir al Kremlin con su padre, a quien prácticamente no había visto nunca. Así llega a Moscú un chico cuyo carácter suave y tranquilo era herencia materna. En un momento Jacob intenta sui­cidarse y se pega un tiro, pero no muere. Stalin lo mira con desprecio y le dice: “No has sido capaz ni de matarte, ni siquiera sabes pegarte un tiro”.

Y, quizás una muestra más categórica, no podemos dejar de lado el Holodomor (“Matar de hambre”) al que sometió al pueblo ucraniano que significó la muerte de entre dos y cuatro millones de ucranianos entre 1932 y 1933.

El punto de partida –la condena– fue el proceso de colectivización del campo: El despojo de las tierras que aún conservaban algunos dueños desde los tiempos del zarismo.

Cínico, Stalin atribuyó la letal hambruna a una serie de malas cosechas. Falso. La producción ucraniana de granos llegó en 1933 a un récord de 22 millones de toneladas: Más que en 1931, mucho más que en 1932…

Según varios historiadores, “fue un acto de exterminio intencional de Stalin contra la nacionalidad ucraniana por oscuras razones nunca aclaradas. Es cierto, sí, que la apropiación de las tierras y las cosechas por parte del Estado soviético propició otras hambrunas, pero ninguna tan cruel y criminal como la lanzada contra Ucrania”.

La colectivización –el despojo, en verdad– fue decidida por el Comité Central del Partido Comunista en diciembre de 1929: Una guerra declarada, abierta y total contra los campesinos… ¡el 82 por ciento de la población del bloque de naciones sometidas por el régimen!

Por cierto, esa política de tabla rasa desató protestas, disturbios y revueltas en todo el territorio: Más de tres millones dispuestos a impedir el despojo. Pero el Ejército Rojo se encargó de extinguir esos fuegos, arrestó a miles de intelectuales ucranianos bajo falsos cargos de conspirar contra el Estado, los condenó a las prisiones siberianas, y muchos fueron fusilados…

Pero, la masacre por hambre, el Holodomor –unos 25 mil muertos por día– fue objeto de discusión durante décadas. Si bien la condena fue unánime (o casi), quince países admitieron que la hambruna 1932–1933 fue sin lugar a dudas un genocidio contra el pueblo ucraniano. Pero apenas cinco le negaron su carácter de genocidio, reduciendo el Holodomor a sólo “un acto criminal del régimen estalinista”. Esos países son Estados Unidos, la República Checa, Eslovaquia, Chile y la Argentina.

En el gran mausoleo de la Plaza Roja descansan los restos de Vladimir Ilich Uliánov, Lenin, el padre de la revolución bolchevique quien, tras su muerte, en 1924, había dejado las manos libres a Stalin para que se adueñara del poder absoluto y del control del país. Lenin había intentado impedir el ascenso del georgiano con ayuda de su mujer, Nadezhda Krupskaya, pero fue imposible porque Stalin astutamente recluyó a la pareja en una dacha muy lejos de Moscú. El resultado fue que los camaradas de la cú­pula bolchevique nunca se enteraron de que Lenin no quería a Stalin.

En una carta que escribió desde la silla de ruedas don­de estaba paralizado y que quería mandar al XIII Con­greso del Partido, Lenin decía entre otras cosas que Sta­lin había aumentado demasiado su poder y que no se sentía seguro de que lo utilizara con prudencia. Y pro­ponía sustituirlo por alguien más tolerante y menos ca­prichoso.

No estuvieron libres de la brutalidad de Stalin ni sus seres más cercanos. Sus amigos íntimos, incluso sus fa­miliares, todos cayeron bajo la represión que repartía sin ninguna piedad.

Los primeros investigadores en intentar contar la cantidad de personas que murieron a causa del régimen de Stalin se vieron obligados a recurrir en gran medida a las pruebas anecdóticas. Sus estimaciones variaban de 3 a algo más de 50 millones.  Después de la disolución de la Unión Soviética en 1991, las evidencias de los archivos soviéticos se hicieron disponibles. De acuerdo con los registros, alrededor de 800.000 presos fueron ejecutados por el régimen de Stalin por delitos políticos o penales, mientras que alrededor de 1,7 millones murieron en gulags y unos 390.000 perecieron durante reasentamientos forzosos, un total de alrededor de 3 millones de víctimas. Según ciertas fuentes, durante el mandato de Stalin cerca de 5 millones de personas fueron encarceladas u obligadas a trabajos forzados, un millón habían sido ejecutados y 2 millones perecieron en trabajos forzados. ​Todo esto sin contar el Holodomor.

Sin embargo, algunos historiadores creen que el archivo contiene cifras poco fiables.​ Por ejemplo, se cree que los muchos sospechosos torturados hasta la muerte mientras estaban en «custodia de investigación» es probable que no se hayan contado entre los ejecutados.​ Asimismo, existen categorías de víctimas que no fueron registradas de forma correcta por los soviéticos, como las víctimas de las deportaciones étnicas, o transferencias de población alemana después de la Segunda Guerra Mundial.

Entre 1919 y mediados de los años 1950 fueron deportadas más de seis millones de personas, casi el doble que los ciudadanos soviéticos deportados por el Tercer Reich durante la Gran Guerra Patria para realizar trabajos forzados.​ De estos, un millón a un millón y medio habrían muerto directamente a causa del traslado.

Así, mientras que algunos investigadores han estimado el número de víctimas de las represiones de Stalin en un total de 4 millones más o menos, otros creen que el número es considerablemente superior. El escritor ruso Vadim Erlikman, por ejemplo, hace las siguientes estimaciones: Ejecuciones, 1,5 millones; gulags, 5 millones; deportaciones, 1,7 millones a 7,5 millones de deportados y prisioneros de guerra y civiles alemanes, 1 millón, lo que hace un total de alrededor de 9 millones de víctimas de la represión. ​

Hay autores para los que un mínimo de alrededor de 10 millones de muertos —4 millones por la represión y 6 por el hambre— son atribuibles al régimen; algunos libros de reciente publicación sugieren un probable total de alrededor de 20 millones.​ Por ejemplo, agregar 6-8 millones de víctimas de la hambruna por encima de las estimaciones de muertes directas, daría un total de entre 15 y 20 millones de víctimas. El investigador Robert Conquest, mientras tanto, ha revisado su estimación inicial de hasta 30 millones de víctimas a 20 millones.​ Otros siguen considerando que sus anteriores estimaciones, mucho más altas, son correctas.

Como puede apreciarse, un individuo que mandó a la muerte a millones de sus conciudadanos no puede decirse que tuviera conciencia ética o moral. Claramente también, para él sus víctimas fueron números, renglones en una hoja, objetos y no personas con sentimientos. ¿Narcisista y egocéntrico? Desde luego, impulsó el culto a sí mismo. Y fue tan ingenioso y manipulador que, cuando murió, largas colas de dolientes rusos desfilaron frente a su cadáver momificado. ¡Había muerto “el padrecito”! ¡Tanto se había disfrazado de encantador y dulce!

 

Ahora bien, está claro que no todo conductor es malo, ni estoy abogando por esa tesis. Al respecto, me viene a la memoria una frase atribuida a Maquiavelo, que dice:

 Los hombres son, en su mayoría, mediocres; dados al fingimiento, codiciosos, insatisfechos por la diferencia entre lo que quieren y lo que tienen. Arrogantes con los débiles, serviles con los poderosos, buenos por obligación y malos por inclinación…

  Pero, hay casos y casos, veamos por ejemplo, el de Pericles. En el año 461 a.n.e. se convirtió en el gobernante de Atenas y se mantuvo en el poder casi de forma ininterrumpida hasta su muerte en el otoño (septiembre a diciembre) del año 429 a.n.e.

Perícles

Pericles, que en griego quiere decir “vecino de la gloria”, fue un importante e influyente político y orador ateniense en los momentos de la edad de oro de la ciudad. Fue hijo de Jantipo y de Agaristé, sobrino del prestigioso legislador ateniense Clístenes y miembro de la familia aristocrática de los alcmeónidas. Fue el principal estratega de Grecia. Gran dirigente, hombre honrado y virtuoso. Llamado el Olímpico, por su imponente voz y por sus excepcionales dotes de orador.

Pericles tuvo tanta influencia en la sociedad ateniense que su coetáneo, el  historiador Tucídides, lo bautizó «el primer ciudadano de Atenas». El período en el que Pericles gobernó Atenas a veces es conocido como el Siglo de Pericles. Promocionó las artes y la literatura, razón por la cual Atenas tiene la reputación de haber sido el centro educacional y cultural de la Antigua Grecia. Comenzó un ambicioso proyecto que llevó a la construcción de la mayoría de las estructuras supervivientes en la Acrópolis de Atenas, incluyendo el Partenón, así como de otros muchos monumentos. Su programa embelleció la ciudad y sirvió para exhibir su gloria, a la vez que dio empleo a muchos ciudadanos.​ Además, Pericles defendió denodadamente la democracia griega.

Discípulo de Anaxágoras de Clazómenes y de Zenón de Elea, fue amigo de Fidias y atrajo a Atenas a filósofos, arquitectos y pensadores como Hipodamo de Mileto, Protágoras y al historiador Heródoto. En su época brillaron Sófocles y Eurípides —máximas figuras del teatro griego.

Bien, resumamos, lo visto hasta aquí nos permite extraer un par de conclusiones:

1.- Los organismos sociales, al igual que los biológicos, tienden a encolumnarse detrás de un único conductor.

2.- Cuando el organismo social queda en manos de un único conductor se corre el grave riesgo de que éste sea un enfermo y hasta un enfermo grave, como un sicópata.

Parecería, entonces, que la solución consiste en limitar el poder del conductor y el tiempo que se le otorgue para conducir. Sin embargo, a poco que se revise la historia, se verá que esto es lo que se pretendió con la figura política de la República… ¡Y no ha evitado que, periódicamente, se haga con el poder un tirano!

Consideremos, por ejemplo, el caso de Roma. La República Romana​ (digamos, incidentalmente, que república proviene, en latín, de: Rēs pūblica, o sea la cosa pública, volveremos sobre este concepto hacia el final de estas Reflexiones), fue un período de la historia de Roma que se extiende desde el 509 a.n.e., cuando se puso fin a la Monarquía Romana con la expulsión del último rey, Lucio Tarquinio el Soberbio, por asesino y corrupto, hasta el 27 a.n.e., fecha en que tuvo su inicio el Imperio Romano.

Brevemente, digamos que la República consistía en un régimen aristocrático dirigido por los patricios, los descendientes de las familias más antiguas de Roma. Las principales instituciones del nuevo régimen fueron el Senado, las Magistraturas y los Comicios.

El Senado fue el pilar de la República, siendo el órgano político por excelencia. Originalmente el Senado estaba constituido solo por patricios, pero a partir del año 312 a.n.e., se permitió que los plebeyos pudieran formar parte del mismo. La auctoritas del Senado daba validez a los acuerdos tomados en las asambleas populares.

La Magistratura era un cargo original de la República. La jefatura que ostentaba el rex o monarca fue sustituida por dos magistrados colegiados y temporales llamados cónsules a los que el Senado les podía exigir responsabilidad por su tarea de gobierno. Cada magistrado podía vetar al otro, lo que se conocía como intercessio. Como se ve, se buscaba que nadie pudiera hacerse con el poder absoluto

También durante la República se crearon las asambleas populares, llamadas Comitia Centuriata, que también tenían su peso en las decisiones de la República.

Este sistema republicano funcionó muy bien para Roma por casi 500 años, en los que la República creció en forma casi ininterrumpida. Y así llegamos a mediados del siglo I a.n.e. en el que los senadores romanos se enfrentaban a un dilema dramático: Debían optar entre defender la causa de la República bajo un líder desacreditado, Pompeyo, o sumarse al golpe de Estado del mejor general romano del momento, Julio César. Luego de sus innegables triunfos militares, César ya poseía todos los poderes de un monarca. No le faltaba más que el título. Sin embargo, en principio la opinión pública era hostil a la idea de volver a la monarquía. Así pues, se suscitaría una guerra subterránea, pero no por ello menos intensa, entre César, que ambicionaba el cargo de dictador perpetuo y sus enemigos políticos.

Augusto, hijo adoptivo y sucesor de Julio César, señaló el lugar del magnicidio mediante la colocación de una estructura de hormigón de tres metros de ancho por más de dos de alto. Estructura que se observa al final del foso, prácticamente en el centro de la imagen.

Reparemos en el hecho de que la magistratura de dictador era una figura contemplada en la legislación romana. El dictador era un magistrado que ejercía el gobierno con carácter extraordinario, especialmente en los casos de guerra, y disponía de una autoridad suprema por encima de la de los cónsules. Recibía los títulos de dictador y senador del pueblo (dictator, magister populi) y ejercía su autoridad por espacio de seis meses a lo sumo, período en el que quedaban en suspenso todos los procedimientos ordinarios, los magistrados, excepto los tribunos de la plebe, se abstenían en el ejercicio de su jurisdicción y nadie podía criticar, censurar ni discutir las órdenes del dictador.

Nótese la sabiduría de los romanos que no se negaban a una conducción única, centralizada y todopoderosa cuando se trataba de problemas de vida o muerte que no dan lugar a largas discusiones o a consultas de los diversos sectores. Nótese también que, conocedores de los problemas que la permanencia del dictador, en forma indefinida, podía acarrear, le imponían un plazo de seis meses. Claramente, el cargo de Dictador Perpetuo era contrario a la Filosofía Política que había hecho grande a la República. Así pues, no fue raro que apareciera, entre los adversarios políticos de César, un grupo de conspiradores que en los famosos idus de marzo del 44 a.n.e., lo ultimara en el propio edificio del Senado.

Hay que tener en cuenta, desde luego, que las motivaciones de los magnicidas eran muy heterogéneas, ya que los había movidos por un auténtico sentido de salvación de la República pero, también hay que considerar que a éstos se les habían unido otras personas movidas por el rencor, la envidia, o por la idea de que si César acaparaba las magistraturas, a ellos no les tocaría nunca llegar al poder.  

Tras el asesinato, los conspiradores huyeron, dejando el cadáver de César a los pies de una estatua de Pompeyo, donde quedó expuesto por un tiempo. De allí, lo recogieron tres esclavos públicos que lo llevaron a su casa en una litera, de donde Marco Antonio lo recogió y lo mostró al pueblo, que quedó conmocionado por la visión del cadáver. Poco después los soldados de la decimotercera legión, tan unida a César, trajeron antorchas para incinerar el cuerpo de su querido líder. Luego, los habitantes de Roma, con gran tumulto, echaron a esa hoguera todo lo que tenían a mano para avivar más el fuego.

La leyenda cuenta que Calpurnia, la mujer de César, después de haber soñado con un presagio terrible, advirtió a César de que tuviera cuidado, pero César ignoró su advertencia diciendo: «Sólo se debe temer al miedo». En otras se cuenta cómo un vidente ciego le había prevenido contra los Idus de Marzo; llegado el día, César le recordó divertido en las escaleras del Senado que aún seguía vivo, a lo que el ciego respondió que los idus no habían acabado aún. ​

 

Las consecuencias de la muerte de César son numerosas y no se limitan a la guerra civil posterior. El nombre «César», por ejemplo, se convirtió en común a todos los emperadores posteriores, debido a que Augusto, de nombre Cayo Octavio, al ser adoptado oficialmente por el dictador cambió su nombre por el de Cayo Julio César Octaviano; dado que todos los emperadores posteriores a Augusto hasta Nerón fueron adoptados, el cognomen César acabó siendo una especie de título más que un nombre, y, así, desde Vespasiano en adelante los emperadores lo ostentaron como tal sin haber sido adoptados por la familia César. Tanto prestigio acumuló el cognomen que de César provienen los apelativos káiser y zar. ​

Después de la muerte de César, estalló una lucha por el poder entre su sobrino-nieto César Augusto, a quien en su testamento había nombrado heredero universal, y Marco Antonio, que culminaría con la caída de la República y el nacimiento del Imperio, con lo que la conspiración y el magnicidio se revelaron a la postre inútiles, ya que no impidieron el establecimiento de un sistema autocrático que tan indignos representantes ostentara como Calígula, Nerón, Domiciano…

 

Y bien, entonces, llega el momento de preguntarnos por las conclusiones a las que nos conduce todo lo expuesto. Algunas de ellas, ya las hemos anticipado, por ejemplo:

1.       Existe una tendencia natural por la cual algunos humanos tienden a ser machos alfa y otra por la cual otros humanos tienden a dejarse conducir por los machos alfa.

2.      Es extremadamente peligroso entregar el poder absoluto en manos de un solo humano, más teniendo en cuenta los alcances que hoy en día tiene el poder absoluto.

3.      Vimos que esta preocupación no es nueva. Vimos que los romanos, por ejemplo, incorporaban en su legislación la posibilidad de un dictador pero, conocedores del peligro que ello implicaba, solo por cortos períodos de tiempo.

Si me permiten una pequeña digresión, les comento que el punto número tres trae a mi memoria la penetrante frase del agudo George Bernard Shaw cuando dijo:

 Los políticos y los pañales deben ser cambiados con frecuencia… ¡y por los mismos motivos!

Pero, volviendo a lo nuestro, parece evidente, entonces, que, por el momento al menos, no nos vamos a librar de machos alfa que pugnen por hacerse con el poder absoluto. La estrategia debe ir por otro lado. Y aquí es donde volvemos a Mariano Moreno, por un lado, y a la Rēs pūblica, por otro.

Recordemos que Moreno nos dijo Si los pueblos no se ilustran¡Y allí está la clave! ¡En ilustrar al pueblo! El punto es precisar qué entendemos por ilustrar. La Geografía está bien, la Historia, está bien, la Matemática, Física, Biología, etc. están todas bien. Pero, donde hay que ilustrar con mucho más ahínco (que lo que se hace ahora) es en el manejo de la Cosa Pública, de la Rēs pūblica.


¿Qué propongo concretamente desde estas líneas? Pues, para presentar mi propuesta, digamos que se basa, ¡Dónde sí no!, en la antigüedad clásica. Platón dedicó atención a escribir sobre los juegos infantiles, ya que pensaba que tenían una gran importancia para moldear la personalidad y el desarrollo del talento individual. Recomendó, por ejemplo, que un niño que en el futuro tuviese que ser campesino o albañil practicase con juguetes relacionados con su actividad como adulto. Por su parte, Aristóteles recomendaba que los niños, en sus juegos, "imitasen las actividades serias de la vida futura".

 Con esto en mente, propongo que, tanto en la escuela primaria como en la secundaria, se haga vivir al formando en un ambiente que emule la realidad que vivirá como adulto en la sociedad.

Yendo a lo concreto, al ingresar a la escuela primaria, el formando ingresa a una comunidad que, en todo, se parece a la sociedad en la que se desenvolverá de adulto. Por ejemplo, hay asuntos de justicia que tratar: Un niño golpeó a otro, le respondió mal a una maestra, se comportó mal en clase, etc. Todo esto podría pasar por tribunales “internos”, compuestos por los alumnos más “veteranos” de la escuela secundaria, donde algunos ejercerían de jueces, otros de fiscales y otros de defensores. Para lo cual es necesario estudiar el reglamento de conducta del establecimiento que se usará en la toma de decisiones. En el caso de los “abogados” litigantes, deberán conocer de Oratoria, Reglamentos, Jurisprudencia, etc. Es decir, no se trata de dar opiniones personales, sino argumentos fundamentados. Obviamente, algunos formandos se sentirán más atraídos que otros por el área Judicial y de ellos se nutrirá el sistema. Serán, probablemente, los que el día de mañana estudiarán Abogacía. El Rector del establecimiento podría representar la figura de Suprema Corte de Justicia, encargado de fallar en última instancia sobre los temas en litigio.

Desde luego que no se llega a ser juez apenas entrando al primer año de la primaria. Se debe recorrer un camino de perfeccionamiento y formación para ello. Una buena forma es que los menores trabajen, por ejemplo, en los “bufetes” de los mayores, ordenando, preparando información y todo tipo de tarea interna que favorezca el desempeño de los “abogados” mayores, familiarizándose así de las tareas que cumplirán más adelante.

Habrá, seguramente, otros, que quizás más adelante serán ingenieros, que dispondrán de un predio de la escuela donde poder aprender las tareas del oficio: Preparar adobe, hormigón, instalaciones eléctricas, etc. Siguiendo desde luego el mismo esquema de ascenso escalonado: Serán “obreros” primero, luego “capataces”, luego “maestro mayor de obra”, etc., a medida que van creciendo en edad y conocimientos. Es de hacer notar que un formando con inclinación hacia la ingeniería formará parte de un jurado alguna vez (menos que quien sienta inclinación por ello), como forma de cumplir con su obligación de hacerse cargo de la “cosa pública”. Así también, un formando con inclinaciones jurídicas, alguna vez trabajará con madera o construirá un gallinero, por ejemplo.

Es de resaltar, también, que los adultos cumplen en este esquema una función de disparadores del aprendizaje y de supervisión, pero el contacto directo con los formandos lo tienen los alumnos que, por edad y conocimientos están en condiciones de guiarlos. Esto estimula, sin duda, la responsabilidad, dado que se tiene “personas a cargo”.

Habrá quienes se interesen por el porqué y el cómo de las cosas y ellos serán llevados desde temprano a los laboratorios de Física y Química donde se les mostrarán experiencias que les hagan alcanzar en ese objetivo.

Y así, por supuesto, con todas las asignaturas que el formando necesita recorrer en su formación. Sin embargo, es interesante detenerse en algunos aspectos que hacen a la gestión de la comunidad escolar del establecimiento. ¿Qué Organismo tomará las decisiones que hacen al alumnado? Por ejemplo, si se va a organizar una salida de verano, un baile para recaudar fondos, si se le va a pedir a algún conferencista que diserte sobre algún tema particular, si se va a legislar sobre los modos y conductas dentro del establecimiento permitiendo algunos y censurando otros, etc.

Tomando el modelo de los atenienses, que contaban con el Consejo de los 500, encargado de marcar el rumbo de Atenas y que se componía de 500 atenienses adultos y libres, elegidos por sorteo, se podría replicar en la escuela dicho sistema y elegir el Consejo de los 30, por ejemplo, entre los alumnos de tercero a quinto año, con una duración de un semestre en el cargo y reemplazo de un tercio de los miembros al cabo de dicho plazo.

En otras palabras, se trata de cambiar el paradigma de una escuela empacadora de conocimientos por otra donde estos son adquiridos por el formando viviendo las situaciones de donde se desprenden. Se pretende, no solo mejorar la enseñanza de todas las materias, pero también (y especialmente) la de la Instrucción Cívica o, mejor aún, Instrucción Republicana. Se pretende que el formando crezca haciéndose cargo de los problemas de la comunidad en que vive (la escuela, inicialmente), para que luego no encuentre ajeno el manejo de la Rēs pūblica. El ejercicio de la vida republicana en la escuela, dará el formando una familiaridad y un conocimiento de sus derechos y obligaciones que le permitirá, de adulto, moverse como pez en el agua en el manejo de la Rēs pūblica. Algo que, seguramente, aprobaría Voltaire, si nos remitimos a su frase vista más arriba.

Esto, desde luego, es un cambio profundo que debe comenzar, seguramente por preparar a directivos, docentes y padres para impulsarlo y llevarlo a cabo. Sin embargo lo importante no es si es profundo o no, sino si es útil o no. Es más, esta propuesta es, creemos, la que mejor se adecua a la de Moreno. Creemos que este es el verdadero “ilustrar” a los pueblos.

¿Garantiza esto que nunca más caeremos en manos de un Iósif Vissariónovich? ¡No existe nada que garantice tamaño objetivo! Creo, sin embargo, que un pueblo educado para hacerse cargo de su destino tornará más difícil la tarea de hacerse con el poder de los tiranos.

 

Conjeturas, hipótesis, teorías.

La especulación o conjetura, es una forma filosófica de pensar para ganar conocimiento yendo más allá de la experiencia o práctica tradicion...